24 de abril de 2006

Las Elecciones de Perú

Claves nº 147 abril 2006
 
Tres semanas antes de las elecciones, el nacionalista Ollanta Humala (OH) -candidato presidencial por Unión por el Perú- pasó a liderar las encuestas de opinión con una intención de voto del 32 %, superando por primera vez en cuatro puntos a su inmediata competidora Lourdes Flores (LF), cuyo Partido Popular Cristiano encabeza la alianza conservadora Unidad Nacional. Pegando en los talones, apuraba en la recta final el candidato socialdemócrata del APRA y ex presidente (1985-1990) Alan García (AG). Esta comprobación, especulaba cierta prensa peruana por esos días, originó el aumento del riesgo a un 22 %. En efecto, Humala y sus seguidores hablaban de nacionalizar los recursos naturales (en particular hidrocarburos), revisar contratos con empresas trasnacionales y controlar sectores estratégicos. Eso sirvió para que sus adversarios le endilgaran de inmediato una onda chavista, causa de esa suba y de la consecuente inquietud de los mercados. El candidato no es bien digerido por el establishment.

Humala finalmente terminó por imponerse en las elecciones del 9 de abril, pero con el 30,9 % de los votos; y al no haber obtenido la mayoría absoluta, debe presentarse en una segunda vuelta electoral que el art. 111 de la Constitución prevé para treinta días después de la primera. Los resultados extraoficiales provisorios hacían segunda a Lourdes con el 24,5 % y tercero Alan con el 23 %. Desde entonces, la atención de la opinión pública se centró en estos dos, no solo por la expectativa de saber quién finalmente contenderá con el candidato de la UPP sino porque -a lo mejor- alguno de ellos será el futuro presidente.

Al momento de entregar esta nota (el 18 de abril), y escrutado el 90% de las mesas, LF con un 23,53% se acercaba a AG (24,38%); la proyección de los votos de peruanos en el extranjero, inclinados más a favor de la dama, podría habilitarla para el ballotage. Lo que se dice un final de bandera verde, que no debe agradar para nada a la UPP: es más factible una alianza entre el APRA y la UN que cualquiera de ambos le de votos a OH (García tuvo un claro gesto cuando levantó su pedido de revisión de votos en alrededor de 7.000 mesas). En efecto, tanto Flores como García pegaron duro a su contrincante, a quien consideraban –y lo siguen haciendo- un “salto al vacío”. Es que el antecedente golpista del muchacho no lo ayuda, pese a que el golpeado fuese un en aquel tiempo un devaluadísimo Alberto Fujimori.

Lo expuesto en los párrafos precedentes permite una pequeña aproximación a la complejidad peruana y a las complejidades de su dirigencia. Salvo LF, objetivamente más previsible desde varios puntos de vista, OH y AG purgan aún pecados de juventud. Ollanta ha sido acusado de violar derechos humanos cuando le tocó combatir a Sendero Luminoso metido en la selva y de propiciar un golpe militar (él niega esa calificación) contra Fujimori en octubre de 2000. García, por su lado, regresó al país luego de un autoexilio que muchos creen obedeció más que nada a que el tiempo prescribiera las causas en su contra. Pero el caos económico, una inflación del 7.600 % anual y una guerrilla incontrolable, son recuerdos difíciles de olvidar para los peruanos.

La manía del etiquetamiento (nacionalista, conservador, social demócrata) es apenas un pretexto para explicar lo inabarcable, ya que, en las condiciones actuales, quien sea el/la presidente, será a la vez nacionalista, conservador y socialdemócrata. La realidad es bastante más compleja que los motes. Que Perú tiene serios problemas no es ningún secreto; se trata de problemas estructurales similares a los del resto de nuestros pobres países latinoamericanos: un crecimiento económico que no derrama, concentración de la riqueza, pobreza extendida, desocupación. Por si fuera poco, el frente externo también está delicado, ya que Perú mantiene conflictos limítrofes abiertos con Chile en su frente lateral marítimo y con Ecuador varias veces casus belli. Para cerrar el cuadro, narcotráfico y guerrilla (la que, según se afirma, está volviendo a las operaciones), completan la herencia de los gobiernos anteriores que no pudieron mejorar las condiciones de vida del pueblo.

Durante la campaña, los tres candidatos no ahorraron munición gruesa y, a decir verdad, el más perjudicado fue Humala que recibió de los otros dos como si le dispararan de la misma trinchera. OH, al igual que Fujimori en su momento y Alejandro Toledo después, es un político sin partido tradicional, que está gozando del favor del electorado por la imprecisión y desgaste de sus oponentes; nadie sabía quién era hasta que levantó una guarnición contra El Chino.

Humala es como una mezcla de otros mandatarios de la región. Tiene bastante del nacionalismo de Chávez, del etnicismo de Morales y del setentismo de nuestro Néstor Kirchner. En realidad se parece más a éste último, en cuanto sus ideas parecen abrevar y rescatar el discurso de Juan Velasco Alvarado antes que –obviamente- el marxismo de José Carlos Mariátegui. OH no oculta su adhesión al frustrado proyecto del general que derrocó en 1968 a F. Belaúnde Terry. Por eso se define diciendo que “no soy ni de izquierda ni de derecha: soy de abajo”, aunque eso finalmente no diga mucho. De todos modos, y frente a una posible e inminente alianza, ya empezó a enviar señales de calma al asegurar en reportajes que respetará la inversión extranjera.

Ollanta significa en quechua “guerrero que todo lo ve”. Y este guerrero está viendo que no le será fácil obtener la primera magistratura con la perfomance demostrada. Su magro caudal de votos necesita ampliarse con los de sectores políticos afines, pero le desconfían desde la izquierda, desde el centro y desde la derecha. El electorado independiente pareciera más inclinado hacia Flores, quien a pesar de aspirar por tercera vez a la presidencia de la nación, tiene fama de capaz e incorruptible. ¿Será favorecida por el síndrome Bachelet? En cambio si el contradictor termina siendo García, tal vez mejoren las posibilidades de OH.

Caso curioso el del presidente Toledo; debe ser de los pocos presidentes que no pudo aspirar a su reelección: su índice de popularidad anda por el suelo. Sin embargo deja una economía en marcha, bien que en términos actuales. Le está dejando a su sucesor un acuerdo con los Estados Unidos, tendiente a incluir la economía peruana en el área de libre comercio; una bomba de tiempo que se agrega a los debates postergados e inconclusos. La presidenta de Chile ya empezó a mover sus piezas proponiendo a Perú un acuerdo de libre comercio, gane quien gane. Nuestro gobierno también tendría que ofrecer algo. ¡Al fin y al cabo nos hemos comportado tan mal con el más noble amigo de la Argentina!

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