14 de noviembre de 2014

Medicina nuclear... y más

Diario El Tribuno, 14 de noviembre de 2014

Regresado a Salta con título bajo el brazo, mis primeras incursiones periodísticas fueron en El Tribuno. Me estrené con una nota titulada "A propósito de una usina nuclear" (18/11/75), a raíz de una noticia recogida por este diario referida a la posible instalación de una segunda usina nuclear en el NOA (Atucha I ya generaba electricidad desde junio de 1974). La segunda fue sobre "El adelanto nuclear brasileño" (3/12/75), en tiempos de suspicacias recíprocas.

Meses después hubo una más sobre el mismo tema: "A propósito del Centro de Medicina Nuclear" (19/7/76) comentando la noticia publicada en página central de la edición del 14 de julio de ese año, referida a un acuerdo entre la Provincia y la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA) para instalar un servicio así en el Instituto de Endocrinología y Metabolismo -hoy Hospital "Arturo Oñativia"-, en función desde 1977, convenientemente ampliado con una Cámara Gamma a fines de 2012. 

En esa nota justifiqué la decisión por estos argumentos que retranscribo textual: 
"1) su finalidad específica,
2) la posibilidad de que merced a convenios con la CNEA, nuestra provincia se convierta en Centro de Investigación del Norte Argentino,
3) a partir de la formación de técnicos, la necesidad de fabricar dentro de nuestros límites los materiales críticos de investigación y para aplicación sanitaria, [...]". 
Por el misterioso diseño circular de la historia humana, vuelve el mismo tema.

En julio de 1976, la Argentina estaba atrapada en la peor violencia en el marco de la Guerra Fría. La Crisis de los Misiles en Cuba -1962- había demostrado que EEUU y la URSS jamás se atacarían con armamento nuclear; en todo caso defenderían sus hegemonías en las respectivas zonas de influencia.
En tal contexto, el dominio de la tecnología nuclear era un carnet de ingreso al selectísimo Club Atómico, integrado por las cinco grandes potencias dueñas de asientos permanentes y con derecho de veto en el Consejo de Seguridad de la Organización de Naciones Unidas.

Instalar una central nuclear operaba como solicitud de ingreso al club, más allá del interés de los socios fundadores de aceptar al aspirante. De hecho, la forma en que lo habíamos logrado nos colocaba bajo observación permanente. 
En efecto, nuestro modesto reactor PHWR, refrigerado con agua pesada, quemaba el uranio natural (U 235 al 0,72%) dejando como residuo plutonio, materia prima de un artefacto nuclear. Con el tiempo aprendimos a fabricar agua pesada y tubos de zircaloy. En la actualidad, Argentina domina el "ciclo del combustible".

La política nuclear nacional padeció todas las alternativas imaginables, desde transformar Atucha II en una usina de ciclo combinado en tiempos de Carlos Menem hasta la inminente licitación de una quinta central nuclear. En el interín instalamos fábricas de agua pesada, de elementos combustibles, aleaciones especiales, se reorganizó el sector nuclear en 1994 creándose Nucleoeléctrica S.A., se avanzó en enriquecimiento de uranio y en un acuerdo con China -firmado en Pekín en septiembre pasado- para construir Atucha III.

Pese a todo, la tarea de científicos y técnicos de la CNEA ha permitido desarrollar una tecnología de primer nivel, soportando presiones internas y externas, como ocurrió con la venta a Australia, en 2002, de un reactor nuclear de investigación. 
Por eso, todo lo que realicemos en la línea "átomos para la paz" nos prestigia como país, y los beneficios económicos tangibles pueden llegar a la provincia de Salta.

La reciente decisión de instalar un tomógrafo PET (Positron emission tomography), similar a los de Mendoza y Entre Ríos, debe aprovecharse al máximo. Cualquier página de Internet referida al tema, indica que la tomografía por emisión de positrones es una técnica no invasiva de diagnóstico e investigación por imagen, para escudriñar el metabolismo humano.
El PET se justifica largamente para combatir el cáncer, pero las aplicaciones aumentan considerando las perspectivas abiertas a la ciencia pura, tecnología y formación de recursos humanos. 
¿Por qué no apuntar a la instalación de un ciclotrón, acelerador de partículas indispensable para fabricar los radioisótopos que se utilizarán en cada tratamiento médico? Así cerraríamos un círculo virtuoso.
La Regional Noroeste de la CNEA tiene su sede en Salta desde 1957 y, dado el obvio protagonismo que tendrá la Comisión, las posibilidades de aumentar su actividad son promisorias; para ello contamos con el convenio marco suscripto con la Provincia en junio de 2006. Y siguiendo con las fortalezas: tenemos dos universidades con carreras de ciencias exactas e ingenierías y pronto se habilitará también medicina; proveemos de estudiantes calificados al Instituto Balseiro; hace años se practica en nuestro medio la medicina nuclear con excelentes resultados, de modo que el PET complementará y potenciará las actividades estatal y privada en esa especialidad. 

Por último y no menos importante: contamos con el Consejo Económico y Social, ámbito para debatir un plan estratégico de desarrollo tecnológico, cuya meta sea política de Estado para establecer un centro regional de referencia, atendiendo nuestra privilegiada posición geográfica.

No será fácil, tampoco imposible. El desafío depende de nosotros y de nuestra capacidad para construir a largo plazo.

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