25 de febrero de 2024

Ucrania: resabios de guerra fría

 

Escribe Gustavo E. Barbarán

El Tribuno, 30 de marzo 2022

La guerra en Ucrania, todavía convencional y geográficamente acotada, posee componentes suficientemente graves como para expandirse hasta un holocausto, pendiente de un hilo la “contención” nuclear de la Guerra Fría. ¿Podrá resolverse mediante negociaciones bilaterales, cuándo?; ¿sin garantes? ¿Hay líderes globales con talla para conducirlas a buen puerto?

Heridas abiertas en los ‘90 aún no cicatrizan, entretanto los jugadores de este póquer global mueven sus fichas en un contexto de cambio epocal, ideológicamente sobrecargado y por eso impide ver el bosque. De allí esta nota, en cuanto propone observar la arboleda entera para detectar las causales de éste y conflictos similares, latentes en varias regiones del mundo; anticiparlos y, de ser posible, desenmascarar a los fulleros (que no necesariamente ocupan cargos gubernamentales).

Por las consecuencias sociales, políticas y económicas, cuyos efectos están repercutiendo -y muy mal- en nuestro globalizado diablo mundo en pandemia, esta crisis excede los intereses de los países involucrados.

Observar con perspectiva histórica y geopolítica -bastante referenciada y poco precisada- releva de atender las causas inmediatas de la injerencia rusa en la región del Dombás, suficientemente difundidas. Atrás de eso, hay siglos de encuentros y desencuentros, imperios ascendentes y decadencias, guerras interminables, revoluciones, holodomor, gulags, epifanías.

Historia magistra vitae

La Primera Guerra Mundial puso fin al orden imperial europeo, expandido a sangre y fuego, dejando como lección que la fuerza no debía utilizarse para traspasar riquezas entre países. La Segunda dejó otra, cualitativamente distinta: jamás la guerra para imponer objetivos nacionales, aunque nunca se cumplió cabalmente. De ella derivaron tres pilares básicos de Naciones Unidas: no uso de la fuerza, solución pacífica de controversias, cooperación internacional.

Tales principios derivados del concepto de soberanía (integridad territorial, no intervención), no lograron centralizar y garantizar la seguridad colectiva en el Consejo de Seguridad, por dos motivos: 1- el desigual sistema de votación en ese órgano, que concede derecho de veto a sus cinco miembros permanentes (todas potencias nucleares); 2- la habilitación por la misma Carta -art. 51- de los acuerdos regionales de seguridad colectiva (TIAR 1947, OTAN 1949, ANZUS 1951, Pacto de Varsovia 1955, SEATO 1955), constituidos en la inmediata posguerra con la lógica de “una guerra política y económica por medios no letales”. Sin embargo, Estados Unidos y la URSS jamás confrontaron militarmente entre sí, dirimiendo sus esferas de influencia en conflictos de baja intensidad devastadores para los pueblos atrapados en ellos.

Así funcionaba la Guerra Fría. ¿Qué lección dejó, entonces? Quizás que las superpotencias industriales no supieron compaginar una globalización imparable con nuevos mecanismos para equilibrar poderes sin amenazar con armas de destrucción masiva.

El añejo orden estatocéntrico instituido con la Paz de Westfalia de 1648 se asentaba en los principios de soberanía, libre determinación y equilibrio de poderes. Los dos primeros sirvieron durante siglos para acomodar cargas dentro de cada país; no obstante, la paz mundial dependió regularmente del tercero, o sea de políticas de poder de ardua compatibilización.

Tal equilibrio intra-europeo fue imprescindible cuando los principales países se iban industrializando obligando el libre comercio. Desde aquella lejana fecha, Europa diseñó el mundo a su antojo y sigue pagando las consecuencias. A fines del siglo XIX concluyó el sistema del Concierto Europeo por un nuevo cambio de circunstancias (ascenso de EE.UU y Japón, entre otras), y por carecer de una autoridad superior que lo sostuviera; lo cual explica el fracaso posterior de la Sociedad de las Naciones.

¿Cómo y quién puede frenar hoy la escalada rusa (“agresión” para el derecho internacional)? ¿Acaso el Consejo de Seguridad puede ordenar su retiro de Ucrania y a la vez garantizarle el no ingreso de ésta a la OTAN?

Un orden que se reacomoda

El orden westfaliano y el derecho internacional de él derivado -un “discreto civilizador de naciones”- fueron neta creación europea. Desde entonces, el mundo se rigió en función de los intereses de aquella Europa expansiva que, así como exprimía pueblos, se masacró en sucesivas guerras internas, desde las Napoleónicas de 1803-1815 a las dos fatídicas del corto siglo XX. Parafraseando a Thomas Mann (que aludía a su patria alemana), Europa ama el orden pero tiene una secreta propensión al caos.

El derrumbe de la Unión Soviética no cerró definitivamente la Guerra Fría: desapareció el Pacto de Varsovia pero no la OTAN por las mismas razones, en tanto se mantiene la impronta occidental, aumentada con las reglas de Bretton Woods -aplicadas por el FMI, BM y OMC- y la Carta de Naciones Unidas. Concluirá el día en que se afiance el nuevo esquema de seguridad mundial, que ya empezó con trabajo de parto.

Aquel Pacto varsoviano mutó, a su vez, en Organización del Tratado de Seguridad Colectiva (1992), suscripto entre Rusia y países de Asia Central ex URSS. Y, signo de estos tiempos, en septiembre de 2021, Estados Unidos sacó de su galera el AUKUS, un acuerdo estratégico con Australia y el Reino Unido para “defender los intereses compartidos en el Indopacífico” (para furia de Francia, excluida de ese trato y de una venta multimillonaria de submarinos nucleares a Australia precisamente). Pensando en China, obvio. ¿Acaso no había concluido la Guerra Fría; o es un escenario distinto?

Se trata, pues, del equilibrios de poderes en un mundo en transición, cuyo eje geopolítico se trasladó del Atlántico Norte a las cuencas del Pacífico e Índico, con situaciones muy complejas y difíciles de encarar sin reglas de juego que contemplen tanto los intereses estatales y los de la humanidad.

En suma, vayan estas conclusiones provisionales: 1 - posiblemente estemos frente al primer experimento de resolución de un conflicto “de los viejos” con lógica de multipolaridad; 2 – Estados Unidos seguirá animando un orden bipolar con China como contrincante global, y 3 – Europa no termina de construir una identidad compatible con la doble democracia (las nacionales y la comunitaria), mientras Rusia está definiendo su polo de pertenencia, Eurasia.

Esta nota pudo haberse escrito igual sin escenario bélico e, incluso, más allá del inevitable resultado desastroso: cada día de guerra genera un año de resentimiento entre los pueblos involucrados. Y eso no tiene perdón de Dios.

Continuará…

 

No hay comentarios: