24 de diciembre de 2013

Mandela: reconciliar para unir



Claves nº  225 - diciembre 2013
 
In memoriam Nelson Rolihlahla Mandela, julio 1918 – diciembre 2013

Mandela fue un líder imprescindible y tenía puntos de contacto –mutatis mutandi- con Mahatma Gandhi, Martin Luther King o Juan Pablo II. La capacidad para perdonar y reconciliarse con sus enemigos y la lucidez de haber gobernado un solo mandato (1994-1999), demuestra la talla del estadista. Hoy el mundo se hace una pregunta habitual cuando muere un grande: ¿están preparados los sudafricanos para sostener y aumentar su legado?

Datos elementales

En lengua xhosa, de las doce oficiales de la República de Sudáfrica, rolihlahla tiene la significación poética de lo que se mueve y alborota. Ese nombre fue premonición paterna y Nelson el asignado en la escolaridad primaria, según alguna biografía. Para su pueblo siempre será Tata -padre- curiosamente similar a nuestro afectuoso criollismo. Ha sido un Padre de la Patria para Sudáfrica y un Madiba[1] para su clan thembu perteneciente a los pueblos Nguni[2], expandidos desde el África meridional hasta las costas del Índico, adonde se fueron asentando paulatinamente entre los años 500 y 1000 de nuestra era.

Sudáfrica, dividida en nueve provincias, tiene una superficie de 1.219.912 km2, casi 53 millones de habitantes y un PBI per cápita de u$ 7.635, proyectados a este año. La economía, agrícola y minera[3], crece a un ritmo del 3% anual y es la 31ª del mundo según datos del Banco Mundial.

Su régimen político es de república parlamentaria por herencia británica. Cuenta con una Asamblea Nacional y un Consejo Nacional de la Provincias, que sustituyó al Senado, con la reforma de 1997. El presidente, jefe de estado con sede en Pretoria, es el discutido Jacob Zuma[4], titular a la vez del Congreso Nacional Africano (CNA), el centenario partido de Mandela; un premier se encarga de los asuntos de gobierno. Las parcialidades políticas se distribuyen en una veintena de partidos para todos los gustos, legalizados a partir  de la presidencia de Mandela.

La importancia actual del país se acredita con su incorporación al Grupo BRIC –desde 2011, BRICS-, por invitación expresa del gobierno chino (su mayor socio comercial) en ocasión de la reunión del G20 en Johannesburgo, en diciembre de 2010. Su posición bioceánica, fuente –paradójicamente- del padecimiento de sus pueblos, es hoy su carta de triunfo; por allí transita, por caso, un tercio del petróleo consumido en Occidente.

Otra historia de opresión

La historia sudafricana es similar a la de tantos pueblos y países de ese continente, víctimas de la depredación de las potencias europeas, las cuales fijaron límites según sus intereses y cuya última expresión fue el ominoso Congreso de Berlín de 1884/1885.

Desde que Vasco da Gama, a inicios del siglo XVI, dio la vuelta por el Cabo de Buena Esperanza en busca de la mítica ruta a Oriente, la posición estratégica de esa península fue motivo de disputa principalmente entre holandeses e ingleses. Los primeros se habían asentado en 1652 y mantuvieron una rivalidad cruenta y prolongada con el pueblo khoikhoi, asentado en la región hacia 1400. Algunos sostienen que las hostilidades fueron tan intensas e impiadosas por ambas partes, que el racismo de las minorías blancas respondió a un viejo resentimiento.

Los colonos agricultores eran asalariados de la Compañía Holandesa de las Indias Orientales, obligados a vender su producción únicamente a los cientos de navíos que se abastecían en Ciudad del Cabo. Con el tiempo, la venta de esclavos se sumó a los negocios, pero llegó un punto en que el monopolio dividió a los bóers[5]. La mayoría se internó tierra adentro buscando nuevas tierras y el resto siguió aprovechando el aprovisionamiento naval. 

En 1806, tras la victoria en Trafalgar y aprovechando el debilitamiento del imperio holandés, Inglaterra irrumpió en Ciudad del Cabo[6]. Con astucia combatió la esclavitud e impulsó el intercambio con los nativos. Ante esa evidencia, los afrikaneers deciden iniciar su larga marcha a la región de Transvaal y Londres rápidamente les reconoció autonomía, lo mismo que a la región de Orange.

La convivencia finalmente se rompió con el descubrimiento de yacimientos de oro y diamantes de incalculable valor. La confrontación fue in crescendo hasta desatar la famosa Guerra de los Boers en 1899, Inglaterra y la mayoría de las prósperas colonias contra los bóers apoyados por Alemania. Gran Bretaña ganó esa sangrienta contienda y acentuó el negocio de la minería, cuya mano de obra barata no era otra que la esclava.

Ya para mediados del siglo XIX empezó a acentuarse una legislación agresiva en detrimento de la población negra. En 1910, aprobada la constitución de la Unión Sudafricana, se le quitó las tierras y negó el derecho al voto. Otros hitos en dirección de una “solución final”, fueron la Native Labour Act de 1910 (un impuesto al que deseaba trabajar), la Native Land Act de 1913[7] y la Native Urban Act de 1923, prohibiendo a los negros instalarse en las ciudades, reservadas exclusivamente para blancos; sus reductos recibieron el despectivo nombre de bantustanes. A partir de esa última fecha, y tras la primera guerra mundial, empezó la disputa política entre liberales y nacionalistas. Estos últimos triunfaron en las elecciones de 1924 y de allí en adelante se mantuvieron en el poder aliados a veces con el laborismo. Una derecha reaccionaria controlaba el país a través de una sociedad secreta, la Afrikaaner Bond, una especie de Ku Klux Klan sudafricano.

La política de apartheid y su condena internacional

El desatino continuó con los años, destacándose la Ley de Prohibición de Matrimonios Mixtos de 1949 y la Ley de Moralidad de 1950 (ambas integraban el “pequeño” apartheid); el  "gran apartheid" apuntó a la separación de las etnias tanto racial como territorial para lo cual se utilizó la Ley de Registro de Población también de 1950, pilar de la eclusión. La Ley de Autoridad Bantú de 1951 (que disolvió el Consejo de Representación Nativo) y las dos leyes de Nativos de 1952 y 1956 (para impedir el desplazamiento del campo a la ciudad –ley de pase- e impedir el acceso a recursos legales a los desalojados y deportados) cerraron el cerco que permitió la plena instalación de la política de “desarrollo separado”.

Toda esa estructura legal se orientó a la más obtusa discriminación racial separando a la gente blanca de los demás “[…] africanos, asiáticos o de color, según sea el caso”. La esencia del apartheid no involucraba solo a blancos y negros, sino también a los grupos mestizos, indios y malayos. El confinamiento en función de la afinidad étnica se hizo a través de bantustanes instalados en Sudáfrica y en el África Sudoccidental, cuyo protectorado ejerció “de prepo” el régimen de Pretoria.

El racismo implica también discriminación racial, xenofobia y “cualquier forma conexa de intolerancia”, según los tratados internacionales ad hoc. La acción mundial se expresó durante el proceso de descolonización, concluida la Segunda Guerra, en la Convención Internacional sobre la Eliminación de todas las Formas de Discriminación Racial de 1965.

Naciones Unidas compiló más de 200 normas legales en El Apartheid en la práctica[8], cuál de todas más aberrante, que abordaban las distintas situaciones: hogar, familia y residencia; movimiento de personas; entradas y salidas del país; trabajo; educación; matrimonio, reunión y asociación; tributación; religión; opinión y expresión; raza y color; desarrollo separado.

El caso sudafricano, sin perjuicio de sanciones diplomáticas y bloqueos económicos, dio motivo a un tratamiento especial con la Convención Internacional para la Represión y el Castigo del crimen de Apartheid (Nueva York, noviembre de 1973), en vigencia desde julio de 1976[9]. En la actualidad se invoca en todos los casos en que existan focos de racismo, xenofobia y discriminación de cualquier clase.

El fugaz paso de Rolihlahla por la presidencia[10]

Cuando Mandela fue condenado a prisión perpetua en 1963 por conspiración contra el Estado, ya era uno de los principales líderes del Congreso Nacional Africano, el primer partido político creado por negros en 1912. En 1943, Mandela ya era referente de la Liga de la Juventud del CNA. A fines de los '50 e institucionalizado el desarrollo separado, el CNA organizó el brazo militar Lanza de la Nación. La pertenencia de Mandela a esa facción le valió aquella condena, hasta que fue liberado en febrero de 1990.

En el ínterin, desde la cárcel siguió de cerca cuanto acontecía en su país sobre todo la situación de miseria en los bantustanes. Toda África estaba convulsionada. La decisión de la ONU de conceder en 1966 la independencia del África Sudoccidental –Namibia-, proceso concluido recién en 1990; la mencionada Convención de Nueva York de 1973; la independencia de Angola y Mozambique en 1975; la sangrienta rebelión de los jóvenes de Soweto (enorme suburbio de Johannesburgo) de 1976; la independencia de Zimbawe en 1980, eran todas expresiones de los nuevos tiempos.

Pieter Botha, designado primer ministro en 1978, implementó en esos años tibias reformas al régimen de segregación, aunque declaró el estado de emergencia en 1986. Una enfermedad y los desentendimientos en el seno del partico nacional, lo obligó a renunciar en 1989, siendo remplazado por Frederik de Klerk, quien liberó a Mandela y con él implementó una etapa de transición. Para este tiempo, la presión internacional era insostenible… tanto como la urgencia de negociar u$ 12.000 millones de deuda externa. A ello contribuyó también la tarea de Desmond Tutu, obispo de la Iglesia Episcopal Metodista Africana y Premio Nobel de la Paz 1984, antes que Mandela y de Klerk lo recibieran en 1993.  

La titánica tarea política de reconciliar para unir y unir para construir un país capaz de contener un mosaico de etnias, idiomas, religiones y culturas, solo podía encararla un espíritu superior entrenado en sufrimiento, perdón y caridad. Quizás el mayor legado del gobierno de Mandela sea la sanción en 1995 de la Ley para la Promoción de la Unidad Nacional y la Reconciliación, que habilitó una Comisión para la Verdad y la Reconciliación presidida por Tutu, bajo la siguiente consigna: “Sin perdón no hay futuro, pero sin confesión no puede haber perdón”, la cual trabajó con el método de audiencias públicas. Ya se dio el primer paso fundacional, pero nada indica que los sectores radicalizados de ambos bandos no terminen derrumbando su legado. Sudáfrica enfrenta horas cruciales y, para el autor de estas líneas, predominan los signos de pregunta.

A la hora del cierre. Varios mandatarios y personalidades mundiales, entre los que se animaron a viajar, rindieron en Johannesburgo el último homenaje a Nelson Rolihlahla Mandela. Muchos de ellos, en verdad, no debieran haber bajado de los aviones.


[1] Madiba era el nombre de un histórico jefe thembu de la región de Transkei. En su homenaje “madiba” se constituyó en un trato honorífico a las personas que lo merecían.
[2] Amiram Gonen (director), Diccionario de los pueblos del mundo. Anaya & Mario Muchnik, Madrid, 1996. Se trata de una vasta agrupación cultural-lingüística de habla bantú. La constituían cerca de 400 etnias relacionadas sobre todo por el idioma.
[3] Sudáfrica es el principal productor mundial de cromo, manganeso, oro, platino y vanadio; y el segundo en antimonio, asbestos, diamantes y flúor; tercero en titanio, uranio y zirconio.
[4] 4º presidente desde la conclusión del apartheid, electo en mayo de 2009 en medio de acusaciones por corrupción en el manejo de fondos del CNA.
[5] La palabra deriva de voortrekker (“los que van adelante”) y refiere a los granjeros blancos descendientes de holandeses calvinistas, los afrikaanders o afrikaaners. - es.wikipedia.org
[6] Ese mismo año y desde allí se gestó la invasión al Virreinato del Río de la Plata.
[7] Esta acta destinaba el 7% del territorio a los negros, el 75% de la población del país; el 93% estaba en manos de los blancos que apenas llegaban al 10%.
[8] Comité Especial contra el Apartheid. Naciones Unidas, Buenos Aires, 1976.
[10] Instituto del Tercer Mundo, El Mundo visto desde el Sur. Lumen, Buenos Aires, 1996.

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