Revista
Claves nº 217 – julio 2012
El Partido Revolucionario
Institucional recuperó la Silla del Águila (par mexicano de nuestro Sillón de
Rivadavia) y vuelve al Palacio de los Pinos. ¿Volvió para otras siete décadas?
Acción Nacional aguantó “apenas” dos mandatos consecutivos desde que, en abril
de 2000, Vicente Fox interrumpió los 70 años de la República
Hereditaria del PRI. De todos modos, la
del PAN era la crónica de una derrota anunciada, mayúscula, según reconocen
puertas adentro.
“México, el país
tradicionalmente aislado, se abre y busca un sitio en los nuevos sistemas de
relación internacional que seguirán al rígido mundo bipolar de los pasados 50
años” (Los cinco soles de México, Carlos
Fuentes in memoriam).
Desde
hace un par meses encuestas y proyecciones nacionales y extranjeras vaticinaban
que el partido gobernante no retendría la presidencia, que las tres principales
fuerzas políticas del país estaban dentro de todo bastante parejas y que el candidato
del PRI obtendría la victoria. En verdad, las acciones de gobierno de Felipe
Calderón nunca terminaron de cuadrarles a los mejicanos, y ya se sabe que los pueblos juzgan más por lo que ven que
por lo que entienden.
La
politóloga Azul Aguiar[1],
en comentario realizado poco antes de asumir Calderón, analizando la herencia
que a su vez le dejaba Vicente Fox, consideró imprescindible mejorar la
democracia mexicana con controles adecuados, apuntando en especial a una estricta
ley de transparencia (con todo lo que ello implica), a garantizar mejor la
pureza de los comicios y que los funcionarios públicos rindan cuenta de sus
actos. Nada de eso logró FC. Sin desconocer la importancia de semejante
problemática, que en definitiva hace a la gobernanza de cualquier país, los
requerimientos del México de hoy son acuciantes pues está en jaque el propio
Estado. Y encima ganó un candidato priísta, avivando el temor a que la
voracidad hegemónica y populista del partido vencedor reinstaure el “Ogro
filantrópico” que Octavio Paz describiera en 1979.
Pero
con esta elección el PRD se consolida como segunda fuerza política. Fundado a
fines de los ‘80 del siglo pasado por Cuauhtémoc Cárdenas[3],
reunió a una docena de agrupaciones de izquierda: el ala radical del PRI,
variantes del socialismo mexicano y restos del Partido Comunista. Andrés Manuel,
por su parte, encabezó la fórmula del PRD en las elecciones de 2006 y desconoció
sonoramente el triunfo de Calderón. En las del pasado domingo 1 de julio, volvió
a denunciar fraude pero esta vez el Instituto Federal Electoral[4]
decidió abrir el 54% de las urnas “por inconsistencias de las actas”. Nadie
supone que logre su objetivo.
En
definitiva, según los recientes resultados, el mapa político mexicano quedaría
como sigue: Cámara de Diputados (500 miembros) PRI y aliados 232, PRD y aliados
140, PAN 118, otros partidos 10; Cámara de Senadores (128) PRI 57, PRD 29, PAN
41, otros 1. En cuanto a las 32 gobernaciones, el PRI ha dado un gran salto al sumar
22, el PAN tiene 8 y el PRD conserva la jefatura del gobierno del DF, prestigioso
bastión electoral que no cede desde que en 1997 Cuauhtémoc la obtuvo por
primera vez.
Al
PRI gobernar le será tan difícil como a sus antecesores del PAN en su docena de
años, pero el triunfante candidato deberá buscar consensos en el Congreso para
afrontar situaciones graves e impostergables. ¿Peña Nieto tendrá suficiente
sagacidad política para sumar apoyos imprescindibles y encarar sus tres principales
problemas?: narcotráfico, pobreza e institucionalidad (que a la vez
distorsionan el horizonte de largo plazo que México ha ido forjando). EPN no se
destacó por abrir el juego durante su gestión como gobernador por que buscar
consensos no está en el adn de los partidos institucionales.
En
verdad no hay gran diferencia entre la agenda mejicana y la de los demás países
de la región, salvo que acá se ha llegado a extremos muy peligrosos. Por caso,
la lucha sin cuartel entre bandas de narcos dejó un tendal de 55.000 asesinatos
en el sexenio de Calderón. Tal vez la derrota electoral del PAN fue consecuencia
de un mal cálculo al inmiscuir a las fuerzas armadas en esa guerra civil
encubierta, que desencaja a los mejicanos y tuvo un costo de u$ 50.000 millones,
descuidando la institucionalidad y la pobreza, cuyos efectos son igual de
deletéreos. Pero, francamente, actualmente se trata de una prioridad.
Las
dudas que genera el triunfo del PRI, arquetipo del “partido institucional”
(abundantes, por desgracia, en nuestra América Hispana), legitimado por una
revolución y corrompido por el ejercicio del poder omnímodo durante 70 años,
provienen precisamente de su pasado inmediato (lo malo del poder es que da una sensación irremediable de impunidad).
Ese tiempo no se olvida; por eso los analistas se preguntan quién es realmente Enrique
Peña Nieto y qué clase de PRI lo sostiene: “Somos una nueva generación
–respondió-: no hay regreso al pasado”.
Afiliado
al PRI en 1984, ocupó cargos importantes desde los 31 años (tiene 45), diputado
estadual desde 2003 a 2005 y gobernador del Estado de México entre 2005 y 2011.
Se hizo muy popular por haber asumido 608 compromisos a favor de sus
conciudadanos ante notario público; los cumplió a todos y unos cuantos más.
Joven pues, mediático (le enrostran ser producto de Televisa y TV Azteca),
casado con la estrella de televisión Angélica Rivera, está dando las primeras
pistas de su rumbo futuro.
En
campaña se comprometió a continuar la lucha contra el narcotráfico con el cual
“no habrá pactos ni tregua”, pero sacará del medio a las fuerzas armadas para volcar
recursos a un cuerpo especial de la Policía Federal. Ha sido toda una
definición señalar que desearía mantener con la Casa Blanca la misma relación
que ésta mantiene al respecto con el gobierno colombiano. Sin embargo no faltan
quienes están especulando que el PRI sería capaz de negociar la tranquilidad y
seguridad del país con los carteles[5],
haciendo alguna vista gorda en sus actividades delictivas. No faltan quienes
piensan que México ya ha perdido la guerra contra el narcotráfico, dado el
nivel de penetración institucional que ha logrado en base al terror y el
cohecho[6].
La quiebra del estado de derecho, la corrupción generalizada y el lavado de
dinero son la base del iceberg[7].
El
PRI, como todo partido nacional-populista, es sobre todo “pragmático” y si en
sus orígenes fue progresista con las banderas de la reforma agraria y la
nacionalización del petróleo, después se fue acomodando a las necesidades funcionales de las
sucesivas nomenclaturas y, así como tuvo su etapa neoliberal con Salinas y
Zedillo, ahora parece volver al centro. Pero este México reclama mucho más a su
dirigencia política y social, ya que en las actuales condiciones le será
difícil ubicarse en el pelotón de los países que –en los próximos 20 años-
dirigirán los asuntos mundiales. Todavía no hubo autocrítica del PRI por su
pasado ni menos ensayos de disculpa, ni actualización de su plataforma.
Si
el PAN es conservadorismo, con Enrique el PRI recurrirá al recetario liberal y
todo indica que se rodeará de jóvenes tecnócratas con maestrías en
universidades norteamericanas. En esa dirección, ha considerado reformar la
Constitución para que el capital privado participe en la industria petrolera
desde la exploración hasta la refinación, manteniendo para el Estado la
propiedad del crudo.
No
es menor el desafío de reactivar una economía que es la tercera en América
(después de EE.UU y Brasil) y la 11ª del mundo. No obstante, el 46,2% de la
población es pobre con un 27% bajo la línea de pobreza; el desempleo llega al
5% pero un 28% medra en la informalidad. Después de un amesetamiento de varios años
en el 2% anual, el PBI ronda actualmente el 4%, que es decir en estos tiempos.
México,
con sus 1.972.550 km cuadrados, es la décimo
cuarta extensión territorial del planeta, y ocupa el puesto nº 11 en cantidad
de habitantes -112.322.757 a junio de 2010-. País bioceánico, industrializado e
importante productor de hidrocarburos, es uno de los 34 países que integran la
selecta OCDE (fue la 25ª incorporación en mayo de 1994). Junto con Brasil,
China, la India y Sudáfrica, integra el Grupo de los Cinco, una especie de
“mesa chica” de los Países No Alineados. El G 5 se estrenó en la 31ª cumbre del
G 8 realizada en Escocia, julio de 2005, a la que fueron invitados para “experimentar”
un diálogo ampliado. En septiembre de 2009, Calderón propuso a sus pares actuar
como grupo autónomo a partir de 2010. Tales datos demuestran que México está
considerado jugador global y por ende en cualquier momento sea el sexto miembro
del BRICS.
Entonces,
el alineamiento mejicano queda fuera de dudas. Para decirlo con palabras del
historiador Mauricio Tenorio refiriéndose a la compleja relación con su gran
vecino del norte: “Estados Unidos es una gran promesa de occidente, su gran y
único experimento sobreviviente, aunque pase por malos gobiernos y malos momentos. México ha sido y
seguirá siendo parte de este experimento, para bien y para mal”[8].
Un dato objetivo de la realidad e insoslayable a la hora de considerar las
relaciones del país con los restantes de la región y de su misma habla. Otro
dato más de los tiempos aztecas: Enrique Peña hará su primera visita al
exterior a Brasil, pues según sus palabras “México y Brasil son los dos países
más importantes de América Latina y deberán actuar de forma más integrada en la
mediación de las crisis regionales”[9].
Qué lejano el tiempo en que el “eje” latinoamericano reconocido era el A - BRA
– MEX… (La “A” correspondía a “Argentina”, desde luego. ¡Qué atrás quedamos!).
Para
empezar, EPN contará con una buena base de sustentación: buena porción del
Congreso Federal, 22 gobernaciones y casi todos los grandes sindicatos
estatales, que no es poco. En suma, y por todo lo considerado, la pregunta del
millón no es tanto qué PRI será gobierno
sino qué gobierno necesita el país.
México,
Iberoamérica, necesita estadistas de fuste que avienten la dictadura perfecta, tal como definió al PRI M. Vargas Llosa en un
encuentro organizado en 1990 por Octavio Paz, al que aludió hace poco el
moderador de aquella reunión, Enrique Krauze[10].
Fuera entonces los farsantes como Nicolás Valdivia, el candidato armado por la
súper cortesana María del Rosario Galván, en la ¿ficción? de Fuentes. La Silla del Águila (Alfaguara, Buenos
Aires, 2007), escrita en 2002, es una de las últimas novelas de don Carlos, una
suerte de manual de sociología política mejicana y, por extensión, de toda
política criolla, pintada de cuerpo entero y sin ambages. La novela narra cuán
difícil es romper el círculo vicioso de la política corrupta, logrera y vana.
Sirva esta nota de modesto homenaje al gran escritor mejicano.
[1] “¿Qué
legitimidad necesitará el nuevo gobierno?”, pág. 98. Metapolítica, vol. 11 nº 51 enero-febrero 2007, México.
[2]
El voto no es obligatorio y votó casi el 65% de un padrón de alrededor de 80
millones de habitantes.
[3] Hijo del
legendario caudillo Lázaro Cárdenas, perdió tres presidenciales consecutivas,
la primera cuando el famoso fraude de 1998, reconocido por el propio presidente
saliente Miguel de la Madrid -cuyo dedazo
había recaído sobre Carlos Salinas de Gortari-, en las de 1994 y en las de 2000
(ver “Una verdad largamente esperada”, reportaje de Juan Miguel Muñoz a de la
Madrid Hurtado, El País, 11/07/2004).
[4]
Se trata de un órgano constitucional, creado en 1990 para organizar los
procesos electorales.
[5] Los
peores son los Zetas, el de Sinaloa, los Beltrán Leyva y la Familia Michoacana.
Apenas días antes de las elecciones, el 25 de junio, hubo un tiroteo y tres
muertos en el Aeropuerto Internacional Benito Juárez, cuyo jefe y varios
funcionarios son investigados por conexiones con esas bandas, que constituyeron
allí una base de operaciones.
[6] “México:
el estado retrocede frente a los carteles”, Jean-François Boyer, Le Monde Diplomatique, julio 2012.
[7]
Organismos especiales detectaron u$ 31.000 millones durante el mandato de
Calderón.
[8] “México-USA/Posiciones”,
pág. 43. Metapolítica, vol. 11 nº 51
enero-febrero 2007, México.
[9] “México
tiende la mano a Brasil”, El País,
10/07/2012, difundiendo una entrevista que le realizó Folha de Sao Paulo al presidente electo.
[10]
Enrique Krauze, “La democracia imperfecta”, La
Nación, 1/7/2012.
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