Revista CLAVES nº 208 Año XXI – Abril de 2012
Desde la firma de los tratados de paz de Westfalia para adelante, una élite de “naciones civilizadas” fijó rumbos y manejó los destinos del mundo, alternándose en la supremacía convencidas de cierto compromiso histórico de responsabilidad en tanto ejes de la comunidad internacional. España, Francia, Inglaterra, Prusia, Rusia, Estados Unidos, China, Japón y pocos más, jugaron entre sí con dados cargados durante los siglos XVIII, XIX y XX. Dados cargados por lo general, pero también a la ruleta rusa según como lo demuestran feroces guerras en el teatro europeo y en todos los confines donde vieran amenazados sus intereses. La lista es demasiado larga. Pues bien, a nuestro criterio, las reglas de juego[3] inventadas por necesidad a partir del surgimiento del estado moderno son insuficientes para abordar las problemáticas de la globalización, que -en ceñida síntesis- pasan por cómo evitar nuevas masacres por el control, aprovechamiento y distribución de los recursos naturales.
No hace falta mucha
perspicacia para percibir las señales en el cielo, basta prestar un poco de
atención. ¿Nubes de tormenta o solo nubarrones?, ¿lluvia pasajera, granizo
grueso, tornados, arreboles de esperanza? En verdad todo depende de quién
observe y dónde esté parado, aunque oportunidades y amenazas vayan
parejas.
Hipótesis de trabajo (casi comprobada): las secuelas de la crisis
mundial, que arrancó con las hipotecas fallidas, están lejos de superarse, pues
habiendo nacido financiera devino económica y afecta por ende a la producción y
al comercio mundiales. ¿El “modelo” capitalista tampoco da para más o se trata
de otras ondas de N. Kondratiev? El cuasi derrumbe del welfare state afianzado en la porción “norte” del planeta, ¿es causa
o efecto de los desbarajustes europeos? Esta pregunta puede resultar
estrambótica para los habitantes de Mali,
Níger y Sudán, Afganistán o Yemen (más de 115 millones de personas a la
deriva, sumando todos esos países hoy en situación desesperada), como
igualmente ajena a los habitantes de los bolsones de pobreza, que proliferan en
los países en vías de desarrollo y
aún en aquel primer mundo, desbordado de indignados que escarban basura como la
madrileña cuya foto dio vuelta al mundo a inicios de abril, o los que
directamente optaron por el suicidio según ocurrió en Italia y Grecia para la
misma época.
Tal hipótesis se enmarca en un escenario ya tratado en esta
columna. En nuestra nota sobre el cambio
epocal[1],
referíamos cómo se está disputando un nuevo orden político y un esquema de
seguridad mundiales, en los cuales la novedad está dada por el surgimiento de
nuevos actores estatales y no estatales -amigables y no amigables- que se disputan
las posiciones privilegiadas. También referimos en otra ocasión que las grandes
potencias de hogaño, Estados Unidos en particular, nunca cederán protagonismo y
-mucho menos- porciones de poder real por más golpes internos o externos que
reciban. El presidente Obama fue por demás explícito en su histórico discurso
en el Parlamento Británico, en mayo del año pasado[2].
Desde la firma de los tratados de paz de Westfalia para adelante, una élite de “naciones civilizadas” fijó rumbos y manejó los destinos del mundo, alternándose en la supremacía convencidas de cierto compromiso histórico de responsabilidad en tanto ejes de la comunidad internacional. España, Francia, Inglaterra, Prusia, Rusia, Estados Unidos, China, Japón y pocos más, jugaron entre sí con dados cargados durante los siglos XVIII, XIX y XX. Dados cargados por lo general, pero también a la ruleta rusa según como lo demuestran feroces guerras en el teatro europeo y en todos los confines donde vieran amenazados sus intereses. La lista es demasiado larga. Pues bien, a nuestro criterio, las reglas de juego[3] inventadas por necesidad a partir del surgimiento del estado moderno son insuficientes para abordar las problemáticas de la globalización, que -en ceñida síntesis- pasan por cómo evitar nuevas masacres por el control, aprovechamiento y distribución de los recursos naturales.
Una característica que marca esta primera década del nuevo siglo
que hemos transitado es la afirmación del multilateralismo, entendiendo por tal
un sistema de acuerdo que sustituya al unipolarismo norteamericano, y está impulsado
básicamente por China y Rusia (que compartirán el gasoducto de Altai[4] para garantizar
a la primera economía mundial 68.000 millones de m3 de fluido para no depender
de los socios de Occidente), grupo al que se suman gustosos Brasil, India y
ahora Sudáfrica. Frente a desafíos globales perfectamente identificables, la
tendencia será a evitar, pues, los conflictos derivados del uso y mal uso de
los recursos naturales, los daños ambientales, epidemias, endemias y pandemias,
población y seguridad en foros intergubernamentales. Lo cual, dicho sea de
paso, no implica necesariamente que en cada conferencia diplomática se creen
nuevas organizaciones internacionales; siempre será más práctico replantear total
o parcialmente las existentes.
Un indicio de esos nuevos tiempos indica que no es
imprescindible ser potencia nuclear para integrar los grupos selectos. Dentro
del originario y mezquino G 6 (reunido por primera vez en 1973), la mitad
–Alemania, Italia, Japón- no poseen armas atómicas; tampoco las tiene Canadá
(incorporada en 1976) sí Rusia, cuando el conglomerado pasa a denominarse a
partir de 1998 G 7 + 1. Ahora ya hablamos de G 20, que incluye a nuestro país
que carece de hidrocarburos y fuerzas armadas, pero está en condiciones de
alimentar a 400 millones de seres humanos. ¡Qué mejor signo de los tiempos!
No puede desconocerse la incidencia en el orden cuestionado
que aún poseen los principales organismos multilaterales en los cuales las
grandes potencias occidentales tienen una evidente gravitación desde su
creación desde el final de la Segunda Guerra Mundial en adelante –FMI, Banco
mundial, OMC, OCDE- sin perjuicio de la subsistencia de privates lobbies del tipo Club de Roma, Trilateral Comission, Club de París, para no embrollarnos con las
logias del submundo delictivo vinculadas al narcotráfico, tráfico de armas o
trata de personas, cuyo dinero sucio circula de lo más campante por los mismos circuitos
del dinero limpio.
Las señales a las que haremos referencia en esta nota, son las
que cualquier mortal halla disponibles en los medios de comunicación, de
cualquier naturaleza y de cualquier parte del mundo. Algunas pueden parecer
referidas a cuestiones de coyuntura, pero sin embargo tiene capacidad para
incidir, al menos en el mediano plazo, en
el armado de ese mundo que se avecina y que nadie garantiza si será
mejor o peor que lo conocido.
Veamos algunas. Hace poco Jeffrey Sachs, el incordio economista
que nunca será premio Nobel por su afán de cancelar las deudas externas de los
países más pobres, retiró su candidatura al enterarse que Barack Obama propuso para
presidir el Banco Mundial al médico coreano –naturalizado norteamericano- Jim Yong
Kim, a quien calificó de un “líder del desarrollo global”. Que lo diga un duro
crítico del recetario del FMI es todo un dato, más si el gobierno de Estados
Unidos ha tomado conciencia de “esta nueva realidad que asusta”. Según Sachs[5], “en los
próximos 10 años problemas con el agua contribuirán a la inestabilidad de
Estados que son importantes para los intereses nacionales de seguridad de
Estados Unidos”. Si su mandante no lo impulsa, cabrá al resto de los países
presionar por un nuevo diseño de desarrollo, lo cual implica definir a qué
sectores se orientará la inversión. Más de un lector sonreirá con esta
apreciación, sin embargo se trata de otro rasgo del multilateralismo
finisecular: la mayoría de los organismos especializados de Naciones Unidas
tiene una vida propia en muchos aspectos, pues han debido adaptarse a los
tiempos, a las necesidades y reclamos que la propia realidad humana ha
impuesto. La tendencia es que esos organismos cada vez sean menos dóciles a las
digitaciones de las grandes potencias para ser más multilaterales e
universales, precisamente.
Otro dato que merece seguirse con atención es la más feroz
disputa de poder habida en China con motivo del cambio de mando que debe
producirse en octubre cuando se reúna el PCCh. No resultará fácil remplazar a Hu
Jintao, que en su mandato de 10 años hizo a su país la primera economía mundial. Se anuncia un
choque cósmico entre el ala reformista desarrollista que lidera el que se va,
con la aún fuerte facción ultraconservadora (es decir maoísta), cuyo líder y
miembro del Buró Político BO Xilai fue obligado a renunciar mediante una
maniobra que lo maltrató (se acusó a su esposa de participar en el asesinato de
un empresario británico)[6].
En menor escala, la reelección presidencial en Francia, cuya
primera vuelta ya habrá ocurrido cuando el lector tenga este ejemplar en su
manos[7], implica
un dato importante por la incidencia del eje Berlín-París en los asuntos
europeos y en la presente crisis que amenaza principalmente a los países del
Sur continental -Portugal, España, Italia y Grecia- pero que puede maltratar al
resto.
Por lo demás, ¿qué está indicando el atolladero sirio? Lo que
ocurre en Siria, y ya pasó en Libia, es otro indicio del reacomodamiento de
piezas en el actual tablero mundial, pues lo que allí sucede -réplica de lo acontecido desde la crisis de
Túnez en adelante- es un experimento relacionado a una forma menos traumática
de imponer la paz y seguridad mundiales, expresada en el concepto de la
“responsabilidad de proteger” a los pueblos de los delitos contemplados en el Estatuto
de la Corte Penal Internacional, que está sacudiendo los cimientos del
principio de no intervención y de jurisdicción exclusiva tan imbricados con los
de soberanía e independencia política.
Pese a hechos de violencia e intolerancia absurda e
indiscriminada, como la matanza de cristianos en el norte de Nigeria en plena
celebración del domingo de Pascua, el mundo sigue ofreciendo más oportunidades
que amenazas.
¿Está nuestro país en condiciones de integrarse al grupo de
naciones líderes que van a definir el mundo para el siglo XXI? ¿Podrá ser un
“bric” más? ¿Corremos riesgo de la membrecía en el G 20, tal se dice en algún
corrillo? Es posible que muchos gobernantes no quieran a la Argentina
imprevisible sumarse al grupo de naciones previsibles. Sin embargo, no habrá
riesgo mientras nuestro despoblado país esté en condiciones de alimentar a
millones de personas. De todos modos, no es para andar corriendo riesgos.
Por lo pronto, hay que dejar de mirarnos el ombligo y
observar el mundo enmarcado en un proceso de globalización como nunca antes
ocurrió en la historia. Y por lo que hemos expresado antes, es obvio que las
hasta ahora potencias centrales querrán seguir siéndolo y a la vez se esforzarán a través de una diplomacia activa
para que el Club de privilegiados no se constituya en una verbena. Por ende, en
estos tiempos en que se están barajando las cartas para dar de nuevo, miremos también
para adentro por aquello de que ningún viento es bueno si no se tiene claro el
rumbo.
Hay un puñado de señales negativas para considerar. Por lo
pronto, no se debe tomar a la ligera la molestia de 40 de los 187 países
miembros de la OMC por las restricciones que nuestro país está imponiendo al
comercio internacional. El gobierno nacional ha amenazado con represalias, por
ejemplo a Méjico, al que restringirá la venta de automóviles. Queja similar planteó
en Buenos Aires el embajador de India en nuestro país, anunciando que, al igual
que en 2010 y 2011, ese país reducirá la compra de productos argentinos. A Chile,
subcontratista de YPF, hubo que respetarle una de las áreas que la ENAP chilena
explotaba en territorio chubutense, y a las apuradas antes del viaje de la Presidente
a Santiago. El mismo reclamo hizo Dilma Rousseff por Petrobras, por el área de
Veta Escondida en Neuquén. Los empresarios brasileños y uruguayos están
saturados de las arbitrariedades del secretario Moreno, lo cual llegó a su
ápice cuando el canciller uruguayo comparó
la presión argentina sobre el gobierno malvinense con el bloqueo norteamericano
a Cuba. Esas cosas no se dicen por una mala noche de sueño. En materia de
política exterior y diplomacia, lo hemos dicho hasta el cansancio, nadie regala
nada.
*
Esta nota se terminó de escribir antes
del anuncio presidencial acerca de la expropiación del paquete accionario de
Repsol-YPF, por eso no se menciona en ella tan importante suceso. De todos
modos hay que sumar el dato a los otros descriptos en el final, acentuando
–lamentablemente- nuestra fama de imprevisibles.
[1] Ver “Cambio de época, ¿cambio de paradigmas?: resultados inciertos”, Revista Claves nº 205 - noviembre 2011.
[2] “El discurso de Obama en el Parlamento Británico”, Revista Claves nº 202 – agosto 2011.
[3] Las
reglas a que nos referimos son los grandes principios de derecho internacional
en que se basa el orden de las Naciones
Unidas, detallados en el art. 2 de la Carta y en la Resolución 2625 de la
Asamblea General, de 1970.
[4] Otra
muestra de la disputa por el acceso a los recursos naturales: la respuesta
norteamericana ha sido el Gasoducto Transafgano, que involucra a Afganistán,
India, Pakistán y Turkmenistán.
[5] J. D.
Sachs, “Un gran candidato para el Banco Mundial”, La Nación, Sec. Economía, 01/04/12.
[6] “China
ante su mayor crisis política”, La Nación, 08/04/12; “Extiende China censura
ante grave cirsis política”, Notimex, 12/04/12, en www.zocalo.com.mx.
[7]
Actualizado este artículo para su
inclusión en este blog, el dato importante no ha sido tanto la paridad entre
Hollande y Sarkozy, ambos en el ballotage,
sino el avance del Frente Nacional de Marine Le Pen, en consonancia con otros
partidos similares de Austria, Finlandia, Hungría, Noruega y Suiza; todos anti
UE.
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