CLAVES 127, mayo 2004
Tanto en la cátedra universitaria
como en esta columna, hemos fatigado a la audiencia y a lectores machacando que
la política exterior de un país refleja su política interna, y, por ende,
cuanto más coherente sea ésta más gana aquélla en eficacia y seriedad. El
desencuentro gasífero con Chile, constituye un didáctico recurso para
transmitir el vigor de la consigna.
¿De
arriba cayó un conflicto?
Negar la existencia de un serio
conflicto bilateral hoy es ocioso; tampoco es predecible cómo concluirá este
capítulo ni cuáles serán sus soluciones. Por cierto, se trata de una cuestión
que debe mantenerse acotada para evitar desmadres o la repotenciación de viejos
recelos. Ya hubo que lamentar hace unos meses el incidente de espionaje en el
consulado argentino de Punta Arenas, aún no esclarecido. Y para colmos, el
contexto regional no es el más propicio.
Con todo, la cuestión energética en esa
doble faz –interna y externa- da mucha tela para cortar en los dos países. En
nuestro caso, tal sucedió otras veces, de pronto se nos desploma el cielo con
una problemática sospechada pero cuya real dimensión la mayoría desconoce.
La producción energética es una
industria de base, sin la cual no se mueve la economía, sobre todo si está
recuperando el nivel de otros años, como ocurre en este tiempo. La importancia
de la cuestión se advirtió incluso durante la reciente visita presidencial a
los Estados Unidos, con motivo de la 34ª Reunión del Consejo de las Ámericas.
Allí, el establishment político-económico consultó al presidente Néstor
Kirchner sobre cómo pensaba superar esta crisis: es claro, si no hay energía no
hay crecimiento, tampoco superávit fiscal y por ende no hay pago de deuda. Era
lógico, entonces, un replanteo de la política energética en Argentina, que tal
vez sirva para expurgar también aspectos de las privatizaciones nunca
suficientemente aclarados.
Hoy muchos preguntan válidamente si la
crisis energética no pudo preverse, a pesar de algunos preanuncios como el de
principios de 2002. Frente a ello caben dos posibilidades: se sabía pero se
esperó el ‘no va más’ para dar un giro de 180º a las reglas de juego; no había
idea de la magnitud de la crisis.
Del
mismo modo, dará que hablar la batería de medidas anunciadas el 11 de mayo por
el presidente y miembros de su gabinete, entre ellas la creación de ENARSA.
Si
bien esta columna tiene por objeto un comentario desde la perspectiva de las
relaciones internacionales, cabe enunciar cinco cuestiones de abordaje
inmediato, indicativas de la complejidad de medidas de política interna con
proyección externa: 1) aclarar la responsabilidad pública y privada de esta
crisis, 2) explicitar las razones de la falta de inversiones por las empresas,
3) establecer si las medidas anunciadas sustentan un plan de corto y mediano
plazos, 4) precisar la magnitud de los recortes de suministro y el nivel de
aumento -directo e indirecto- de las tarifas para calibrar su impacto en la
producción y en la economía doméstica, y 5) encarar la renegociación de
contratos.
Repercusiones en Chile
Las reducciones en los envíos de gas a
Chile produjeron un fuerte impacto en el gobierno, repercutiendo de inmediato
tanto en su frente interno como externo.
En el primer caso, su pulcra economía
de escala sintió el cimbronazo. Los sucesivos gobiernos trasandinos venían
apostando fuerte a la reconversión de la generación de electricidad: hoy el 35
% de la producción eléctrica proviene del gas metano argentino al igual que el
90 % del consumo doméstico. Así, qué mejor proveedor que Argentina, país
productor y vecino, con el que se desactivaron de a poco históricas hipótesis
de conflicto.
Según parece, el presidente Ricardo
Lagos no esperaba tantos recortes ni tan seguidos. Apenas regresó del
significativo periplo que lo llevó por Sudáfrica, Singapur y Malasia, anunció
medidas para no depender más de un proveedor imprevisible, por próximo que esté
y amigo que sea. Conociendo la seriedad con que Chile aborda sus asuntos de
estado, es muy posible que la decisión ya estuviera en carpeta; la crisis solo
aceleró los tiempos.
El ministro de economía, Jorge
Rodríguez, desalentó el consumo de gas argentino, proponiendo su reemplazo por
gas licuado, diesel, carbón o coke. En cuanto a la provisión de petróleo
argentino adquirido por la Empresa Nacional del Petróleo (ENAP) disminuyó del
65 % en 2002 al 48 % en estos días, con tendencia a disminuir; aunque no es
tanto por la decisión chilena, aclaró su gerente general Daniel Fernández, sino
porque no es negocio par los propios proveedores argentinos, que están optando
por su mercado interno ante la suba de las retenciones. En fin, problemas en
todas las variantes del negocio.
Chile viene sosteniendo, además, un
argumento jurídico de relevancia en el plano
diplomático, referido al incumplimiento del Protocolo Adicional nº 15 de
Interconexión Gasífera, celebrado con nuestro país dentro del marco de los
Acuerdos de Complementación Económica de Alcance Parcial nº 16 de ALADI (07/
07/ 95). La canciller Soledad Alvear reclamó el respeto del art. 27 de la
Convención de Viena sobre Derecho de los Tratados vigente para ambos estados, que
impide a un país su derecho interno para no cumplir un tratado. Desentenderse
de una norma tan clara (que en realidad no necesita ratificación por su marco
de referencia) sumado al manejo político que pueda hacerse, aparte de mal
antecedente internacional -Argentina carga ya con varios- puede generar la
responsabilidad del estado incumplidor. Nuestros vecinos tienen varias
alternativas, desde la aplicación de medidas compensatorias hasta recurrir a la
OMC y en ese ámbito plantear defensas antidumping, limitar las exportaciones e
importaciones que vayan y vengan de ambos lados. Actualmente la balanza
comercial es favorable a la Argentina, que exporta –en cifras redondas- u$
3.700 millones contra u$ 300 millones de Chile.
Otro aspecto que fastidió al gobierno
trasandino, fue el momento inoportuno en que se presentó el problema, y R.
Lagos se lo hizo saber personalmente a N. Kirchner en una de las tres
conversaciones telefónicas directas que mantuvieron mientras los dos viajaban.
En una época electoral de alto voltaje, este asunto complica las aspiraciones
de las dos ministras (Alvear y la de defensa, Michelle Bachelet), importantes
figuras de recambio. Hubo, claro, utilización política de parte del opositor y
también presidenciable Joaquín Lavín, aunque debe reconocerse que presidente y
ministra pusieron de su parte lo necesario para que el desencuentro acotara las
presiones de los halcones, que allá son como las brujas. Los viajes de Soledad
Alvear a Buenos Aires y la conformación de una comisión bilateral ad hoc, convocaban a un necesario
diálogo que contrastó con la falta de reacción de nuestra diplomacia.
En el plano externo, el tema también
afectó a La Moneda en dos sensibles cuestiones pendientes y sin pronta solución
a la vista. El primero de ellos es el repentino recalentamiento de la relación
con Bolivia, que vino en ayuda de Argentina proporcionándonos un gas de
emergencia con la condición de que ni una mota sea derivada ‘a un tercer país’.
Por cierto que atrás de esta postura está la reciente campaña que el presidente
Mesa lanzó de nuevo el pasado enero por una salida al mar, en la Cumbre de
Presidentes de Monterrey. La actual cuestión gasífera coincidió además con una
ofensiva diplomática boliviana para instalar el recurrente reclamo en la agenda
de la próxima reunión plenaria de la OEA, que se realizará a principios de
junio en Ecuador.
De rondón, una derivación transitiva.
Chile y Perú mantienen una disputa por la delimitación de sus respectivas
jurisdicciones marinas, en su condición de países con costas adyacentes. Este
asunto no tiene, desde luego, mucho que ver con el gas ni con la Argentina,
pero sí con Bolivia, pues respecto del mar los peruanos son el tercero en
discordia.
De
acá en más
El gobierno argentino empleó variados
argumentos para justificar los recortes de suministro: ausencia de una empresa
estatal, desinversión empresaria, hábitos de consumo, etc. Pero nada de esto
debió inhibir la actitud dialogar ‘al tiro’ con el país afectado.
Respecto del Protocolo, nuestros
funcionarios sostuvieron su falta de ratificación, por tanto tenía que
prevalecer lo previsto en la Ley de Hidrocarburos, que supedita las
exportaciones a la previa satisfacción de la demanda interna. Pero aunque
pudiéramos sostener un debate jurídico, corresponde considerar los perjuicios
que produce a nuestros intereses esa sensación de improvisación y de falta de
respuesta automática. Nuestros antecedentes, por desgracia, no nos favorecen y
esto debe sopesarse a la hora de tomar decisiones.
La entrada en producción de un nuevo
yacimiento de gas en Neuquén trajo algo de alivio, al aumentarse envíos a las
centrales trasandinas de Nehuenco y Nueva Renca y a la distribuidora Metrogas,
todas las cuales abastecen la región central de mayor concentración poblacional
y económica. Pero como no hay garantías de que esa tendencia se mantenga, Lagos
sigue viajando y buscando apoyos. En su visita a Asunción el 14 de mayo, se
comprometió con el presidente paraguayo a abrirle acuerdos de libre comercio
con Corea, Estados Unidos y la Unión Europea. De paso, un claro mensaje a
Bolivia y a todos los países de la OEA: ofreció a N. Duarte Frutos 1.700 m2 en
la zona franca de Antofagasta y un lugar en el megapuerto de Mejillones.
Chile no detendrá su marcha porque
tiene un proyecto, construye su poder y lo lleva adelante con habilidad. Pero a
hay que ganarlo, no marginarlo, aunque haya optado por el ALCA. Su destino
latinoamericano lo ata a la Comunidad Andina y al Mercosur; en todo caso habrá
que analizar las razones de su elección.
En su libro “Geopolítica del cono sur”,
el Gral. Juan Enrique Guglialmelli preveía la necesidad de que Argentina
trabajara un destino peninsular para el cono sur de América Latina. Esto
significaba que la nación debía complementarse con Chile y apuntar a la cuenca
del Pacífico, imperativo extensible al Uruguay (otro afectado por los
recortes). El Tratado de Límites de 1881, su Protocolo Adicional de 1893 y el
Tratado de Paz de 1984 fueron instrumentos relevantes que han establecido,
aclarado y consolidado límites, el aspecto más ríspido de la relación
bilateral. Ninguno de los dos países debe alentar políticas chauvinistas,.
Cuando la proyección histórica se contempla desde este punto de vista, las
soluciones eficaces a cada problema de convivencia vienen solas. De modo que
todos los recelos que se produzcan andando tendrán que superarse con más
integración.
Los siguientes son los artículos del
Protocolo Adicional, cuya interpretación difieren Argentina y Chile: Artículo
2°.- Las Partes no pondrán restricciones a que los productores y otros
disponentes de gas natural de la República Argentina y de la República de Chile
exporten gas natural al país vecino, sobre la base de sus reservas y sus
disponibilidades, debidamente certificadas, que a tal fin comprometan los exportadores
e importadores. Tal antecedente permitirá a la Secretaría de Energía de la
República Argentina, en nombre del Poder Ejecutivo, y al Ministerio de
Economía, Fomento y Reconstrucción de la República de Chile, en nombre del
Poder Ejecutivo, según corresponda, considerar las solicitudes a fin de otorgar
los respectivos permisos de exportación de gas natural, en la medida que no se
comprometa el abastecimiento interno al momento del otorgamiento, si la
legislación de las Partes así lo requiere.
Artículo 7°.- Las Partes procederán de acuerdo al principio de no
discriminación respecto de los consumidores afectados, cualquiera sea la
ubicación geográfica de éstos, en los casos de fuerza mayor o caso fortuito que
afecten temporalmente elementos de infraestructura que sean comunes a la
exportación de Argentina hacia Chile o de Chile hacia Argentina y al consumo
interno, debiéndose en todos los casos mantener la proporcionalidad existente
en condiciones normales.
Primer gas: metano, alimenta usinas
termoeléctricas, artefactos del hogar y automotores. Constituye más del 90% del
fluido que sale del pozo.
Segundo gas: etano. Se utiliza para
petroquímica, etanol.
Tercer y cuarto gas: propano – butano.
Se los utiliza para el gas licuado (garrafas)
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