25 de febrero de 2024

Ucrania y la geoeconomía

 

       Escribe Gustavo E. Barbarán

                                                          

                                                                                   El vuelo de una mariposa en el Mar de China puede ocasionar un tifón en el Caribe.

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Todo tiene que ver con todo

La frase del epígrafe alude a la críptica teoría del caos, gestada desde ciencias duras para analizar sistemas dinámicos sensibles a variaciones. La metáfora “efecto mariposa” (invención de E.N. Lorenz) enuncia que si en dos situaciones globales casi idénticas en una aletea una mariposa y en la otra no, a largo plazo podría suceder que en la primera se produzca un tornado y en la segunda nada pase. No sé cómo explicarlo mejor, salvo agregar que Ray Bradbury la había imaginado en su cuento “El ruido de un trueno”, escrito en 1952.

¿Y a qué tanta alegoría?; pues que el “todo tiene que ver con todo” podría explicar el estallido social en la ciudad de Huancayo, importante base electoral que llevó a Pedro Castillo a la Casa de Pizarro. Sus agricultores reaccionaron con furia por el aumento del precio de combustibles y fertilizantes, traccionando el costo de producción campesina por hectárea en un 60%… a causa de la guerra en Ucrania. ¿Otro botón de muestra?: algo más al sur, la incierta provisión de gas para el invierno argentino  depende del acuerdo entre los presidentes Arce, Bolsonaro y Fernández (y que llueva mucho en la alta cuenca del Paraná e inversiones en nuestro país)… por el mismo motivo que en Perú. Situaciones suceden en todo el planeta.

Transcurridos dos meses desde la invasión, nadie arriesga cómo terminará esta locura, salvo que ambos contendientes -y el mundo mismo- necesitarán múltiples garantías para destrabar sus causas y avanzar de la mejor manera posible a un acuerdo al menos provisorio.

En esta nota, que concluye mi “trilogía ucraniana”, propongo mirar el asunto en perspectiva geoeconómica, para imaginar salidas a las graves consecuencias económicas (más las de la pandemia, que nadie recuerda), pues lo exige nuestra supervivencia como especie.

¿Fue la globalización la causante de semejante desaguisado? En cierto modo sí y está planteado en la nota anterior (“Ucrania y la geopolítica multipolar”, 140/04/2022): aunque el mundo sigue siendo estatocéntrico,  las viejas reglas westfalianas y las gestadas en Bretton Woods y el sistema de Naciones Unidas no alcanzan para resolver los conflictos de este siglo marítimo y espacial. Los adelantos técnicos acortaron distancias y desdibujaron límites y la vigencia del Estado Nacional retrocedió varios casilleros; a la vez, actores no estatales -que se mezclan en gran cambalache- adquirieron mayor capacidad de maniobra.

Geoeconomía

Tanta sangre, sudor y lágrimas derramadas en Ucrania impide centrar la atención en el 70% del iceberg bajo del agua, más allá de las atendibles cuestiones de seguridad estratégica de ambos países en un contexto de economía globalizada.

Así como sucedió con la voz “globalización” a fines de los ‘80, el uso indiscriminado de la palabra “geopolítica” parece incurrir en los mismos errores de apreciación y diagnóstico. Ambos términos poseen acepciones precisas y no sirven para explicar ni justificarlo todo. Por ejemplo, opinar al voleo que el conflicto de Ucrania es consecuencia de la globalización o de la geopolítica parece poco preciso. Sin embargo el análisis cambia si se analizan los hechos desde la geoeconomía, un concepto que el lector advertido habrá notado su mayor frecuencia de uso.

Desde el punto de vista teórico existen dos posiciones al respecto. Están los autores que la fundan en la añeja geografía económica y hoy jerarquizaron como rama novedosa de le geopolítica; y quienes directamente asumen que debiera ser la denominación de la geopolítica en la era de globalización, en que todo tiene que ver con todo...

Como sea, cualquiera sea la elección no parece arriesgado decir que en el gran juego de poder mundial, en esta ocasión también juega el aseguramiento y control de los recursos naturales, que han justificado las grandes teoría geopolíticas de Mackinder o Brzezinski (quien siete décadas después “corrió” el heartland del primero hacia el Asia Central).

Esto lo saben bien los personeros de los diversos establishment que miran con preocupación el choque cósmico entre un orden multipolar con reglas heterodoxas y el de los Fukuyama esparcidos por el mundo. Recuerde el lector que la vez anterior referí la nueva cruzada de éste gran intelectual, intentando “volver al espíritu de 1991”, o sea al orden mundial liberal.

Sin mencionarlo, Joseph Stiglitz contestó desde el portal Project Syndicate con su nota “Terapia de shock para los neoliberales” (05/05/2022), a quienes imputa la responsabilidad de grandes crisis que no supieron prevenir ni evitar, desde los atentados del 11S hasta la quiebra de Lehman Brothers que colapsó el sistema financiero mundial entero.

Ambos sucesos, más la pandemia Covid19 y el triunfo de D. Trump, produjeron consecuencias macroeconómicas que todavía no pueden resolverse. 

Existe un debate teórico entre expertos geopolíticos, referido a la geoeconomía. Algunos consideran que, en la era de la globalización, es la mutación de la geopolítica; otros, más ortodoxos, la entienden como una suerte de jerarquización de la vieja geografía económica.

Como sea, no es esta ocasión para un debate apasionante, pues -precisamente  por el hecho de la globalización- el carácter de las guerras ha cambiado y, contra todo lo que se oye y se lee, el caso de la invasión a Ucrania, como el iceberg, no deja ver bien los aspectos económicos subyacentes. Las guerras convencionales apuntaban a la expansión territorial, los conflictos de este tiempo a los recursos naturales, su aumento, control y aprovechamiento, pues todo tiene que ver con todo…

 

 

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