Revista Claves nº 176 – diciembre de 2008
Geopolítica
y geoestrategia.
La geopolítica cuenta con mala prensa y la locura
nazi tiene gran parte de la responsabilidad. La forma en que ciertos estados la
proyectaron fuera de sus fronteras, la hicieron incompatible con un orden mundial
que finalmente debió prohibir la guerra como instrumento válido de política
nacional (Carta de NU, art. 2.4). Por eso el año 1945 fue un punto de inflexión
en la historia contemporánea.
Los estados con proyección geopolítica se
identifican con la teoría realista del poder y todo lo que deriva de ella. Sin
embargo no faltan quienes, aún considerándola
una ciencia simple y segura, perciben
su utilidad como “una ilusión, una farsa y una disculpa para el robo”. Así
pensaba el geógrafo Isaiah Bowman, antiguo presidente de la Universidad John
Hopkins, en un ensayo titulado “Geografía versus Geopolítica”, publicado
en Política
y poder en un mundo más chico[1]. ¿Se debe o no se debe, entonces, pensar en términos
geopolíticos a esta altura de los tiempos? Aunque no se la presente como tal, ella
está presente en cada proyecto nacional perdurable. Bowman, colocándose en la
vereda de la teoría idealista, sostenía en el lejano 1948 que “apenas” hay dos
leyes para lograr una paz mundial permanente: “justicia basada en la doctrina
de los derechos humanos y empleo cooperativo del poder para imponer la
justicia”. Un proyecto geopolítico nacional, con todo, no tiene porque salirse
de tal andarivel. No pretendemos caer acá en un debate antiguo, en el cual los
distintos autores, nacionales y extranjeros, se han sacado chispas entre sí:
“cada maestrito con su librito”, dicho sin ánimo peyorativo. Lo cierto es que
en cualquier país con mínima conciencia de su destino subyacen, si se quiere de
modo primario, algunas constantes geopolíticas. ¿No es todavía nuestro caso?