17 de diciembre de 2012

Estado observador, Estado observado



Revista Claves nº 216 –diciembre 2012

Han pasado exactamente 65 años desde que la Asamblea General de Naciones Unidas decidió la partición de Palestina, habilitando la creación del Estado de Israel. Más de seis décadas después y otro 29 de noviembre, el mismo órgano aprobó -mediante la Resolución nº 67/19- el Estatuto de Palestina en las Naciones Unidas. ¿Real politik, puro voluntarismo? Los tiempos se aceleran pero la paz en la convulsionada región todavía parece una utopía.

Hacia el Estado miembro nº 194

La Resolución nº 181 “Futuro gobierno de Palestina” del 29 de noviembre de 1947 había dispuesto la conclusión del mandato de Gran Bretaña sobre Palestina[1], la creación de dos Estados independientes –“árabe y judío”- y un régimen internacional especial para la ciudad de Jerusalén, los cuales coexistirían dos meses después del retiro total de las tropas británicas, que mal las llevaba en la región. Así, a dos años de creada la ONU habilitó el surgimiento de un Estado, aunque de hecho fue la culminación de un largo y complejo proceso manejado sin medir las consecuencias futuras dentro de la lógica de un mundo eurocéntrico, definitivamente enterrado en las trincheras de la Segunda Guerra Mundial. 

Atrás quedaba una lista de antecedentes, prueba del manejo político convertido a la larga en un desaguisado: el pionero Manifiesto de Bilú (1882), la aparición en 1895 de “El Estado judío” de Teodoro Herzl, la Declaración de Basilea (agosto 1897), el Acuerdo entre el Emir Feisal y Chaim Weizmann (enero de 1919), el Acuerdo Secreto Sykes-Picot (mayo 1915), la Carta de H. Mc Mahon (octubre 1915), la Declaración de Balfour (noviembre 1917), la Declaración Anglo-francesa (noviembre 1918), el Memorándum del Congreso General Sirio a la Comisión King-Crane (julio 1919), la resolución del Congreso de Estados Unidos a favor de un hogar nacional para el pueblo judío en Palestina (septiembre 1922), la Declaración del gobierno británico en contra de la partición de Palestina (noviembre de 1938), la Declaración de la Agencia Judía para Palestina de 1939, inter alia

Todos esos documentos (algunos de los cuales fueron referidos en estas columnas[2]) revelan la complejidad de la situación, agravada por las posiciones irreductibles de los principales contendientes. Pero también demuestran el fracaso de la diplomacia por la incapacidad de las dirigencias sucedidas a lo largo de los años, no solo en las partes directamente involucradas sino también la de países que se fueron sumando a la lista de responsables del problema.