Un exabrupto que brotó de las vísceras y quizás sobreactuando para la tribuna doméstica. Igual el bumerán le pegó en la nuca, no obstante los atendibles argumentos de la queja, esto es, las recurrentes desatenciones de los gobiernos nacionales.
Alfredo Cornejo, diputado nacional y presidente de la UCR, no debió derrapar de esa manera, más autopercibiéndose presidenciable. Cuesta asumir que la dirigencia política argentina parezca sin perspectivas ni visión geopolítica.
El trasfondo del enojo del ex gobernador es antiguo y complejo. Pero ningún argentino, ni ebrio ni dormido, debe invocar a las furias comprometiendo la integridad territorial de un país fracturado.
Argentina invertebrada
En una Argentina políticamente atrofiada, económicamente desbalanceada y socialmente anómica, el independentismo reclamado no puede pasar por alto atendiendo al contexto del vecindario: en 2002 el feudo puntano proclamó similar intención; más al sur, la Resistencia Ancestral Mapuche (RAM) reclamó hace poco un enclave independiente de cordillera a mar, seccionando el territorio nacional. Indagando un poco, vientos similares soplan en distintas partes, incluso en la Argentina “visible”.
El eje centroportuario Buenos Aires-Rosario, que impone agenda política y controla la economía desde 1810, no pudo articularnos como Nación. Esa secesión de hecho se expresa actualmente también en el plano cultural. Y la cosmopolita Capital Federal sigue hablando en nombre de la Nación, salteando intereses e idiosincrasia de los tercios restantes.
Mientras, la Argentina “profunda” procura, por un lado, confirmar nuestra pertenencia al bloque suramericano (la Región del Norte Grande) y, por otro, devolvernos la cualidad marítima (la Patagonia).
Mendoza misma masculló los pujos secesionistas de San Rafael, Malargüe y Gral. Alvear, que alguna vez plantearon constituir una nueva provincia… por similares reclamos de Cornejo al gobierno central.
¿Quién recuerda hoy los impulsos separatistas brasileños cuando, en los años ‘80, Río Grande planteó una República do Pampa, tentando a varios de nuestros municipios mesopotámicos? ¿Las provincias acaso no tenemos responsabilidad? Salta misma anduvo alguna vez con esas fantasías. Orán, Río Cuarto, Bahía Blanca; la lista sigue y cada cual cargue con el sayo de sus pretextos.
Esta es realidad pura: un desesperante declive hacia una balcanización implícita que inhibe converger en un diseño estratégico de largo plazo. Más que nunca encarnemos aquella manda del Preámbulo: “con el objeto de constituir la unión nacional”.
Mendoza en el D5
Mendoza participa en un selecto archipiélago político existente en Argentina. En efecto, suprimido el Colegio Electoral por la reforma constitucional de 1994, integra el D5: cinco distritos que definen los procesos electorales nacionales. Buenos Aires, CABA, Córdoba, Mendoza y Santa Fe representan 2/3 de la población del país, radicados en apenas un 27% del territorio nacional y suman 142 de los 257 diputados del Congreso Nacional (55%).
El D5 representa el 76% del PBG nacional, el 77% del empleo privado, el 76% de las empresas privadas, el 76% de las exportaciones y el 83% de los depósitos privados. Mendoza está 12ª en PBG (Salta 18ª) y en el 9º puesto de pobreza multidimensional (Salta, la peor, en el puesto 24º) y 3ª en el IDH (Salta 21ª).
Cabeza de la región cuyana, es parte del Tratado de Integración Económica de la Región del Nuevo Cuyo -enero de 1988- con San Juan, San Luis y La Rioja (retirada en 2012). Provincia sanmartiniana fundante de la Nación Argentina, sus delegados suscribieron el Acta de la Independencia y el Pacto de San Nicolás de los Arroyos en mayo de 1852. ¿Qué más para confirmar una argentinidad irrevocable?
El detonante fue el proyecto de Portezuelo del Viento, otra obra hidroeléctrica esencial para la geoestrategia mendocina. Ubicada en Malargüe, tendrá un costo aproximado de u$ 1.100 millones, que deben financiarse, embalsará aguas del río Grande, afluente del Colorado, y regará una región tan desértica como la estepa pampeana.
El proyecto -autorizado por la gestión de Cambiemos- se empantanó porque, según Cornejo, Mendoza es víctima del nuevo mapa político argentino. La provincia, con Buenos Aires, La Pampa, Neuquén y Río Negro, integra desde 1976 el Comité Interjurisdiccional del Río Colorado (COIRCO) para habilitar áreas de riego y distribuir caudales de la cuenca del Colorado.
A su vez, conformó con La Pampa, en diciembre de 1989, el Comité Interprovincial del Atuel Inferior (CIAI), para compartir aguas del Atuel. Y ahí la madre del borrego: La Pampa frenó Portezuelo solicitando en COIRCO otro estudio de impacto ambiental... para hacerle aflojar a Mendoza más metros cúbicos de ese río. Imposible relatar en una nota los avatares entre ambas provincias, que se remontan a 1947, cuando Perón inauguró el primer embalse El Nihuil sobre aquel río ubicado en San Rafael.
Pese a todos los mecanismos institucionales mencionados, y como muestra del fracaso de la política, la Corte Suprema de Justicia intervino con dos fallos en 1987 y 2017; más aún, fijó el pasado 13 de julio un caudal mínimo permanente de 3,2 m³ por segundo para satisfacer las necesidades del noroeste pampeano. Este añejo desaguisado nos pinta de cuerpo entero. ¿Qué puede esperar Salta para Zanja del Tigre, sobre el Bermejo?
Barajar y dar de nuevo
Asumamos sin vueltas que pandemia y cuarentena han dinamitado los endebles basamentos de un diseño de país que no da para más. En verdad, duelen los padecimientos en el AMBA, consecuencia de ese agotado esquema, y que repercuten de mil formas en todo el país.
Nuestro drama -y de la comunidad internacional- será la pospandemia, cuyos efectos inmediatos serán durísimos e irán más allá de la aparición de una vacuna eficaz. Imposible saber cómo reaccionará la economía planetaria; sí es obvio que países con más espaldas aguantarán mejor lo que sobrevenga, con dirigencias preparadas para reconstruir un escenario que es sumatoria de la crisis de 1929 y la devastación de la Segunda Guerra.
En Argentina andaremos peor pues, aparte de un aparato productivo desarticulado y dependiente de la producción primaria, nos condiciona una deuda externa imposible. Y encima sin plan económico, dicho por un presidente que le resta importancia.
La pandemia puso a las dirigencias a la defensiva. Eso genera desconfianza, actitud que bloquea la imaginación e interfiere en la toma de decisiones trascendentes. Tenemos las defensas bajas, es verdad, pero de esto solo saldremos con convicción, coraje y patriotismo.
El suceso mendocino interpela nuestra incapacidad de confluir en un sólido proyecto geopolítico, articulador de los variados y legítimos intereses provinciales. Hemos desperdiciado el sexenio de los bicentenarios 2010/2016, oportunidad indicada para iniciativas al respecto. No debe pasarnos ahora lo mismo pues no hay margen para seguir parchando.
Urge elaborar, entonces, un Pacto Federal del calibre de los que configuraron nuestra trajinada organización institucional en 1853. Empezar de cero implica un giro copernicano, con anclaje en la Argentina Peninsular, bioceánica y antártica, con proyección suramericana, trabajando seis políticas de Estado:
1 – implementar una determinante política demográfica, para restablecer el equilibrio poblacional y aumentar la población donde escasea;
2 – debatir el traslado de la Capital Federal y rediseñar la división política de la Provincia de Buenos Aires;
3 – trabajar el equilibrio regional en los términos del art. 75 inc. 19 de la Constitución, incluido un plan de desarrollo integral; ;
4 – promover una reforma institucional de fondo, para consolidar la democracia representativa y ética republicana;
5 – profundizar el federalismo de concertación en todas las materias posibles;
6 – reconstituir la Región del Norte Grande Argentino, bisagra con el polo suramericano a construir, rescatando nuestra tradición indo-hispano-americana.
Menos que esto no sirve. Es hora de atender lo que en marzo de 2002 nos aconsejara Helio Jaguaribe: diferenciar los afligentes problemas coyunturales de los intereses nacionales a largo plazo y, en esa línea, apuntar a un destino histórico de grandeza. Quien pueda y quiera oír, que oiga.
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