24 de junio de 2003

La Política Exterior del Presidente Kirchner

Revista Claves nº 122 – Junio 2003

(... ¿ o la ardua tarea de transformar relaciones carnales en matrimonio blanco?)

Desde el surgimiento de los estados nacionales, la vinculación entre ellos es imprescindible en una comunidad internacional que, con el tiempo, se hizo heterogénea e intrincada. La diplomacia –conjunto de órganos que instrumentan la política externa- agiliza los contactos bi o multilaterales, permitiendo a cada gobierno desplegar sus potencialidades tras objetivos concretos. Un viejo apotegma sostiene que la política exterior de un país es el reflejo de sus políticas internas: lo que se hace adentro opera hacia afuera; cuanta más coherencia alcancen tanto más eficaz será la actividad fronteras afuera. ¿Cuáles políticas internas inciden más en la política externa?; sin duda todas aquellas acciones que acrecientan los recursos de poder del estado, tangibles e intangibles, las que a su vez requieren tener bien identificado el interés nacional. Tal vez la percepción que el presidente Néstor Kirchner posee del vacío patagónico le inspire en la tarea de (re)construir una Nación desarticulada por los desaciertos del último decenio. La persistencia de la violencia, las hambrunas infantiles que conmovieron al mundo y ahora, por caso, los forcejeos en la Corte Suprema de Justicia, describen nuestra situación actual mejor que cinco premios Nóbel o la calidad de nuestros ganados y mieses.

Para fijar una política exterior útil hay que corregir comportamientos; no se trata de buenos modales sino de implementar políticas de estado y sostenerlas con habilidad y constancia, cualquiera fuese el signo del gobierno de turno. Una diplomacia efectiva es la que defiende en todos los frentes posibles los objetivos trazados sobre bases materiales y argumentos sólidos. Asimismo no pueden estar ausentes principios que nuestra diplomacia ha sostenido en el tiempo (la victoria no da derechos, la no intervención, la solución pacífica de controversias). ¿Acaso no sería buen momento para actualizar la Doctrina Drago, ante las nuevas formas ‘compulsivas’ de exigir el pago de las deudas públicas?. Todos los estados poseen “constantes” en su diplomacia, es decir líneas de trabajo defendidas a rajatabla. Algunas de las nuestras son sin duda las referidas a la integridad territorial (límites, territorios y espacios cuestionados o no por otros estados, v.gr. Malvinas e islas del Atlántico Sur, la Antártida, mar territorial, zona económica exclusiva y plataforma continental), la defensa de la producción nacional en foros multilaterales como el FMI o la OMC, la preservación de la tecnología nuclear desarrollada por la CNEA y el INVAP.

Hay cuestiones diplomáticas de atención prioritaria, las cuales, sin desmerecer su seriedad, están impulsadas por las urgencias de coyuntura antes que por un adecuado planeamiento de agenda. La lista se ha confeccionado sola y el orden de atención lo impuso el propio peso de cada tema. Muchos intereses presionan por una rápida ‘reinserción’ de la Argentina en el mundo, de modo que desatender esa consigna conspiraría contra la gestión de Kichner. De allí la priorizada relación con Brasil y por extensión con los países del Mercosur. Las visitas a Da Silva y Lagos antes de asumir (¿explorando un nuevo eje A-B-Ch?), el regreso posterior a Brasilia en visita de estado y la expectativa por la cumbre del Mercosur en Asunción con Bolivia y Chile más Venezuela[1], son datos definitorios del rumbo trazado.

“¿Quién es Bielsa?”, se preguntaban en algunos despachos de Washington. No se saben las razones exactas de la designación de Rafael Bielsa, que tuvo algo de sorpresiva: su personalidad y estampa da con el tipo requerido, es un reconocido jurista, posee cierta experiencia internacional, no está involucrado con la burocracia ni conoce las ‘internas’ del Palacio San Martín, es la contrafigura de un Ruckauf; todo esto se dijo al respecto. Su estilo en algo se asemeja al del presidente, según lo comprobó el sonado reportaje que le hiciera Carmen de Carlos para el ABC de Madrid[2]. Trabajo tendrá y mucho. Ya se vio dos veces con Colin Powell, primero en Santiago cuando la reunión de la OEA y luego viajando juntos a Buenos Aires para una breve escala técnica en la Casa Rosada, oportunidad en que –sugestivamente- se preocupó por la seguridad jurídica de nuestro país. Estuvo después en el Comité de Descolonización de la ONU para reiterar los derechos irrenunciables sobre las Islas Malvinas y a la vez expresarle al Secretario K. Annan que no se enviarán tropas a Irak, sin perjuicio de proveer ayuda humanitaria o colaboración técnica. Más síntomas de despegue del alineamiento automático con la Casa Blanca, que sigue teniendo llaves para negociar con el FMI. Ese velo se descorrerá con el arribo de H. Köhler en los próximos días. Pero la mejora de las relaciones con los EE.UU tendrá un costo adicional: en el corto o mediano plazo afectará la alianza estratégica con Brasil, a la que nos estamos supeditando en demasía.

A no equivocar: una política exterior independiente no progresa sin recursos de poder. Las grandes potencias –en especial los Estados Unidos- activan sus relaciones a través de alianzas o acuerdos –explícitos o implícitos- con estados de cierta relevancia. Argentina no integra la lista de estados pivot, los cuales –según Paul Kennedy- son aquellos cuyas decisiones inciden tanto en su entrono regional como en la estabilidad internacional: Brasil y Méjico; Argelia, Egipto y Sudáfrica; Turquía; India, Pakistán e Indonesia. Una muestra de dónde estamos parados fue la reciente reunión del G 8, en la ciudad de Evian, a la que concurrieron precisamente Brasil, Egipto y Méjico, invitados por el propio Chirac. Para este mundo trilateralizado, somos un país contradictorio gobernado por gente imprevisible. El tándem Kichner-Bielsa deberá moverse con mucho tino en el fangoso terreno de la política mundial de estos tiempos. Por eso no será fácil la transición de las relaciones carnales al matrimonio blanco. Bien se sabe que éste suele derivar en un inevitable ménage a trois.


[1] Esta columna fue escrita antes de su realización.
[2] Reproducido en La Nación del 28-05-03, p. 9. A una pregunta respondió que la imagen de Argentina en el exterior es “abominable. Como un conjunto de chiflados, inmaduros que se creen mucho más importantes de lo que son”.

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