CLAVES Nº
152 Septiembre de 2006
IN MEMORIAM, Rogelio Frigerio 1914 – 2006
Rogelio Frigerio murió el 14 de septiembre, viejo y achacado por enfermedades; de hecho, hace aproximadamente una década que empezó a ralear su presencia pública y, según sucede en estos casos, también el público a olvidarse de él. Sic transit gloria mundi. Con Rogelio se fue un protagonista de la historia nacional del siglo XX, desde una posición -digamos- privilegiada: fue ideólogo y político, esto es, hombre de pensamiento y acción, tal vez de los últimos de una raza en extinción -como el tapir de Borneo- en la Argentina posmoderna y del casi Bicentenario.
A Rogelio Frigerio
le decían “El Tapir” por su personalidad volcánica y decidida. Hombre de
carácter, jamás anduvo calculando ni midiendo ventajas cuando tenía que salir a
decir sus verdades, aún cuando políticamente pareciera inoportuno. Aún guardo
un recorte del diario Clarín, de mayo de 2002, en el cual explicaba con
sencilla síntesis por qué iba a fracasar el Plan de Convertibilidad de la dupla
Menem-Cavallo. A pocos meses de implementado, nuevamente hacía sentir su voz
“agorera”, de poco rinde partidista pero de enorme calidad doctrinaria y
política. Y como ése, cientos de ejemplos.
Frigerio nació a la
vida política desde la izquierda clásica, en lejanos días juveniles integrando
el grupo Insurrexit de la UBA. A
mediado de los ‘40 percibió que debía revisar sus posturas y, junto a otros
desilusionados de igual valía como Eduardo Aragón, Baltazar Jaramillo, Jacobo
Gringauz, Carlos Hojvat, Narciso Machinandiarena y Ernesto Sábato, fueron
adoptando el desarrollismo. Así nació la revista Qué sucedió en siete días, cuyo primer número fue publicado en
agosto de 1946, con Frigerio como subdirector. Desarticulado ese grupo, se
agregaron después Marcos Merchensky, Ramón Prieto y Juan José Real, y más tarde
Eduardo Calamaro, Oscar Camilión, José Giménez Rébora, Carlos Zaffore y otros,
constituyendo la que después sería la famosa “usina” de Av. Córdoba.
Reaparecida años más tarde como Qué a
secas, RF la dirigió con pasión hasta que, llegada la hora de gobernar, cedió
el puesto a R. Scalabrini Ortiz.
Es que estaba
naciendo una de las más afiatadas duplas políticas, a partir del momento en que
se conocieron con Arturo Frondizi a instancias de Machinandiarena. El ex
presidente decía que “ese día había nacido el desarrollismo”; y -a fuer de
justos- yo agrego que el partero fue Frigerio, sin dudas.
Su aporte en la
construcción del triunfo electoral de la UCRI fue nada menos que el pacto con
Perón, por el cual el apoyo del proscripto peronismo debía expresarse en medidas
concretas como la devolución de la CGT a los gremios. Esa intervención le valió
para siempre la desconfianza y antipatía de los militares, que no le perdonaron
el puente con el “tirano prófugo”.
Frigerio
fue un prolífico autor de una treintena de libros, no solo de economía y
política sino también de poesía popular y tango, dos debilidades que compartía
con su amigo Ernesto Sábato, quien le dedicó la novela El Túnel. A los efectos
de este recordatorio, no puedo dejar de mencionar dos libros Las condiciones de la victoria (4ª Ed.
A. Monteverde & Cía., Montevideo, 1963, 1ª Ed. Buenos Aires, 1959) y Estatuto del Subdesarrollo (J. Álvarez
Editor S.A., Buenos Aires, 1967), obras paradigmáticas de lectura
imprescindible para el análisis del proceso económico-político-social
argentino. Sintetizo con palabras de Guillermo Gasió, extraídas de su ensayo
sobre los 40 años del primero:
“Frigerio presenta al desarrollismo como una
propuesta política diferenciada, como un hilo conductor que hace comprensible
el proceso histórico y ofrece un diagnóstico y una solución para la crisis
argentina; como un programa revolucionario, básicamente diferente a las
postulaciones electorales del historial político argentino. Según Frigerio, el
problema básico de la Argentina radica en la ubicación del país frente a la
división internacional del trabajo, y en la estructura que se ha conformado a
partir de ese hecho. Conforme su análisis, el rasgo esencial del subdesarrollo
argentino es cualitativo y no cuantitativo: la insuficiencia de su estructura
productiva para generar un crecimiento autosostenido con los resultados del
comercio exterior. Para Frigerio, desarrollo implica una estructura productiva
integrada vertical y horizontalmente; una estructura que incluya los sectores
industriales básicos y se implante de manera armónica en toda la geografía
nacional. Para ello, es necesario dar prioridad al desarrollo y a la
integración nacional por sobre la integración regional y las diversas formas de
apertura de la economía. La formación de capital, como problema básico del
desarrollo, implicaba para el caso argentino, entre otras medidas, fomentar la
inversión extranjera, la libre empresa (protegiéndola en particular del
monopolio financiero “que por su magnitud exceda o esté próximo a los niveles
del poder financiero del propio Estado”), y liberar precios y salarios. [...]
En la concepción de Frigerio no cabía ni el espontaneísmo ni el gradualismo: el
ritmo es condición primordial del desarrollo en el mundo contemporáneo”.
Los académicos nunca
se atrevieron, salvo honrosas excepciones, a llevar a sus cátedras las
originalidades de esa concepción. Hubiera sido deseable que, antes de las
maestrías en Chicago o en Harvard, los alumnos accedieran al estudio del
pensamiento económico nacional. Nos hubiéramos ahorrado varios dolores de
cabeza.
Tuvo errores
humanos, por cierto, generó discusiones apasionadas e inconclusas, fue
implacable con la partidocracia, pero el balance de su vida es altamente
positivo. Descanse en paz, Maestro.
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