CLAVES
nº 160 – Junio 2007
Al Fatah
Repasemos de nuevo la historia.
Yasser Arafat fundó Al Fatah en 1959, grupo político que, en su derrotero, mutó
su condición originaria de insurgente y terrorista a organización política con
bastante de “partido”; diez años después devino en núcleo básico de la
Organización para la Liberación Palestina (OLP), compartida por distintas
expresiones civiles y religiosas cuya mayor aspiración era -al igual que, en su
momento, para los judíos- crear un Estado que atraiga y contenga la diáspora
palestina.
El siguiente paso histórico fue
la formalidad de una Autoridad Nacional Palestina (ANP), consecuencia de los
acuerdos de Oslo (marzo de 1990), de la que el caudillo fue su primer
presidente, electo en 1996. Desde entonces quedó pendiente un último tramo,
cuando el ex presidente Clinton presionó a Arafat y al primer ministro Ehud
Barak con la frustrada “hoja de ruta”, en Camp David (septiembre de 2000). Esta
fórmula negociadora -una de las tantas, avalada por EUA, Rusia, la Unión
Europea y la ONU- proponía un camino de tres etapas: 1º terminar con la
violencia y el terrorismo, congelar los asentamientos de colonos judíos y
reinstitucionalizar Palestina; 2º creación de un Estado Palestino con límites
provisorios y sanción de una Constitución Nacional hasta mediados de 2003; 3º
resolución definitiva del problema de los refugiados y sus asentamientos, con
consolidación de las fronteras y un status para Jerusalén entre 2004 y 2005.
Ninguna se cumplió por el boicot político de Hamás, entre otros
des-interesados.
Las enormes dificultades para
obtener un mínimo resultado dentro de esa línea se patentizan con los sucesivos
retrocesos posteriores, el mayor de los cuales fue tal vez la cruenta lucha
civil en Líbano durante la segunda mitad del pasado año. En estos días, el
enfrentamiento entre Al Fatah y Hamás volvió a ensombrecer toda perspectiva de
paz, con la salvedad de que el eterno enemigo israelí esta vez no fue directa causa
eficiente; si ya es improbable un diálogo bilateral, cuanto más en un contexto
semejante. Con todo, Al Fatah ha sido más proclive a aceptar y negociar con el
gobierno de Tel Aviv desde los compromisos de Oslo; Hamás lisa y llanamente no
lo hará oficialmente, nunca al menos en las actuales condiciones políticas
internas de Palestina, aunque hayan leves aproximaciones en niveles
humanitarios.
Muerto el rais el 11 de
noviembre de 2004, la Ley Básica preveía que el presidente interino convocara a
elecciones en sesenta días; éstas consagraron a Mahmud Abbas, hombre de
confianza y segundo de Arafat. Desde entonces, el pobre rema contra la
corriente con un ojo puesto en la situación de la ANP y otro en los vecinos,
que tanto condicionan la solución de los problemas de fondo.
Hamás
El Movimiento de Resistencia Islámica (Harakat
al-mugawama al-islamiya) apareció como tal en 1988, una rama del grupo
fundante egipcio “Hermanos Musulmanes” origen de la mayoría de los movimientos
islámicos. Bajo el liderazgo del sheik Ahmad Ismael Yasin (miembro de la
Hermandad y fundador del Centro Islámico de Gaza, ciudad donde nació, muerto
por un misil “quirúrgico” en marzo de 2004), intervino en la primera intifada
de finales de 1987.
Se trata de
una agrupación esencialmente política, que utiliza el componente religioso para
captar la adhesión popular. En tal sentido posee muchos puntos de contacto con
Hezbollah, la Jihad Islámica o el Frente Islámico de Salvación, aunque por eso
no debe confundir su proximidad con el régimen chiíta de Irán. Asimismo dentro
de Hamás conviven sectores moderados reacios al uso indiscriminado de la
fuerza, con sectores radicalizados más populares e influyentes.
Entre sus objetivos está no solo la lucha total
contra Israel sino también contra la dirigencia moderada de la OLP, en especial
Al Fatah. Ahí reside su fuerza: Hamás creció paulatinamente en la misma
proporción en que decreció el prestigio de Al Fatah. No es casual que el mayor
avance de esa fracción ocurriera cuando en 1982 la OLP padeció su expulsión del
Líbano: a partir de entonces, Arafat abandonó de a poco la lucha armada para
pasar a una etapa de diálogo diplomático con asistencia de las grandes
potencias.
El Movimiento no solo nunca
digirió los acuerdos con Israel piloteados por la ANP, sino que los entorpeció
con un crescendo de violencia irracional del que aún hay memoria: actos
de terrorismo de todo tipo en Israel, ataques suicidas en Tel Aviv, octubre de
1994. A Arafat, entonces, no le quedó otra salida que perseguir a esos activistas
y, con ello, crear otra fuente de resentimiento. Los atentados indiscriminados
se sucedieron en el tiempo; pretextos no faltaron nunca, sea por la torpeza o
la corrupción de la ANP, sea por la ceguera israelí metiendo presión con su
política de fijación y aumento de asentamientos en tierras palestinas desde
1967.
Palestina tiene
todos los componentes clásicos de una nación, o sea idioma, religión, cultura e
identidad étnica; a esa Nación le falta el Estado, primordial objetivo de
Hamás, que ve a la Hoja de Ruta maniobrada por EUA contraria a los intereses
históricos del pueblo palestino. El objetivo entonces es captar la volunta de
las poblaciones de Gaza y Cisjordania para imponer un nuevo ritmo y un nuevo
rumbo a las conversaciones multilaterales. En ese marco, dice L. Hernández
Polledo, “los postulados religiosos vienen en respaldo de esa política y
funcionan como catalizadores y legitimadores de intereses políticos”.
Control de Gaza y fin de la coalición
La gobernabilidad
palestina, luego de la muerte del mítico Abu Ammar, se procuró a través
de un pacto de gobernabilidad entre Al Fatah, con Mahmud Abas en la
presidencia, e Ismail Haniya primer ministro de Hamás. Duró lo que un lirio. La
pulseada se expresó en estos días en la franja de Gaza, mediante una operación
de las milicias de “Issadim al Kassam”, el brazo armado de Hamás, precipitando
el estado de emergencia en toda Palestina. Como siempre, paga los platos rotos
la población civil (116 muertos y 550 heridos), que se agolpa en los retenes de
control para salir a Egipto principalmente.
De inmediato Al
Fatah cortó el diálogo con Hamás, luego que el presidente de la ANP formara un
gobierno de emergencia instalándose en Ramallah, Cisjordania, designando nuevo
primer ministro a Salam Fayyad, un moderado que se desempeñaba como ministro de
finanzas. Abbas recibió de inmediato el respaldo del “Cuarteto para Oriente
Próximo”, es decir, los países de la Unión Europea, Estados Unidos y Rusia, más
Naciones Unidas, sostenes de la Hoja de Ruta. Marcando nuevamente las
diferencias, Jaled Mechaal, actual jefe de Hamás, les responsabilizó de la
nueva crisis palestina pero -al contrario de sus oponentes internos- dejó
abierta la posibilidad de formar otra coalición gubernamental.
En una urgente
entrevista en Washington, G. Bush y Ehud Olmert convinieron liberar fondos que
Israel retiene a la ANP en concepto de impuestos, gesto tardío hacia Abbas,
pues uno de sus dramas y también motivo de su impopularidad es precisamente el
ahogo económico al que lo vienen sometiendo. Aislar a Hamás en Gaza y
asfixiarlo financieramente será otra locura pues la víctima será otra vez la
sociedad civil. Sería insensato sostener en estas condiciones una política de
dividir al contrario. Y peligroso a más de insensato.
Lo cierto es que la acción de Hamás no solo ha perjudicado el proceso de
gobernabilidad interna, sino que aleja toda posibilidad de buscar la paz con
Israel. La disputa interna de poder abre un gran debate. Por lo pronto es
evidente de que a ninguno de los dos le conviene una Palestina territorialmente
fragmentada, del mismo modo no les conviene desprestigiarse por los
sufrimientos que padece en demasía la sociedad palestina. Si todo este pesar
favorece un reacomodamiento político para iniciar una nueva etapa, la crisis nuevamente
habrá dado paso a otra oportunidad.
Bibliografía
consultada:
Lucas D. Hernández
Polledo, Hamas: ¿Religión o Política?
Pedro Brieger, ¿Guerra
Santa o Lucha Política?, Ed. Biblos.
Gustavo E. Barbarán, La
muerte de Yasser Arafat, CLAVES nº 133, noviembre 2004.
Gustavo
E. Barbarán, Líbano:
insensato y brutal, CLAVES Nº 151, agosto de 2006.