- ¿Cuál es el pronóstico de esta elección norteamericana, donde compiten dos candidatos poco convencionales y, aparentemente, controvertidos?
Siempre es difícil pronosticar. Donald Trump actuó y actúa como un outsider y en buena medida lo es. El triunfo en 2016 con ese estilo bocón fue revulsivo para la política en Estados Unidos. Actuó en estos cuatro años tal como su electorado esperaba. Ahora veremos si le alcanza para un segundo mandato, basado en sus logros económicos.
- ¿Cómo se explica la candidatura de Biden?
Biden, por edad y trayectoria, es un candidato demasiado viejo para devolver fácilmente a los demócratas a la Casa Blanca, más luego de haber quedado su partido tan pegado al establishment norteamericano con la candidatura de Hillary Clinton.
Expresa también ausencia de liderazgos y figuras de recambio en el Partido Demócrata, poco predispuesto a la “alternativa” Bernie Sanders, otro outsider octogenario. Sanders está demasiado a la izquierda para el gusto del americano medio, que votó a Trump y no reside en las áreas costeras del país. El hecho de que Kamala Harris sea candidata a vice, más parece corrección política que convicción. Y no prejuzgo sobre sus cualidades políticas, que no conozco tanto.
- ¿Cuál es la clave para que Donald Trump llegue con posibilidades de reelección?
La designación de Amy Coney Barret como nueva jueza de la Corte Suprema, indudable triunfo de Trump, es un indicio de que él no cederá un metro en su propuesta de rescatar los valores y el estilo de vida que representan los estados del medio oeste y centro del país. Pero también señala la grieta que va más allá del supremacismo blanco, la misoginia u homofobia que le endilgan. Es bastante más profundo, a mi modo de ver.
- ¿Es Trump un republicano químicamente puro?
Podría haber sido líder de una tercera fuerza política. Tal vez la experiencia de Ross Perot en 1996 lo haya disuadido a pelear desde adentro del PR, que al principio lo resistió bastante como se recordará. Entre Perot y Trump hay muchos puntos comunes. Quizás después de estas elecciones aparezca un tercer partido para oxigenar una sociedad agotada por el bipartidismo.
- ¿Qué suponen para para EE.UU las hipótesis de triunfo de uno u otro?
Si las cosas siguen como hasta hoy, puede crecer la polarización. Los demócratas perdieron en 2016 porque sus electores de clase trabajadora blanca y religiosa no digirieron el giro hacia la izquierda cultural promovido desde las ocho más famosas universidades del país, que demonizó la “derecha”. La designación de Coney Barret apunta precisamente a restablecer ese equilibrio cultural hoy casi inexistente. Trump podría repetir si el electorado valora más el enfoque ideológico y el manejo de la economía de los primeros tres años, antes que la crisis ocasionada por la pandemia y su manejo.
- ¿Existe algún riesgo de que el perdedor desconozca el resultado?
Ambos partidos lo han manifestado ya. Prefiramos no imaginar esa hipótesis, que gira en torno del fraude electoral. Para la salud de la sociedad norteamericana e incluso para la estabilidad mundial, es preferible un claro ganador; pero hoy están “palo a palo”, como decimos acá. Encima todo indica que los estados “púrpura”, o sea aquellos que históricamente han oscilado sin rubores entre uno y otro partido, serán alrededor de quince.
- ¿Observa un vuelco hacia las posiciones más conservadoras en el electorado estadounidense?
Insisto, confrontan dos proyectos de país que aparecen irreconciliables y las dirigencias carecen del empeño necesario para evitar una fractura irreversible.
- Las desavenencias del actual presidente con la ONU, la OTAN y la OMS, ¿son síntoma de una decisión del país a replegarse y resignar liderazgo?
“América primero” fue consigna de campaña, pero Estados Unidos nunca resignará su liderazgo mundial y mucho menos en Occidente. Sin perjuicio de las idas y vueltas de la Casa Blanca en foros y organismos internacionales, es evidente la crisis del multilateralismo de la cual son responsables todos los gobiernos del planeta.
- ¿Que le conviene más a América latina: Trump o Biden?
Esta pregunta nos lleva al plano de la política exterior, ignorada en los debates recientes. Si el serio problema de Estados Unidos es interno, probablemente de ganar Trump persista el repliegue, salvo alguna situación de extrema gravedad mundial. Pero quien gane privilegiará los intereses norteamericanos, sea desde una perspectiva hamiltoniana, jeffersoniana, jacksoniana o wilsoniana (por citar las cuatro corrientes tradicionales de su diplomacia). Obvio que China y pandemia condicionarán todo el 2021, cualquiera que sea el ganador.
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