24 de septiembre de 2007

Colombia: la luz y el túnel

Claves nº 163 Septiembre de 2007

Hace tiempo ya, dedicamos dos notas seguidas a la cuestión colombiana, motivadas por la presencia de Javier Calderón en Salta (“Colombia; ¿el reencuentro de la historia?”, nº 85 - nov./99, y “La vecindad de Colombia”, nº 86 - dic./99). Desde entonces se sucedieron los gobiernos y la cuestión de fondo continuó inextricable; pero Colombia es siempre noticia: en dos o tres meses hubo una sucesión de situaciones que parece converger hacia el objetivo de alumbrar un proceso de paz y concluir de una vez casi medio siglo de convulsión política y social. ¿Es algo espontáneo, una ‘acción psicológica’ o se articula en altos niveles políticos?

Témpano al garete

Un témpano desmesurado va al garete en ese mar proceloso que es Colombia; lo que sobresale, se sabe, es apenas el tercio de su volumen. En la punta de ese iceberg sobresalen las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia – Ejército del Pueblo (FARC-EP), imprimiendo ritmos -de un modo u otro- a la agenda del país. Debajo del agua, los tercios restantes (narcotráfico, paramilitares, corrupción, pobreza, labilidad institucional) son sayos que le caben a la América Latina entera.

En los últimos meses, sonoras novedades centraron de nuevo la atención continental en torno de la guerrilla y del narcotráfico, una combinación revulsiva que a nuestro criterio frustró hasta hoy cualquier intento de salida política razonable. En efecto, la lucha de las FARC es un tema esencialmente político, en cambio la actividad de los carteles lisa y llanamente delictiva. El cóctel se potencia a extremos intolerables, aunque ambos sectores -por los motivos que sean- se vigilen, recelen, negocien y quizás protejan.

Todos nos habremos preguntado alguna vez cómo una guerrilla marxista-leninista  “clásica” pudo mantener durante decenios una fuerza insurgente de 17.000 soldados, prolijo, bien entrenado y equipado, con capacidad logística y de movilización. ¿Habrá que buscar respuesta en la liaison que ambas partes niegan con énfasis? Tal vez hubiera sido distinto si viviera Pablo Escobar o anduviesen sueltos los Rodríguez Orejuela. Anulados éstos, los grandes carteles fueron remplazados por ‘cooperativas’ de recolectores devenidos en pequeños fabricantes de pasta base en usinas domésticas. Las FARC tuvieron pues una ventaja adicional con el nuevo escenario y su control territorial  incidió en la producción de cocaína: todo vale en la lógica de la guerra revolucionaria.

Por su parte, los líderes narcos se enriquecen, caen estrepitosamente y aparecen otros para ocupar el espacio vacío, cada cual con su estilo. Juan Carlos Ramírez Abadía (44), (a) Chupeta, fue detenido en San Pablo a principios de agosto[1]; un mes después, en las estribaciones montañosas del Valle del Cauca, fue apresado Diego León Montoya[2], verdadero “capo” del cartel del Norte del Valle, responsable de unos 1.500 asesinatos y del 70 % de los embarques de cocaína a los Estados Unidos, al cual respondía el otro; ambos, por su propia salud, esperan ser extraditados por la justicia norteamericana[3]. No hay que ilusionarse demasiado: las cabezas se renuevan con más velocidad que las del monstruo del lago de Lerna. Sin embargo, no deja de llamar la atención la proximidad de estas detenciones justo en el momento en que, por un lado, avanza la posibilidad de un canje humanitario de prisioneros, involucrando a Hugo Chávez con la venia de Álvaro Uribe y, por otro, las FARC preparan una reunión con la senadora opositora Piedad Córdoba[4] para el próximo 8 de octubre, justo en el 40º aniversario de la muerte del Che. Desde la presidencia de Andrés Pastrana (1998 – 2002) no había tanto movimiento al respecto, no obstante la terquedad de los irreductibles de ambos bandos.

Las FARC y las reglas de juego

La guerrilla colombiana protagoniza la lucha revolucionaria más antigua del mundo, desde que cuarenta y ocho personas enfrentaran al ejército regular en Marquetalia, a fines de mayo de 1964; ha sobrevivido milagrosamente a la caída del Muro y la demolición de la URSS. En sesenta años la insurgencia aún sigue encapsulada en los territorios que controlan los de Tirofijo (ni en el sitio web oficial de las FARC pudimos verificar la cantidad exacta de km 2), pero no logró expandirse al resto de una sociedad, que le ha tomado el gusto a la incipiente y frágil pax uribeana. Con todo, esos insurgentes nunca protagonizaron algo como un asalto al Palacio de Invierno ni a un Cuartel Moncada; tampoco hubo toma de La Bastilla, aunque el intento de hallar una fórmula de convivencia canalizada por la izquierda ‘tradicional’ a lo mejor absorba o recicle la dirigencia guerrillera, sin padecer la frustrada experiencia de la Alianza Democrática M 19 en los ‘90. El Polo Democrático Alternativo (PDA) se ofrece sin complejos[5].

El 28 de mayo de 2006, Álvaro Uribe Vélez logró su reelección con el 62,2 % de los votos. Su triunfo estuvo precedido de negros presagios pues un mes antes había sido asesinada a balazos Liliana Gaviria, hermana del ex presidente y ex secretario de la OEA, César Gaviria Trujillo, uno de los líderes del opositor Partido Liberal, hasta ese momento principal fuerza de oposición. Nunca se supo quienes fueron los autores materiales y menos los intelectuales, pero la violencia sigue siendo el escenario. La sorpresa fue sin dudas el 22 % que obtuvo otro Gaviria, Carlos, candidato del PDA, superando por diez puntos al Partido Liberal[6].

La paz interna que exhibió Uribe promediando su primer mandato se logró militarizando Colombia, política que apenas se sostiene en las principales ciudades del país. Desgastado por la falta de respuesta de las FARC, el presidente formalizó un pedido de diálogo con la guerrilla a principios de agosto pasado, que tenía como condición la previa liberación de una cincuentena de secuestrados (“rehenes políticos” para la insurgencia) internados en la selva; a cambio el gobierno liberaría a casi quinientos guerrilleros. Si esto aconteciera, habría condición propicia para negociar un armisticio que encamine hacia la paz interna definitiva. Las FARC aceptarían la propuesta siempre y cuando el gobierno despeje  un corredor de 780 km 2 en donde ocurriría el canje humanitario. Condición de cumplimiento imposible: el gobierno nunca lo aceptará ante la mínima posibilidad de que la guerrilla termine ocupando esa franja estratégica.

 Opinión pública nacional e internacional 

Chávez y Uribe no han tenido una relación fácil, sobre todo desde que Rodrigo Granda, uno de los jefes de las FARC, fue apresado en suelo venezolano (dic./2004) por un grupo comando desconocido y entregado a las autoridades colombianas a cambio de una recompensa dineraria[7]. La furia de Chávez fue explícita, no sólo por la forma en que se llevó a cabo la operación sino porque fue evidencia que las FARC están protegidas en Venezuela. El entredicho se zanjó con la Declaración de Santa Marta en diciembre de 2005, ocasión en que ambos presidentes recompusieron sus relaciones, para bien general. Hoy, paradójicamente, Chávez se ha transformado en un aliado de Colombia y, si logra mediar entre las partes, habrá potenciado su liderazgo regional. Siendo una problemática estrictamente interna, Uribe necesita apoyo externo y el bolivariano es casi una pieza clave.

Entre el 26 y el 27 de agosto, el periodista de Clarín Pablo Biffi logró entrevistar nada menos que a Raúl Reyes, segundo comandante de las FARC en su propio asentamiento castrense[8]. En el reportaje que publicó ese diario, Reyes no salió del libreto, pero en Buenos Aires el embajador de Colombia, Jaime Bermúdez, no dudó en reaccionar por el contenido de la transcripción, exponiendo la situación de modo exactamente contrario al comandante guerrillero: hay vínculos entre las FARC y el narcotráfico, promueven secuestros extorsivos y, en general, descree de su escasa o nula vocación real de diálogo[9]. Sin embargo, el miércoles 29 de agosto, el diario venezolano Últimas Noticias reveló que Chávez había recibido un mensaje de las FARC vía Pilar Córdoba, pidiendo su participación en el canje de rehenes.

Hay en Colombia un cierto status de convivencia que a veces las FARC exacerban para mejorar su capacidad negociadora. ¿Están dispuestas a sumarse a la vida política tradicional? Ahora que Uribe ha logrado desactivar fracciones paramilitares importantes, el terreno estaría abonándose. ¿Podrán convivir posiciones ideológicas tan disímiles en una sociedad signada por una violencia estructural? Las FARC no son ETA, no buscan la independencia del la República de Marquetalia, no reivindican cuestiones de raza, lengua y cultura, de modo que su reinserción no debiera ser tan traumática. Al fin y al cabo en nuestra Latinoamérica se han reciclado y adaptado hasta el asombro a la era de la globalización, militantes setentistas que habían optado por el cambio revolucionario de nuestras sociedades por las armas.

Colombia, en verdad, merece un seguimiento permanente no solo porque su pueblo debe reconquistar la paz sino por la estabilidad misma de América Latina. La opinión pública colombiana se ha conmocionado por la actitud de familiares de rehenes de las FARC: la marcha a pie de Gustavo Moncayo, padre de un cabo secuestrado hace diez años, recorriendo 800 kilómetros, sensibilizó a los colombianos; la propuesta del gobierno de Sarkozy para mediar por la libertad de Ingrid Betancourt, secuestrada en febrero de 2002 siendo candidata presidencial, o la entrega a sus familias de los cuerpos de los legisladores muertos en “situación confusa”; el reclamo angustioso de Clara González de Rojas, madre de Clara Rojas, vocera de prensa de Ingrid y secuestrada con ella, para conocer a su nietito nacido en cautiverio hace un par de años[10]. Todo suma a la hora de derretir con suavidad un témpano al garete.

El recordado Cardenal Samoré, en su ajetreada tarea de mediación entre Argentina y Chile por la cuestión del Beagle, allá por 1980, en un momento respondió a una consulta periodística “Veo una lucecita al final del túnel”. ¿Será igual en este caso?


[1] “Cae el capo del mayor cartel colombiano”, La Nación, 8/8/07, p. 2.
[2] “Cayó en Colombia uno de los grandes zares de la droga”, La Nación, 11/8/07, p. 4.
[3] “Brasil y sus fantasmas”, Claves nº 162, ago./07.
[4] Senadora del Partido Liberal, abogada fuertemente crítica del gobierno de Uribe, no ha dudado en contribuir al proceso de pacificación. Tal vez hoy sea una de las figuras políticas más aceptadas por la sociedad colombiana, con perfil presidencial.
[5] Pablo Biffi, “El centroizquierda apoya la idea de que las FARC se sumen a un gobierno”, Clarín, 28/8/07, p. 24).
[6] “Arrasó Uribe y logró un segundo mandato”, La Nación, 29/5/06, p. 2.
[7] J.A. Sánchez Román, “La política de seguridad democrática de Álvaro Uribe y el conflicto armado en la región andina”, ensayo publicado por el Centro de Investigación para la Paz, www.euro-colombia.org.
[8] Un elemento a tener en cuenta: las FARC están debatiendo quién remplazará la jefatura histórica e indiscutible de Manuel Marulanda Vélez, Tirofijo.
[9] “El escenario colombiano no es de guerra civil”, Clarín 30/8/07, p. 29.
[10] “Emmanuel de la selva”, Veintitrés Internacional, nº 20, junio 2007.

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