La marcha silenciosa propuesta por los fiscales para las 6 p.m. del 18 de febrero de 2015, pasó ya a la ajetreada historia contemporánea del país de los argentinos. Será recordada con aire entre melancólico-triunfal por buena porción de la sociedad.
Fue una marcha política, desde luego, y nadie debiera sentirse molesto por tal calificación; lo hubiera sido incluso limitada a un homenaje al muerto. Todo es política, más grande, más pequeña, pero política al fin.