CLAVES nº 133 noviembre 2004
El electorado de la mayor potencia de la historia
ratificó su confianza a un gobierno que está imponiendo un orden unilateral, en
el cual una faceta muy compleja es la cuestión de Medio Oriente. Mientras,
desgastado en lo físico y devaluado en lo político, moría el líder inmenso del
pueblo palestino, identificado para siempre con un estado que no alcanzó a
concretar.
Hombre
y leyenda
André
Malraux, en “La hoguera de la encina”, identificaba a Charles De Gaulle con
Francia más que con los franceses; lo era todo para él, pasión, vida, angustia.
También –decía- le había pasado a Mao Zedong con China y a J. Nehru con la
India. De pleno derecho se debe agregar a esa corta y privilegiada lista a Abu
Ammar, nom de guerre de Mohammed Abdel-Raouf Arafat al-Qudwa al-Husseini
(El Cairo 24/08/29 – París 11/11/04), asumido como la Palestina misma.
Ya es
leyenda y por mucho tiempo ni se sabrá siquiera su verdadero lugar de nacimiento
o la causa real de su muerte (aunque en cierto modo los fracasos de la última
década y un entorno inmanejable lo mataron lentamente). Tanto para
radicalizados como para moderados, el Viejo –vivo o muerto, con aciertos
y errores- no dejaba de ser una complicación pero a la vez demasiada figura
para encontrarle reemplazo de un día para otro.