25 de julio de 2013

¿Y un día emergió la clase media…?


Claves nº  221 - Julio 2013

Esta nota fue motivada por los recientes sacudones sociales en Turquía, Brasil y Egipto. Tienen en común que, de nuevo, “la gente” salió a protestar por causas concretas y con distinta intensidad. La clase media envalentonada en la calle, repetían los medios de comunicación y proclamaban especialistas. ¿Otro signo del cambio epocal? ¿Estamos ante una actora política, permanente y decisiva?, ¿desde cuándo, por qué? ¿Su misión es hacer  tronar el escarmiento?



Antes del crash financiero de 2008, los grandes centros bancarios -desde su obvio punto de vista- consideraban la importancia de las clases medias emergentes, vasto sector social que, aumentado su poder adquisitivo, aprendió a disfrutar de los viajes y se tentaba con bienes de consumo sofisticados y de alta gama. La referencia estaba en los cambios sociales ocurridos principalmente en Brasil, China e India, donde millones de personas se incorporaron a sus respectivos mercados internos en una generación. No en vano The Goldman Sachs Groups había puesto en práctica la propuesta de T.J. O’Neill - su analista estrella, inventor de la sigla BRIC[1]- de orientar las inversiones hacia esas economías.

La novedad no solo aconteció en tales países, sino también en varios de África, proyectando clases medias más jóvenes en comparación con las de otros continentes, las cuales llegarán al 35% - 40% de la población continental -circa 1.200 millones de personas- a fines de esta década, o más si la economía sigue creciendo a un ritmo promedio del 5% anual.

Aparte de Brasil, cuyas debilidades están a la vista[2], en Suramérica se dio igual suceso: en nuestro país, por caso, la clase media se duplicó entre 2003 y 2009, lo que implicó un incremento del 25%, llegando casi a 19 millones de personas; le siguen Uruguay con un aumento del 20%, Colombia 16% y Chile 12%[3]. Tampoco se trata de un proceso uniforme sino fluctuante[4]. Algunas proyecciones prevén que, hacia mediados del siglo, habrá un retroceso en cantidad y en proporción respecto del total mundial en los tres países de América del Norte y en Europa. Esos vaivenes están directamente relacionados a las variables económicas.

Se calcula que para 2050 habrán en el planeta más de 5.000 millones de personas con estatus de clase media, un 60% de la población mundial estimada para entonces. Esas multitudes necesitan y reclaman mejor institucionalidad y gobernanza, más seguridad, salud y educación. Por ende, si el Estado se desentiende, ellas reaccionan con cualquier pretexto, ya sea la suba de 20 centavos en el precio del transporte en Brasil, sea por la desafectación de una plaza pública en Turquía, o porque los egipcios no quieren el “modelo” de los Hermanos Musulmanes[5].

La clase media se hizo sentir…

… casi siempre y de distintos modos y vehemencia. La euforia analítica por la clase media se ha potenciado con las puebladas habidas en los últimos meses y años, en cualquier geografía. Con cierto apresuramiento para nuestro gusto, se la está colocando en sitial de nueva vanguardia revolucionaria (¿posindustrial-capitalista?) con liderazgo político global propio, que llegó para quedarse.

En verdad, desde el inicio de la modernidad (forjada en la fragua europea, no olvidar) y, sobre todo, a partir de la primera revolución industrial, la clase media fue la matriz de la burguesía y la movilidad social la razón de ser de todo aspirante a burgués, pequeño o no, un self made man en esencia: los Calogero Sedàra estuvieron siempre agazapados, esperando la oportunidad para sintetizar poder económico y político. Como sea y mirando a ese sector, se han propuesto reformas sociales, políticas y económicas, y en muchas ocasiones la presión popular derivó en cruentas revueltas. Nunca fue políticamente sensato agotarle la paciencia.

Salteando siglo y medio, veamos casos broncas populares con involucramiento de las clases medias desde la Guerra Fría en adelante: el Bogotazo de 1948, el alzamiento húngaro de octubre de 1956, la Primavera de Praga de 1968, la revuelta del Mayo Francés de 1968, el Cordobazo de mayo de 1969, la matanza de estudiantes en la Plaza de las Tres Culturas en México DF en octubre de 1968, la otra masacre estudiantil en la Plaza de Tiananmen de Pekín en junio de 1989, la Caída del Muro de Berlín en noviembre de 1989[6]. Esas experiencias tuvieron como denominadores comunes el hartazgo social por la falta de libertad y el ejercicio pleno de derechos según cada circunstancia nacional, y el activismo inicial de estudiantes y profesionales que fue contagiando al resto de la sociedad, aunque no en todos los casos sumó a la clase obrera. [La misma apreciación podemos señalar para la Primavera Árabe, a partir de los sucesos de Túnez (ver nota 4), o para los indignados de la Europa clase B, aún en erupción]. De hecho, las movilizaciones involucraron a sectores de trabajadores en especial los de mejores salarios, los cuales aspiran y procuran ascender a ese paraíso asequible.

Basta refrescar un poco las circunstancias de los acontecimientos mencionados para verificar que la mayoría no alcanzó sus objetivos de inmediato, pero a partir de ellos nada fue igual en los respectivos países. Hoy no es novedad que esa categoría ciudadana –sobre todo en países emergentes- sabe que las calles son un territorio apropiado para plantear cuestiones cualitativamente distintas de la mera protección del nivel de vida alcanzado: de los cacelorazos por “corralitos” varios, a exigir el remplazo de gobiernos incompetentes y corruptos. La vergonzante consigna que se vayan todos, aunque caigan justos y pecadores, encarna la desconfianza que inspiran los sistemas de representatividad política, dato de la realidad constatable diariamente en todo el mundo.

(Re)descubriendo la clase media

Una de las cuestiones que sigue planteando hoy la clase media es… definirla. Por lo general se refiere a una franja que comprende alrededor del 60% de una población determinada, dividiéndose el 40% restante, entre el sector más pobre y el sector más rico.

Antropólogos, sociólogos, economistas y politólogos la tienen como apetecible objeto de estudio. Tal vez la sumatoria de sus visiones procure una definición certera.  Los sociólogos, por caso, apuntan más a su posición y prestigio en el mercado laboral y los economistas atienden su nivel de ingresos (Atkinson-Brandolini, 2013:38). No obstante hay rasgos comunes definitorios: se trata de grupos urbanos y con marcada aspiración de ascenso social (vía educación superior). De ello se desprende un corolario, que es el temor de perder o reducir el nivel económico-social logrado. A las clases medias consolidadas les aterra la pérdida de empleo, que implica corte abrupto de ingresos y la consecuente pérdida de la capacidad de ahorro, por un lado; por otro la pérdida de activos, como les ocurrió a millares de endeudados con las cínicas hipotecas subprime. 

Hay distintos modos de identificar un clase media y sus tres bandas: la que está más arriba de la escala, la de más abajo y la media-media. En ese caleidoscopio podríamos considerar el arquetípico matrimonio con dos hijos, ambos con empleo fijo (uno de ellos, al menos, profesional universitario), con vivienda propia en barrio con todos los servicios; no necesariamente asume una filiación partidista, pero sí posición ideológica y opinión política, conservadora en algunos temas, progresista en otros; reconoce el valor de la educación para sus hijos, posee vehículo mediano y todos los años vacaciona en familia; practica la religión mayoritaria… o es laicicista. No está en la clase media impulsar cambios mediante la violencia, pero sí la acepta o recurre a ella cuando se ve acorralada y percibe que no hay salida inmediata de las crisis que la debilitan.

Hay modos y lugares de identificación, como la visión etnocéntrica norteamericana-europea, implícita en la agenda socialdemócrata fácilmente exportada y que aporta condimentos para reflexionar. J.K. Galbraith lo resume en esta frase: “La clase media fue la respuesta dada por los Estados Unidos del siglo XX a la Europa decimonónica; dicho con mayor precisión, la respuesta dada por F.D. Roosevelt y L.B. Johnson a David Ricardo y Carlos Marx”[7], refiriendo a las propuestas del New Deal y de la Great Society y su impacto político en una gran cantidad de países.

Internet y clase media

¿Qué es lo destacable: la agenda de la clase media o los modos eficientes en que la expresa? Si algo define la era de la globalización es el asombroso adelanto tecnológico en materia de comunicaciones. Eso da un rasgo especial a las clases medias contemporáneas, que ya no sienten temor ni vergüenza por expresarse en las calles, pues aprendieron a convocar y movilizarse a través de la parafernalia que propone Internet (facebook, twitter, blogs, youtube, et alii).

Hay decenas de ejemplos, desde Greenpeace, que apunta a la clase media cuando convoca a salvar ballenas, yaguaretés u obstruir convenios nucleares, a grupos que discurren de modo menos visible, son políticamente más comprometidos y usualmente inician sus campañas on-line, pero a propósito carecen de líder que trace un derrotero[8]. O la “comunidad global” Avaaz (“voz”), que ha recolectado 125.000 firmas en 2011 para impedir la explotación petrolera en el Parque Nacional Yasuní, en plena selva amazónica ecuatoriana; y también contribuyó a evitar la lapidación de la iraní Sakineh M. Ashtiani[9]. Están también los foros mexicanos de Nuevo Laredo, los cuales han emprendido una guerra anónima contra el narcotráfico y su alianza corrupta con el poder político mediante chateos y blogs; algunos de sus participantes fueron detectados y decapitados por sicarios[10]. En materia de protección de derechos humanos hay cientos, con mayor o menor reconocimiento público (Amnesty International y Human Rigths Watch a la cabeza).

El grupo Civicus, creado en 1993, se define como una alianza internacional de organizaciones que agrupan activistas de todo el espectro de la sociedad civil de cualquier país para trabajar en el fortalecimiento de la acción ciudadana, en especial donde la democracia participativa y la libertad de asociación estén amenazadas. Igual Anonymous (2008?) aunque con impronta un tanto ácrata, que se desprende de su lema El conocimiento es libre/ Somos Anónimos/ Somos Legión/ No perdonamos/ No olvidamos/ ¡Esperadnos!, con el cual defienden la libertad de expresión y la independencia de Internet contra todo intento de apropiación autoral.

Sin embargo, hasta ahora resulta muy difícil que con esos nuevos modos de acción se logre la transformación estructural de la vida pública, tema motivo de una antigua tesis de Jürgen Habermas en 1962 lejos de los cambios tecnológicos. Posteriormente y ante la evidencia del impacto de la nueva tecnología, el filósofo mantuvo que la agenda común es condición necesaria para organizar una opinión pública que funcione[11]. Digamos de otro modo, si este es todavía un mundo de Estados, entonces las movilizaciones y revueltas estarán signadas por las necesidades y características propias de cada uno. Falta bastante para una conciencia cívica planetaria.

Para concluir, es evidente que a esta altura de los tiempos las reformas sociales, políticas y económicas son más factibles que la violencia revolucionaria para “cambiar el sistema” al uso de los ’60/’70. No cabe duda que la clase media tiene un protagonismo visible y que cuando sale a las plazas por algún motivo, influye en el manejo de los asuntos públicos. Pero de allí a que sea un protagonista global que imponga agenda, todavía falta un trecho. Por ahora tal vez sea preferible su espontaneidad.


[1] La tesis de O’Neill (Dreaming with BRICs: the path to 2050), expuesta en 2003, era un anticipo del mundo por venir según la óptica económico-financiera predominante. En 2011 Sudáfrica se sumó al grupo original integrado por Brasil, China, India y Rusia. Según nuestra apreciación, México y Corea del Sur e Indonesia, pueden ser los futuros socios de ese club.

[2] Ver “Brasil y sus fantasmas”, Claves nº 162 – agosto 2007.

[3] “En una década se duplicó la clase media argentina”, informe del Banco Mundial publicado en El Tribuno, 13/11/2012.

[4] A.B. Atkinson y A. Brandolini, “¿Desaparece la clase media en Occidente? Una advertencia”. Vanguardia dossier nº 47. Barcelona, abril-junio 2013.

[5] Para una aproximación a la cuestión ver “Con efecto dominó”, Claves nº 197 – marzo 2011.

[6] La lista puede ser interminable si se suman, por ejemplo, las crisis de Chechenia (1994 y 1996), Georgia (noviembre de 2003), Ucrania (noviembre de 2004), Kirguizistán (abril de 2005), Belarús (marzo de 2006), o la revuelta “verde” en Teherán de junio de 2009.

[7] James K. Galbraith, “El destino de la clase media”. Vanguardia dossier nº 47, pág. 7.

[8] El grupo Tamarod (Rebelión), conformado por una docena de cairotas menores de 30 años, estuvo al frente de quienes buscaban la caída del presidente Mohamed Morsi.

[9] Hadija Haruna, “Protestas en la red”, revista Humboldt nº 157, Bonn, 2012. Dossier dedicado a las protestas globales.

[10] Camilo Jiménez, “David contra Goliat. Los activistas mexicanos”, Humboldt nº 157.


[11] C. Neuberger y M. Wendelin, “La transformación estructural de la vida pública 2.0”, Humboldt nº 157.