24 de diciembre de 2005

México, a vuelo de pájaro

CLAVES Nº 144 – Diciembre 2005
 
México-Tenochtitlán

 “En México, Distrito Federal, el paso del tiempo significa una desaforada multiplicación de la especie. [...] Estamos ante un fenómeno insólito: la metrópoli nómada. Sin movernos de sitio, hemos cambiado de ciudad; por convención seguimos hablando de ‘México, DF’, pero es obvio que el paisaje anda suelto y se transfigura en otro y otro”. Juan Villoro (sociólogo, escritor prestigioso) nació aquí y la ama aunque es implacable a la hora de reflexionar sobre ella, convergiendo finalmente en el borgeano fervor por Buenos Aires (El eterno retorno a la mujer barbuda”, La Nación Cultura, 21/8/05). La Ciudad de Méjico es una febril urbe de unas 19 millones de almas y, si se cuenta al pobrerío que reside pegado a ella del lado de Toluca y la invade día a día, estamos hablando de 22 o 23 millones. Esa cantidad se percibe en toda su extensión en el diseño improvisado de la ciudad y en sus medios de transporte.

Como en cualquier gran ciudad, hay de todo y se ve de todo. Impactantes edificios-torre, casas espectaculares en ‘colonias’ –barrios, para nosotros- ídem, construcciones modestas, pujanza y pobreza conviviendo en una especie de feria: lo vimos en la Glorieta de Insurgentes a metros de nuestro hotel, en el hermoso Bosque de Chapultepec, en los alrededores de la UNAM, llegando al ápice en el mismísimo Zócalo. Gente cordial, música de rancheras, olores y sabores de comida popular, colores alegres y ese hablar tan querible, se va metiendo en la piel sin darnos cuenta. En fin, América Latina en estado puro. Pero caminar por México-Tenochtitlán es sentirse en nuestras cobrizas ciudades hispano americanas más que en Buenos Aires, Montevideo o Santiago.

Acerca del nacionalismo mejicano

En este país existe, los mejicanos lo exhiben sin complejos y lo pudimos comprobar en la noche del 15 de septiembre cuando caminábamos por el Paseo de la Reforma hacia la rotonda del Monumento del Ángel (en realidad una victoria alada al tope de una columna clásica, símbolo mayor de la ciudad). A la medianoche, el presidente de la nación repite tres veces “¡Viva Méjico!”, desde un balcón del Palacio de Gobierno ubicado en una de las calles del Zócalo. Aconsejan los conserjes no llegar hasta la vasta plaza central, distante unas veinticinco cuadras del Ángel, por la inseguridad que provoca un millón de personas en movimiento. Es la víspera del Día de la Independencia, declarada 195 años atrás por el Padre Miguel Hidalgo, autor de los primeros gritos, aunque leí por esos días que en realidad el cura estaba aquella noche en otra parte. El festejo dura un par de jornadas y es mezcla de año nuevo con carnaval.

Al día siguiente, en toda la extensión arbolada del Paseo se despliega una imponente parada militar de seis horas, inimaginable para argentinos. La conjunción pueblo-fuerzas armadas se expresa en confites y papel picados que los soldados reciben de sus paisanos. En esos días una encuesta refería las instituciones más confiables de Méjico: maestros, Iglesia y Ejército, en ese orden. Entonces supuse: aunque el incómodo vecino del norte posea misiles de ojivas múltiples, este país necesita exhibir sus recursos de poder militar. La memoria histórica –desplegada en los bellísimos murales de Siqueiros, Orozco, O’Gorman o Rivera- lo prescribe, atento a las guerras, invasiones y despojos que padeció este pueblo.
  
Internas políticas

Méjico es un país politizado y tiene cuatro grandes partidos: el Partido Acción Nacional (PAN, en el gobierno), el Partido Revolucionario Institucional (PRI), el Partido de la Revolución Democrática (PRD) y el Partido del Trabajo (PT). En un plano secundario están el Partido Verde Ecologista (PVEM), el Partido Convergencia (PC) y Nueva Alianza (NA).

El PAN tiene ya ganado un buen lugar en la historia mejicana al romper el unicato del PRI, que durante setenta y un años usufructuó –y dilapidó- la herencia política de la Revolución Mexicana A nuestro arribo, los mejicanos vivían la sorpresa del triunfo de Felipe Calderón (43) sobre el ‘gallo’ del presidente y Secretario General de la Presidencia, Santiago Creel, un político más mediático que militante. Por esos días estaba lanzada su interna para definir el candidato presidencial en las elecciones de 2006. El PAN realiza tres elecciones regionales, dividiendo al país en tres zonas; hoy Felipe ya es el candidato definitivo del panismo y sin necesidad de segunda vuelta. Varios analistas explicaban que la inesperada victoria de Calderón fue consecuencia de los errores y el desgaste de Fox; el presidente mantiene todavía popularidad pero a costa del retroceso de su partido. Las razones de esta paradoja muchos las encuentran en que tanto Fox como Creel son neopanistas (esto es, recién llegados al partido) y ‘pragmáticos’ (que en política implica ‘estar dispuesto a todo’); el primero se afilió en marzo de 1989 y el otro recién en 1997. Felipe Calderón, por el contrario, es hijo de Luis Calderón Valencia uno de los fundadores y líder histórico del PAN: un panista puro, conciliador y militante irreductible. Secretario de Energía de este gobierno, no se retiró en buenos términos con el jefe de estado. Precisamente esa trayectoria y su enfrentamiento con los parvenus le permitieron el batacazo, aunque sea prematuro asegurar que logrará la presidencia en 2006.

Con todo, las encuestas decían que si las elecciones nacionales hubiesen sido ese domingo, el PAN perdía la presidencia. Y lo haría en manos del candidato del PRD, Andrés Manuel López Obrador, hombre ponderado por su capacidad y decencia. Este partido ha sido un desgajamiento del PRI, con un perfil de izquierda bien marcado. Su líder histórico fue Cuauhtémoc Cárdenas, hijo del legendario Lázaro Cárdenas, de pobre perfomance en las elecciones de 2000 (16,6 % de los votos, contra 36,1 % del priísta Labastida y 42,5 % de Fox). Una encuesta reciente lo da a López Obrador con un 34 % de intención de voto, contra el 30 % de Roberto Madrazo y el 28 % para Felipe Calderón.

Un vistazo final para el PRI, que al momento de nuestra visita parecía un barco sin timonel. En efecto, padecía un conflicto ocasionado por su secretaria general, Elba E. Gordillo, a la vez titular del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación. El partido debía decidir antes del 15 de septiembre el método de selección de su candidato para las presidenciales del año que viene. Roberto Madrazo es su principal candidato y obtuvo el apoyo del PVEM La Gordillo, sospechada de haber impulsado a la NA en maniobra que se presume un ejercicio de transversalismo de parte de Fox, se cree que terminará corriéndose al PAN.

El terremoto de 1985

A las 07:19 del 19 de septiembre de 1985, un espantoso terremoto de 8,1 grados en la escala de Mercali derrumbó el Distrito Federal. Veinte años después vivimos el recordatorio: a la misma hora, sirenas, campanas y bocinazos atronaron las memorias, mientras los canales de TV mostraban la conmoción actual de los mejicanos que aún se indignan por las historias de culpas y responsabilidades sepultadas también debajo de los escombros. Aún hoy no se sabe a ciencia cierta cuánta gente murió. El ex-presidente Miguel de Lamadrid en un reportaje actual modificó las cifras oficiales de entonces, reconociendo que los muertos fueron más de 10.000, pese a quienes sostienen el doble.

Entre los motivos del fastidio popular persisten las dudas sobre los controles, ya que muchos edificios nuevos se desmoronaron como castillos de naipes. Elena Poniatowska, que recorrió el desastre aquél en su condición de periodista de “La Jornada”, publicó una nota que tituló “El eco del 85”; allí expuso esta síntesis: “Una de las cosas que más coraje me dio fue que la corrupción mató a muchos inocentes que ignoraban que sus inmuebles estaban mal construidos. La sociedad no se merecía eso. Y sin importar nada se unió. [...] Y 20 años después los grandes logros deberán de ser la protección antisísmica, pero creo que la cultura de la prevención no se ha fortalecido, no se ve que haya preparación, al menos que yo sepa, para un próximo desastre”. Los mejicanos –dice Villoro- han construido su épica ciudad sobre un lago y están pendientes de cualquier signo premonitorio, en especial del humor del Popocatepetl.

Laico y anticlerical

México es un país fuertemente laicista y cuyas convulsiones sociales lo hicieron ostensivamente anticlerical. La relación entre Iglesia Católica y el Estado fue siempre tensionante; eso significó una mala relación con el Vaticano. Precisamente Fox, quien nunca ocultó su catolicismo, reanudó las relaciones diplomáticas con la Santa Sede.

No deja de ser curiosa esa drástica separación entre Iglesia y Estado, ya que el arraigado sentimiento religioso no sólo no retrocede sino, por el contrario, aumenta constantemente. En la actualidad el debate pasa por un reposicionamiento -por decirlo así- de la Iglesia católica, aprovechando la apertura que propuso Vicente Fox. La Conferencia Episcopal Mejicana reclama que la libertad de culto se transforme en ‘libertad religiosas’ plena: el culto se vive en los templos, la religión se proyecta fuera de ellos. Por eso lo obispos piden que se permita  la educación religiosa en las escuelas públicas, que la Iglesia pueda ser concesionaria de estaciones de radio y televisión y que sus sacerdotes puedan ser candidatos en cargos electivos. Posiblemente la impulse la encuesta de popularidad arriba comentada. Carlos Monsiváis (“La mexicanidad a la salida de misa”, revista Proceso, 18/9/05, p. 74) polemizaba en esos días con Jaime López Buitrón, Secretario de Asuntos Religiosos del gobierno federal. Decidido opositor a que las religiones –sobre todo la católica- se mezclen con los asuntos públicos, ha llevado el debate al punto más delicado, esto es la incidencia de ‘lo cristiano’ en la identidad nacional mejicana. Y allí se plantó.

El accidente de Ramón Huerta

Un suceso realmente inesperado fue el trágico accidente en que perdió la vida el Secretario de Seguridad Pública, Ramón Martín Huerta, hombre de íntima confianza del presidente Fox, al estrellarse el 21 de septiembre el helicóptero en el que viajaba junto a con ocho de sus colaboradores en la ladera de un cerro de la Sierra Madre. La sospecha de un atentado producido por sectores ligados al narcotráfico fue irreprimible, aunque finalmente quedó claro que se trató de un accidente. La idea del crimen mafioso fue producto de un mal manejo de la información por parte del gobierno, cuyos voceros anunciaron la desgracia varias horas después del impacto. Es que la infiltración del narcotráfico, con su secuela corruptora de la vida mejicana, es un gravísimo tema pendiente. Al conocido cartel de Juárez se le enfrenta el cartel de Sinaloa, estado costero del Golfo de California, al parecer más violento y penetrante. Méjico padece una situación de violencia preocupante, mucha de la cual proviene de las actividades del narcotráfico.

Esta ha sido, pues, una aproximación a Méjico, a vuelo de pájaro: fascinante, auténtico, caótico, entrañable, aunque no se den cuenta. No obstante, Rafael Guillén Vicente, licenciado en filosofía cuya personalidad mutó -por misterio del pasamontañas- en Sub Comandante Marcos (según la comunidad de inteligencia), será motivo de otra nota.

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