24 de junio de 2007

Palestina: otra crisis, nueva oportunidad

CLAVES nº 160 – Junio 2007

Al Fatah

Repasemos de nuevo la historia. Yasser Arafat fundó Al Fatah en 1959, grupo político que, en su derrotero, mutó su condición originaria de insurgente y terrorista a organización política con bastante de “partido”; diez años después devino en núcleo básico de la Organización para la Liberación Palestina (OLP), compartida por distintas expresiones civiles y religiosas cuya mayor aspiración era -al igual que, en su momento, para los judíos- crear un Estado que atraiga y contenga la diáspora palestina.

El siguiente paso histórico fue la formalidad de una Autoridad Nacional Palestina (ANP), consecuencia de los acuerdos de Oslo (marzo de 1990), de la que el caudillo fue su primer presidente, electo en 1996. Desde entonces quedó pendiente un último tramo, cuando el ex presidente Clinton presionó a Arafat y al primer ministro Ehud Barak con la frustrada “hoja de ruta”, en Camp David (septiembre de 2000). Esta fórmula negociadora -una de las tantas, avalada por EUA, Rusia, la Unión Europea y la ONU- proponía un camino de tres etapas: 1º terminar con la violencia y el terrorismo, congelar los asentamientos de colonos judíos y reinstitucionalizar Palestina; 2º creación de un Estado Palestino con límites provisorios y sanción de una Constitución Nacional hasta mediados de 2003; 3º resolución definitiva del problema de los refugiados y sus asentamientos, con consolidación de las fronteras y un status para Jerusalén entre 2004 y 2005. Ninguna se cumplió por el boicot político de Hamás, entre otros des-interesados.

Las enormes dificultades para obtener un mínimo resultado dentro de esa línea se patentizan con los sucesivos retrocesos posteriores, el mayor de los cuales fue tal vez la cruenta lucha civil en Líbano durante la segunda mitad del pasado año. En estos días, el enfrentamiento entre Al Fatah y Hamás volvió a ensombrecer toda perspectiva de paz, con la salvedad de que el eterno enemigo israelí esta vez no fue directa causa eficiente; si ya es improbable un diálogo bilateral, cuanto más en un contexto semejante. Con todo, Al Fatah ha sido más proclive a aceptar y negociar con el gobierno de Tel Aviv desde los compromisos de Oslo; Hamás lisa y llanamente no lo hará oficialmente, nunca al menos en las actuales condiciones políticas internas de Palestina, aunque hayan leves aproximaciones en niveles humanitarios.

Muerto el rais el 11 de noviembre de 2004, la Ley Básica preveía que el presidente interino convocara a elecciones en sesenta días; éstas consagraron a Mahmud Abbas, hombre de confianza y segundo de Arafat. Desde entonces, el pobre rema contra la corriente con un ojo puesto en la situación de la ANP y otro en los vecinos, que tanto condicionan la solución de los problemas de fondo.

Hamás

El Movimiento de Resistencia Islámica (Harakat al-mugawama al-islamiya) apareció como tal en 1988, una rama del grupo fundante egipcio “Hermanos Musulmanes” origen de la mayoría de los movimientos islámicos. Bajo el liderazgo del sheik Ahmad Ismael Yasin (miembro de la Hermandad y fundador del Centro Islámico de Gaza, ciudad donde nació, muerto por un misil “quirúrgico” en marzo de 2004), intervino en la primera intifada de finales de 1987.

Se trata de una agrupación esencialmente política, que utiliza el componente religioso para captar la adhesión popular. En tal sentido posee muchos puntos de contacto con Hezbollah, la Jihad Islámica o el Frente Islámico de Salvación, aunque por eso no debe confundir su proximidad con el régimen chiíta de Irán. Asimismo dentro de Hamás conviven sectores moderados reacios al uso indiscriminado de la fuerza, con sectores radicalizados más populares e influyentes.

Entre sus objetivos está no solo la lucha total contra Israel sino también contra la dirigencia moderada de la OLP, en especial Al Fatah. Ahí reside su fuerza: Hamás creció paulatinamente en la misma proporción en que decreció el prestigio de Al Fatah. No es casual que el mayor avance de esa fracción ocurriera cuando en 1982 la OLP padeció su expulsión del Líbano: a partir de entonces, Arafat abandonó de a poco la lucha armada para pasar a una etapa de diálogo diplomático con asistencia de las grandes potencias.

El Movimiento no solo nunca digirió los acuerdos con Israel piloteados por la ANP, sino que los entorpeció con un crescendo de violencia irracional del que aún hay memoria: actos de terrorismo de todo tipo en Israel, ataques suicidas en Tel Aviv, octubre de 1994. A Arafat, entonces, no le quedó otra salida que perseguir a esos activistas y, con ello, crear otra fuente de resentimiento. Los atentados indiscriminados se sucedieron en el tiempo; pretextos no faltaron nunca, sea por la torpeza o la corrupción de la ANP, sea por la ceguera israelí metiendo presión con su política de fijación y aumento de asentamientos en tierras palestinas desde 1967.

Palestina tiene todos los componentes clásicos de una nación, o sea idioma, religión, cultura e identidad étnica; a esa Nación le falta el Estado, primordial objetivo de Hamás, que ve a la Hoja de Ruta maniobrada por EUA contraria a los intereses históricos del pueblo palestino. El objetivo entonces es captar la volunta de las poblaciones de Gaza y Cisjordania para imponer un nuevo ritmo y un nuevo rumbo a las conversaciones multilaterales. En ese marco, dice L. Hernández Polledo, “los postulados religiosos vienen en respaldo de esa política y funcionan como catalizadores y legitimadores de intereses políticos”.
Control de Gaza y fin de la coalición
La gobernabilidad palestina, luego de la muerte del mítico Abu Ammar, se procuró a través de un pacto de gobernabilidad entre Al Fatah, con Mahmud Abas en la presidencia, e Ismail Haniya primer ministro de Hamás. Duró lo que un lirio. La pulseada se expresó en estos días en la franja de Gaza, mediante una operación de las milicias de “Issadim al Kassam”, el brazo armado de Hamás, precipitando el estado de emergencia en toda Palestina. Como siempre, paga los platos rotos la población civil (116 muertos y 550 heridos), que se agolpa en los retenes de control para salir a Egipto principalmente.

De inmediato Al Fatah cortó el diálogo con Hamás, luego que el presidente de la ANP formara un gobierno de emergencia instalándose en Ramallah, Cisjordania, designando nuevo primer ministro a Salam Fayyad, un moderado que se desempeñaba como ministro de finanzas. Abbas recibió de inmediato el respaldo del “Cuarteto para Oriente Próximo”, es decir, los países de la Unión Europea, Estados Unidos y Rusia, más Naciones Unidas, sostenes de la Hoja de Ruta. Marcando nuevamente las diferencias, Jaled Mechaal, actual jefe de Hamás, les responsabilizó de la nueva crisis palestina pero -al contrario de sus oponentes internos- dejó abierta la posibilidad de formar otra coalición gubernamental.

En una urgente entrevista en Washington, G. Bush y Ehud Olmert convinieron liberar fondos que Israel retiene a la ANP en concepto de impuestos, gesto tardío hacia Abbas, pues uno de sus dramas y también motivo de su impopularidad es precisamente el ahogo económico al que lo vienen sometiendo. Aislar a Hamás en Gaza y asfixiarlo financieramente será otra locura pues la víctima será otra vez la sociedad civil. Sería insensato sostener en estas condiciones una política de dividir al contrario. Y peligroso a más de insensato.

Lo cierto es que la acción de Hamás no solo ha perjudicado el proceso de gobernabilidad interna, sino que aleja toda posibilidad de buscar la paz con Israel. La disputa interna de poder abre un gran debate. Por lo pronto es evidente de que a ninguno de los dos le conviene una Palestina territorialmente fragmentada, del mismo modo no les conviene desprestigiarse por los sufrimientos que padece en demasía la sociedad palestina. Si todo este pesar favorece un reacomodamiento político para iniciar una nueva etapa, la crisis nuevamente habrá dado paso a otra oportunidad.

Bibliografía consultada:
Lucas D. Hernández Polledo, Hamas: ¿Religión o Política?
Pedro Brieger, ¿Guerra Santa o Lucha Política?, Ed. Biblos.
Gustavo E. Barbarán, La muerte de Yasser Arafat, CLAVES nº 133, noviembre 2004.
Gustavo E. Barbarán, Líbano: insensato y brutal, CLAVES Nº 151, agosto de 2006.

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