24 de mayo de 2004

Gases Tóxicos

CLAVES 127, mayo 2004
                                                                                             

     Tanto en la cátedra universitaria como en esta columna, hemos fatigado a la audiencia y a lectores machacando que la política exterior de un país refleja su política interna, y, por ende, cuanto más coherente sea ésta más gana aquélla en eficacia y seriedad. El desencuentro gasífero con Chile, constituye un didáctico recurso para transmitir el vigor de la consigna.

¿De arriba cayó un conflicto?

Negar la existencia de un serio conflicto bilateral hoy es ocioso; tampoco es predecible cómo concluirá este capítulo ni cuáles serán sus soluciones. Por cierto, se trata de una cuestión que debe mantenerse acotada para evitar desmadres o la repotenciación de viejos recelos. Ya hubo que lamentar hace unos meses el incidente de espionaje en el consulado argentino de Punta Arenas, aún no esclarecido. Y para colmos, el contexto regional no es el más propicio.

Con todo, la cuestión energética en esa doble faz –interna y externa- da mucha tela para cortar en los dos países. En nuestro caso, tal sucedió otras veces, de pronto se nos desploma el cielo con una problemática sospechada pero cuya real dimensión la mayoría desconoce.

La producción energética es una industria de base, sin la cual no se mueve la economía, sobre todo si está recuperando el nivel de otros años, como ocurre en este tiempo. La importancia de la cuestión se advirtió incluso durante la reciente visita presidencial a los Estados Unidos, con motivo de la 34ª Reunión del Consejo de las Ámericas. Allí, el establishment político-económico consultó al presidente Néstor Kirchner sobre cómo pensaba superar esta crisis: es claro, si no hay energía no hay crecimiento, tampoco superávit fiscal y por ende no hay pago de deuda. Era lógico, entonces, un replanteo de la política energética en Argentina, que tal vez sirva para expurgar también aspectos de las privatizaciones nunca suficientemente aclarados.

Hoy muchos preguntan válidamente si la crisis energética no pudo preverse, a pesar de algunos preanuncios como el de principios de 2002. Frente a ello caben dos posibilidades: se sabía pero se esperó el ‘no va más’ para dar un giro de 180º a las reglas de juego; no había idea de la magnitud de la crisis.

La primera hipótesis ha sido planteada con crudeza, entre otros, por la Sra. E. Carrió, quien denunció que detrás de este trance están las petroleras mismas y los fideicomisos anunciados serían la prueba (aunque el aumento de retenciones podría indicar lo contrario). Va de suyo que la segunda hipótesis es la comentada en voz no tan baja allende los Andes.

Del mismo modo, dará que hablar la batería de medidas anunciadas el 11 de mayo por el presidente y miembros de su gabinete, entre ellas la creación de ENARSA.

Si bien esta columna tiene por objeto un comentario desde la perspectiva de las relaciones internacionales, cabe enunciar cinco cuestiones de abordaje inmediato, indicativas de la complejidad de medidas de política interna con proyección externa: 1) aclarar la responsabilidad pública y privada de esta crisis, 2) explicitar las razones de la falta de inversiones por las empresas, 3) establecer si las medidas anunciadas sustentan un plan de corto y mediano plazos, 4) precisar la magnitud de los recortes de suministro y el nivel de aumento -directo e indirecto- de las tarifas para calibrar su impacto en la producción y en la economía doméstica, y 5) encarar la renegociación de contratos. 

Repercusiones  en Chile

Las reducciones en los envíos de gas a Chile produjeron un fuerte impacto en el gobierno, repercutiendo de inmediato tanto en su frente interno como externo.

En el primer caso, su pulcra economía de escala sintió el cimbronazo. Los sucesivos gobiernos trasandinos venían apostando fuerte a la reconversión de la generación de electricidad: hoy el 35 % de la producción eléctrica proviene del gas metano argentino al igual que el 90 % del consumo doméstico. Así, qué mejor proveedor que Argentina, país productor y vecino, con el que se desactivaron de a poco históricas hipótesis de conflicto.

Según parece, el presidente Ricardo Lagos no esperaba tantos recortes ni tan seguidos. Apenas regresó del significativo periplo que lo llevó por Sudáfrica, Singapur y Malasia, anunció medidas para no depender más de un proveedor imprevisible, por próximo que esté y amigo que sea. Conociendo la seriedad con que Chile aborda sus asuntos de estado, es muy posible que la decisión ya estuviera en carpeta; la crisis solo aceleró los tiempos.

El ministro de economía, Jorge Rodríguez, desalentó el consumo de gas argentino, proponiendo su reemplazo por gas licuado, diesel, carbón o coke. En cuanto a la provisión de petróleo argentino adquirido por la Empresa Nacional del Petróleo (ENAP) disminuyó del 65 % en 2002 al 48 % en estos días, con tendencia a disminuir; aunque no es tanto por la decisión chilena, aclaró su gerente general Daniel Fernández, sino porque no es negocio par los propios proveedores argentinos, que están optando por su mercado interno ante la suba de las retenciones. En fin, problemas en todas las variantes del negocio.

Chile viene sosteniendo, además, un argumento jurídico de relevancia en el plano  diplomático, referido al incumplimiento del Protocolo Adicional nº 15 de Interconexión Gasífera, celebrado con nuestro país dentro del marco de los Acuerdos de Complementación Económica de Alcance Parcial nº 16 de ALADI (07/ 07/ 95). La canciller Soledad Alvear reclamó el respeto del art. 27 de la Convención de Viena sobre Derecho de los Tratados vigente para ambos estados, que impide a un país su derecho interno para no cumplir un tratado. Desentenderse de una norma tan clara (que en realidad no necesita ratificación por su marco de referencia) sumado al manejo político que pueda hacerse, aparte de mal antecedente internacional -Argentina carga ya con varios- puede generar la responsabilidad del estado incumplidor. Nuestros vecinos tienen varias alternativas, desde la aplicación de medidas compensatorias hasta recurrir a la OMC y en ese ámbito plantear defensas antidumping, limitar las exportaciones e importaciones que vayan y vengan de ambos lados. Actualmente la balanza comercial es favorable a la Argentina, que exporta –en cifras redondas- u$ 3.700 millones contra u$ 300 millones de Chile.

Otro aspecto que fastidió al gobierno trasandino, fue el momento inoportuno en que se presentó el problema, y R. Lagos se lo hizo saber personalmente a N. Kirchner en una de las tres conversaciones telefónicas directas que mantuvieron mientras los dos viajaban. En una época electoral de alto voltaje, este asunto complica las aspiraciones de las dos ministras (Alvear y la de defensa, Michelle Bachelet), importantes figuras de recambio. Hubo, claro, utilización política de parte del opositor y también presidenciable Joaquín Lavín, aunque debe reconocerse que presidente y ministra pusieron de su parte lo necesario para que el desencuentro acotara las presiones de los halcones, que allá son como las brujas. Los viajes de Soledad Alvear a Buenos Aires y la conformación de una comisión bilateral ad hoc, convocaban a un necesario diálogo que contrastó con la falta de reacción de nuestra diplomacia.

En el plano externo, el tema también afectó a La Moneda en dos sensibles cuestiones pendientes y sin pronta solución a la vista. El primero de ellos es el repentino recalentamiento de la relación con Bolivia, que vino en ayuda de Argentina proporcionándonos un gas de emergencia con la condición de que ni una mota sea derivada ‘a un tercer país’. Por cierto que atrás de esta postura está la reciente campaña que el presidente Mesa lanzó de nuevo el pasado enero por una salida al mar, en la Cumbre de Presidentes de Monterrey. La actual cuestión gasífera coincidió además con una ofensiva diplomática boliviana para instalar el recurrente reclamo en la agenda de la próxima reunión plenaria de la OEA, que se realizará a principios de junio en Ecuador.

De rondón, una derivación transitiva. Chile y Perú mantienen una disputa por la delimitación de sus respectivas jurisdicciones marinas, en su condición de países con costas adyacentes. Este asunto no tiene, desde luego, mucho que ver con el gas ni con la Argentina, pero sí con Bolivia, pues respecto del mar los peruanos son el tercero en discordia.

De acá en más

El gobierno argentino empleó variados argumentos para justificar los recortes de suministro: ausencia de una empresa estatal, desinversión empresaria, hábitos de consumo, etc. Pero nada de esto debió inhibir la actitud dialogar ‘al tiro’ con el país afectado.

Respecto del Protocolo, nuestros funcionarios sostuvieron su falta de ratificación, por tanto tenía que prevalecer lo previsto en la Ley de Hidrocarburos, que supedita las exportaciones a la previa satisfacción de la demanda interna. Pero aunque pudiéramos sostener un debate jurídico, corresponde considerar los perjuicios que produce a nuestros intereses esa sensación de improvisación y de falta de respuesta automática. Nuestros antecedentes, por desgracia, no nos favorecen y esto debe sopesarse a la hora de tomar decisiones.

La entrada en producción de un nuevo yacimiento de gas en Neuquén trajo algo de alivio, al aumentarse envíos a las centrales trasandinas de Nehuenco y Nueva Renca y a la distribuidora Metrogas, todas las cuales abastecen la región central de mayor concentración poblacional y económica. Pero como no hay garantías de que esa tendencia se mantenga, Lagos sigue viajando y buscando apoyos. En su visita a Asunción el 14 de mayo, se comprometió con el presidente paraguayo a abrirle acuerdos de libre comercio con Corea, Estados Unidos y la Unión Europea. De paso, un claro mensaje a Bolivia y a todos los países de la OEA: ofreció a N. Duarte Frutos 1.700 m2 en la zona franca de Antofagasta y un lugar en el megapuerto de Mejillones.

Chile no detendrá su marcha porque tiene un proyecto, construye su poder y lo lleva adelante con habilidad. Pero a hay que ganarlo, no marginarlo, aunque haya optado por el ALCA. Su destino latinoamericano lo ata a la Comunidad Andina y al Mercosur; en todo caso habrá que analizar las razones de su elección.

En su libro “Geopolítica del cono sur”, el Gral. Juan Enrique Guglialmelli preveía la necesidad de que Argentina trabajara un destino peninsular para el cono sur de América Latina. Esto significaba que la nación debía complementarse con Chile y apuntar a la cuenca del Pacífico, imperativo extensible al Uruguay (otro afectado por los recortes). El Tratado de Límites de 1881, su Protocolo Adicional de 1893 y el Tratado de Paz de 1984 fueron instrumentos relevantes que han establecido, aclarado y consolidado límites, el aspecto más ríspido de la relación bilateral. Ninguno de los dos países debe alentar políticas chauvinistas,. Cuando la proyección histórica se contempla desde este punto de vista, las soluciones eficaces a cada problema de convivencia vienen solas. De modo que todos los recelos que se produzcan andando tendrán que superarse con más integración.

Los siguientes son los artículos del Protocolo Adicional, cuya interpretación difieren Argentina y Chile: Artículo 2°.- Las Partes no pondrán restricciones a que los productores y otros disponentes de gas natural de la República Argentina y de la República de Chile exporten gas natural al país vecino, sobre la base de sus reservas y sus disponibilidades, debidamente certificadas, que a tal fin comprometan los exportadores e importadores. Tal antecedente permitirá a la Secretaría de Energía de la República Argentina, en nombre del Poder Ejecutivo, y al Ministerio de Economía, Fomento y Reconstrucción de la República de Chile, en nombre del Poder Ejecutivo, según corresponda, considerar las solicitudes a fin de otorgar los respectivos permisos de exportación de gas natural, en la medida que no se comprometa el abastecimiento interno al momento del otorgamiento, si la legislación de las Partes así lo requiere.
Artículo 7°.- Las Partes procederán de acuerdo al principio de no discriminación respecto de los consumidores afectados, cualquiera sea la ubicación geográfica de éstos, en los casos de fuerza mayor o caso fortuito que afecten temporalmente elementos de infraestructura que sean comunes a la exportación de Argentina hacia Chile o de Chile hacia Argentina y al consumo interno, debiéndose en todos los casos mantener la proporcionalidad existente en condiciones normales.

Primer gas: metano, alimenta usinas termoeléctricas, artefactos del hogar y automotores. Constituye más del 90% del fluido que sale del pozo.
Segundo gas: etano. Se utiliza para petroquímica, etanol.
Tercer y cuarto gas: propano – butano. Se los utiliza para el gas licuado (garrafas)

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