CLAVES Nº 126 ABRIL 2004
El dolor de
España fue el dolor del mundo y viceversa. El terrorismo no tiene patria y por
tanto no tiene fronteras; ataca en cualquier parte a cualquier hora. Pero posee
objetivos y métodos precisos y, por lo general, alguna causa motora. Luego del
11 M, parece conveniente considerar todos los aspectos que involucra un
accionar terrorista de tanta envergadura, no solo lo que se ve en la
superficie.
Qué se sabe, a ciencia cierta.
Los atentados del 11 de
septiembre en territorio norteamericano, a más de tres años y medio de
ocurridos, han tenido personas razonablemente implicadas en ellos. Sin embargo
hay aspectos que aún permanecen en nebulosa. No han faltado quienes pusieron en
tela de juicio los móviles de ese suceso, las conexiones locales, las fallas de
inteligencia y hasta la propia explosión en el Pentágono. Se dirá que son
típicas reacciones hollywoodenses en un país afecto a ello, pero escrito está
al respecto. Al Qaeda, sea lo que sea ésta y quienes la dirijan, se adjudicó
responsabilidad en esos operativos y así quedó para la conciencia colectiva.
Los atentados en Madrid
–igualmente siniestros por lo artero, impactantes por lo inesperado, brutales
por el resultado- lograron el objetivo de atemorizar a la población española,
aunque no obstó el comportamiento ejemplar del pueblo que aumentó su
participación en las urnas tres días después. Aterrorizar a la gente y
enfrentarla por la sospecha, es un resultado inmediato en esta clase de
acciones. Cerca de Semana Santa amenazaron nuevamente a España -y a Europa en
general- con otro ‘baño de sangre’, del que no se salvaría ni Francia a causa
de la prohibición del uso del velo a las niñas musulmanas en las escuelas públicas
(argumento bastante menor frente al de sostener tropas en Irak). Finalmente no
pasó nada, pero de esta manera manejan los tiempos y el humor colectivo.
¿Quiénes han sido los responsables de esas otras amenazas y cuánto tiempo se
puede soportar esa clase de zozobras?.
Sobre llovido... el sábado 4 de
abril cinco sospechosos de la autoría de los atentados del 11 M, decidieron
masacrarse cuando estaban a punto de ser detenidos en el suburbio de Leganés,
al sur de Madrid; entre ellos Abdelmajid Farkhet, sindicado como el cerebro
organizador. Eran personas jóvenes de Túnez y Marruecos, mimetizados desde
hacía tiempo en la vida diaria de la capital española. Esas muertes fueron un
indicio más claro todavía de la relación de los atentados con grupos islámicos
radicales y posiblemente Al Qaeda.
Ahora, tanto en este caso como
en el del 11 S, la investigación parece diluirse con la muerte de los presuntos
autores. Por cierto, los servicios de seguridad e inteligencia deben seguir
trabajando en ambos a tiempo completo, aunque sea improbable que el gran
público conozca a mediano plazo qué otras pistas hay y, en definitiva, a dónde
conducen.
En otra ocasión comentamos que
la comunidad internacional tiene desde hace tiempo incorporada en su agenda la
cuestión del terrorismo (v. CLAVES nº 73 sept./ 98). En el marco de
Naciones Unidas se ha trabajado bastante pese a que se haya concretado poco; es
difícil que las agencias de inteligencia estén dispuestas a compartir toda la
información que poseen y hasta cierto punto es lógico: preservar la información
implica preservar la seguridad nacional, según la lógica de los estados axiales
desde la Guerra Fría. Pero el caso español es particularmente grave por la
forma en que un grupo no español opuesto a una política externa logra incidir
en la política interna. Antes de los ataques, la ventaja del PP sobre el PSOE
rondaba los tres puntos, descontándose
el ajustado triunfo de su candidato Mariano Rajoy.
La próxima España de Rodríguez Zapatero
Un remezón de
los atentados madrileños ha sido la confrontación entre dos posturas, enredadas
en mutuas acusaciones y suspicacias, que preanuncia duros debates sobre la
situación interna de España y de su estabilidad política futura. La opinión
pública se ha preguntó si no fue el terrorismo el verdadero ganador de las
elecciones del 14 de marzo, planteo que roza peligrosamente la cuestión de la
legitimidad. Los bandos se ubicaron en posiciones casi irreductibles: para
unos, el Partido Popular fue castigado por el electorado al haber achacado la
responsabilidad del atentado a ETA; los otros consideraron que hubo una hábil
acción psicológica montada por importantes medios de comunicación vinculados al
socialismo (léase Jesús Polanco y el Grupo Prisa, SER -Sociedad Española
Radiodifusora- y Canal Plus).
Sin embargo,
en ese momento todas las miradas convergieron sobre ETA, por dos aspectos
básicos, la proximidad de las elecciones -buen momento para convulsionar
España- por un lado y, por otro, el operativo policial en la ciudad de Cuenca,
unos meses atrás, en el cual se le incautó explosivos en cantidad mayor a la
utilizada en los trenes. Desarticulada como dicen que se encuentra, era posible
esperar de ella un golpe semejante. Desmentidas posteriores de voceros del
separatismo vasco parecen indicar que ETA fue ajena a los hechos, lo que no
necesariamente implica que no haya habido alguna ‘conexión local’ para un
operativo de tal envergadura por parte de ese grupo o algún otro que lo hiciera
incluso por dinero.
Como sea,
frente a la realidad de los cuerpos destrozados, las principales fuerzas
políticas tienen escaso margen de maniobra ante a la dimensión desconocida de
un terrorismo que golpeó una vez y en cualquier momento puede golpearles de
nuevo. El comportamiento democrático de los españoles en medio de semejante
dolor hoy no se redime solo con la ‘vuelta’ de España a Europa.
Finalmente
José Luis Rodríguez Zapatero es el 5º presidente del gobierno español, y con
toda seguridad estará consciente de la relación de fuerzas que indica el nuevo
mapa político. Si bien el PSOE aumentó de 125 a 164 escaños en las Cortes y el
PP disminuyó de 183 a 148, no ha podido alcanzar los 176 votos necesarios para
formar gobierno sin ayuda ajena. Como sucedió en otras ocasiones, el socialismo
debió recurrir a los votos de Izquierda Republicana, que en su versión catalana
hizo muy buena elección, lo que implica una serie de compromisos riesgosos por
las relaciones que -se dice- existen
entre esa agrupación y los movimientos radicales vascos.
Puesto que no
fue un triunfo plebiscitario precisamente, RZ tendrá que enfrentar con sumo
cuidado y a la vez el corto, mediano y largo plazos. En ese primer nivel, la
prioridad será obviamente restañar las heridas de una sociedad aturdida,
avanzando hacia el esclarecimiento total del atentado, a la vez de concretar la
promesa del inmediato regreso de los soldados españoles. En el mediano plazo,
el tema preponderante será el realineamiento español con la Unión Europea,
especialmente con Alemania y Francia, y las consecuencias políticas y
económicas que ese paso producirá en las relaciones bilaterales con los Estados
Unidos. El largo plazo coincidirá con las próximas elecciones generales dentro
de cuatro años, fecha en la cual alguna definición habrá para la cuestión de
las regiones. El PSOE ha propuesto nada menos que reformar la Constitución,
prometiendo trabajar en tal sentido. Rajoy, ahora líder de la oposición, ya le
anticipó su completa oposición.
El cuadro de situación
internacional que enmarca la decisión de la inmediata retirada española de Irak
no puede ser más dramático, y se constatan los siguientes problemas: el endurecimiento de Israel ante
la situación de Palestina, que ha llegado a su exacerbación con los asesinatos en poco tiempo de los
jefes de Hamas. Estas muertes totalmente
imprudentes están llevando la tensión a
niveles insoportables, que ni el muro de contención logrará aplacar. El otro eje dramático es la situación de
Afghanistán de la que el gran público ni se acuerda, y que a raíz de los
desaciertos norteamericanos se encuentra en un atolladero. Por último,
obviamente, al cuestión en Irak, que ya no resiste el menor análisis, luego de
demostrado que ese país no tenía vinculación con Al Qaeda ni poseía armas de destrucción masiva. Si a ello se
suma la resistencia Chiita que está recibiendo el acompañamiento de la facción
Sumnita, un paso en falso implicará la guerra civil. Cabe agregar que no sería
raro que RZ reenvíe tropas en la medida
en la medida en que éstas respondan al mando de Naciones Unidas, así sea a
través del multilateralismo de la OTAN.
Y a todo esto, ¿Qué con Osama Bin Laden y Al Qaeda? La reconstrucción de la vida de este
personaje conduce a Arabia Saudita y a
los negocios, lícitos e ilícitos, efectivizados o frustrados. Por cierto que el
clamor de los pueblos musulmanes por el
reconocimiento de su identidad e idiosincrasia se ve profundamente
distorsionado por una prensa internacional que desinforma y por la incapacidad
también de vivir en tolerancia con los
demás. La cuestión palestina es el
ejemplo paradigmático.
¿Cómo separar a Bin Laden de los negocios de su familia con la casa
real saudita y por ende con las corporaciones multinacionales norteamericanas?
¿Cómo no considerar el papel de la CIA en al relación con Bin Laden cuando el
enemigo común era el ejército soviético en Afganistán, la venta de armas, la
ruta del opio, la explotación de petróleo y gas implican elementos perturbadores que van más allá del
mero fanatismo religioso. A veces se nos ocurre que Al Qaeda tiene algo de Spectre,
la archienemiga del mítico James Bond.
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