“Más peligroso para una sociedad que los muchos fracasos
es que haya pocos ensayos” (José Ortega y Gasset).
“O se alcanza un acuerdo pre-electoral o el nuevo gobierno no podrá resolver los gravísimos problemas y habrá una crisis irrefrenable”. Rodolfo Terragno inició, con ese lúgubre pronóstico, su comentada nota “El país frente a la Anarquía del Año 15”, publicada en Clarín el pasado 8 de marzo. Nuestro país vivió tantas, que la sola mención de esa palabra pone los pelos de punta. Él partió de un obvio presupuesto: las cosas están mal y se hace imprescindible un giro de 180º. Este artículo, en general y con matices, comparte su misma apreciación, que naturalmente cualquier adherente del FPV calificaría de redondamente equivocada justificándolo con la notable recuperación de imagen de la Sra. de Kirchner, según marcan las encuestas.
El ex senador radical consideró tres aspectos con los cuales cualquier opositor -y unos cuantos oficialistas- estarían de acuerdo: 1 – ninguna fuerza política impondrá su voluntad en el Congreso Nacional –cuya composición actual no variará demasiado- a menos que forme alianzas previas con otras; 2 – tales acuerdos conllevan el compromiso de formar en diciembre un gobierno de coalición, para garantizar la aprobación de leyes imprescindibles y desactivar el campo minado que será el país; 3 – hay una agenda de urgente atención que debiera estar por encima de diferencias ideológicas (si realmente las hubiere, agreguemos). Es probable que Terragno estuviese pensando en la inminente reunión de sus correligionarios en Gualeguaychú.
A fines de los años ’80, en partidos de cuadros -como el MID, la DC, el PI, el PS- se entendió lo difícil de seguir participando en elecciones cuando el ganador controla y abusa del aparato estatal. La necesidad de acceder a puestos electivos o ejecutivos –o, de hecho, mantener la existencia misma de esas agrupaciones, bien reconocidas pero minoritarias- planteó un debate impulsado por las urgencias partidarias a partir de un dato de la realidad: en todas partes las dirigencias locales se entendían mejor y por diversos motivos con la de partidos que, por lo general, no era el aliado oficial a nivel nacional, PJ o UCR. Entonces, ¿cómo acordar con el peronismo en un distrito, con el radicalismo en otro o una fuerza provincial en el de más allá; o con dos o tres a la vez? Frente a la premura de los cronogramas electorales, en el MID se empezó a utilizar la fórmula “diversidad táctica, unidad estratégica”, con la cual pretendíamos diferenciar lo electoral de lo programático, asumiendo obviamente lo segundo como más valioso y perdurable aunque de entrada no se gane una elección. Tal parece que nunca logramos transmitir el sentido de esa consigna. Como todo giraba alrededor del peronismo, la pragmática izquierda, por caso, resolvió su problema infiltrándose: el kirchnerismo está surtido de cuadros provenientes del PC y de otras variantes de la izquierda más o menos orgánica, lo que en aquellos años mozos se denominaba “el entrismo”.
En este tiempo en que la oposición está fragmentada, indecisa y sin reacción, cobra actualidad aquella propuesta: hoy, más que nunca, necesita unidad estratégica y diversidad táctica para la inmensa tarea de acordar un programa y seleccionar candidatos. Si el esfuerzo se centrara solo en ganar posiciones para la repartija de cargos, las cosas seguirán peor y no habrá segunda vuelta en noviembre.
La reciente convención del radicalismo pareció ir en buena dirección. Sin embargo, no es el objeto de estas líneas realizar un balance de lo acontecido, sino más bien imaginar el día después de la oposición.
¿Por qué ha sido -y es- tan difícil construir y mantener una alianza política en nuestro país? La experiencia UCR - FREPASO y partidos chicos que convergieron en aquellos años quedó como un fracaso histórico al punto de estigmatizarse la palabra, cuya esencia es “pacto” y, siendo tal su naturaleza, debe celebrarse y cumplirse de buena fe. La política es arquitectura completa e incluye los sótanos, apuntaba Ortega y Gasset en su artículo La política por excelencia y con esta cita no pecamos de inegnuidad.
Los viejos manuales para la militancia, aprendidos casi de memoria, enseñaban que acuerdismo no es lo mismo que frentismo, pues el primero suele consumirse en lo electoral; en cambio lo otro implica una etapa superior, ya que aparte de lo electoral requiere una imprescindible convergencia programática.
Estructurar un frente político que sea eficaz instrumento de cambio presupone considerar la composición de las alianzas, y en ello lo ideológico incide pero no es decisivo. Un objetivo geopolítico como la canalización del Bermejo, por ejemplo, ¿es de derecha o de izquierda?
Va de suyo que construir una alianza con quienes piensan igual es más fácil y parcial que concertar políticas de estado para el corto, mediano y largo plazos entre quienes exhiben bases doctrinarias y perspectivas distintas. Ahí está la experiencia de la Concertación chilena.
Otro aspecto decisivo a la hora de construir un frente programático-electoral perdurable es no acotarla a partidos políticos, ya que debe expresar también los intereses, necesidades y urgencias de todas las clases y sectores sociales de un país para aventar los riesgos de la deletérea lucha de clases. Todo eso no se construye de la noche a la mañana.
Si asumimos que la estabilidad institucional y la paz social no se logran en un contexto de estancamiento económico, asumir esta percepción obliga a elaborar acuerdos. Pobreza y exclusión social, corrupción, inseguridad, inflación, coparticipación, estructura productiva, fijación de prioridades, necesitan cada una acciones inmediatas, planes de mediano plazo y proyección generacional. Para encontrar una solución a nuestros problemas es imprescindible actuar con decisión y buena fe, deponer inevitables intereses subalternos y, de una vez por todas, privilegiar el bien común.
Apostilla para el final. Dejando a un lado la teoría y volviendo a las efectividades conducentes, si bien se mira, el Sr. Massa, que apareció apaleado por los efectos de la convención radical, paradójicamente puede erigirse en gran elector. ¿Podrán sumarlo?
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