25 de febrero de 2024

Cómo recuperar las Malvinas, definitivamente...

 

Escribe Gustavo E. Barbarán

El Tribuno 31 de marzo de 2022

El título de esta nota implica un vasto desafío nacional. Podría haber sido cómo recuperarlas “…desaparecida la URSS”, “…en la era de la globalización”, “...después de Ucrania”. De hecho, antes o después de 1982, el camino para recuperar nuestros territorios irredentos será siempre la construcción de poder nacional, fórmula eficaz para aumentar capacidad de negociación y contrabalancear poder con la potencia usurpadora.

El derecho internacional obliga a resolver la controversia mediante negociaciones directas con el Reino Unido, nuestra única contraparte, sin perjuicio de atender los intereses de los isleños. Pero eso no está en la agenda de los gobiernos británicos, precisamente por la diferencia de poder entre ambos países. Así se comportaron y comportan las grandes potencias. 

Se trata, entonces, de recuperar pacientemente lo usurpado por una nación históricamente depredadora, falsificadora de la historia, miembro permanente del Consejo de Seguridad, socia de la OTAN con armas nucleares, centro financiero mundial, guarida de órdenes secretas, miembro de la OTAN. Así y todo ahora de rango menor.

La recuperación de las Islas Malvinas, Georgias y Sándwich del Sur, sus espacios marítimos circundantes y correspondiente plataforma continental (principio de “unidad de la disputa”), depende exclusivamente de los argentinos por imperativo histórico plasmado en la Disposición Transitoria Primera de la Constitución Nacional. Recurrir a foros internacionales es siempre válido; trabajar en distintos órganos de Naciones Unidas, también; procurar solidaridad regional, igualmente. Pero no alcanza para recuperar definitivamente nuestra soberanía sobre los territorios y espacios mencionados.

Es necesario abordar la cuestión Malvinas en perspectiva geopolítica, seguros como estamos de nuestros justos títulos vulnerados en 1833, que desde 1965 Naciones Unidas encuadra como una disputa de soberanía en situación colonial.

Atender la geopolítica

Un proyecto geopolítico, inteligente y perseverante, no se logra de un día para otro. Llevará tiempo y los primeros brotes verdes se verán, a lo mejor, dentro de una generación, o sea 20 a 25 años vista... siempre que hagamos bien las cosas.

Es algo cualitativamente superior a un mero “plan político-económico sólido”, que exigen el FMI y la oposición, y el gobierno del FdT no termina de proponer. Se habla demasiado de “acuerdos básicos” o “políticas de estado”, en vacío y sin precisión; estériles muletillas carentes de una doctrina central e integral. Nuestra incapacidad para mirar a largo plazo es un escollo que urge superar dialogando.

La guerra en Ucrania señala un reacomodamiento del poder mundial y no se reduce a la dialéctica democracia-dictadura. Es más profundo: declina un orden con reglas predispuestas desde el surgimiento mismo del Estado moderno; y este mundo estatocéntrico, regido por las necesidades, intereses y valores de Occidente, no encaja con ese otro que despunta y cuyo eje se ubica en las cuencas del Índico y Pacífico. En esa vasta porción del planeta existen pueblos, con necesidades, intereses y valores incompatibles con los occidentales. De allí tanta confrontación multicausal.

Poder nacional y geopolítica

Sería grave error no involucrarnos en la política mundial, mientras se configura un orden multipolar (que también se construye). En ese contexto -y en un siglo oceánico y espacial- Argentina debe mover sus fichas, que las tiene y muy buenas. Lo primero, como se dijo al inicio, es converger en una visión geopolítica, construida desde abajo involucrando a la sociedad entera.

En estas columnas varias veces expusimos como hipótesis plausible la Argentina Peninsular (pensada por J.E. Guglialmelli en los años ‘60), Bicontinental y Oceánica, que priorice la Patagonia hoy despoblada y desguarnecida.

Construir poder nacional, entonces, significa movilizar todos los recursos tangibles e intangibles de los que disponga un país, en función de un plan para mediano y largo plazos, que determine las necesidades, fije prioridades y metas, y proponga plazos para una veintena de objetivos estratégicos que observen todos los gobiernos que se sucedan. Decirlo así, resumidamente, suena sencillo; trasladarlo a debates amplios nos costará más.

La historia indica que, desde fines del siglo XVIII, los Estados que completaron sus ciclos de industrialización son los únicos que pudieron planificar sus geopolíticas y actuar en consecuencia, cubiertas sus necesidades de defensa nacional. De tal modo, construir poder nacional implica lo mismo que desarrollar el país, particularmente la “península” patagónica, permitiendo recuperar nuestra cualidad marítima.

Sin Armada ni marina mercante, por caso, el objetivo de recuperar las islas será ilusorio. Proteger y potenciar nuestro mar, sus costas y puertos, operará como factor disuasivo contra la impudicia de flotas que depredan nuestras aguas... y la reticencia británica. Planificando políticas de desarrollo en esa región argentina, hasta pueden aflojar las prevenciones de los isleños, quienes a esta altura ya saben que las prioridades de su metrópolis están demasiado lejos, en el espacio indo-pacífico.

La Argentina bicontinental incluye, obviamente, a nuestro Sector Antártico, parte de la provincia de Tierra del Fuego, Antártida e Islas del Atlántico Sur. La importancia del continente blanco aumentará cuando en 2048 venzan los Protocolos de Madrid y empiece la puja por la explotación de sus recursos naturales. [Alguna vez H. Kissinger, respondiendo a una pregunta sobre el asunto, contestó que Argentina es una daga que apunta a la Antártida. Tomemos nota].

Por otra parte, y también lo insistimos en estas páginas, la Patagonia debe articularse con del resto de la Argentina y ésta, a su vez, con Iberoamérica, para lo cual la Región del Norte Grande Argentino juega el papel geoestratégico de bisagra continental.

Argentina debe corregir urgentemente el rumbo y reencontrarse con su destino de grandeza, contribuyendo a la construcción de un eje polar en nuestro continente y, de ese modo, contribuir a la paz mundial.

¡Gloria y loor a quienes combatieron en el teatro de operaciones de 1982, cualquiera fuese su rango y arma, en especial a los que ofrendaron su vida!

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