25 de febrero de 2024

Ucrania y la geoeconomía

 

       Escribe Gustavo E. Barbarán

                                                          

                                                                                   El vuelo de una mariposa en el Mar de China puede ocasionar un tifón en el Caribe.

1302 - 8261             

Todo tiene que ver con todo

La frase del epígrafe alude a la críptica teoría del caos, gestada desde ciencias duras para analizar sistemas dinámicos sensibles a variaciones. La metáfora “efecto mariposa” (invención de E.N. Lorenz) enuncia que si en dos situaciones globales casi idénticas en una aletea una mariposa y en la otra no, a largo plazo podría suceder que en la primera se produzca un tornado y en la segunda nada pase. No sé cómo explicarlo mejor, salvo agregar que Ray Bradbury la había imaginado en su cuento “El ruido de un trueno”, escrito en 1952.

¿Y a qué tanta alegoría?; pues que el “todo tiene que ver con todo” podría explicar el estallido social en la ciudad de Huancayo, importante base electoral que llevó a Pedro Castillo a la Casa de Pizarro. Sus agricultores reaccionaron con furia por el aumento del precio de combustibles y fertilizantes, traccionando el costo de producción campesina por hectárea en un 60%… a causa de la guerra en Ucrania. ¿Otro botón de muestra?: algo más al sur, la incierta provisión de gas para el invierno argentino  depende del acuerdo entre los presidentes Arce, Bolsonaro y Fernández (y que llueva mucho en la alta cuenca del Paraná e inversiones en nuestro país)… por el mismo motivo que en Perú. Situaciones suceden en todo el planeta.

Transcurridos dos meses desde la invasión, nadie arriesga cómo terminará esta locura, salvo que ambos contendientes -y el mundo mismo- necesitarán múltiples garantías para destrabar sus causas y avanzar de la mejor manera posible a un acuerdo al menos provisorio.

En esta nota, que concluye mi “trilogía ucraniana”, propongo mirar el asunto en perspectiva geoeconómica, para imaginar salidas a las graves consecuencias económicas (más las de la pandemia, que nadie recuerda), pues lo exige nuestra supervivencia como especie.

¿Fue la globalización la causante de semejante desaguisado? En cierto modo sí y está planteado en la nota anterior (“Ucrania y la geopolítica multipolar”, 140/04/2022): aunque el mundo sigue siendo estatocéntrico,  las viejas reglas westfalianas y las gestadas en Bretton Woods y el sistema de Naciones Unidas no alcanzan para resolver los conflictos de este siglo marítimo y espacial. Los adelantos técnicos acortaron distancias y desdibujaron límites y la vigencia del Estado Nacional retrocedió varios casilleros; a la vez, actores no estatales -que se mezclan en gran cambalache- adquirieron mayor capacidad de maniobra.

Geoeconomía

Tanta sangre, sudor y lágrimas derramadas en Ucrania impide centrar la atención en el 70% del iceberg bajo del agua, más allá de las atendibles cuestiones de seguridad estratégica de ambos países en un contexto de economía globalizada.

Así como sucedió con la voz “globalización” a fines de los ‘80, el uso indiscriminado de la palabra “geopolítica” parece incurrir en los mismos errores de apreciación y diagnóstico. Ambos términos poseen acepciones precisas y no sirven para explicar ni justificarlo todo. Por ejemplo, opinar al voleo que el conflicto de Ucrania es consecuencia de la globalización o de la geopolítica parece poco preciso. Sin embargo el análisis cambia si se analizan los hechos desde la geoeconomía, un concepto que el lector advertido habrá notado su mayor frecuencia de uso.

Desde el punto de vista teórico existen dos posiciones al respecto. Están los autores que la fundan en la añeja geografía económica y hoy jerarquizaron como rama novedosa de le geopolítica; y quienes directamente asumen que debiera ser la denominación de la geopolítica en la era de globalización, en que todo tiene que ver con todo...

Como sea, cualquiera sea la elección no parece arriesgado decir que en el gran juego de poder mundial, en esta ocasión también juega el aseguramiento y control de los recursos naturales, que han justificado las grandes teoría geopolíticas de Mackinder o Brzezinski (quien siete décadas después “corrió” el heartland del primero hacia el Asia Central).

Esto lo saben bien los personeros de los diversos establishment que miran con preocupación el choque cósmico entre un orden multipolar con reglas heterodoxas y el de los Fukuyama esparcidos por el mundo. Recuerde el lector que la vez anterior referí la nueva cruzada de éste gran intelectual, intentando “volver al espíritu de 1991”, o sea al orden mundial liberal.

Sin mencionarlo, Joseph Stiglitz contestó desde el portal Project Syndicate con su nota “Terapia de shock para los neoliberales” (05/05/2022), a quienes imputa la responsabilidad de grandes crisis que no supieron prevenir ni evitar, desde los atentados del 11S hasta la quiebra de Lehman Brothers que colapsó el sistema financiero mundial entero.

Ambos sucesos, más la pandemia Covid19 y el triunfo de D. Trump, produjeron consecuencias macroeconómicas que todavía no pueden resolverse. 

Existe un debate teórico entre expertos geopolíticos, referido a la geoeconomía. Algunos consideran que, en la era de la globalización, es la mutación de la geopolítica; otros, más ortodoxos, la entienden como una suerte de jerarquización de la vieja geografía económica.

Como sea, no es esta ocasión para un debate apasionante, pues -precisamente  por el hecho de la globalización- el carácter de las guerras ha cambiado y, contra todo lo que se oye y se lee, el caso de la invasión a Ucrania, como el iceberg, no deja ver bien los aspectos económicos subyacentes. Las guerras convencionales apuntaban a la expansión territorial, los conflictos de este tiempo a los recursos naturales, su aumento, control y aprovechamiento, pues todo tiene que ver con todo…

 

 

Ucrania y la geopolítica multipolar

 

          Escribe Gustavo E. Barbarán

                                                                     “Todo orden internacional debe afrontar, tarde o                                                                     temprano, el impacto de dos tendencias que desafían su                                                                               cohesión: o la redefinición de su legitimidad o un cambio                                                                                                significativo en el equilibrio de poder” (H. Kissinger).      

El Tribuno, 14 de abril de 2022

                                       

En “Ucrania: resabios de guerra fría” (El Tribuno, 30/03/2022), expresé que la comunidad internacional carece de reglas fiables para equilibrar poder en este mundo globalizado, en donde despunta un orden multipolar.

El sistema internacional preparado en las Conferencias de Bretton Woods (1944) y de San Francisco (1945) -sobre la base del orden westfaliano- preserva la primacía occidental, incapacitada de afrontar la calidad de problemas que acechan en este siglo XXI.

También adelanté algunas conclusiones provisorias: a- la crisis de Ucrania suscita un primer ensayo de resolución con lógica multipolar; b- Estados Unidos y sus aliados consideran a China contrincante global; c- Europa no termina de cerrar su identidad democrática, nacional y comunitaria, mientras Rusia prefiere un polo euroasiático.

En tal marco, aunque parezca un conflicto de “baja intensidad” de la Guerra Fría, lo de Ucrania expresa las tensiones derivadas de reacomodamientos geopolíticos. Kissinger lo planteó en la frase del epígrafe y la invasión del 24 de febrero expuso esa fractura.

La OTAN, buen pretexto

La Alianza Atlántica se había planteado “nuevos objetivos” en la cumbre de Londres (1990), comprometiéndose a no expandirse más allá de la Alemania recién unificada. Al mismo tiempo, el unipolarismo norteamericano proclamado por George H.W. Bush finalizada la Guerra del Golfo Pérsico, duró acaso hasta el derrumbe de las Torres Gemelas y la crisis financiera de 2008. No obstante las consignas democracia, derechos humanos y libre comercio perduran como matriz ideológica de la diplomacia norteamericana.

En diciembre de 1991, la URSS se disolvió con los Acuerdos de Belavezha  restableciéndose la plena soberanía de los países involucrados; meses antes había cesado de hecho el Pacto de Varsovia. Pero ni la unificación alemana, ni la desaparición de la Unión Soviética o el desbarajuste en los Balcanes replegaron a la OTAN. Al contrario, desde su cuarta ampliación de 1990 hasta la séptima en 2017, sumó trece países euro-orientales, desplegando misiles en Polonia y Rumania para “prevenir ataques extra continentales”. Putin, ya en el poder, antes que Iván el Terrible es un oso acorralado, lo cual no justifica semejante agresión. La intervención de la Corte Penal Internacional será un dolor de cabeza para los altos mandos rusos.

Como sea, la OTAN dio buenos pretextos para que Moscú pateara el tablero tal como lo hizo Z. Brzezinski en su recordado ensayo “La Guerra Fría y sus secuelas”, escrito en 1992, bregaba para que la OTAN acompañara los esfuerzos de Ucrania de construirse como nación en “el antiguo imperio soviético”.

Los Acuerdos de Paz de Minsk (2014) y su Protocolo (2015) -bajo auspicio de la Organización para la Seguridad y Cooperación de Europa- tampoco estabilizaron las relaciones Moscú-Kiev. Los doce puntos negociados todavía son base para acordar el estatus de Donets, Luganks y Crimea, y el futuro relacionamiento de Ucrania con la Unión Europea y la OTAN. Las partes aceptaron el ofrecimiento turco para las incipientes negociaciones en Estambul, con el acompañamiento de los gobiernos de Alemania, Canadá, Israel y Polonia, tras un alto el fuego y ayuda humanitaria. ¿Cómo  evolucionará? Difícil acordar sin plenas garantías. 

Veinte días antes de la invasión, Xi Jingping y Putin habían emitido una Declaración Conjunta en Pekín, en la cual rechazaban cualquier ampliación futura de la OTAN y  la “influencia” negativa de Estados Unidos para la paz y seguridad de la región del Asia Pacífico. ¿Se arriesgará China a una mayor confrontación con Occidente?

¿Unipolar, multipolar?

Mientras la globalización “sucede” constatando hechos vinculados a los avances en ciencia, tecnológica y finanzas, la geopolítica implica una construcción colectiva, vinculada con la geografía, la política y los recursos de poder disponibles por cada país. Las sociedades desarrolladas, institucionalmente estables y con poderío militar disuasivo, son las que cuentan con una geopolítica adaptada a los tiempos.

En su libro Geopolítica del mundo multipolar (Ed. Fides, Tarragona, 2016), Alexander Duguin expuso claves para entender los movimientos de Rusia y otras potencias que desean superar el (des)orden actual.

Duguin sostiene el multipolarismo como forma de terminar con la centralidad de Occidente en todos los planos, incluso el cultural, fuertemente resistido por pueblos identificados raigalmente con sus respectivas espiritualidades y religiones. Un polo en sentido geoestratégico, concluye, “[...] supone que el mapa del mundo futuro debe estar estructurado de modo que haya varios centros de poder que no posean el dominio absoluto, en relación de unos a otros, y que permita que diferentes sociedades puedan unirse a un bloque por libre elección”. Esto diferencia al multipolarismo del sistema westfaliano, en tanto desconoce que un solo estado nacional sea “polo” de pleno derecho.

¿Vamos a un mundo unipolar con Estados Unidos a la cabeza (más G7, OTAN, G20, FMI, BM, OMC, OCDE), bipolar (Estados Unidos-China), tripolar, cuadripolar? Nuevamente, el mundo no se adecua a cada doctrina de los Estados sino que las políticas se adaptan a los hechos.

Entiéndase además que cualquier orden también se construye. Dificultosamente, en tiempos en que para la mayoría de los países, y por razones multicausales, la problemática pasa por la gobernabilidad de sus sociedades antes que por la dialéctica democracia-autocracia, como pretende el establishment occidental.

Ancien ŕegime

Dos ensayos dan la pauta de cómo se acomodan argumentos en función de intereses geopolíticos. Uno es de Madeleine Albright, secretaria de estado de B. Clinton, fallecida a fines de marzo: “El próximo renacimiento democrático. La oportunidad de Estados Unidos para liderar la lucha contra el autoritarismo” (Foreing Affaires, nov.-dic. 2021). Allí despliega la consigna mesiánica de llevar democracia -antes el “progreso”- a todos los países del mundo, como si nunca hubieran ocurrido Vietnam, Afganistán, Balcanes, Irak, Siria y sigue la lista. Para ella, China y Rusia son los países más autoritarios del mundo que desperdiciaron la oportunidad de establecerse como modelos globales, “una alternativa atractiva a la democracia liberal”, con Trump en la Casa Blanca y atascada Europa en disputas internas. Al poco transparente gobierno chino y su tendencia a la intimidación, concluye, “lo han dejado con más contratos que amigos”. A la vez, el régimen de Moscú, igual de corrupto y poco confiable, está manejado por “un solo hombre que se acerca rápidamente a su telón final”; lo cual no deja de ser una verdad pues Putin no tiene sucesor y menos Rusia una alternancia.

El otro ensayo, de Francis Fukuyama (el de El fin de la historia), se titula “La guerra de Putin contra el orden liberal” (Financial Times, 04/03/2022). A la profesión de fe democrática de la finada, éste suma mística liberal “atacada por izquierda y derecha”, considerando que el espíritu de 1989 no ha muerto: “la Rusia de Putin se ve claramente ahora no como un estado con quejas legítimas sobre la expansión de la OTAN, sino como un país resentido y revanchista que intenta revertir todo el orden europeo posterior a 1991”. No más preguntas, Señoría. La invasión rusa -pronostica- terminará en un desastre para Rusia; y para Ucrania, agrego modestamente, por lo de Bertrand Russell “La guerra no determina quién tiene razón, sino quién queda”.

Esas opiniones, obviamente, no representan la voz oficial de la Casa Blanca, pero sus autores integran un establishment al que no le cuadra la multipolaridad. Del capítulo “Conclusión”, del libro Orden mundial (Debate, 2016), cito esta otra frase de Kissinger, quien expresa una posición más realista de las relaciones internacionales hacia la cual posiblemente derive la política exterior norteamericana y de la UE: para construir un orden mundial, “una cuestión clave inevitablemente concierne a la esencia de sus principios unificadores, que implica una distinción cardinal entre los enfoques occidentales y no occidentales del orden”. Compatibilizarlos es la fórmula sensata aplicable en esta instancia histórica.

Con el correr de los meses chequearemos el impacto negativo de esta absurda decisión militar en la economía mundial, ya afectada por la pandemia. Pero eso sería tema para otra nota.

Cómo recuperar las Malvinas, definitivamente...

 

Escribe Gustavo E. Barbarán

El Tribuno 31 de marzo de 2022

El título de esta nota implica un vasto desafío nacional. Podría haber sido cómo recuperarlas “…desaparecida la URSS”, “…en la era de la globalización”, “...después de Ucrania”. De hecho, antes o después de 1982, el camino para recuperar nuestros territorios irredentos será siempre la construcción de poder nacional, fórmula eficaz para aumentar capacidad de negociación y contrabalancear poder con la potencia usurpadora.

El derecho internacional obliga a resolver la controversia mediante negociaciones directas con el Reino Unido, nuestra única contraparte, sin perjuicio de atender los intereses de los isleños. Pero eso no está en la agenda de los gobiernos británicos, precisamente por la diferencia de poder entre ambos países. Así se comportaron y comportan las grandes potencias. 

Se trata, entonces, de recuperar pacientemente lo usurpado por una nación históricamente depredadora, falsificadora de la historia, miembro permanente del Consejo de Seguridad, socia de la OTAN con armas nucleares, centro financiero mundial, guarida de órdenes secretas, miembro de la OTAN. Así y todo ahora de rango menor.

La recuperación de las Islas Malvinas, Georgias y Sándwich del Sur, sus espacios marítimos circundantes y correspondiente plataforma continental (principio de “unidad de la disputa”), depende exclusivamente de los argentinos por imperativo histórico plasmado en la Disposición Transitoria Primera de la Constitución Nacional. Recurrir a foros internacionales es siempre válido; trabajar en distintos órganos de Naciones Unidas, también; procurar solidaridad regional, igualmente. Pero no alcanza para recuperar definitivamente nuestra soberanía sobre los territorios y espacios mencionados.

Es necesario abordar la cuestión Malvinas en perspectiva geopolítica, seguros como estamos de nuestros justos títulos vulnerados en 1833, que desde 1965 Naciones Unidas encuadra como una disputa de soberanía en situación colonial.

Atender la geopolítica

Un proyecto geopolítico, inteligente y perseverante, no se logra de un día para otro. Llevará tiempo y los primeros brotes verdes se verán, a lo mejor, dentro de una generación, o sea 20 a 25 años vista... siempre que hagamos bien las cosas.

Es algo cualitativamente superior a un mero “plan político-económico sólido”, que exigen el FMI y la oposición, y el gobierno del FdT no termina de proponer. Se habla demasiado de “acuerdos básicos” o “políticas de estado”, en vacío y sin precisión; estériles muletillas carentes de una doctrina central e integral. Nuestra incapacidad para mirar a largo plazo es un escollo que urge superar dialogando.

La guerra en Ucrania señala un reacomodamiento del poder mundial y no se reduce a la dialéctica democracia-dictadura. Es más profundo: declina un orden con reglas predispuestas desde el surgimiento mismo del Estado moderno; y este mundo estatocéntrico, regido por las necesidades, intereses y valores de Occidente, no encaja con ese otro que despunta y cuyo eje se ubica en las cuencas del Índico y Pacífico. En esa vasta porción del planeta existen pueblos, con necesidades, intereses y valores incompatibles con los occidentales. De allí tanta confrontación multicausal.

Poder nacional y geopolítica

Sería grave error no involucrarnos en la política mundial, mientras se configura un orden multipolar (que también se construye). En ese contexto -y en un siglo oceánico y espacial- Argentina debe mover sus fichas, que las tiene y muy buenas. Lo primero, como se dijo al inicio, es converger en una visión geopolítica, construida desde abajo involucrando a la sociedad entera.

En estas columnas varias veces expusimos como hipótesis plausible la Argentina Peninsular (pensada por J.E. Guglialmelli en los años ‘60), Bicontinental y Oceánica, que priorice la Patagonia hoy despoblada y desguarnecida.

Construir poder nacional, entonces, significa movilizar todos los recursos tangibles e intangibles de los que disponga un país, en función de un plan para mediano y largo plazos, que determine las necesidades, fije prioridades y metas, y proponga plazos para una veintena de objetivos estratégicos que observen todos los gobiernos que se sucedan. Decirlo así, resumidamente, suena sencillo; trasladarlo a debates amplios nos costará más.

La historia indica que, desde fines del siglo XVIII, los Estados que completaron sus ciclos de industrialización son los únicos que pudieron planificar sus geopolíticas y actuar en consecuencia, cubiertas sus necesidades de defensa nacional. De tal modo, construir poder nacional implica lo mismo que desarrollar el país, particularmente la “península” patagónica, permitiendo recuperar nuestra cualidad marítima.

Sin Armada ni marina mercante, por caso, el objetivo de recuperar las islas será ilusorio. Proteger y potenciar nuestro mar, sus costas y puertos, operará como factor disuasivo contra la impudicia de flotas que depredan nuestras aguas... y la reticencia británica. Planificando políticas de desarrollo en esa región argentina, hasta pueden aflojar las prevenciones de los isleños, quienes a esta altura ya saben que las prioridades de su metrópolis están demasiado lejos, en el espacio indo-pacífico.

La Argentina bicontinental incluye, obviamente, a nuestro Sector Antártico, parte de la provincia de Tierra del Fuego, Antártida e Islas del Atlántico Sur. La importancia del continente blanco aumentará cuando en 2048 venzan los Protocolos de Madrid y empiece la puja por la explotación de sus recursos naturales. [Alguna vez H. Kissinger, respondiendo a una pregunta sobre el asunto, contestó que Argentina es una daga que apunta a la Antártida. Tomemos nota].

Por otra parte, y también lo insistimos en estas páginas, la Patagonia debe articularse con del resto de la Argentina y ésta, a su vez, con Iberoamérica, para lo cual la Región del Norte Grande Argentino juega el papel geoestratégico de bisagra continental.

Argentina debe corregir urgentemente el rumbo y reencontrarse con su destino de grandeza, contribuyendo a la construcción de un eje polar en nuestro continente y, de ese modo, contribuir a la paz mundial.

¡Gloria y loor a quienes combatieron en el teatro de operaciones de 1982, cualquiera fuese su rango y arma, en especial a los que ofrendaron su vida!

Ucrania: resabios de guerra fría

 

Escribe Gustavo E. Barbarán

El Tribuno, 30 de marzo 2022

La guerra en Ucrania, todavía convencional y geográficamente acotada, posee componentes suficientemente graves como para expandirse hasta un holocausto, pendiente de un hilo la “contención” nuclear de la Guerra Fría. ¿Podrá resolverse mediante negociaciones bilaterales, cuándo?; ¿sin garantes? ¿Hay líderes globales con talla para conducirlas a buen puerto?

Heridas abiertas en los ‘90 aún no cicatrizan, entretanto los jugadores de este póquer global mueven sus fichas en un contexto de cambio epocal, ideológicamente sobrecargado y por eso impide ver el bosque. De allí esta nota, en cuanto propone observar la arboleda entera para detectar las causales de éste y conflictos similares, latentes en varias regiones del mundo; anticiparlos y, de ser posible, desenmascarar a los fulleros (que no necesariamente ocupan cargos gubernamentales).

Por las consecuencias sociales, políticas y económicas, cuyos efectos están repercutiendo -y muy mal- en nuestro globalizado diablo mundo en pandemia, esta crisis excede los intereses de los países involucrados.

Observar con perspectiva histórica y geopolítica -bastante referenciada y poco precisada- releva de atender las causas inmediatas de la injerencia rusa en la región del Dombás, suficientemente difundidas. Atrás de eso, hay siglos de encuentros y desencuentros, imperios ascendentes y decadencias, guerras interminables, revoluciones, holodomor, gulags, epifanías.

Historia magistra vitae

La Primera Guerra Mundial puso fin al orden imperial europeo, expandido a sangre y fuego, dejando como lección que la fuerza no debía utilizarse para traspasar riquezas entre países. La Segunda dejó otra, cualitativamente distinta: jamás la guerra para imponer objetivos nacionales, aunque nunca se cumplió cabalmente. De ella derivaron tres pilares básicos de Naciones Unidas: no uso de la fuerza, solución pacífica de controversias, cooperación internacional.

Tales principios derivados del concepto de soberanía (integridad territorial, no intervención), no lograron centralizar y garantizar la seguridad colectiva en el Consejo de Seguridad, por dos motivos: 1- el desigual sistema de votación en ese órgano, que concede derecho de veto a sus cinco miembros permanentes (todas potencias nucleares); 2- la habilitación por la misma Carta -art. 51- de los acuerdos regionales de seguridad colectiva (TIAR 1947, OTAN 1949, ANZUS 1951, Pacto de Varsovia 1955, SEATO 1955), constituidos en la inmediata posguerra con la lógica de “una guerra política y económica por medios no letales”. Sin embargo, Estados Unidos y la URSS jamás confrontaron militarmente entre sí, dirimiendo sus esferas de influencia en conflictos de baja intensidad devastadores para los pueblos atrapados en ellos.

Así funcionaba la Guerra Fría. ¿Qué lección dejó, entonces? Quizás que las superpotencias industriales no supieron compaginar una globalización imparable con nuevos mecanismos para equilibrar poderes sin amenazar con armas de destrucción masiva.

El añejo orden estatocéntrico instituido con la Paz de Westfalia de 1648 se asentaba en los principios de soberanía, libre determinación y equilibrio de poderes. Los dos primeros sirvieron durante siglos para acomodar cargas dentro de cada país; no obstante, la paz mundial dependió regularmente del tercero, o sea de políticas de poder de ardua compatibilización.

Tal equilibrio intra-europeo fue imprescindible cuando los principales países se iban industrializando obligando el libre comercio. Desde aquella lejana fecha, Europa diseñó el mundo a su antojo y sigue pagando las consecuencias. A fines del siglo XIX concluyó el sistema del Concierto Europeo por un nuevo cambio de circunstancias (ascenso de EE.UU y Japón, entre otras), y por carecer de una autoridad superior que lo sostuviera; lo cual explica el fracaso posterior de la Sociedad de las Naciones.

¿Cómo y quién puede frenar hoy la escalada rusa (“agresión” para el derecho internacional)? ¿Acaso el Consejo de Seguridad puede ordenar su retiro de Ucrania y a la vez garantizarle el no ingreso de ésta a la OTAN?

Un orden que se reacomoda

El orden westfaliano y el derecho internacional de él derivado -un “discreto civilizador de naciones”- fueron neta creación europea. Desde entonces, el mundo se rigió en función de los intereses de aquella Europa expansiva que, así como exprimía pueblos, se masacró en sucesivas guerras internas, desde las Napoleónicas de 1803-1815 a las dos fatídicas del corto siglo XX. Parafraseando a Thomas Mann (que aludía a su patria alemana), Europa ama el orden pero tiene una secreta propensión al caos.

El derrumbe de la Unión Soviética no cerró definitivamente la Guerra Fría: desapareció el Pacto de Varsovia pero no la OTAN por las mismas razones, en tanto se mantiene la impronta occidental, aumentada con las reglas de Bretton Woods -aplicadas por el FMI, BM y OMC- y la Carta de Naciones Unidas. Concluirá el día en que se afiance el nuevo esquema de seguridad mundial, que ya empezó con trabajo de parto.

Aquel Pacto varsoviano mutó, a su vez, en Organización del Tratado de Seguridad Colectiva (1992), suscripto entre Rusia y países de Asia Central ex URSS. Y, signo de estos tiempos, en septiembre de 2021, Estados Unidos sacó de su galera el AUKUS, un acuerdo estratégico con Australia y el Reino Unido para “defender los intereses compartidos en el Indopacífico” (para furia de Francia, excluida de ese trato y de una venta multimillonaria de submarinos nucleares a Australia precisamente). Pensando en China, obvio. ¿Acaso no había concluido la Guerra Fría; o es un escenario distinto?

Se trata, pues, del equilibrios de poderes en un mundo en transición, cuyo eje geopolítico se trasladó del Atlántico Norte a las cuencas del Pacífico e Índico, con situaciones muy complejas y difíciles de encarar sin reglas de juego que contemplen tanto los intereses estatales y los de la humanidad.

En suma, vayan estas conclusiones provisionales: 1 - posiblemente estemos frente al primer experimento de resolución de un conflicto “de los viejos” con lógica de multipolaridad; 2 – Estados Unidos seguirá animando un orden bipolar con China como contrincante global, y 3 – Europa no termina de construir una identidad compatible con la doble democracia (las nacionales y la comunitaria), mientras Rusia está definiendo su polo de pertenencia, Eurasia.

Esta nota pudo haberse escrito igual sin escenario bélico e, incluso, más allá del inevitable resultado desastroso: cada día de guerra genera un año de resentimiento entre los pueblos involucrados. Y eso no tiene perdón de Dios.

Continuará…

 

Una frustración

“La muerte de Güemes”


Escribe Gustavo Barbarán

Gran expectativa y a la vez frustración me produjo la noticia publicada el 1 de febrero: “Colgarán el cuadro de Güemes en el recinto” (con pocos y selectos participantes, probablemente). Frustración por comprobar que, de hecho, en ninguna instancia gubernamental se haya considerado la posibilidad -siquiera temporal- de ofrecerlo a la comunidad, considerando por un lado que restaurar y trasladar una obra pictórica es tarea compleja y onerosa; por otro, una suerte de cierre del Bicentenario del heroico final de nuestro prócer mayor.

El cuadro en cuestión es “La muerte de Güemes” (incluido desde 1980 en el Inventario del Patrimonio Artístico Nacional), un imponente óleo de 397 por 240 centímetros del renombrado artista plástico porteño Antonio Alice. Pintado en 1910, fue premiado ese mismo año con medalla de oro en la Exposición Internacional de Arte del Centenario, realizada en Buenos Aires. A fines de 1911, el gobernador Avelino Figueroa lo adquirió por $ 12.000, instalándolo en el Palacio Legislativo donde en ese tiempo triscaban los tres poderes del Estado.

Esos y otros datos expuse en “Tres notables pinturas para el disfrute popular” (El Tribuno, 19/ 04/ 2015), refiriéndome además al estado y situación de otros dos hermosos óleos: “La Batalla de Salta” de Aristene Papi (pintado en 1908) igualmente ubicado en el recinto legislativo, pared sur; y el “Güemes” de Lorenzo Gigli (pintado entre 1943 y 1948), por cuyo tamaño apenas pudo apoyarse en una pared de la Casa de Hernández, trasladado allí en 1994 desde el Centro Cultural América. Contemplarlo en este caso es más fácil; los otros dos son hasta hoy para el disfrute exclusivo de los legisladores que están y vendrán.

Aparte de sus enormes valores artísticos, el de Alice posee una simbología excelsa: el espectador se transporta en el tiempo y es un gaucho más contemplando azorado el inexorable fin de su jefe y la angustiosa incógnita sobre la suerte de la guerra en curso.

En aquella nota precedente comenté asimismo el deterioro que padecían los tres cuadros, en particular el de Alice. Para entonces, los de Papi y Gigli habían sido restaurados o estaban en eso. La buena noticia es que, debidamente restaurado, se lo ubicará pues el martes 8 –aniversario de su natalicio- donde estaba: la desapercibida pared norte del recinto.

[Cada cuadro y sus autores tienen ricas historias de vida por detrás. Quien desee más información, puede recurrir a este enlace.

No obstante, será cuestión de tiempo: tarde o temprano los cuadros de Alice y Papi se estropearán, inexorablemente, por dos básicas razones: 1 – cada vez que enciendan aire acondicionado o calefacción, los lienzos se comportarán como esponjas; 2 – ese lugar -¡córcholis!- no es el adecuado. Para eso están los museos y la Legislatura provincial no lo es ni tiene una sala que haga las veces.

Así las cosas, desde que algún cagatintas con chapa lo inventarió como al resto de los muebles de la augusta sede, el gran público tiene inhabilitado el acceso ágil y gratuito para disfrutarlo las veces que quiera en horas propias de museo. 

Esos óleos inventariados son en verdad del pueblo salteño que los debe participar al pueblo argentino y al mundo entero: No hay justificativos para sustraerlos de la apreciación masiva. Y en cuanto a la obra de Alice, con lo que costó darle a Güemes proyección nacional, en un museo enseñaría tanto o más que los libros. Tampoco se piense solo en oferta turística (siendo válido considerarla) sino fundamentalmente como enseñanza de otra Historia, más creíble, que tanta falta hace en tiempos confusos.

Salta -Capital y Provincia- posee una de las mejores ofertas museísticas del país (quien esto escribe ansía la apertura de la Casa Leguizamón). Tenemos museos no aprovechados integralmente por razones presupuestarias o falta de políticas de mediano y largo plazos en el rubro.

Siendo delicado trasladar un cuadro, desde luego no es imposible. Y si habría que definir el sitio adecuado no es otro, a mi criterio, que el Museo Provincial de Bellas Artes. Éste tiene espacios para cobijarlo e universalizar “La muerte de Güemes”, y represente para el arte nacional algo parecido a “La muerte de Viriato” o “El entierro del Conde de Orgaz”. ¿Por qué no?

Salta, provincia fundante de la Nación Argentina, dejó jirones para construirla y sostenerla en el tiempo. Quien la visita percibe en el aire la herencia hispana y la condición belgraniana y güemesiana, que nos distingue y trasunta su geografía.

El arte depura el alma y fortifica identidades, pero para aprovecharlo hay que exhibir, representar y publicar las valiosas obras que nos identifican. Frente a ese objetivo superior, ¿qué hacer para revertir tanta miope apatía? ¿Clamar por un destello de sentido común o acaso una consulta popular?  

Un Nodo Logístico Intermodal y Puerto Seco en Güemes

 

Escribe Gustavo E. Barbarán

El Tribuno, 3 de diciembre 2021

Hace pocos días la Legislatura salteña sancionó una ley que autoriza a la Provincia a donar al gobierno nacional 40 hectáreas para construir el nodo del título, en proximidades del Parque Industrial, de la Zona Franca y de la Central Térmica vecinos a la ciudad de General Güemes.

La decisión de construirlo en ese departamento deriva de un Convenio Marco de Cooperación entre el Gobierno de Salta, el Ministerio de Transportes nacional y la empresa Belgrano Cargas SA, con un Acuerdo Específico a los efectos de ejecutar el proyecto.

El espacio donado tiene por finalidad exclusiva emplazar, operar y explotar un nodo multimodal que constará de una terminal ferroviaria, estacionamiento de camiones, playa de contenedores y puerto seco con depósitos fiscales.

Se calcula una inversión de u$ 19 millones. El perimetrado, nivelación y construcción de accesos ya los lleva a cabo la Provincia; más adelante Belgrano Cargas edificará la estación de trenes. Todo estaría concluido en cuatro años, generando decenas de puestos de trabajo actuales y futuros.

En casi todos los países del mundo la logística se ha organizado -desde principios de los ‘80- por medio del “transporte multimodal”, caracterizado por el traslado nacional o internacional de mercaderías en más de un tipo de transporte (carretero, ferroviario, aéreo, marítimo, fluvial) o mediante combinaciones de una misma transportación, con un contrato único por ruta y destino.

Geoestrategia explícita

En mi consideración, la construcción del Nodo tiene para la geoestrategia salteña una significación equiparable a la aún desvalida propuesta de aprovechamiento integral del Bermejo, dada su vinculación con el Corredor de Capricornio.

La Iniciativa para la Integración de la Infraestructura Regional Suramericana (IIRSA) es un foro internacional creado en una Cumbre Suramericana (Brasilia, 2000), con el objetivo de promover la integración regional mediante financiamiento del BID, de la Corporación Andina de Fomento y del Fondo Financiero para el Desarrollo de la Cuenca del Plata.

Entre las “iniciativas” definidas está la del corredor que unirá el puerto de Santos con los de Antofagasta/Mejillones e Iquique (distantes a 3.200 km), aprobado en diciembre de 2015 por el Consejo del Mercosur -Declaración de Asunción-. Cruzará la sabana paraguaya por la ciudad Capitán Peralta, entrará a territorio argentino por el paso de Misión La Paz, bajará por Tartagal y se bifurcará hacia los pasos de Jama, Sico y Socompa, en dirección del Pacífico.

Así, el nodo integrará la Región del Norte Grande Argentino con el centro oeste suramericano, es decir ZICOSUR, para proyectarse al resto de Hispanoamérica. Se justifica ampliamente en función de una construcción colectiva con objetivos estratégicos de mediano y largo plazos, aun poco definidos en varios aspectos. 

Vértice estratégico

Aparte de los beneficios que genera la construcción de los distintos sectores de servicios, el nodo mejorará la logística y abaratará los costos de transportes. Pero es bastante más que eso.

Su ubicación realza la condición estratégica de la capital departamental como zona de enlace norte-sur y este-oeste, atravesada por la ruta 34, los ramales del FFCC Belgrano a La Quiaca, a Barranqueras por Avia Terai, a Socompa y a Pocitos; y por disponer de conexión aérea desde El Cadillal y El Aybal.

Güemes es también un eje de integración provincial, en tanto una autopista conecta el valle de Siancas con los valles de Metán y Rosario de la Frontera, los cuales a su vez articulan hacia la llanura chaqueña.

El nodo atañe no solo a la ciudad de General Güemes, al departamento y a nuestra provincia: también involucra a la Provincia de Jujuy. Por eso cabe prestar especial atención al cuadrilátero geoestratégico, cuyos lados van de 60 a 100 kilómetros, con vértices en las ciudades de Salta, San Salvador, San Pedro y General Güemes.

Esa área involucra directamente a los departamentos salteños de Gral. Güemes, Capital y La Caldera, y a los departamentos jujeños de Manuel Belgrano, Palpalá, El Carmen, San Pedro y San Antonio, y a sus respectivas áreas de influencia. Dentro de sus 11.390 km² habitan alrededor de 1.260.000 personas con historia e idiosincrasia idénticas.

En esa subregión de características geográficas similares, compartimos cuencas hídricas, se produce tabaco, caña de azúcar, maíz, porotos, electricidad, cemento, aceros, cría de ganado mayor y menor, maderas, cítricos y hortalizas.

Algunas propuestas razonables

Adolfo  Koutoudjian, en Geopolítica argentina (EUDEBA, 2021), considera que el de región es un concepto flexible: hay regiones provincias, regiones territorios, regiones países y regiones continentes. Esos modelos y sus realidades heterogéneas están implicados en la proyección del nodo de Güemes. Por tanto, debiéramos analizar sus implicancias desde las ópticas departamental, provincial, del Norte Grande, ZICOSUR, MERCOSUR, Cuenca del Plata, con visión de Polo Suramericano.

Entonces, sería importante implementar una comisión legislativa de seguimiento para verificar los avances de obra en tiempo y forma, y participe en la negociación de la futura administración de la terminal, que es todo un tema. A su vez, el gobierno provincial tendría que procurar el acompañamiento de las demás provincias de la RNGA, por los beneficios indirectos que les alcanzarán. 

A su vez, elaborado en marzo de 2016 un Plan de Logística provincial con carácter de política de estado, nuestro Consejo Económico y Social no puede estar ajeno a todo lo que involucre al Nodo y a su funcionamiento posterior. Por lo que me atrevo a sugerir que en su seno también se promueva una comisión de seguimiento, involucrando a sectores intermedios directamente interesados, que son varios.

Por último, urge una alianza estratégica con nuestra gemela Jujuy plasmada en un tratado parcial de los previstos en el art. 124 de la Constitución Nacional. No solo se trata de minería, turismo, conexiones internacionales y tantos más temas comunes, sino de visibilizar aquel “Cuadrilátero” llamado a constituirse en uno de los principales polos de desarrollo de Argentina con visión regionalista. La sinergia salto-jujeña hará más fuerza a la hora de reclamar atención federal para su infraestructura comunicacional: el “fantasma” AMBA siempre sobrevolará... 

Mientras las dirigencias -todas, no solo las políticas- sigan mirando apenas a la distancia de un tiro de piedra, estaremos condenados a cargar la pesada roca y subirla al monte para que vuelva a caer. Una y otra vez.

Rescatemos la reflexión geopolítica para producir un cambio cualitativo hacia una cultura política regionalista en estos difíciles tiempos, en que las obcecaciones ideológicas de ambas veredas impiden mirar el bosque y el largo plazo.

Mundo global: de Washington a Cornualles

Escribe Gustavo E. Barbarán

Profesor emérito de la UCaSal

 Diario El Tribuno - 7 de noviembre 2021.

En los monitores de la economía planetaria se encendieron luces de alarma. Los encargados de controlar sienten próxima la erupción de un volcán muy diferente. Al inesperado aumento del precio de hidrocarburos y su impacto en los costos del transporte marítimo más la caída de producción de materias primas y un desabastecimiento generalizado, se suman la inquietante inflación del 5,5% anual y un desempleo que no baja.

En el escenario pospandémico, los daños directos y colaterales pondrán en riesgo la vacilante recuperación atada a la locomotora china, que va saliendo del sofocón ocasionado por la inmobiliaria Evergrande (¿otra vez la misma historia?).

Muchos analistas consideran que el mundo nunca superó la crisis financiera de 2008, cuyas causas y efectos tampoco nunca una explicación transparente. El desfalco de B. Madoff y la estrepitosa caída de Lehman Brothers la preanunciaron; no fueron los únicos casos: quién recuerda las quiebras de WorldCom, Enron Corp., la francesa Vivendi Universal, Parmalat en Italia, las hipotecas españolas, expresiones de un capitalismo incontrolable. Los gobiernos involucrados habían prometido en adelante controles rigurosos a un sistema financiero con demasiados laberintos en citys bancarias y paraísos fiscales.

Amartya Sen denunciaba entonces los lados oscuros de la globalización económica ante “la doble presencia de una pobreza miserable y una prosperidad sin precedentes”. El Nobel de Economía bengalí señalaba que las desigualdades eran producto de la disparidad de riquezas, pero también de graves asimetrías de poder político, social y económico; y militar, agreguemos.

De hecho, la globalización en la picota ha producido grandes beneficios a la Humanidad;, no es un fenómeno desconocido, ni sólo occidental, ni malo per se.

Por suerte, después de las tormentas el sol vuelve a brillar, pero adviértase que estamos viendo la punta del iceberg. ¿Cómo esquivar las ¾ partes ocultas bajo el mar para evitar un cataclismo político, económico y social?

El Consenso de Washington

Ante la evidencia de que no iba a durar tanto la unipolaridad norteamericana luego de la Guerra del Golfo Pérsico, a inicios de 1991, y del ataque a las Torres Gemelas una década después, se repensó el esquema de seguridad internacional por un lado; por otro, examinar los basamentos económicos asentados en el Consenso de Washington (CW) y sus resultados.

La caída del Muro de Berlín, la implosión de la URSS y el conflicto del Golfo, fueron sucesos conmocionantes ocurridos en apenas un bienio. El “fin de la historia” impuso la visión globalista norteamericana asentada en tres pilares, democracia, libertad de mercados y derechos humanos, consignas que permitían diferenciar aliados de adversarios, una suerte de salvoconducto para gozar de los beneficios de un nuevo orden que EE.UU estaba decidido a liderar. El CW apuntó a una aplicación global de las políticas de los gobiernos de Thatcher y Reagan, basadas en la reducción de la presencia estatal en las economías por dos vías elementales: no interferir en la libre circulación de los capitales y disminuir la carga impositiva. Revolución conservadora, la llamó Guy Sorman.

Ese “consenso”, hilando fino, se correspondía con las bases ideológicas del sistema jurídico, político y económico negociado entre los vencedores de Hitler mediante los Acuerdos de Bretton Woods de julio de 1944 y la Carta de Naciones Unidas (abr. 1945). Tal sistema resulta insuficiente para las necesidades del mundo en este siglo oceánico y espacial. Será muy difícil una recuperación mundial incluyente si no se revisan a fondo y cambian reglas de juego con más de 70 años de uso y abuso.

Tras la unificación alemana, John Willamson –el inspirador- movilizó al establishment norteamericano en 1990 para compilar un conjunto de medidas que consolidara el capitalismo triunfante. El “consenso” logrado en la capital norteamericana involucró a personajes del staff político y económico de organismos multilaterales (FMI, BM, OMC), del Congreso de los Estados Unidos, la Reserva Federal y expertos de la burocracia de Washington.

Conviene recordar algunas de las coincidencias, que siguen dando vueltas y generando controversias: disciplina y reforma fiscal; tasas de interés positivas determinadas por el mercado; tipos de cambio competitivos; liberalización comercial; apertura a inversiones extranjeras directas; privatización de empresas estatales; desregulación económica. Tales medidas tampoco eran intrínsecamente perversas, tratándose de instrumentos que cualquier gobierno sensato considera según las coyunturas y en función de sus intereses nacionales. La prevención, proviene, en todo caso, de la escasa apertura de juego para debatirlas y por supuesto acordarlas.

El fracaso posterior de tales medidas fue analizado del derecho y del revés por el establishment mismo, debido a las perjudiciales consecuencias sociales sobrevinientes a la aplicación en países emergentes de ese recetario por el FMI, avalado de hecho por el G7. Resultado: devaluación del peso mexicano en 1994; la crisis financiera asiática de 1997 (que empezó con la devaluación de Tailandia y después las de Malasia, Indonesia y Filipinas); la rusa de 1998 y de Brasil en ese mismo año; la hecatombe argentina de 2001. Las economías en vías de desarrollo quedaron enmarañadas en la especulación financiera, dependiendo de capitales volátiles ajenos a requerimientos productivos, mientras crecían al infinito sus deudas públicas. Eso no exime de responsabilidad a las dirigencias nacionales por su imprevisión, falta de idoneidad y corrupción.

Los “disensos” de Washington

Por aquellos años, el economista Josep M. Serrano SJ apuntó su análisis a tres direcciones: 1 - reorientar  el gasto público hacia lo social; 2 - encarar “tres grupos de problemas teóricos”: a) imprecisiones respecto de “consenso” y “Washington”, e imparcialidad de sus reglas, b) qué hacer ante la falta de consenso, c) analizar por qué los países que aplicaron el paquete completo del FMI no crecieron a mediano plazo; 3) establecer criterios razonables de implementación, considerando por separado los distintos casos. Esta percepción se fue reproduciendo en ámbitos políticos y académicos críticos.

En esa misma línea, la Fundación Carnegie había elaborado un informe (sept. 2000) titulado “Políticas económicas para la equidad social en América Latina”, y proponía estas medidas alternativas paliativas: disciplina fiscal basada en normas y procedimientos claros; atemperar las variaciones del mercado financiero; implementar redes de protección social; acceso a la educación de los sectores postergados; aumento de la carga tributaria a los sectores de mayores ingresos; reforzar derechos laborales; eliminar obstáculos a la pequeña y mediana empresa; competitividad de los mercados rurales y reforma agraria efectiva; protección de los consumidores. Tantas propuestas y advertencias terminarían ingresando a la nueva agenda económica internacional.

En septiembre de 2004 se realizó el Fórum de Barcelona, desde una infaltable perspectiva de izquierda, que propuso una “Agenda del Desarrollo” de la que nadie se acuerda, siendo Rodrigo Rato director gerente del Fondo. Abunda bibliografía respecto de los varios “disensos” de Washington, disponible en Internet.

La primera cumbre del G 20 poscrisis financiera, celebrada en Washington (nov. 2008), fue un fracaso. “Le laissez faire cést fini”, reprendió Sarkozy en la ocasión y sin ponerse colorado. En la siguiente cita (Londres, abr. 2009), el ex premier británico Gordon Brown decretó la muerte del CW y, por aquello de “muerto el rey…” anunció su remplazo por un “Consenso de Londres”, que duró tanto como su mandato: “La época del Consenso de Washington ha terminado -dijo entusiasmado- y crearemos un Nuevo Orden Mundial con cooperación internacional”. Otra vez, ¿quiénes y cómo?

Signo de época, en esa ocasión los “acuerdos” habían apuntado al control de los fondos de riesgo (hedge funds), de los paraísos fiscales, de las calificadoras de riesgo y honorarios de banqueros; conclusión de la Ronda de Doha y freno al proteccionismo; triplicar los recursos del FMI hasta u$ 750.000 millones. Realista, pero insuficiente para superar crisis y desigualdades. La única verdad es la realidad: el 85 % de la riqueza mundial se concentraba en el 10% más rico y el 50% de los más pobres solo participaba del 1% del PBM. Estos porcentajes se mantienen con escasas variaciones y por eso exigen respuestas cualitativamente distintas.

Para no extender demasiado este trabajo, cabría destacar la Declaración de Pittsburgh (sept. 2009), en el marco de la décima cumbre del G20 (disponible en https://www.ituc-csi.org/IMG/ pdf/No_59_-_La_economia_mundial_en_crisis_AnexoII.pdf), un análisis de situación con mucho de diagnóstico anticipatorio y propuestas concretas, tendientes a reformar el mandato, la misión y la gobernanza del FMI y de bancos de desarrollo. Como se aprecia, primaba de nuevo la cuestión financiera, a la vez que convocaba a todas las naciones a encarar la problemática energética y del cambio climático.

Ahora Cornualles: ¿salto cualitativo o vuelta de tuerca?

A fines del corto siglo XX, el Grupo de los Siete (G8, mientras se pudo contener a Rusia) advirtió que los complicados sucesos de aquellos años lo desbordaban. Así, en ejercicio de realpolitik, nació en 1999 del Grupo de los 20, un foro de veinte países industrializados y emergentes que representan el 85% del PBM y el 65% de la población mundial. Esta es desde entonces la mesa grande, que -a más de Argentina, Brasil y México- incluye también a China, Corea del Sur, India, Sudáfrica y Turquía. Pero la mesa chica -el G7- sigue en los mandos más allá de la retórica anodina usual al concluir sus cumbres.

Esos países -más Corea del Sur, India, Sudáfrica y la UE, como invitados especiales- se reunieron a mediados de junio pasado en Carbis Bay, pintoresco pueblo costero del condado de Cornualles. El motivo de esta cita se centraba en tres temas centrales: el envío de mil millones de vacunas al sistema COVAX; un acuerdo marco para impedir futuras pandemias; aporte de 100.00 millones dólares hasta el año 2025 para reducir emisiones de carbono en países emergentes.         

Al finalizar la cumbre, se conoció un memorándum fechado el 13 de junio, cuya bajada de línea impulsa la “reinvención” de la economía mundial pos pandemia. ¿Cómo?: dejando atrás el paradigma del CW, corregir las desigualdades y aplicar impuestos a las grandes corporaciones (y que las más grandes tributen allí donde venden sus productos), entre otras medidas ¿novedosas? que luego quedan en su anuncio. El presidente Biden impulsa estos cambios, que alagarían a Tancredi, el joven sobrino del príncipe Fabrizio Salina, cuando en verdad se trata de marcarle la cancha a China, sobre todo.

La reconocida -y promovida- economista ítaloamericana Mariana Mazzucato, autora de El Estado emprendedor. Mitos del sector público frente al privado (2013), en el cual procuró constatar que el Estado está mucho más presente que el sector privado en sectores de alto riesgo (tecnologías limpias, biotecnolgía, farmacia). Ella representó a Italia en el Panel de Resiliencia Económica del G7 que elaboró un informe que promueve una relación “radicalmente diferente entre los sectores públicos  y privado para crear una economía sostenible, equitativa y resiliente... Abogamos por una reorientación radical en nuestra forma de pensar sobre el desarrollo económico, pasando de medir el crecimiento en términos de PIB, VAB (valor agregado bruto) o rendimientos financieros a evaluar el éxito sobre la base de si logramos objetivos comunes ambiciosos”. Y así viene la mano.

Los ministros de finanzas del G7 ya habían aprobado un 15% de impuesto mínimo universal a las grandes empresas y sus propietarios, que en Argentina aportarían como monotributistas. La propia OCDE se puso en campaña y ya sumó a 136 países en la lista de los que apoyan esa medida a partir de 2023.

El “Consenso de Cornualles” será girado al G20, que debe reunirse en Roma los últimos días de octubre, para hablar de pandemia, cambio climático, desigualdades y fragilidad económica. Dato no menor: China y Rusia pegarán el faltazo, de modo que salir de un consenso y entrar a otro sin ellos suena a guasa.

El clima de época impacta en el manejo y control de los organismos multilaterales, en especial FMI. Estado de cosas que se expresó en el sofocón de Kristalina Giorgieva, a quien Janet Yellen, la todopoderosa Secretaria del Tesoro norteamericano, salvó de su defenestración. Como en la década de los ‘90, arrecian -y duro- las críticas contra el FMI. Y de paso ligan el Banco Mundial y la OMC. Pero la cuestión va más allá, según Jayati Ghosh, profesora de la Universidad de Massachussets Amherst, más allá de la posible inconducta de Georgieva cuando asesoraba al BM, se trata de las dos visiones cósmicas que siempre han chocado respecto de para que está el Fondo.

Para Ghosh no es nueva la crisis de confianza actual hacia las instituciones de Bretton Woods, de nuevo en jaque, cuyos problemas reales son para ella “el poder desproporcionado de Estados Unidos, el enfoque profundamente procíclico del FMI y la falta de voluntad de las economías del G7 para permitir que los organismos multilaterales aborden los problemas globales”.

La industrialización ha sido fundamental para reducir la pobreza históricamente. Pero el contexto mundial y tecnológico actual implica que el crecimiento económico en los países en desarrollo ahora solo es posible aumentando la productividad en empresas informales más pequeñas que emplean a la mayor parte de las clases pobres y medias bajas.

Cuántos “consensos” más han de pasar hasta que se entienda que el nuevo orden mundial -solidario y responsable- está vinculado al derrotero del capitalismo, a la eficacia procedimental del multilateralismo, basculando entre la tendencia globalista del G7 hacia un gobierno mundial y la coexistencia multipolar que debemos construir.

Ni qué decir del sufrimiento de la economía argentina, atascada desde hace décadas en dos modelos que operan como caras de una misma moneda: el populista y el neoliberal, cada cual con su maniquea receta de redistribución de la riqueza.

En este contexto, argentinos, la visión geopolítica –o su ausencia- acerca de dónde nos hemos de parar juega un papel decisivo. Y la República Argentina necesita asumir la suya antes que sea demasiado tarde.

Enlaces de referencia:

- https://gebarbaran.blogspot.com/2001/11/el-consenso-de-washington-y-las.html.

-https://www.elblogsalmon.com/mercados-financieros/y-londres-dijo-yes-we-can.

-https://www.ituc-csi.org/IMG/pdf/No_59_-_La_economia_mundial_en_crisis_AnexoII.pdf.

-https://www.propublica.org/article/the-secret-irs-files-trove-of-never-before-seen-records-reveal-how-the-wealthiest-avoid-income-tax.

-https://www.france24.com/es/europa/20210613-cumbre-g7-conclusiones-vacunas-covid19-cambio-climatico.

-https://www.project-syndicate.org/commentary/cornwall-consensus-rebuilding-global-governance-by-mariana-mazzucato-2021-10?utm_source=Project+Syndicate+Newsletter&utm_campaign=aab7329410-sunday_newsletter_10_17_2021&utm_medium=email&utm_term=0_73bad5b7d8-aab7329410-107136089&mc_cid=aab7329410&mc_eid=3b158b31ae.

-https://www.project-syndicate.org/commentary/doing-business-scandal-highlights-deep-imf-problems-by-jayati-ghosh-2021-10?utm_source=Project+Syndicate+Newsletter&utm_campaign=8a7d40a0a9-covid_newsletter_10_14_2021&utm_medium=email&utm_term=0_73bad5b7d8-8a7d40a0a9-107136089&mc_cid=8a7d40a0a9&mc_eid=3b158b31ae.