CLAVES nº 161 - Julio 2007
“El mensaje es para todo el mundo: nadie
va a frenar a Brasil de cumplir con su papel histórico. No seremos sumisos para
atender a los otros y no tomar en cuenta los intereses de Brasil” (del presidente Da Silva,
ratificando en el Centro Tecnológico de la Marina su apoyo a la construcción de
un submarino nuclear, martes 10 de julio).
Picando
en punta
Tres días después, Lula no pudo inaugurar los
Juegos Panamericanos en el estadio Maracaná por la silbatina ensordecedora que
inesperadamente le dedicó el público carioca. Aunque ese hecho tenga
explicación, Brasil es así, puro contraste. Pero motiva esta nota otra noticia,
que, pese a la poca repercusión en los medios, suponemos habrá dejado al
gobierno argentino más confundido que con un tres a cero en un encuentro de
fútbol definitorio: el 4 de julio, en reunión bilateral celebrada en Bruselas,
la Unión Europea decidió conferir categoría de socio estratégico a nuestro
vecino-pesadilla. Lo peor fue que los socios del Mercosur se enteraron por los
diarios y de inmediato pasaron a reclamar razones; “Eso demuestra lo mal que
están las cosas en el bloque. Algunos países vinieron a pedirnos explicaciones
a nosotros en vez de llamar a sus socios brasileños”, comentó no sin ironía un
reservado funcionario comunitario (“Bruselas apuesta a la seducción de
Brasil”, La Nación, Comercio Exterior, 03/07/07, p. 4). Este duro
golpe de real politik es, en todo caso, culminación de un proceso e
inicio de otro que tendrá a nuestro gigantesco vecino como protagonista estelar.
En este contexto, la descompasada política
exterior argentina no está en condiciones de equilibrar relaciones de poder en
América Latina. Los cortocircuitos de Lula con Chávez son sobreactuaciones de
ambos para tomar distancias de los embelesos primigenios, cuando ambos estaban
muy fresquitos en sus sillones. Queda Méjico, otro emergente, verdadero
contrapeso histórico de Brasil, con el cual ahora convergen periódicamente nada
menos que en las reuniones del G 8. Repasando el informe “América Latina:
sociedades en cambio”, de febrero del 2004, investigadores del CELAM advertían
cierta tirantez entre Brasil y Méjico por obtener el liderazgo, lo que no se
entiende sino en función de sus respectivos relacionamientos con la Casa
Blanca; no se trata de una diferencia ideológica sino de “perspectivas”, del
interés nacional en suma. Tal vez la tensión esté cediendo porque ambos países
transitan la misma senda, la de ser considerados “países axiales” según la
categorización de Paul Kennedy.
Números recientes
La economía de Brasil creció sostenidamente a
un promedio del 5 % anual en medio siglo a partir de 1930. De 1980 a la finalización
del gobierno de Itamar Franco las tasas de crecimiento fueron bajísimas, hasta
que Fernando H. Cardoso empezó a introducir una serie de reformas que
dinamizaron el aparato productivo en especial con los denominados “fondos
sectoriales”, que los hubieron para petróleo y gas, telecomunicaciones,
transportes, informática, aeronavegación y biotecnología. Esa política se
resume probablemente en el Fondo Verde Amarelho, cuyo objetivo central
era promover la imbricación entre universidad y empresa: las universidades
están a disposición del desarrollo científico, agropecuario e industrial porque
se invierte el 1 % del PBI en investigación (v. Arturo Prins, “¿Brasil,
primer tigre latinoamericano?”, La Nación Line, 5/10/04).
Hace poco, la
economía brasileña ya se afirmó como una de las diez primeras del mundo, en
algo más de una década desde que Cardoso, siendo ministro de hacienda, pusiera
en marcha el Plan Real en 1994. Aparte de autoabastecerse de petróleo, se halla
a la cabeza de la producción de biocombustible (que le permitiéndole estrechar
los vínculos con el gobierno norteamericano); ocupa el tercer lugar mundial en
el coeficiente reservas/producción de hidrocarburos y está sexto en materia de
producción de petróleo; la fábrica de aviones Embraer es tercera exportadora
del mundo; en quince años se transformó de importador neto en mayor productor y
exportador mundial de carne vacuna; es primer productor de café, de azúcar y
naranjas, de siderurgia y etanol; la cosecha de granos pasó de 78.4 millones de
toneladas en la campaña 96/97 a los 131 millones de ahora. Al finalizar el
segundo mandato de Fernando Henrique (1999-2002), las exportaciones anuales
alcanzaban los u$ 50 mil millones de dólares contra u$ 130 mil millones al
empezar da Silva su segundo período (2007-2010). A partir de 2.003 y 2.004 la economía
brasileña comenzó a tener superávit en
la cuenta corriente, por tanto el no depender del capital extranjero para
cerrar las cuentas le permitió cancelar su deuda con el FMI en 2005. En 2002 el
riesgo país era de 2.300 puntos, ahora no llega a 145 (Luis Esnal, “Brasil
acumula más records”, La Nación, Sec. Economía, 24/6/07, p. 7).
Como si lo señalado no bastara, en ocasión de
visitar el Centro Experimental Aramar en la ciudad de Iperó, cerca de San Pablo
(precisamente donde la Marina construye el submarino), da Silva anunció también
una partida de u$ 526 millones para producción de uranio enriquecido destinado
a alimentar reactores de potencia dentro de una inversión de u$ 3.600 millones
que incluye al sumergible y una tercera central nuclear en Angra dos Reis (“Lula
liberó fondos para el plan nuclear”, El Tribuno, Sec. Internacional,
11/7/07, p. 17), justo un día después en que G. Bush (h) anunciara una
reaproximación a América Latina.
Tener o no tener un proyecto, esa es la cuestión
Promediando la mitad del primer mandato de
Lula, ya empezaban a verse los
resultados de políticas implementadas con más praxis que ideología,
especialmente en el campo social, lanzando una guerra sin cuartel contra el
hambre y un plan de becas y de farmacias de dudosa eficacia; tanto que el
antecesor fustigó duramente al sucesor indicándole que los programas habían
entrado a la historia “como ejemplo de pobreza conceptual y de incompetencia
operativa”, permitiéndose sugerirle que “quizá se deba hablar francamente al
país sobre el mejor rumbo para que del crecimiento del PBI se derive un
desarrollo que fortalezca a la ciudadanía y amplíe la igualdad de
oportunidades” (F. H. Cardoso, “Brasil, a marcha forzada hacia la insensatez”,
Clarín 12/12/04, p 32). A partir de 2005, da Silva se desprendió de sus
conmilitones más extremistas, expurgó los primeros atisbos de corruptelas y
comenzó a tejer nuevas alianzas con
sectores en condiciones de soportar esos golpes de timón con mirada
puesta en la reelección, que finalmente logró en segunda vuelta el 29 de
octubre de 2006 (60,8 % contra 39,2 % de Geraldo Alckmin del PSDB) (v. “Con
una aplastante victoria, Lula logró la reelección en Brasil”, Clarín,
30/10/06); él había ganado su primera presidencia en la primera vuelta, con
más del 60 % de los votos.
Mientras Brasil siga creciendo en todos los
aspectos, más difícil será seguirle el paso. Lo de la UE es un baldazo para el
Mercosur. ¿Negociará el apoyo a su banca como miembro permanente del Consejo de
Seguridad de la ONU, a cambio de no postergar su destino latinoamericano, como
alguna vez proclamara Cardoso? “La Argentina y Brasil se necesitan mutuamente
-señalaba hace unos meses Miguel A. Espeche Gil-. [...] El accionar
internacional, concertado bilateralmente en pos de objetivos compartidos, ha
demostrado dar mejores resultados que las acciones emprendidas separadamente” (v.
M.A. Espeche Gil, “Brasil en el Consejo de Seguridad”, La Nación, Sec.
Notas, 10/11/06, p. 21). ¿Será esto posible?
La última vez que dedicamos esta columna a
Brasil fue en mayo de 2005 (nº 137 “¡Ay Brasil, Brasil!”), ocasión en
que informábamos sobre la definitiva integración brasileña al grupo BRIC
(Brasil, Rusia, China y la India; ahora se van agregando a esa lista Indonesia
y Méjico), que pilota el grupo inversor Goldman Sachs. En esa nota intentábamos
repasar el destino histórico y geoestratégico de la República Federativa
de Brasil, que, tal vez para sacudir
nuestra pereza intelectual, calificamos de “unívoco”. Por cierto que hay
disonancias (de hecho, la izquierda no ha recibido con beneplácito el estrecho
contacto con la UE), pero existe una línea histórica de la cual los sucesivos
ocupantes del Palacio de Planalto no se apartan demasiado. Sin perjuicio pues de
la hipérbole, constatable con datos precisos, lo cierto es que nuestro socio
mayoritario está en el lote de las naciones líderes de la política mundial
dentro de una generación, pese a los desafíos, amenazas y dificultades que
Brasilia deberá sortear hasta entonces. Existen serios problemas (violencia,
corrupción, pobreza generalizada) que justifican otro comentario, lo que se
hará en el próximo número.
Tampoco será ésta la última vez que
escribamos sobre Brasil; mas bien debiera ser una práctica más generalizada y
constante. Tenemos razones suficientes que lo justifican, vinculadas al interés
nacional propio según lo interpretamos. Y desde luego que eso va bastante más
allá del fútbol. Mal que nos pese...
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