2 de octubre de 2014

La Secretaría Permanente del Tratado Antártico: A diez años de su establecimiento



Diario El Tribuno, 02 de octubre 2014


La información de los argentinos sobre la Antártida es bastante difusa. Esta es una apreciación personal recogida de la experiencia universitaria. La mayoría de jóvenes -y adultos también- carece de conocimientos básicos acerca del estatus del continente helado, considerándolo “patrimonio común” de la humanidad. De hecho, tenemos buena parte de la responsabilidad quienes podemos aportar más noticias sobre el tema.

Los territorios situados en la Antártida Argentina comprendidos entre los meridianos 25° oeste y 74° oeste y el paralelo 60° sur, integran la Provincia de Tierra del Fuego, Antártida e Islas del Atlántico Sur, creada por ley nacional nº 23.775 de abril de 1990. Eso hace una superficie de 1.002.445 km2, por ende la más grande de nuestro país. Otra ley, nº 26.552 de noviembre de 2009, precisó esa jurisdicción provincial sobre la mita de la isla Grande, la isla de los Estados, las islas Año Nuevo, las Malvinas, la isla Beauchêne, las Rocas Cormorán y Negra, las islas Georgias del Sur y Sandwich del Sur, a lo que deben sumarse los espacios marítimos circundantes, medidos conforme a la Convención sobre el Derecho del Mar de 1982, de la que somos parte.

Independiente del “detalle” institucional, Argentina mantiene una presencia activa y permanente en la Antártida desde febrero de 1904, fecha en que se instaló un Observatorio Meteorológico dependiente del Ministerio de Agricultura en las Islas Orcadas. Aun antes de esa fecha, la actividad fue intensa y en ella apoyamos buena parte de nuestros títulos de soberanía sobre el sector descripto con vértice en el Polo Sur. [Dentro de los actos de presencia soberana hay que contar sin duda la expedición de nuestro comprovinciano, Gral. Jorge Leal, quien -en marcha terrestre a ese remoto confín del planeta- plantó la bandera argentina, en diciembre de 1965].

Sería extenso relatar los pormenores que llevaron a doce países vinculados a la Antártida a suscribir un tratado regulador en 1959, en la ciudad de Washington. Era otro capítulo de las tensiones propias de la Guerra Fría, pues las dos superpotencias tenían clara la importancia geopolítica de aquel continente casi desconocido y sus aguas adyacentes.

Con el correr del tiempo, los Estados involucrados originariamente y los demás que se fueron adhiriendo con los años al Tratado Antártico, lograron construir un “sistema” sin intención de constituir una organización internacional. Sería una zona desnuclearizada, de libre investigación científica y abierta a la cooperación en tal sentido.

La cuestión de la soberanía fue expresamente prevista en el art. 4, acordando una fórmula de “congelamiento”: 1 - ninguna disposición del Tratado implica renuncia a los derechos de soberanía o a reclamaciones precedentes; 2 – ningún acto o actividad realizados durante la vigencia del Tratado puede servir de fundamento para apoyar o negar una reclamación; 3 – no habrán nuevas reclamaciones de soberanía durante la vigencia del Tratado. Los títulos que, por nuestra parte hemos esgrimido, se basan en la continuidad geológica, contigüidad geográfica, herencia histórica de España, actividades foqueras desde 1820, ocupación permanente desde la instalación en Orcadas, instalación y mantenimiento de bases temporarias, investigación científica y trabajos cartográficos, instalación y mantenimiento de faros y ayudas para la navegación, tareas de rescate, auxilio y apoyo y presencia en todo el Sector (tierra, mar y aire) incluso el Polo Sur.

Con el tiempo, y dada su importancia estratégica, varios países se fueron sumando asentando bases o simplemente adhiriéndose. De tal manera, de los 50 países integrantes del Sistema Antártico, 29 tienen el rango de partes consultivas, con voz y voto en las Conferencias de Partes –treinta y nueve hasta la fecha- en las cuales se debaten los asuntos antárticos.

El Tratado de 1959 no preveía plazo de duración, pero transcurridos 30 años de su entrada en vigencia en 1961, podía llamarse a una conferencia general de revisión. Las condiciones políticas mundiales hacia 1991 con el tembladeral de la Unión Soviética, no eran las más propicias. La convocatoria se limitó a acordar un Protocolo con cinco anexos (sobre impacto medioambiental, conservación de flora y fauna antárticas, eliminación y tratamiento de residuos, prevención de la contaminación marina y un sistema de áreas protegidas), en una conferencia realizada ese año en Madrid. Allí se acordó una moratoria por 50 años que impide cualquier explotación económica de los recursos naturales comprendidos al sur del paralelo de 60º.

El uso y control de la Antártida es de los pocos casos en que los países involucrados han cooperado satisfactoriamente, lo cual no significa inexistencia de posturas encontradas y de conflictos de intereses. La frecuencia y especialidad de las reuniones interpartes llevó a plantear la necesidad de contar con una secretaría administrativa permanente, cuya sede aspiraban Argentina y Australia. Una ardua diplomacia de nuestro país le permitió contar con el apoyo de la mayoría de los países hasta vencer la última resistencia británica, y la sede se asignó a la ciudad de Buenos Aires en la XXVI Reunión Consultiva, Madrid junio de 2003, ocasión en la que fijaron sus funciones y se adoptó el Acuerdo de Sede correspondiente. También tuvo que ver en la decisión nuestra larga trayectoria antártica, llevada a cabo de modo sistemático, pacífico y coherente.

Como un modo de reafirmar nuestro interés nacional, el Instituto de Derecho Internacional de la Universidad Católica y la Sección de Derecho Internacional Público de la Asociación Argentina de Derecho Internacional decidimos invitar al Secretario Ejecutivo desde septiembre de 2010, Dr. Manfred Reinke, biólogo alemán ex director del Instituto Alfred Wegener, para que exponga sobre el funcionamiento de la Secretaría a diez años de su establecimiento, lo cual se llevará a cabo en el Centro Cultural América el martes 7 de octubre a horas 16. Será un lujo que podremos darnos esa tarde.  

No hay comentarios: