Escribe Gustavo E.
Barbarán
El
vuelo de una mariposa en el Mar de China puede ocasionar un tifón en el Caribe.
1302 - 8261
Todo tiene que ver con todo
La frase del epígrafe alude a la
críptica teoría del caos, gestada desde ciencias duras para analizar sistemas
dinámicos sensibles a variaciones. La metáfora “efecto mariposa” (invención de
E.N. Lorenz) enuncia que si en dos situaciones globales casi idénticas en una
aletea una mariposa y en la otra no, a largo plazo podría suceder que en la
primera se produzca un tornado y en la segunda nada pase. No sé cómo explicarlo
mejor, salvo agregar que Ray Bradbury la había imaginado en su cuento “El ruido
de un trueno”, escrito en 1952.
¿Y a qué tanta alegoría?; pues que el
“todo tiene que ver con todo” podría explicar el estallido social en la ciudad
de Huancayo, importante base electoral que llevó a Pedro Castillo a la Casa de
Pizarro. Sus agricultores reaccionaron con furia por el aumento del precio de
combustibles y fertilizantes, traccionando el costo de producción campesina por
hectárea en un 60%… a causa de la guerra en Ucrania. ¿Otro botón de muestra?:
algo más al sur, la incierta provisión de gas para el invierno argentino depende del acuerdo entre los presidentes
Arce, Bolsonaro y Fernández (y que llueva mucho en la alta cuenca del Paraná e
inversiones en nuestro país)… por el mismo motivo que en Perú. Situaciones
suceden en todo el planeta.
Transcurridos dos meses desde la
invasión, nadie arriesga cómo terminará esta locura, salvo que ambos
contendientes -y el mundo mismo- necesitarán múltiples garantías para destrabar
sus causas y avanzar de la mejor manera posible a un acuerdo al menos
provisorio.
En esta nota, que concluye mi
“trilogía ucraniana”, propongo mirar el asunto en perspectiva geoeconómica,
para imaginar salidas a las graves consecuencias económicas (más las de la
pandemia, que nadie recuerda), pues lo exige nuestra supervivencia como
especie.
¿Fue la globalización la causante de
semejante desaguisado? En cierto modo sí y está planteado en la nota anterior
(“Ucrania y la geopolítica multipolar”, 140/04/2022): aunque el mundo sigue
siendo estatocéntrico, las viejas reglas
westfalianas y las gestadas en Bretton Woods y el sistema de Naciones Unidas no
alcanzan para resolver los conflictos de este siglo marítimo y espacial. Los
adelantos técnicos acortaron distancias y desdibujaron límites y la vigencia
del Estado Nacional retrocedió varios casilleros; a la vez, actores no
estatales -que se mezclan en gran cambalache- adquirieron mayor capacidad de
maniobra.
Geoeconomía
Tanta sangre, sudor y lágrimas
derramadas en Ucrania impide centrar la atención en el 70% del iceberg bajo del
agua, más allá de las atendibles cuestiones de seguridad estratégica de ambos
países en un contexto de economía globalizada.
Así como sucedió con la voz
“globalización” a fines de los ‘80, el uso indiscriminado de la palabra
“geopolítica” parece incurrir en los mismos errores de apreciación y
diagnóstico. Ambos términos poseen acepciones precisas y no sirven para
explicar ni justificarlo todo. Por ejemplo, opinar al voleo que el conflicto de
Ucrania es consecuencia de la globalización o de la geopolítica parece poco
preciso. Sin embargo el análisis cambia si se analizan los hechos desde la
geoeconomía, un concepto que el lector advertido habrá notado su mayor
frecuencia de uso.
Desde el punto de vista teórico
existen dos posiciones al respecto. Están los autores que la fundan en la añeja
geografía económica y hoy jerarquizaron como rama novedosa de le geopolítica; y
quienes directamente asumen que debiera ser la denominación de la geopolítica
en la era de globalización, en que todo tiene que ver con todo...
Como sea, cualquiera sea la elección
no parece arriesgado decir que en el gran juego de poder mundial, en esta
ocasión también juega el aseguramiento y control de los recursos naturales, que
han justificado las grandes teoría geopolíticas de Mackinder o Brzezinski
(quien siete décadas después “corrió” el heartland del primero hacia el Asia
Central).
Esto lo saben bien los personeros de
los diversos establishment que miran con preocupación el choque cósmico entre
un orden multipolar con reglas heterodoxas y el de los Fukuyama esparcidos por
el mundo. Recuerde el lector que la vez anterior referí la nueva cruzada de
éste gran intelectual, intentando “volver al espíritu de 1991”, o sea al orden
mundial liberal.
Sin mencionarlo, Joseph Stiglitz
contestó desde el portal Project Syndicate con su nota “Terapia de shock para
los neoliberales” (05/05/2022), a quienes imputa la responsabilidad de grandes
crisis que no supieron prevenir ni evitar, desde los atentados del 11S hasta la
quiebra de Lehman Brothers que colapsó el sistema financiero mundial entero.
Ambos sucesos, más la pandemia
Covid19 y el triunfo de D. Trump, produjeron consecuencias macroeconómicas que
todavía no pueden resolverse.
Existe un debate teórico entre
expertos geopolíticos, referido a la geoeconomía. Algunos consideran que, en la
era de la globalización, es la mutación de la geopolítica; otros, más
ortodoxos, la entienden como una suerte de jerarquización de la vieja geografía
económica.
Como sea, no es esta ocasión para un
debate apasionante, pues -precisamente
por el hecho de la globalización- el carácter de las guerras ha cambiado
y, contra todo lo que se oye y se lee, el caso de la invasión a Ucrania, como
el iceberg, no deja ver bien los aspectos económicos subyacentes. Las guerras
convencionales apuntaban a la expansión territorial, los conflictos de este
tiempo a los recursos naturales, su aumento, control y aprovechamiento, pues
todo tiene que ver con todo…
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