Revista Claves nº 238 – abril 2015
Todos los países del mundo, en especial los de mayor vocación protagónica, están hoy decididos a procurar una utópica independencia energética. Esta columna, atenta a los reacomodamientos geopolíticos de nuestra época, acerca ahora al lector algunos movimientos de piezas que ocurren al respecto en el gran tablero mundial.
El anuncio de un principio de acuerdo entre Washington y Teherán a principios de este mes -trabajosamente labrado- respecto del plan nuclear iraní, es otra expresión de la geopolítica. Como en tantas ocasiones, estuvo motivado por el espanto: Estado Unidos e Irán tienen hoy en el Estado Islámico un tremebundo enemigo común que los aproximó.
La cita en Lausana abrió un abanico de posibilidades que abarca el desbarajuste que es hoy Oriente Próximo, y apunta implícitamente a un arreglo de mayor alcance que contemple los intereses estratégicos de los países islámicos involucrados, a partir de una convivencia elemental entre sunitas y chiitas –o sea Arabia Saudita e Irán- en primer lugar, pero también inclusiva de cristianos y judíos. Matar en nombre de Dios es un pretexto carente de sustancia y perspectiva.
En ese contexto la cuestión energética adquiere una relevancia notoria. ¿Qué necesidad tiene Irán de empeñarse en la tecnología nuclear siendo la cuarta reserva mundial de petróleo[1]?, más cuando necesita imperiosamente el levantamiento de advertencias, restricciones y sanciones contenidas en la drástica y extensa Resolución nº 1929/2010 del Consejo de Seguridad[2].
Por cierto, el tema nuclear constituye una faceta de la cuestión iraní, atento la desconfianza que genera –en Israel, especialmente- la posibilidad de que el uranio enriquecido en algunas de sus 19.000 centrífugas o el plutonio residual sean desviados al uso militar.
Las “eras” energéticas
Desde inicios del siglo XIX, producida la primera revolución industrial, cada época estuvo signada por alguna modalidad energética. Al principio fue el carbón mineral (en sus tres tipos: antracita, hulla y lignito) utilizados para producir vapor por combustión en calderas de trenes y barcos (más adelante en turbinas), o fundir hierro en altos hornos. Esa fue la base del poderío británico en casi toda aquella centuria.
Durante la primera mitad del siglo XX, el petróleo fue protagonista central y, por tanto, su prospección y producción eje y sustento de las grandes economías industriales. Si bien la actividad específica era monopolizada por empresas privadas, las Siete Hermanas[3], las superpotencias monitoreaban extracción, transporte y los mercados de hidrocarburos hasta la crisis de los años ’70, cuando –constituida la OPEP- los países dueños de los pozos asumieron un protagonismo mayor que las empresas extractoras[4].
Después de la explosión experimental ocurrida en Álamo Gordo, julio de 1945, la energía por fisión nuclear derivó en la fabricación de armas, usadas en Hiroshima y Nagasaki en agosto de ese año. Así cerró el ciclo energético del siglo XX dominado por los Estados Unidos: petróleo, gas y uranio estaban en la base del diseño geopolítico de la Guerra Fría, monitoreado por los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad; más Alemania y Japón, en otra escala, habida cuenta de la prohibición para producir armas nucleares que todavía les pesa. El caso de India fue especial, pues su detonación nuclear de mayo de 1974 (repetida en 1998) utilizó torio –de escasa radiactividad- a cuenta de uranio.
El siglo XXI será el de la diversidad de fuentes energéticas, con fuerte impronta ambientalista. Las economías de China e India -sobre todo- y de Rusia y Brasil, han puesto en el tope de las respectivas agendas nacionales el acceso y acopio de minerales y combustibles, abriendo la competencia por asegurar una provisión que les permita mantener el ritmo de crecimiento económico.
Con todo, la inestabilidad de los precios de los hidrocarburos apuró tecnologías aplicables a nuevos métodos de extracción, factibles de encarar precisamente por los vaivenes de oferta y demanda motivados por las crisis políticas en países productores tradicionales. Tal el caso de la extracción de petróleo y gas de rocas madres (shale oil y shale gas). La misma razón de costos habilitaría el aprovechamiento del hidrato de metano, que se encuentra en el sedimento de los fondos marinos polares, en especial en el Mar Ártico.
Energía y geopolítica
La revista Todo es Historia dedicó el nº 511 (feb. 2010) al tema “Minería: juicios y prejuicios”; a su vez, el nº 53 (octubre/diciembre 2014) de los dossiers de La Vanguardia se dedicó a “La geopolítica de la energía”; ambos contienen trabajos de expertos de distintas países y de variados campos relacionados con la energía. Esta nota los tiene como referencia y de su lectura extrajimos conceptos significativos a la hora de planificar el largo plazo.
Dijimos en otra ocasión que hemos entrado en un período incierto, capaz de producir tensiones difíciles de contener, en materia de búsqueda y aprovechamiento de recursos naturales cada vez más escasos. Una comprobación se percibe ya en acciones concretas de los países ribereños del Mar Ártico[5] y, en algún momento, se desplazarán a la Antártida, reclamando hacia 2041 el fin de la moratoria que impide la explotación comercial.
La mayoría de los analistas coincide en que todavía, y por mucho tiempo más, el petróleo seguirá siendo la gran estrella energética. El crecimiento económico de China e India y la necesidad de sostener sus respectivos ritmos requiere una constante provisión de fluidos, proyectada no solo al aseguramiento de fuentes de aprovisionamiento sino también en la construcción de gasoductos y oleoductos que atraviesan varios países, de puertos y barcos tanques, con la consiguiente inversión multimillonaria que implica.
Luego del accidente en la central de Fukushima, Japón marzo de 2011, los planes expansivos de los países con capacidad tecnológica (entre ellos Argentina) frenaron en seco, llegando incluso a cerrar centrales que nunca tuvieron problemas y siguen operativas, pero cuyo costo de mantenimiento y de actualización es demasiado alto, sumado a una opinión pública adversa a esta modalidad. No obstante, la incidencia de la energía eléctrica producida por ellas no tiene la masividad del uso del petróleo.
En cuanto a las energías renovables –biocombustibles, eólica, fotovoltaica, geotérmica, hidráulica y maremotriz- reconocen un importante avance sobre todo en los países en desarrollo, pero está lejos de remplazar a los hidrocarburos.
Un tema preocupante es el probable desequilibrio militar a partir del proceso de rearme naval de India, China, Corea del Sur y Japón (los cuatro consumen hoy 1/4 del petróleo mundial). A los aún irresueltos problemas regionales -Corea del Norte, Taiwan, Kuriles- se agrega la necesidad que tienen esos países, para evitar interferencias a su abastecimiento de hidrocarburos en lugares estratégicos. De hecho, es un problema del planeta entero e involucra al transporte de los fluidos que, dicho sea de paso, es la parte más concentrada del negocio. Los tres estrechos en el Índico son objeto de excursiones navales permanentes: Bab-el-mandeb en el extremo opuesto el Canal de Suez, Ormuz entre el Golfo de Omán y el Golfo Pérsico y el de Malaca entre la península malaya y Sumatra. A esa lista se agregan los estrechos turcos del Bósforo y Dardanelos, que comunican Mar Negro y Mar Mediterráneo; los estrechos daneses de Gran Belt, Skagerrat, Kattegat y Oresun; súmese al Canal de Panamá y el Pasaje de Drake entre América del Sur y la Antártida.
La demandante China, por caso, ha dispuesto un patrullaje permanente por todo el Índico y el Mar de China, a partir de las inversiones realizadas en África y en los países de Asia Central[6], Washington observa atentamente esos movimientos pues -desde el conflicto de Vietnam y Afganistán- tiene motivos para sostener presencia en esas sensibles zonas marítimas.
Un aspecto para destacar es el nuevo enfoque en la política energética de Estados Unidos. Frente a tantos problemas que impactaron en su abastecimiento, la explotación del gas y del petróleo de roca madre -mediante la controvertida tecnología de fractura hidráulica (fracking)- produjo en ese país un giro de 180º: de importador neto pasará a exportador por la productividad de tales yacimientos en Dakota del Norte, Pennsylvania Texas. De este modo, Estados Unidos aspira regular el mercado global de la energía y a terciar más fuerte en el debate político regional sin obnubilarse por la independencia energética, pues sus autoridades consideran que ésta nunca se logrará dada la globalización del mercado del petróleo; antes bien lo inteligente es asegurar el autoabastecimiento, que implica seguridad energética.
A modo de cierre
Según el Informe Estadístico Mundial de Energía de BP[7], durante el año 2013 el mundo produjo 4.300 millones de toneladas equivalentes de petróleo (MTEP[8]), mientras que el consumo fue de 4.200 MTEP; las reservas, por su parte, fueron estimadas en 238.200 MTEP. En cuanto a gas natural, las cifras MTEP son 3.040, 3.020 y 167.000, respectivamente. Respecto del carbón y según su contenido energético, la producción y consumo alcanzaron las 3.900 y 3.800 MTEP, y las reservas 431.200 MTEP. En materia de energía nuclear, el mundo consumió 560 MTEP.
Son tan importantes las nuevas técnicas, que muchos avizoran que el eje petrolero se trasladará a América, donde Estados Unidos con su shale oil y shale gas, Canadá y sus arenas bituminosas y Brasil con el petróleo bajo lecho marino, serán los proveedores mundiales que desplazarán a los tradicionales.
Cabe agregar, y ello demuestra la preocupación de Irán, ningún país -por rico que sea en yacimientos convencionales- dejará de favorecer su actividad nuclear a partir del dominio completo del ciclo de combustibles. Producir energía en base a uranio enriquecido, implica siempre la tentación de dar un paso adelante e intentar una explosión nuclear, aunque sea para “buscar agua”. Ese objetivo tiene una importancia central para la política de poder en nuestro mundo, un reaseguro, que además habilita a una vasta cantidad de emprendimientos relacionados con el uso pacífico de esa energía.
Finalizamos este trabajo con la siguiente conclusión urbi et orbi y con sonido de perogrullo: los procesos de desarrollo económico están relacionados –y supeditados- a los recursos minerales y energéticos disponibles, que son su motor esencial. Es imposible desentenderse de ellos, aunque haya quienes lo hagan por ignorancia o –peor- por desinterés.
[1] Detrás de Venezuela, Arabia Saudita y Canadá.
[2] http://www.un.org/es/comun/docs/?symbol=S/RES/1929(2010). Esa resolución ratifica y amplía a las anteriores nº 1737/2006, nº 1747/2007 y nº 1803/2008.
[3] Véase “Petra oleum”, Claves nº 166, diciembre 2007.
[4] El trasfondo del negocio siempre estuvo vinculado a la discusión sobre la renta petrolera. Las políticas nacionales de YPF, PEMEX, ENI, anteriores a la OPEP, pusieron el eje en la apropiación de rentas, con distintas variedades de contratos.
[5] Ver “Tormentas en el mar”, Claves nº 168, abril 2008, y “La temperatura del Ártico”, Claves nº 210, junio 2012.
[6] China ha realizado importantes inversiones en Kazajistán, Kirguistán, Uzbekistán y Turkmenistán, estados ribereños o próximos al Mar Caspio, otro importante reservorio petrolífero. Con tres de ellos y con Rusia tiene firmados tratados de cooperación militar.
[7] Statistical Review of the world energy 2014. http://www.bp.com/en/global/corporate/about-bp/energy-economics/statistical-review-of-world-energy.html.
[8] Equivale a 7.33 barriles de petróleo, 1,5 toneladas de carbón duro (antracita), 3 de carbón blando (lignito), 1100 m3 de gas natural y 12 MWh de energía eléctrica.
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