24 de septiembre de 2004

Algo más sobre los Estados Pivot

CLAVES  nº 131 Septiembre 2004
                                            

En el nº 129 de Claves (julio/ 04), reflexionábamos sobre ciertos efectos geoestratégicos derivados de las políticas de control de natalidad. En esa nota se citaba la visión de Paul Kennedy acerca de la irrupción de los ‘estados pivot’ en el sistema de poder mundial a mediano plazo. Profesor de Historia en la Universidad de Yale, había escrito la monografía “La estrategia internacional de los Estados Unidos: los estados pivot” con el economista Robert Chase y la historiadora Emily Hill. El trabajo se publicó en el nº 4 de Archivos del Presente y en el nº 50 de la española Política Exterior. También decíamos que el ensayo de estos profesores era un típico aporte de la intelectualidad norteamericana a los factores de poder de su país, que luego se absorben en distintos estamentos de gobierno.


Los autores citados hacían sus reflexiones desde los intereses estratégicos de los Estados Unidos. Consideran ‘pivot’ aquellos estados “cuyas decisiones podrían no sólo afectar el destino de su región sino también la estabilidad internacional”; se caracterizan por una importante superficie territorial, bien ubicada, con suficientes recursos naturales y con una población que supere los 100 millones de habitantes. La lista –en el orden que PK propone- incluye a Egipto, Indonesia, Brasil, Sudáfrica, Argelia, Turquía, India y Pakistán. Méjico también está entre ellos, aunque merece consideraciones especiales por su vecindad con los EEUU.

Unos días después de nuestro artículo, el diario Clarín publicó un breve pero contundente artículo de Henry Kissinger (05-08-04, p. 37) titulado “Se desplazan los polos de poder”. En él, Herr Doktor propone a la diplomacia de su país “crear los elementos de un nuevo orden, como lo hizo con éxito en la década posterior a la Segunda Guerra”. Como se puede advertir, la reflexión de los intelectuales ha penetrado en los políticos, sin desmerecer por ello las calidades académicas del ex Secretario de Estado de R. Nixon. Él coincide con los otros analistas en la necesidad de un nuevo diseño que privilegie los intereses nacionales norteamericanos. Precisamente Kissinger (que hacia los ‘70 había pronosticado ‘donde se incline Brasil se inclinará América Latina’) reivindica la geopolítica como base de los análisis internos y de las acciones externas de países como China, India, Japón y Rusia: “el concepto de interés nacional –sostiene- todavía mantiene unida a la opinión pública y dirigencia”.  HK agrega en su lista a una Corea unificada, pero no considera ni a Brasil ni a Méjico. Es recomendable la lectura de ese artículo, pues Kissinger advierte que, dadas las condiciones y características de su poder, Estados Unidos debe pensar el mundo más allá de su alianza atlántica, pues los asuntos que requieren consenso afectan a todo el planeta, mencionando expresamente a la proliferación nuclear, el control de epidemias y el desarrollo. La voz de este lobbysta y consultor político siempre tiene –lamentablemente, se dirá- ‘efectos prácticos’ que se notan andando el tiempo.

Parece oportuno agregar a los anteriores a otro reconocido experto, Zbigniew Brzezinski, asesor de seguridad del presidente Carter entre 1977 y 1981, docente de la Universidad de Columbia, cuya percepción de la realidad mundial fue tal vez más certera que la de HK (curiosamente, ninguno de los dos nació en EUA pero ambos participaron en altas responsabilidades de gobierno). ZB es autor del libro “Entre dos edades: el papel de Estados Unidos en la era tecnotrónica”, escrito en 1.970, en el cual planteó la alianza trilateral entre Estados Unidos, Europa y Japón. En esa obra vaticinaba el progresivo derrumbe de la URSS, acelerado luego por las políticas del presidente Reagan en especial la controvertida Iniciativa de Defensa Estratégica, que los soviéticos nunca pudieron contrabalancear.

Brzezinski también es concluyente respecto de la necesidad de los análisis geopolíticos y geoestratégicos cuando se trata de planificar a largo plazo (20 a 25 años, una generación). Así, en otro libro –“El juego estratégico”, publicado en 1985, un lustro antes de la desaparición de la Unión Soviética- ZB remarca en el cap. VI la necesidad de que los norteamericanos piensen en esos términos: “Los dirigentes políticos norteamericanos –en parte por necesidad electoral- piensan más que nada en términos del momento inmediato, subordinando a menudo los problemas geoestratégicos de más largo plazo a sus prioridades políticas más próximas”. Si eso piensa de los políticos de su país, ¿qué diría de vivir en Argentina?

Parea concluir y volviendo al tema central de nuestro anterior trabajo, las políticas demográficas son cuestiones geoestratégicas porque involucran espacio, población y seguridad. Un país que solo mira el corto plazo y no puede salir de él no espere destinos de grandeza. El geógrafo francés Alain Musset, en reportaje efectuado por el diario Clarín (Sec. Zona, 29-08-04, p. 34) sostuvo que “Ni la globalización ni Internet acabaron con las fronteras”, a la vez que sostiene la aparición de fronteras que serán focos de nuevas disputas, como los fondos marinos (agregando por nuestra parte alta mar, la selva amazónica y la Antártida). Por cierto que los casos de fragmentación de unidades territoriales mayores en fracciones que reivindican una identidad propia (País Vasco, Kurdistán, Chechenia, Ruanda, por citar ejemplos paradigmáticos), aún no se han dado en América con la virulencia de otras partes del mundo, pero todo parece indicar esa dirección inexorable. ¿Estamos preparados para esas instancias? ¿Se analiza, piensa y debate algo al respecto?

En suma, territorio y población siguen siendo fuentes primordiales del poder nacional; cualquier acción u omisión que se realice en su desmedro termina atentando contra el interés y la seguridad de la Nación.

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