Claves nº 147 abril 2006
Tres semanas
antes de las elecciones, el nacionalista Ollanta Humala (OH) -candidato
presidencial por Unión por el Perú- pasó a liderar las encuestas de opinión con
una intención de voto del 32 %, superando por primera vez en cuatro puntos a su
inmediata competidora Lourdes Flores (LF), cuyo Partido Popular Cristiano
encabeza la alianza conservadora Unidad Nacional. Pegando en los
talones, apuraba en la recta final el candidato socialdemócrata del APRA
y ex presidente (1985-1990) Alan García (AG). Esta comprobación, especulaba
cierta prensa peruana por esos días, originó el aumento del riesgo a un 22 %.
En efecto, Humala y sus seguidores hablaban de nacionalizar los recursos naturales
(en particular hidrocarburos), revisar contratos con empresas trasnacionales y
controlar sectores estratégicos. Eso sirvió para que sus adversarios le
endilgaran de inmediato una onda chavista, causa de esa suba y de la
consecuente inquietud de los mercados. El candidato no es bien digerido por el establishment.
Al momento de
entregar esta nota (el 18 de abril), y escrutado el 90% de las mesas, LF con un
23,53% se acercaba a AG (24,38%); la proyección de los votos de peruanos en el
extranjero, inclinados más a favor de la dama, podría habilitarla para el ballotage.
Lo que se dice un final de bandera verde, que no debe agradar para nada a la
UPP: es más factible una alianza entre el APRA y la UN que cualquiera de ambos
le de votos a OH (García tuvo un claro gesto cuando levantó su pedido de
revisión de votos en alrededor de 7.000 mesas). En efecto, tanto Flores como
García pegaron duro a su contrincante, a quien consideraban –y lo siguen
haciendo- un “salto al vacío”. Es que el antecedente golpista del muchacho no
lo ayuda, pese a que el golpeado fuese un en aquel tiempo un devaluadísimo
Alberto Fujimori.
Lo expuesto en
los párrafos precedentes permite una pequeña aproximación a la complejidad
peruana y a las complejidades de su dirigencia. Salvo LF, objetivamente más
previsible desde varios puntos de vista, OH y AG purgan aún pecados de
juventud. Ollanta ha sido acusado de violar derechos humanos cuando le tocó
combatir a Sendero Luminoso metido en la selva y de propiciar un golpe militar
(él niega esa calificación) contra Fujimori en octubre de 2000. García, por su
lado, regresó al país luego de un autoexilio que muchos creen obedeció más que
nada a que el tiempo prescribiera las causas en su contra. Pero el caos
económico, una inflación del 7.600 % anual y una guerrilla incontrolable, son
recuerdos difíciles de olvidar para los peruanos.
La manía del
etiquetamiento (nacionalista, conservador, social demócrata) es apenas un
pretexto para explicar lo inabarcable, ya que, en las condiciones actuales,
quien sea el/la presidente, será a la vez nacionalista, conservador y
socialdemócrata. La realidad es bastante más compleja que los motes. Que Perú
tiene serios problemas no es ningún secreto; se trata de problemas
estructurales similares a los del resto de nuestros pobres países
latinoamericanos: un crecimiento económico que no derrama, concentración de la
riqueza, pobreza extendida, desocupación. Por si fuera poco, el frente externo
también está delicado, ya que Perú mantiene conflictos limítrofes abiertos con
Chile en su frente lateral marítimo y con Ecuador varias veces casus belli.
Para cerrar el cuadro, narcotráfico y guerrilla (la que, según se afirma, está
volviendo a las operaciones), completan la herencia de los gobiernos anteriores
que no pudieron mejorar las condiciones de vida del pueblo.
Durante la
campaña, los tres candidatos no ahorraron munición gruesa y, a decir verdad, el
más perjudicado fue Humala que recibió de los otros dos como si le dispararan
de la misma trinchera. OH, al igual que Fujimori en su momento y Alejandro
Toledo después, es un político sin partido tradicional, que está gozando del
favor del electorado por la imprecisión y desgaste de sus oponentes; nadie
sabía quién era hasta que levantó una guarnición contra El Chino.
Humala es como
una mezcla de otros mandatarios de la región. Tiene bastante del nacionalismo
de Chávez, del etnicismo de Morales y del setentismo de nuestro Néstor
Kirchner. En realidad se parece más a éste último, en cuanto sus ideas parecen
abrevar y rescatar el discurso de Juan Velasco Alvarado antes que –obviamente-
el marxismo de José Carlos Mariátegui. OH no oculta su adhesión al frustrado proyecto
del general que derrocó en 1968 a F. Belaúnde Terry. Por eso se define diciendo
que “no soy ni de izquierda ni de derecha: soy de abajo”, aunque eso finalmente
no diga mucho. De todos modos, y frente a una posible e inminente alianza, ya
empezó a enviar señales de calma al asegurar en reportajes que respetará la
inversión extranjera.
Ollanta significa en quechua “guerrero que todo lo
ve”. Y este guerrero está viendo que no le será fácil obtener la primera
magistratura con la perfomance demostrada. Su magro caudal de votos
necesita ampliarse con los de sectores políticos afines, pero le desconfían
desde la izquierda, desde el centro y desde la derecha. El electorado
independiente pareciera más inclinado hacia Flores, quien a pesar de aspirar
por tercera vez a la presidencia de la nación, tiene fama de capaz e
incorruptible. ¿Será favorecida por el síndrome Bachelet? En cambio si el
contradictor termina siendo García, tal vez mejoren las posibilidades de OH.
Caso curioso el del presidente Toledo; debe ser de los
pocos presidentes que no pudo aspirar a su reelección: su índice de popularidad
anda por el suelo. Sin embargo deja una economía en marcha, bien que en
términos actuales. Le está dejando a su sucesor un acuerdo con los Estados
Unidos, tendiente a incluir la economía peruana en el área de libre comercio;
una bomba de tiempo que se agrega a los debates postergados e inconclusos. La
presidenta de Chile ya empezó a mover sus piezas proponiendo a Perú un acuerdo
de libre comercio, gane quien gane. Nuestro gobierno también tendría que
ofrecer algo. ¡Al fin y al cabo nos hemos comportado tan mal con el más noble
amigo de la Argentina!
No hay comentarios:
Publicar un comentario