24 de abril de 2009

Opinión Resumida Sobre la Crisis


Revista Claves Nº 178 - Abril de 2009

OPINIÓN RESUMIDA DE GEB

Que la economía mundial se halla en una crisis de magnitud, no caben dudas; como tampoco que su pronóstico es impredecible. Sus causas y la consideración acerca de si era o no previsible-evitable (en lo personal intuyo que sí), excede el espacio de esta reflexión. El portentoso desfalco de B.L. Madoff o la caída no menos escandalosa de Lehman Brothers fueron algunos de los temblores que preanunciaron el terremoto. ¿Quién recuerda ahora a WorldCom y Enron Corp. en Estados Unidos, Vivendi Universal en Francia o Parmalat en Italia, todas variaciones sobre el mismo tema? Si hay algo que pueda denominarse “capitalismo salvaje” (v. Claves nº 105, nov./2001), están esos casos para definirlo a la vez que reclaman controles más rigurosos de un sistema financiero internacional ciego, sordo y mudo. Buscar los responsables parece un ejercicio saludable. El castigo, sea de cárcel o una condena moral internacional, indicará hasta dónde introducir el bisturí. Mucha plata sucia dando vuelta por paraísos fiscales, apenas la punta del iceberg de cuestiones más complejas, reclama cuán dispuestas están las grandes potencias a inducir cambios de fondo y perdurables.

Como toda crisis profunda, es muy difícil que se resuelva pronto y bien. Llegó para quedarse y la padecerán, desde luego, los países que se hallen con defensas bajas. “Cuando los fenómenos son tan complejos, los pronósticos no pueden señalar nunca un solo camino, y se puede incurrir en el error de esperar consecuencias demasiado rápidas e inevitables de causas que acaso no son todas aplicables al problema”, decía J.M. Keynes en Las consecuencias económicas de la paz, libro fuertemente crítico, escrito luego de la Primera Guerra y que los expertos deberían releer en estos tiempos.

Cuando se reflexiona sobre esta crisis, automáticamente las miradas vuelven hacia atrás buscando similitudes y diferencias con la de los años ‘30, por una parte; por otra, se enjuicia también el funcionamiento de los organismos multilaterales de crédito, particularmente al Fondo Monetario Internacional. Es razonable considerar la necesidad de una reforma de los estatutos del FMI y del Banco Mundial y, por extensión, de otros entes regionales como el Banco Interamericano de Desarrollo. Lo que nadie arriesga es cuán profunda debiera ser y esto implica una divisoria de aguas. Después de todo, el orden impuesto por los Acuerdos de Bretton Woods en una etapa muy especial del siglo XX, prácticamente ha muerto en 1971, cuando EE.UU abandonó el patrón oro y devaluó el dólar. Al imponer el FMI en 1978 la obligatoriedad de la libre fluctuación de monedas, aquellos paradigmas quedaron in desuetudo. La devaluación del peso mexicano en 1994; la crisis financiera asiática de 1997 que empezó con la devaluación de Tailandia y siguieron las de Malasia, Indonesia y Filipinas; la crisis rusa de 1998, consecuencia según especialistas de la asiática; la de Brasil de ese mismo año; la hecatombe argentina, en fin todo fue producto de las recetas del Fondo, enancadas a las “sugerencias” del “Consenso de Washington” (v. Claves nº 149, jun./2006), una demostración de la ineficacia de reglas de juego cortoplacistas y etnocéntricas. Hay que entender que la crisis actual no es solo financiera, afecta a la economía mundial en todos sus aspectos; roza la estabilidad política de los estados por la incidencia social que implica la caída de grandes empresas y el cierre de fábricas de cualquier tamaño.

La primera cumbre del G 20, Washington – noviembre de 2008, fue un fracaso; por eso la siguiente convocatoria para Londres, el pasado 2 de abril, fue más cautelosa. Si bien hubo lugar para la retórica (Gordon Brown sepultando al Consenso de Washington), los acuerdos logrados entre los líderes presentes no dejan de apuntar a la coyuntura. De hecho, varios puntos eran más que necesarios: en lo financiero, control de los fondos de riesgo (hedge funds), de los paraísos fiscales, calificadoras de riesgo y honorarios de banqueros; en lo comercial nuevamente apuntar a la conclusión de la Ronda de Doha y frenar el proteccionismo; triplicación de los recursos del FMI hasta u$ 750.000 millones. Se dio un paso importante, pero insuficiente para declarar superada la crisis, porque si el 85 % de la riqueza mundial se concentra en el 10% más rico y el 50% de los más pobres solo participa del 1%, algo no funciona y exige respuestas cualitativamente distintas.

En este tiempo de multilateralismo no hay margen para “muñequeos” como el de EE.UU y el Reino Unido en 1942,  cuando diseñaron el orden económico-financiero de  la posguerra. Hoy son varias las potencias en condiciones de “rectorar” (aparte de los Estados Unidos, la Unión Europea, el grupo BRIC con China y Rusia a la cabeza) en condiciones de imponer reglas de juego para el corto y mediano plazos, mientras que para el largo (20 años vista) se arma un nuevo esquema de poder mundial. Quizás esto sea lo más interesante de todo el debate.

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