Escribe Gustavo E. Barbarán
El Tribuno 31 de marzo de 2022
El título de esta nota implica un vasto desafío nacional. Podría haber sido cómo recuperarlas “…desaparecida la URSS”, “…en la era de la globalización”, “...después de Ucrania”. De hecho, antes o después de 1982, el camino para recuperar nuestros territorios irredentos será siempre la construcción de poder nacional, fórmula eficaz para aumentar capacidad de negociación y contrabalancear poder con la potencia usurpadora.
El derecho internacional
obliga a resolver la controversia mediante negociaciones directas con el Reino
Unido, nuestra única contraparte, sin perjuicio de atender los intereses de los
isleños. Pero eso no está en la agenda de los gobiernos británicos,
precisamente por la diferencia de poder entre ambos países. Así se comportaron
y comportan las grandes potencias.
Se trata, entonces, de recuperar
pacientemente lo usurpado por una nación históricamente depredadora,
falsificadora de la historia, miembro permanente del Consejo de Seguridad,
socia de la OTAN con armas nucleares, centro financiero mundial, guarida de
órdenes secretas, miembro de la OTAN. Así y todo ahora de rango menor.
La recuperación de las Islas
Malvinas, Georgias y Sándwich del Sur, sus espacios marítimos circundantes y
correspondiente plataforma continental (principio de “unidad de la disputa”),
depende exclusivamente de los argentinos por imperativo histórico plasmado en
la Disposición Transitoria Primera de la Constitución Nacional. Recurrir a
foros internacionales es siempre válido; trabajar en distintos órganos de
Naciones Unidas, también; procurar solidaridad regional, igualmente. Pero no
alcanza para recuperar definitivamente nuestra soberanía sobre los territorios
y espacios mencionados.
Es necesario abordar la cuestión
Malvinas en perspectiva geopolítica, seguros como estamos de nuestros justos
títulos vulnerados en 1833, que desde 1965 Naciones Unidas encuadra como una
disputa de soberanía en situación colonial.
Atender la geopolítica
Un proyecto geopolítico,
inteligente y perseverante, no se logra de un día para otro. Llevará tiempo y
los primeros brotes verdes se verán, a lo mejor, dentro de una generación, o
sea 20 a 25 años vista... siempre que hagamos bien las cosas.
Es algo cualitativamente superior a
un mero “plan político-económico sólido”, que exigen el FMI y la oposición, y
el gobierno del FdT no termina de proponer. Se habla demasiado de “acuerdos
básicos” o “políticas de estado”, en vacío y sin precisión; estériles
muletillas carentes de una doctrina central e integral. Nuestra incapacidad
para mirar a largo plazo es un escollo que urge superar dialogando.
La guerra en Ucrania señala un
reacomodamiento del poder mundial y no se reduce a la dialéctica
democracia-dictadura. Es más profundo: declina un orden con reglas
predispuestas desde el surgimiento mismo del Estado moderno; y este mundo
estatocéntrico, regido por las necesidades, intereses y valores de Occidente,
no encaja con ese otro que despunta y cuyo eje se ubica en las cuencas del
Índico y Pacífico. En esa vasta porción del planeta existen pueblos, con
necesidades, intereses y valores incompatibles con los occidentales. De allí
tanta confrontación multicausal.
Poder nacional y geopolítica
Sería grave error no involucrarnos en
la política mundial, mientras se configura un orden multipolar (que también se
construye). En ese contexto -y en un siglo oceánico y espacial- Argentina debe
mover sus fichas, que las tiene y muy buenas. Lo primero, como se dijo al
inicio, es converger en una visión geopolítica, construida desde abajo
involucrando a la sociedad entera.
En estas columnas varias veces
expusimos como hipótesis plausible la Argentina Peninsular (pensada por J.E.
Guglialmelli en los años ‘60), Bicontinental y Oceánica, que priorice la
Patagonia hoy despoblada y desguarnecida.
Construir poder nacional, entonces,
significa movilizar todos los recursos tangibles e intangibles de los que
disponga un país, en función de un plan para mediano y largo plazos, que
determine las necesidades, fije prioridades y metas, y proponga plazos para una
veintena de objetivos estratégicos que observen todos los gobiernos que se
sucedan. Decirlo así, resumidamente, suena sencillo; trasladarlo a debates
amplios nos costará más.
La historia indica que, desde fines del
siglo XVIII, los Estados que completaron sus ciclos de industrialización son
los únicos que pudieron planificar sus geopolíticas y actuar en consecuencia,
cubiertas sus necesidades de defensa nacional. De tal modo, construir poder
nacional implica lo mismo que desarrollar el país, particularmente la
“península” patagónica, permitiendo recuperar nuestra cualidad marítima.
Sin Armada ni marina mercante, por
caso, el objetivo de recuperar las islas será ilusorio. Proteger y potenciar
nuestro mar, sus costas y puertos, operará como factor disuasivo contra la
impudicia de flotas que depredan nuestras aguas... y la reticencia británica.
Planificando políticas de desarrollo en esa región argentina, hasta pueden
aflojar las prevenciones de los isleños, quienes a esta altura ya saben que las
prioridades de su metrópolis están demasiado lejos, en el espacio
indo-pacífico.
La Argentina bicontinental incluye,
obviamente, a nuestro Sector Antártico, parte de la provincia de Tierra del
Fuego, Antártida e Islas del Atlántico Sur. La importancia del continente
blanco aumentará cuando en 2048 venzan los Protocolos de Madrid y empiece la
puja por la explotación de sus recursos naturales. [Alguna vez H. Kissinger,
respondiendo a una pregunta sobre el asunto, contestó que Argentina es una daga
que apunta a la Antártida. Tomemos nota].
Por otra parte, y también lo
insistimos en estas páginas, la Patagonia debe articularse con del resto de la
Argentina y ésta, a su vez, con Iberoamérica, para lo cual la Región del Norte
Grande Argentino juega el papel geoestratégico de bisagra continental.
Argentina debe corregir urgentemente
el rumbo y reencontrarse con su destino de grandeza, contribuyendo a la
construcción de un eje polar en nuestro continente y, de ese modo, contribuir a
la paz mundial.
¡Gloria y loor a quienes combatieron
en el teatro de operaciones de 1982, cualquiera fuese su rango y arma, en
especial a los que ofrendaron su vida!
No hay comentarios:
Publicar un comentario