Revista CLAVES nº 208 Año XXI – Abril de 2012
No hace falta mucha
perspicacia para percibir las señales en el cielo, basta prestar un poco de
atención. ¿Nubes de tormenta o solo nubarrones?, ¿lluvia pasajera, granizo
grueso, tornados, arreboles de esperanza? En verdad todo depende de quién
observe y dónde esté parado, aunque oportunidades y amenazas vayan
parejas.
Hipótesis de trabajo (casi comprobada): las secuelas de la crisis
mundial, que arrancó con las hipotecas fallidas, están lejos de superarse, pues
habiendo nacido financiera devino económica y afecta por ende a la producción y
al comercio mundiales. ¿El “modelo” capitalista tampoco da para más o se trata
de otras ondas de N. Kondratiev? El cuasi derrumbe del welfare state afianzado en la porción “norte” del planeta, ¿es causa
o efecto de los desbarajustes europeos? Esta pregunta puede resultar
estrambótica para los habitantes de Mali,
Níger y Sudán, Afganistán o Yemen (más de 115 millones de personas a la
deriva, sumando todos esos países hoy en situación desesperada), como
igualmente ajena a los habitantes de los bolsones de pobreza, que proliferan en
los países en vías de desarrollo y
aún en aquel primer mundo, desbordado de indignados que escarban basura como la
madrileña cuya foto dio vuelta al mundo a inicios de abril, o los que
directamente optaron por el suicidio según ocurrió en Italia y Grecia para la
misma época.
Tal hipótesis se enmarca en un escenario ya tratado en esta
columna. En nuestra nota sobre el cambio
epocal[1],
referíamos cómo se está disputando un nuevo orden político y un esquema de
seguridad mundiales, en los cuales la novedad está dada por el surgimiento de
nuevos actores estatales y no estatales -amigables y no amigables- que se disputan
las posiciones privilegiadas. También referimos en otra ocasión que las grandes
potencias de hogaño, Estados Unidos en particular, nunca cederán protagonismo y
-mucho menos- porciones de poder real por más golpes internos o externos que
reciban. El presidente Obama fue por demás explícito en su histórico discurso
en el Parlamento Británico, en mayo del año pasado[2].