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26 de septiembre de 2020

Geopolítica, geoestrategia, región

Foro Patriótico Manuel Belgrano, 26 de septiembre 2020

Geopolítica y geoestrategia

Damos por superada la añeja discusión sobre la consistencia científica de la Geopolítica, que tanta mala prensa tuvo durante un siglo. Le pasó como a las brujas: aunque no se crea en ella, hay geopolítica. Conspira también en su contra el uso y abuso del concepto (ya ocurrió con “globalización”), con el que se quiere explicar el desquiciado mundo actual y sus inabordables pandemias morales.

No hay una geopolítica mundial sinónimo de orden mundial, con más razón si finalmente se impone el esquema multipolar de Estados o de grupos de Estados: ni China ni los EE.UU podrán forzar su unipolaridad, aunque lo intenten. Pero no todos cuentan con y producen geopolítica como expresión de la movilidad histórica de sus intereses permanentes; solo las potencias industriales y militares poseen recursos de poder suficientes para sostener una geopolítica nacional y, eventualmente, imponerla. Sin embargo, este dato objetivo no obsta a que potencias menores elaboren las propias. Y, como toda visión de largo plazo, su armado es inacabable, perseverante, reajustable con cada generación al menos.

De lo expuesto derivan otras cuestiones, solo mencionadas pues exceden al propósito de esta nota: ¿un sistema internacional basado en escasas reglas de ius cogens, es compatible con la multipolaridad?; ¿los Estados compatibilizarían sus estrategias con el mantenimiento de la paz y seguridad internacionales? De otro modo, ¿podrá la Humanidad vivir segura y en paz fundamentada apenas en el trípode de Westfalia -soberanía, libre determinación, equilibrio de poderes- y en los ocho puntos de la Carta del Atlántico de 1941? ¿O se imponen renovados criterios para los inciertos tiempos que corren?

Pero volvamos al punto. Geopolítica no es sino la interpretación de la realidad en función de los elementos que integran su objeto (política, geografía, demografía, recursos humanos y naturales). Para un país con vocación protagónica le es imprescindible definir, diseñar y desarrollar una meta geopolítica, imposible de alcanzar si las dirigencias eluden el debate.

Resulta razonable, por tanto, que provincias y regiones argentinas elaboren geoestrategias en función de ciertos objetivos estratégicos comunes, que, aunque no atendidos, están a vista y paciencia de todos.

Por su parte, la geoestrategia no es especie de un género. Centra su interés en un tiempo y espacio bien determinados, aunque para algunos doctrinarios implique seguridad y defensa militar. Acá preferimos vincularla con la geografía y la economía y su incidencia en diseños subnacionales.

Parece suicida que, siendo la novena extensión territorial del planeta, nuestro país carezca de una geopolítica definitoria y definitiva, mientras se va configurando la nueva distribución del poder mundial.

Frente a un atascamiento que ya lleva casi un siglo, reintentemos formular una hipótesis geopolítica plausible, articulable con geoestrategias provinciales o regionales en función de aquélla. Tal constructo requiere extrema precisión pues la geopolítica argentina debe ser única y vertebrante. Los dos tercios del país no pueden esperar más y no hay en el horizonte ninguna propuesta cualitativamente distinta a lo que tenemos y padecemos.

No queda otra salida que empezar de cero y éste, en suma, es el planteo del presente artículo.

Argentina Peninsular, la hipótesis “plausible”

El Gral. Juan E. Guglialmelli (1917-1983), fundador y director de la Revista Estrategia, escribió el ensayo “¿Argentina insular o peninsular?” (nº 40/41, mayo-agosto 1976), en el que planteó una propuesta geopolítica adecuada para los años ’60 y en adelante. A 200 años de vida independiente, no logramos detener un lento proceso de decadencia nacional.

Guglialmelli examinaba nuestra geografía desde una perspectiva superadora del enfoque insular, que el Almte. Segundo R. Storni expusiera en su antológico trabajo “Intereses argentinos en el mar”, publicado en 1916[1], cuando reaccionó contra el desinterés por el mar y su aprovechamiento de parte de una dirigencia cómodamente asentada en ganados, mieses y una estructura cerradamente centralista.

El visionario militar propuso fijar atención en la Península Suramericana, refiriéndose al territorio extendido hacia el confín patagónico desde la línea imaginaria trazada entre el Cabo San Antonio y San Rafael. Abarca, pues, una gran porción continental y los vastos espacios marítimos y plataforma submarina circundantes.

Storni y Guglialmelli escribieron en contextos históricos diferentes, pero compartiendo similar preocupación por ese tercio de territorio patrio casi abandonado, peligrosamente despoblado y con recursos marinos progresivamente depredados.

               La Argentina no es insular sino ‘peninsular’. En este sentido es continental, bimarítima y antártica. Esto significa no solo una situación geográfica, sino también la necesidad de una economía (en lo sectorial y espacial) integrada e independiente, un mercado interno en permanente expansión y una irrenunciable vertebración cultural con los países de América del Sur, en particular los vecinos y el Perú” (la cursiva es nuestra).  

Tal cualidad fue receptada en la ley nº 26.651 de octubre de 2010, que estableció el uso obligatorio del mapa bicontinental. No pasó más que eso: la Argentina invertebrada de 2020 sigue siendo una Nación inconclusa.

En su base teórico-práctica, aquella propuesta geopolítica y geoeconómica se revaloriza con el traslado del eje político mundial a la cuenca del Pacífico, en un siglo XXI ostensiblemente oceánico y espacial, corroborado por las trifulcas entre los países costeros del Ártico (que tarde o temprano se trasladarán a Antártida) y la vigencia –desde 2015- de la U.S. Commercial Space Launch Competitiveness Act, para fomentar el desarrollo comercial de la industria espacial.

Analistas de países centrales minimizan la importancia estratégica de nuestra periférica región y a la Argentina directamente la ignoran, aunque algunos prestaron atención a la problemática del Atlántico Sur y su vínculo antártico, luego del suceso bélico en Malvinas.

Enfocado certeramente en la Patagonia, Guglialmelli no llegó a desplegar argumentos sobre el papel de las provincias norteñas, aunque quedó implícito en la cita que destacamos: a la Región del Norte Grande le toca el papel de bisagra articuladora con el espacio hispano-indoamericano, ecúmene a la que pertenecemos y nos debemos.

Será difícil converger en un diseño geopolítico careciendo de poder nacional, o sea un conjunto de recursos disponibles e indispensables para ese fin. Se trata, pues, de una secuencia: 1- identificar los intereses nacionales permanentes, 2- verificar los recursos disponibles, 3- consensuar una docena de grandes objetivos estratégicos, 4- implementar las consecuentes políticas de Estado según las prioridades decididas.

H. Morgenthau[2] dividió los recursos de poder entre relativamente estables (geografía, población, materias primas, carácter nacional) y los sometidos a cambios más o menos permanentes (alimentos, capacidad industrial, aprestos militares). Preferimos la clasificación del profesor bilbaíno Celestino del Arenal[3], quien distinguía entre recursos tangibles e intangibles según la materialidad de unos u otros. El poder nacional, en suma, expresa el conjunto de fuerzas espirituales y materiales de un país en función de su proyecto geopolítico. Aumentar o disminuir el poder nacional de base describe en definitiva la jerarquía de las naciones y su capacidad para incidir en los asuntos mundiales.

Construir poder requiere un plan maestro, tarea colectiva de abajo hacia arriba, e implica saber qué se quiere, para qué y cómo y quiénes lo harán. De allí la imposibilidad de trabajar objetivos estratégicos sin un mínimo consenso político-social.  

Las regiones argentinas

La problemática de las regiones excede también el objeto de este trabajo, pero vale la pena una breve referencia sobre su importancia teórico-práctica.

Juan Álvarez -en Las Guerras Civiles Argentinas, escrito en 1917- ya había considerado factores de incidencia en nuestra organización nacional a la provincia (en tanto organización política “absolutamente voluntaria, convencional, constitutiva y ordinaria”) y la región (“la vida material con caracteres étnicos, territoriales y sociales de la misma nacionalidad”).  

En esa línea y bastante después, Silvina Quintero Palacios señala en un ensayo que “[…] las geografías regionales podrían leerse como formas de representar las diferencias y asimetrías internas de una sociedad, relatos capaces de asignar a cada segmento un lugar dentro de la configuración social y territorial del país”[4]. Esta conceptualización es consecuencia de un intenso y fructífero debate desde que Federico Daus, estudioso de los clásicos de la geopolítica y seguidor de la Escuela Regional de Paul Vidal de la Blache, dio impulso al registro regional argentino.

Andrés Brasky, por su parte, en su ensayo “Auge y ocaso de las ‘Regiones Geográficas Argentinas’ de Federico Daus. De un pasado con certezas a una actualidad de fragmentación”[5], señala que, en su mejor momento de protagonismo intelectual, Daus había desarrollado el concepto de Regiones Geográficas Argentinas –en las que lo físico se aglutina a lo humano, apunta Brasky- relacionadas con su composición geológica, refiriéndose de norte a sur al Noroeste, la Llanura Chaqueña, la Mesopotamia, la Llanura Pampeana, las Sierras Pampeanas, Cuyo, Patagonia y las Islas del Atlántico Sur; aunque –por simplicidad- se fue imponiendo en el uso popular la nominación NOA, NEA, Cuyo, Región Pampeana y Patagonia.

Las propuestas académicas incidieron de un modo u otro en proyectos de regionalización impulsados por distintos gobiernos. Viene al caso recordar estos dos ejemplos: durante el gobierno de J.C. Onganía, la ley n° 16.964 de septiembre de 1966 -denominada "Sistema Nacional de Planeamiento y Acción para el Desarrollo"- instituyó un Consejo Nacional de Desarrollo (que Guglialmelli presidió, dando un portazo a los 120 días de gestión), organizando las Oficinas Regionales. Esa ley creó el área metropolitana y dividió la Patagonia creando el Comahue. Otro caso aleccionador fue la propuesta del Presidente Raúl Alfonsín cuando propuso las "Bases para la Regionalización del Plan Nacional de Desarrollo - Región Patagónica", en función de lo previsto en el art. 10 de la ley n° 23.512 de mayo de 1987, que había decidido el traslado de la Capital Federal y una nueva subregionalización de la Patagonia.  

El citado Brasky, reconociendo el enorme aporte de Daus al conocimiento y enseñanza de la Geografía en nuestro país, se aparta de su concepción de región:

Entendemos que tiene sentido conceptualizar una dimensión regional, no en el sentido de buscar desesperadamente una unidad que integre todo lo humano y lo físico, pero sí en el sentido de analizar un gran proceso histórico territorializado […], es decir, la "huella original", la dimensión regional que puede sernos útil en el análisis de los sujetos sociales”.

Y como este mismo autor señala, el debate no está cerrado y, agregamos, debe figurar siempre en la agenda nacional en la medida en que auspiciemos la regionalización como dimensiones geoestratégicas que coadyuven a consolidar una geopolítica nacional.

La Región del Norte Grande Argentino

Como sostuvimos en nuestra nota “El Norte Grande y la nueva realidad” (publicada en este Foro el 15 de agosto 2020), la Argentina no está fracturada en dos sino en tres partes: 1- la RNGA, que concentra los peores índices de desarrollo humano, 2- la Patagonia, vasta y despoblada, y 3- la porción argentina del cuerno de oro suramericano. A su vez, esta última está integrada por cinco distritos que se reparten el poder político nacional (Buenos Aires, CABA, Córdoba, Mendoza y Santa Fe).

Las diez provincias del Norte Grande (fundantes y constructoras de la Nación Argentina), más las seis Patagónicas, son áreas ciertamente marginales y subpobladas. Cabe destacar, además, que las del Norte Grande son partes de la Zona de Integración del Centro Oeste Suramericano (ZICOSUR)[6], el más amplio y antiguo proceso de integración regional subnacional, creado en Antofagasta (Chile) en abril de 1997, prácticamente desconocido para el resto del país.

Originariamente, nueve provincias crearon la Región del Norte Grande Argentino[7] -NOA más NEA- mediante el Tratado Parcial Interprovincial suscripto Salta el 9 de abril de 1999, enmarcado en el nuevo art. 124 de la Constitución Nacional, para impulsar su desarrollo económico-social: Catamarca, Jujuy, Salta, Santiago del Estero y Tucumán (NOA); Chaco, Corrientes, Formosa y Misiones (NEA). La Rioja se incorporó recién en 2012, después de su portazo ese mismo año al Tratado de Integración Económica del Nuevo Cuyo de 1988. En ambos casos, fueron esas provincias autoras de sus propuestas, que hicieron conocer al Gobierno Federal.

La RNGA instituyó un Consejo Regional del Norte Grande, máxima autoridad política, compuesto por una Asamblea de Gobernadores, una Junta Ejecutiva, un Comité Coordinador y una Comisión Ejecutiva Interministerial de Integración Regional (CEIIR), cuyo objetivo es coordinar el proceso de integración.

El Tratado está vigente, aunque las legislaturas de Catamarca, Formosa y Tucumán aún no lo habrían aprobado (no pudimos constatarlo). De todos modos, las sucesivas crisis se llevaron puesta la valiosa iniciativa mientras las sucesivas dirigencias perdían reflejos e iniciativa: entre 1998 y 2004 se registran apenas catorce reuniones del CEIIR; desde la última fecha en adelante carecemos de datos.

Aunque aparentan cierta homogeneidad, son evidentes las asimetrías institucionales, sociales y económicas existentes; tampoco conocemos trabajos que hayan abordado tales diferencias.

¿Cómo afianzar una cultura política regionalista? Por lo pronto y en este caso, haciendo una prolija revisión de la “Declaración para la Integración de la Región del Norte Grande”, firmada en la ciudad de Salta el 19 de octubre de 1986[8], convocada por el gobierno salteño con presencia del ministro Antonio Tróccoli. Es el antecedente mediato del Tratado, suscripto trece años después.

Los diecinueve considerandos de la Declaración constituyen un prolijo diagnóstico de situación en aquellos años. Desde esa fecha hasta hoy el mundo dio varias vueltas en el aire, sin embargo la descripción entonces realizada es una base para armar la agenda regional contemporánea, que sea inmune a las interferencias de burocracias que no ven ni van más allá de la escala económica del AMBA y áreas vecinas.

Nuestras desgastadas dirigencias saben del fracaso del diseño de país vigente desde hace siglo y medio, el cual no cambiará sin un giro drástico. Las tareas pendientes implicarán un esfuerzo titánico por la resistencia que se generarán en variados estamentos del poder político y económico: división de la Provincia de Buenos Aires, traslado de la Capital Federal, consagración del amplio federalismo de concertación, urgente política demográfica para desconcentrar las superpobladas regiones metropolitanas, inversión en infraestructura para la comunicación transversal este-oeste, recomposición de las Fuerzas Armadas, entre otras cuestiones de similar calibre.

Tanto el reciente episodio del reclamo policial bonaerense y la toma de tierras como su patética resolución, revelan a la vez nuestra pequeñez de miras y la magnitud del descalabro argentino. Aunque ocurridos en una reducida porción territorial, tuvo y tendrá a todo el país rehén de la tercera sección electoral. Es hora de terminar este ciclo de autodestrucción.



[1] Recuperado de http://ceed.unasursg.org/Espanol/09-Downloads/InfoPais/Arg/Defensa/2009. Intereses-Arg-Mar-Segundo-Storni.pdf.

[2] Política entre las naciones. La lucha por el poder y la paz. GEL. Buenos Aires, 1986.

[3]  “Poder y relaciones internacionales. Un análisis conceptual”. Revista de Estudios Internacionales, vol. 4, nº 3. Recuperado de https://dialnet.unirioja.es/descarga/articulo/2496100.pdf.

[4] Geógrafa e investigadora de la UBA, “Geografías regionales en la Argentina. Imagen y valorización del territorio durante la primera mitad del siglo XX”; rescatado de http://www.ub.edu/geocrit/ sn/sn-127.htm.

[5] Doctor en Geografía por la Universidad Autónoma de Barcelona. Recuperado de http://obser vatoriogeograficoamericalatina.org.mx/egal8/Geografiasocioeconomica/Geografiaregional/02.pdf.

[6] Para ampliar ver Barbarán, Gustavo E. (coordinador-compilador). Zicosur, oportunidad para el Norte Grande Argentino. Análisis y proyección de la Zona de Integración del Centro Oeste Suramericano. EUCASA. Salta, 2019. Un proceso parecido es el de la Comisión Regional de Comercio del Nordeste Argentino y Litoral (CRECENEA-LITORAL), creada en 1984 por Chaco, Corrientes, Entre Ríos, Formosa, Misiones y Santa para unificar esfuerzos y federalizar decisiones, a fin de impulsar la integración del NEA con estados fronterizos vecinos.

[7] En la página de la Secretaría de Provincias del Ministerio del Interior, no figuran NOA y NEA sino Norte Grande. Imposible saber de quién fue la decisión, cuál fue el criterio empleado y si las provincias involucradas fueron notificadas.

[8] Disponible en http://boletinoficialsalta.gob.ar/NewDetalleLeyes.php?nro_ley=6485.

1 de abril de 2018

Argentina y su territorio antártico


El Continente Antártico
La Antártida, a diferencia del Ártico, es un continente cubierto de hielo. Su extensión se calcula en 14 millones de km2, cuya parte más “accesible” -la Península Antártica- se ubica a 1.000 km de distancia del extremo peninsular sudamericano contra 2.200 de Nueva Zelanda, 2.250 de Tasmania y 3.600 de Sudáfrica.
Configura, en general, una gran meseta cuya mayor altura se ubica precisamente en el Polo Sur geográfico a 3.000 metros sobre el nivel del mar (aunque 2.700 m son de puro hielo). Las dificultades geográficas y climáticas impiden asentamientos humanos estables.
La Antártida se presintió más que verificó hacia el siglo XVIII. Los primeros avistamientos fueron de las islas subantárticas, descubiertas por casualidad. Navegantes españoles, ingleses y holandeses, con el correr de los años y antes de la guerra de independencia, hicieron más intensa la aproximación y el reconocimiento.

28 de septiembre de 2016

Pequeño aporte para una nueva instancia diplomática (con incertidumbres)

Diario El Tribuno, 28 de Septiembre de 2016

El presente artículo tiene por objeto exponer un aspecto jurídico, a propósito del reciente Comunicado Conjunto de las Cancillerías argentina y británica, con motivo de la visita al país de Alan Duncan, Ministro de Estado para Europa y las Américas del Reino Unido. Para ello, nos atendremos a la información oficial del Ministerio de Relaciones Exteriores (ver aquí).

En esta materia siempre es bueno tener presente el principio de unidad de la disputa: lo que está en juego no es solo el archipiélago malvinense, sino también los de Georgias y Sandwich del Sur, sus espacios marinos circundantes y la plataforma continental, más su proyección antártica, implicando desde luego el aprovechamiento preferencial de los recursos marítimos y del lecho y subsuelo, respectivamente. 


2 de octubre de 2014

La Secretaría Permanente del Tratado Antártico: A diez años de su establecimiento



Diario El Tribuno, 02 de octubre 2014


La información de los argentinos sobre la Antártida es bastante difusa. Esta es una apreciación personal recogida de la experiencia universitaria. La mayoría de jóvenes -y adultos también- carece de conocimientos básicos acerca del estatus del continente helado, considerándolo “patrimonio común” de la humanidad. De hecho, tenemos buena parte de la responsabilidad quienes podemos aportar más noticias sobre el tema.

24 de junio de 2012

La temperatura del Ártico: a propósito de las señales en el cielo


Revista Claves nº 210 – junio 2012

En el nº 208 de Claves esta columna se tituló “Señales en el cielo”, con el objeto de exponer sucesos y protagonistas del rediseño mundial. De entre tantos para observar y analizar en función de un nuevo orden internacional en marcha (aún con las prevenciones y limitaciones que ello implica), en el Mar Glacial Ártico se perciben roces. Los hechos están obligando a fijar posición a sus protagonistas principales -los países ribereños- y a otros actores de la comunidad internacional. Tire y afloje por espacios marítimos y recursos naturales: signo de estos tiempos.

Tormentas en el Ártico
En otra ocasión habíamos mencionado algo de la problemática  en el Ártico (“Tormentas en el mar”, Claves nº 168 – abril de 2008), un océano cuyas aguas bañan las costas de Canadá (Nunavut, Yukón y territorios del Noroeste), Estados Unidos (Alaska), Rusia, Finlandia, Suecia, Dinamarca (provincia autónoma de Groenlandia e Islas Feroe), Noruega e Islandia. Las de mayor extensión corresponden a la Federación Rusa, la más interesada en fijar sus pretensiones y por eso la que maneja los tiempos en esa región. Cuestión básica para los ocho: delimitar los espacios territoriales, marítimos y la plataforma que les corresponda para extraer recursos del mar y del subsuelo. Por cierto, a ninguno de esos países le ha pasado por la cabeza ofrecer al Mar Ártico entero como “patrimonio común de la humanidad”.

Sin embargo a la comunidad le debe importar, y mucho, cuanto allí suceda. Ártico y Antártida, dos regiones de enorme importancia estratégica, son zonas de tensión y a la vez laboratorios de las relaciones de poder princiseculares respecto de los modos en que han de encararse y resolver conflictos “globales”, por definición.

Lo que ocurra con ambos polos podría proyectarse a otros espacios sobre los cuales se avance “en interés de la humanidad”. Selvas, territorios vacíos, reservas de fauna, aguas, hidrocarburos, hoy bajo jurisdicciones nacionales, podrían llegar a ser susceptibles de algún tipo de control internacional aprovechando la incuria, desaprensión o incompetencia de los propios gobiernos.

24 de octubre de 2009

La Agenda de los Bicentenarios: Nación, Identidad y Futuro

Revista Claves nº 184 – Octubre 2009

“Siempre hemos sostenido que, por encima de discrepancias y matices ideológicos, hay una inteligencia argentina que reproduce la vocación popular hacia la unidad y la personalidad irrenunciable de la nación” (Arturo Frondizi, “Cultura para el desarrollo y la autodeterminación de la Nación”, en Cultura Nacional, p. 366. Ed. Crisol, Buenos Aires, 1976).


1 de abril de 2008

Tormentas en el mar

Claves nº 168 - abril 2008

La relación del hombre con el medio ambiente presenta  constantes desafíos. El trato habido a lo largo de los siglos llegó hoy a niveles críticos a causa de la imprevisión y sobreexplotación de los recursos naturales. Por eso, situaciones políticas impensadas o imprevistas obligan a las naciones a regularlas jurídicamente para que el desmadre no afecte la paz y seguridad internacionales. En esta nota se abordarán dos cuestiones que, mal encaradas, darán dolores de cabeza en el corto plazo.

Luego de casi una década de negociaciones, una conferencia multilateral promovida por la ONU, reunida en Montego Bay, Jamaica 1982, adoptó el texto de la Convención sobre Derecho Internacional del Mar (CONVEMAR). Fue un gran esfuerzo que permitió a los países del mundo contar con reglas de juego claras para delimitar espacios marítimos a partir de la línea de baja mar. Las cuestiones que se tratarán en esta nota tienen respuesta jurídica en ese corpus. En su momento, el Secretario General Kurt Waldheim fue bastante gráfico al señalar: “No debemos remplazar las viejas disputas en la tierra por nuevas disputas en el mar”.


24 de octubre de 2004

100 Años de Presencia Argentina en la Antártida



CLAVES Nº 132 – Octubre 2004

No se ama lo que no se conoce, no se defiende lo que no se ama.

Los días 8 y 9 de octubre pasado se realizó en la ciudad de Ushuaia un importante Simposio Científico-Jurídico que sus convocantes titularon “A cien años de la presencia permanente e ininterrumpida de la Argentina en la Antártida”, organizado por la Asociación Argentina de Derecho Internacional y la Legislatura de la Provincia de Tierra del Fuego, Antártida e Islas del Atlántico Sur”. Con el marco de la imponente belleza de la más austral de las ciudades argentinas, el encuentro fue realmente intenso y, como suele suceder, no tuvo una repercusión nacional comparable con las expectativas que había generado en la joven provincia, pese a que el lema lo ameritaba largamente.