Claves
nº 202 – agosto 2011
Ing. Francisco
A. García – In memoriam
El discurso de
Obama en el Parlamento Británico
“Se ha convertido
en una moda el preguntarse si el crecimiento de estos países se acompañará de
un declive de la influencia estadounidense y europea en el mundo. Algunas
veces, con este argumento se dice que estos países representan el futuro y que
nuestro liderazgo se ha acabado. Este argumento es erróneo.” (Barak Obama a
lores y comunes).
Cada
tanto los estados buscan alinearse como los planetas en una determinada órbita
y ese reordenamiento cósmico incluye algunas predicciones cataclísmicas. Aunque
lo realmente temible es, para el caso de la política internacional de estos
años princiseculares (valga el
neologismo), la incomprensión o –peor- la negación de claras señales que advierten
sobre la necesidad de un giro copernicano en el sistema internacional, debido
también a lo que hoy está ocurriendo fronteras adentro de los estados. Como
nunca, las crisis político-sociales nacionales y la incapacidad para
resolverlas están incidiendo en el rediseño de las relaciones internacionales.
Sirva como botón de muestra el comportamiento de la dirigencia norteamericana
en el debate presupuestario, que puso en alerta roja a la economía mundial. A
tal situación de tensión generalizada no se le está dando la importancia que merece,
a estar por las reacciones de los gobiernos jaqueados y de los factores formales
de poder mundial que persisten con recetas de dudosa eficacia[1].
El
mundo que se avecina requiere otro esquema de seguridad mundial, en el cual el
monopolio del uso de la fuerza esté convenientemente equilibrado y controlado
por la comunidad internacional, ya sea actualizando los capítulos VI (“Solución
pacífica de controversias”) y VII (“Acciones en caso de amenazas a la paz,
quebrantamientos de la paz o actos de agresión”) de la Carta de Naciones Unidas,
sea reemplazándolo. Para un nuevo orden internacional más responsable,
solidario y confiable habrá que andar todavía un largo trecho, puesto que implica
un decidido consenso interestatal, improbable en la actualidad.