1 de noviembre de 2012

Concejal Iconoclasta Derrumba Virrey



Viendo pasar

Abstraído por la crisis de la Fragata, regreso intelectualmente a cuestiones de la Mvy Noble y Leal Civdad de Salta, abocándome al conocimiento de un singular proyecto de ordenanza. Así, me impuse de los fundamentos mediante los cuales un concejal, a la sazón presidente del H. Cuerpo, propuso a) cambiar de nombre a la Avenida Virrey Toledo y extirpar de la Plazoleta 4 Siglos el inquietante monumento a don Francisco, b) suplantarlo por el de doña Juana Azurduy de Padilla, a construir, y c) asignar nuevo nombre a la más larga avenida de nuestra ciudad. [La Coronela de la Patria Grande merece todo nuestro reconocimiento y un lugar de conmemoración aparte y autosuficiente más bien cercano al Gral. Güemes, pero sin demoler a nadie para construir encima. Todas las grandes culturas hicieron eso demasiadas veces].  

En realidad sería como trozarla. La cuestionada avenida recorre Salta de punta a punta, bordeando las serranías del este, con nombres distintos: el del quinto Virrey del Perú, Reyes Católicos hacia el norte e Hipólito Yrigoyen al sur. La denominarían Av. del Bicentenario de la Batalla de Salta en toda la extensión; batalla, dicho sea de paso, hito de la independencia que supimos conseguir con el coraje de criollos, mulatos, indios, negros y españoles. [En todo caso, ¿no sería más coherente cambiarle el nombre a la Av. Sarmiento, cuya cabecera se halla donde precisamente ocurrió el heroico suceso militar? Además el sanjuanino, liberal incordio, instaba a derrochar sangre de gauchos]. 

Los numerosos considerandos -20- del proyecto pueden dividirse en tres partes. Primero, los que refieren motivos para defenestrar al Virrey, una suerte de Nüremberg post-mortem. [Hubiera sido más contundente apuntar a Felipe II que lo designó, y a quien le caben las responsabilidades propias de los “cabeza de estado”. Pero, claro, en Salta ese rey no tiene arraigo ni plaza ni calle]. Luego están los fundamentos por los cuales las referencias virreinales serán remplazadas por las de la Flor del Alto Perú. Por último, los que justifican la mención a la Batalla de Salta. En suma, un pastiche que hace agua por los cuatro costados y revela las fuentes en que abreva la iniciativa del concejal. En el considerando sexto descalifica “la historia que siempre nos contaron”, escrita por los vencedores y que reproduce la ideología autoritaria “[…] de aquellos cuyo proyecto era la conquista a través del sometimiento y la destrucción, impidiendo la construcción definitiva del presente y del futuro si mantenemos en pie la armazón de un pasado falsificado”. El nº 20 parece una confesión de parte Que no se trata de un acto de venganza, no es odio ni resentimiento, los actos fundados en la memoria colectiva y la verdad histórica solo buscan acto de justicia” (sic).  Dicho esto 519 años después del descubrimiento-encuentro-choque-conquista de América y 429 años después de muerto el virrey. 

El Sr. Rodríguez –su autor- pontificó a posteriori ante la prensa local que “No existe en la tierra pueblo libre y soberano que rinda culto a sus opresores o a sus invasores”, frase sonora en verdad pero equívoca. Pensé entonces ¿cómo pueden honrar los madrileños a los reyes visigodos invasores de la Hispania, paraditos y en fila cerca mismo del borbónico Palacio de Oriente? Y me acordé de unos cuantos opresores-invasores en serio y seriales: ¿cómo no se los execra en Europa y en cambio los recuerdan monumentos, plazas, calles y avenidas incluso de países “enemigos”? Recordé también el culto mexicano a Cuauhtémoc: ¿qué sentirán los descendientes de totonacas, mixtecas y zapotecas aún circulando, que se la tenían jurada a los aztecas y se aliaron con Cortés para derribar Tenochtitlán? Y así siguiendo. 

Podría citar decenas de ejemplos conmovedores, escandalosos, siniestros los más, que han plasmado el mestizaje universal, biológico-cultural de la humanidad a inicios del siglo XXI. Pero, breviatis causae, me remito –e invito a los señores concejales y señoras concejalas, antes de cantar su voto- a la lectura de un excelente texto, compilatorio de las formas en que las sociedades se han suplantado unas a otras mediante epopeyas y desmanes: Conquista, del australiano David Day (Ed. Crítica. México, 2006). La historia de este planeta –me convencí luego de leer el libro- está plagada y traspasada de claroscuros, perspectivas de escorzo, inconsistencias, ambigüedades, brutalidades, cinismos e hipocresías, como asimismo de heroicidad, altruismo, solidaridad, ejemplaridades, caridad y humanismo en estado puro.

Pues bien, ¿es legítimo imponer así como así una visión lineal de la historia, incurriendo en flagrantes anacronismos? ¿Es acertado juzgar hechos y personajes descontextualizados de su tiempo? Y conste que esta nota no es apología del susodicho Francisco Álvarez de Toledo, a quien ya juzgó la Historia, muerto justo cinco días después de establecerse la ciudad que mandó fundar en el actual Norte Argentino, bisagra del Centro Oeste Suramericano. Aflige el endeble “relato” de su actual derrocamiento porque se enmarca dentro del esquema maniqueo buenos-amigos-justos-nosotros/malos-enemigos-réprobos-ustedes, en cuyo marasmo varios quedaremos fregados. [Y para colmos se apura la modificación sin siquiera consultar a los vecinos residentes en una y otra banda de la avenida, de norte a sur, los cuales podrían ubicar las cosas en su debido lugar: vox populi, vox dei].

Más adelante, si son coherentes, los ediles iconoclastas habrán de avanzar sobre Hernando de Lerma, Isabel y Fernando, y por qué no Rivadavia, Mitre y el Gral. Roca o sobre cualquiera que no compagine con el relato. ¡Cuidado Señores Concejales, que con esa lógica y criterios habréis de derrumbar tarde o temprano la noble institución que os cobija, heredera del perverso esquema imperial-colonial delineado en la Real Ordenanza de Intendencias de 1782 de la que, os guste o no, sois herederos!

Si autores de proyectos vanos y oportunistas lograran mirar más lejos, detrás de las bellas montañas de este luminoso Valle de Lerma, para contemplar el mundo tal cual es, les sugeriría con amabilidad y modestia que propongan con ánimo hegeliano y trabajen en esa dirección. Y para que no digan que este comentario desestabiliza, formulo una propuesta pro-positiva, para lo cual dirijo mi recuerdo y afecto a la ciudad de México: allí está la Plaza de las Tres Culturas, en Tlatelolco, pleno centro del DF. ¿Por qué a ningún funcionario o legislador, desde 1983 a la fecha se le ocurrió homenajear también a nuestras tres raíces? ¿No estamos transitando acaso tiempos de bicentenarios, en los que buscamos una síntesis superadora que nos permita dar un salto cualitativo en lo institucional y sociocultural? Urge afianzar una visión integral de la historia patria, en la que quepamos todos “[…] sin excluir a nadie, privilegiando a los pobres y perdonando a los que nos ofenden, aborreciendo el odio y construyendo la paz”.

Finalizo con esta anécdota, contada por mí en otras ocasiones, aleccionadora para la Argentina exasperada de estos días: Arturo Frondizi, el primer presidente que salió a mostrar nuestro país al mundo para integrarse con él, visitó la India (actualmente camino a superpotencia) entre otros destinos a principios de 1961. El primer ministro Jawaharlal Nehru -nada menos, fundador con Nasser y Tito del Movimiento de los No Alineados (a cuya integración apuntaba nuestro estadista)- fue su guía en el recorrido por el palacio de gobierno. Llegados a una sala de situación, Frondizi advirtió en las paredes óleos de virreyes británicos y, sorprendido, preguntó cómo seguían allí exhibidos apenas a 14 años de la independencia india: “Sr. Presidente –contestó el Pandit- ellos son parte de la historia de la India”. ¿Se entiende, Sres. Concejales?

7 comentarios:

Anónimo dijo...

Los concejales (notese que ni siquiera digo "Senores Concejales) deberian ponerse a trabajar en las realidades acuciantes y cada vez mas graves que aquejan a nuestra ciudad,en lugar de perder el tiempo en iniciativas maniqueas, que azuzan las antinomias (monumento de Manchala, Virrrey Toledo, etc.), con las que nunca avanzaremos como pais! concejales, a laburar, que para eso se los eligio!!

GE Barbaran dijo...

Entiendo su postura y la respeto: eso deben hacer los concejales. Pero no desmerezco la importancia de la iniciativa, más allá de la mayor o menor profundidad de los fundamentos para "derribar" al Virrey. Necesitamos una síntesis, como digo en la nota, no una visión anacrónica de nuestra historia. Por eso mi cita de la Plaza de las Tres Culturas. A eso hay que apuntar.

Gonzalo Guzmán Coraita dijo...

Excelente artículo

chango dijo...

un artículo de alta escuela coomo los de Gustavo. Posiblemente haya que explicárselo al principal detinatario. Quien, de haber sido la historia como cree que debió haber sido sería hoy esclavo de los incas que de buenas gentes tenían poco. Excelente artículo

Germán Fritsch dijo...

Leo este artículo, 3 años después de su publicación, pero no pierdo la oportunidad de realizar una acotación al respecto. En unas de las rotondas del Barrio Grand Bourg, a 4 cuadras de la Casa de Gobierno, posa radiante, iluminado por el sol, un busto del Mariscal Tito, si, leyó bien, del Mariscal Tito. Durante estos años que se discute sobre los nombres de calles, monumentos, etc., nadie se percató de la presencia de este pequeño monumento en honor a una persona acusada de varias masacres y democidios, al menos no se puso en tela de debate.

Gustavo Barbarán dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Gustavo Barbarán dijo...

Es verdad, estimado Germán. El busto de Tito quedó allí porque en ese tiempo Yugoslavia iba a financiar algún emprendimiento público (sanitario, creo) y -se decía- el monumento formaba parte de los acuerdos. Me parece que también algo incidió la leyenda de que Josip Broz estuvo en la construcción del ramal C 14 del FFCC Belgrano "Huaytiquina". En estos días traté de verificarlo, pero no encontré a nadie que me dé precisiones al respecto.Cordial saludo.