Claves
nº 225 - diciembre 2013
In memoriam Nelson Rolihlahla Mandela, julio 1918 – diciembre 2013
Mandela fue un
líder imprescindible y tenía puntos de contacto –mutatis mutandi- con Mahatma Gandhi, Martin Luther King o Juan
Pablo II. La capacidad para perdonar y reconciliarse con sus enemigos y la
lucidez de haber gobernado un solo mandato (1994-1999), demuestra la talla del
estadista. Hoy el mundo se hace una pregunta habitual cuando muere un grande:
¿están preparados los sudafricanos para sostener y aumentar su legado?
En
lengua xhosa, de las doce oficiales de la República de Sudáfrica, rolihlahla tiene la significación
poética de lo que se mueve y alborota. Ese nombre fue premonición paterna y Nelson
el asignado en la escolaridad primaria, según alguna biografía. Para su pueblo siempre
será Tata -padre- curiosamente
similar a nuestro afectuoso criollismo. Ha sido un Padre de la Patria para
Sudáfrica y un Madiba[1]
para su clan thembu perteneciente a los pueblos Nguni[2],
expandidos desde el África meridional hasta las costas del Índico, adonde se
fueron asentando paulatinamente entre los años 500 y 1000 de nuestra era.
Sudáfrica,
dividida en nueve provincias, tiene una superficie de 1.219.912 km2, casi 53 millones
de habitantes y un PBI per cápita de u$ 7.635, proyectados a este año. La
economía, agrícola y minera[3],
crece a un ritmo del 3% anual y es la 31ª del mundo según datos del Banco
Mundial.
Su
régimen político es de república parlamentaria por herencia británica. Cuenta
con una Asamblea Nacional y un Consejo Nacional de la Provincias, que sustituyó
al Senado, con la reforma de 1997. El presidente, jefe de estado con sede en
Pretoria, es el discutido Jacob Zuma[4],
titular a la vez del Congreso Nacional Africano (CNA), el centenario partido de
Mandela; un premier se encarga de los
asuntos de gobierno. Las parcialidades políticas se distribuyen en una veintena
de partidos para todos los gustos, legalizados a partir de la presidencia de Mandela.
La
importancia actual del país se acredita con su incorporación al Grupo BRIC
–desde 2011, BRICS-, por invitación expresa del gobierno chino (su mayor socio
comercial) en ocasión de la reunión del G20 en Johannesburgo, en diciembre de
2010. Su posición bioceánica, fuente –paradójicamente- del padecimiento de sus pueblos,
es hoy su carta de triunfo; por allí transita, por caso, un tercio del petróleo
consumido en Occidente.
Otra historia de
opresión
La
historia sudafricana es similar a la de tantos pueblos y países de ese
continente, víctimas de la depredación de las potencias europeas, las cuales
fijaron límites según sus intereses y cuya última expresión fue el ominoso Congreso
de Berlín de 1884/1885.
Desde
que Vasco da Gama, a inicios del siglo XVI, dio la vuelta por el Cabo de Buena
Esperanza en busca de la mítica ruta a Oriente, la posición estratégica de esa
península fue motivo de disputa principalmente entre holandeses e ingleses. Los
primeros se habían asentado en 1652 y mantuvieron una rivalidad cruenta y prolongada
con el pueblo khoikhoi, asentado en la región hacia 1400. Algunos sostienen que
las hostilidades fueron tan intensas e impiadosas por ambas partes, que el
racismo de las minorías blancas respondió a un viejo resentimiento.
Los
colonos agricultores eran asalariados de la Compañía Holandesa de las Indias Orientales,
obligados a vender su producción únicamente a los cientos de navíos que se
abastecían en Ciudad del Cabo. Con el tiempo, la venta de esclavos se sumó a
los negocios, pero llegó un punto en que el monopolio dividió a los bóers[5].
La mayoría se internó tierra adentro buscando nuevas tierras y el resto siguió
aprovechando el aprovisionamiento naval.
En
1806, tras la victoria en Trafalgar y aprovechando el debilitamiento del
imperio holandés, Inglaterra irrumpió en Ciudad del Cabo[6].
Con astucia combatió la esclavitud e impulsó el intercambio con los nativos. Ante
esa evidencia, los afrikaneers deciden iniciar su larga marcha a la región de
Transvaal y Londres rápidamente les reconoció autonomía, lo mismo que a la
región de Orange.
La
convivencia finalmente se rompió con el descubrimiento de yacimientos de oro y
diamantes de incalculable valor. La confrontación fue in crescendo hasta desatar la famosa Guerra de los Boers en 1899,
Inglaterra y la mayoría de las prósperas colonias contra los bóers apoyados por
Alemania. Gran Bretaña ganó esa sangrienta contienda y acentuó el negocio de la
minería, cuya mano de obra barata no era otra que la esclava.
Ya
para mediados del siglo XIX empezó a acentuarse una legislación agresiva en
detrimento de la población negra. En 1910, aprobada la constitución de la Unión
Sudafricana, se le quitó las tierras y negó el derecho al voto. Otros hitos en
dirección de una “solución final”, fueron la Native Labour Act de 1910 (un impuesto al que deseaba trabajar), la
Native Land Act de 1913[7]
y la Native Urban Act de 1923,
prohibiendo a los negros instalarse en las ciudades, reservadas exclusivamente
para blancos; sus reductos recibieron el despectivo nombre de bantustanes. A partir de esa última
fecha, y tras la primera guerra mundial, empezó la disputa política entre
liberales y nacionalistas. Estos últimos triunfaron en las elecciones de 1924 y
de allí en adelante se mantuvieron en el poder aliados a veces con el laborismo.
Una derecha reaccionaria controlaba el país a través de una sociedad secreta,
la Afrikaaner Bond, una especie de Ku
Klux Klan sudafricano.
La política de apartheid y su condena internacional
El
desatino continuó con los años, destacándose la Ley de Prohibición de Matrimonios Mixtos de 1949 y la
Ley de Moralidad de 1950 (ambas integraban el “pequeño” apartheid); el "gran apartheid" apuntó a la
separación de las etnias tanto racial como territorial para lo cual se utilizó
la Ley de Registro de Población también de 1950, pilar de la eclusión. La Ley
de Autoridad Bantú de 1951 (que disolvió el Consejo de Representación Nativo) y
las dos leyes de Nativos de 1952 y 1956 (para impedir el desplazamiento del
campo a la ciudad –ley de pase- e impedir el acceso a recursos legales a los
desalojados y deportados) cerraron el cerco que permitió la plena instalación
de la política de “desarrollo separado”.
Toda
esa estructura legal se orientó a la más obtusa discriminación racial separando
a la gente blanca de los demás “[…]
africanos, asiáticos o de color, según sea el caso”. La esencia del apartheid
no involucraba solo a blancos y negros, sino también a los grupos mestizos,
indios y malayos. El confinamiento en función de la afinidad étnica se hizo a
través de bantustanes instalados en Sudáfrica y en el África Sudoccidental,
cuyo protectorado ejerció “de prepo” el régimen de Pretoria.
El
racismo implica también discriminación racial, xenofobia y “cualquier forma
conexa de intolerancia”, según los tratados internacionales ad hoc. La acción mundial se expresó
durante el proceso de descolonización, concluida la Segunda Guerra, en la
Convención Internacional sobre la Eliminación de todas las Formas de
Discriminación Racial de 1965.
Naciones
Unidas compiló más de 200 normas legales en El
Apartheid en la práctica[8],
cuál de todas más aberrante, que abordaban las distintas situaciones: hogar,
familia y residencia; movimiento de personas; entradas y salidas del país;
trabajo; educación; matrimonio, reunión y asociación; tributación; religión;
opinión y expresión; raza y color; desarrollo separado.
El
caso sudafricano, sin perjuicio de sanciones diplomáticas y bloqueos económicos,
dio motivo a un tratamiento especial con la Convención Internacional para la
Represión y el Castigo del crimen de Apartheid
(Nueva York, noviembre de 1973), en vigencia desde julio de 1976[9].
En la actualidad se invoca en todos los casos en que existan focos de racismo,
xenofobia y discriminación de cualquier clase.
El fugaz paso de
Rolihlahla por la presidencia[10]
Cuando
Mandela fue condenado a prisión perpetua en 1963 por conspiración contra el
Estado, ya era uno de los principales líderes del Congreso Nacional Africano,
el primer partido político creado por negros en 1912. En 1943, Mandela ya era
referente de la Liga de la Juventud del CNA. A fines de los '50 e
institucionalizado el desarrollo separado,
el CNA organizó el brazo militar Lanza de la Nación. La pertenencia de Mandela
a esa facción le valió aquella condena, hasta que fue liberado en febrero de 1990.
En
el ínterin, desde la cárcel siguió de cerca cuanto acontecía en su país sobre
todo la situación de miseria en los bantustanes. Toda África estaba
convulsionada. La decisión de la ONU de conceder en 1966 la independencia del
África Sudoccidental –Namibia-, proceso concluido recién en 1990; la mencionada
Convención de Nueva York de 1973; la independencia de Angola y Mozambique en
1975; la sangrienta rebelión de los jóvenes de Soweto (enorme suburbio de
Johannesburgo) de 1976; la independencia de Zimbawe en 1980, eran todas
expresiones de los nuevos tiempos.
Pieter
Botha, designado primer ministro en 1978, implementó en esos años tibias
reformas al régimen de segregación, aunque declaró el estado de emergencia en
1986. Una enfermedad y los desentendimientos en el seno del partico nacional,
lo obligó a renunciar en 1989, siendo remplazado por Frederik de Klerk, quien
liberó a Mandela y con él implementó una etapa de transición. Para este tiempo,
la presión internacional era insostenible… tanto como la urgencia de negociar
u$ 12.000 millones de deuda externa. A ello contribuyó también la tarea de
Desmond Tutu, obispo de la Iglesia Episcopal Metodista Africana y Premio Nobel
de la Paz 1984, antes que Mandela y de Klerk lo recibieran en 1993.
La
titánica tarea política de reconciliar para unir y unir para construir un país
capaz de contener un mosaico de etnias, idiomas, religiones y culturas, solo
podía encararla un espíritu superior entrenado en sufrimiento, perdón y caridad.
Quizás el mayor legado del gobierno de Mandela sea la sanción en 1995 de la Ley
para la Promoción de la Unidad Nacional y la Reconciliación, que habilitó una
Comisión para la Verdad y la Reconciliación presidida por Tutu, bajo la
siguiente consigna: “Sin perdón no hay futuro, pero sin confesión no puede
haber perdón”, la cual trabajó con el método de audiencias públicas. Ya se dio
el primer paso fundacional, pero nada indica que los sectores radicalizados de
ambos bandos no terminen derrumbando su legado. Sudáfrica enfrenta horas
cruciales y, para el autor de estas líneas, predominan los signos de pregunta.
A
la hora del cierre. Varios mandatarios y personalidades mundiales, entre los
que se animaron a viajar, rindieron en Johannesburgo el último homenaje a Nelson
Rolihlahla Mandela. Muchos de ellos, en verdad, no debieran haber bajado de los
aviones.
[1] Madiba era
el nombre de un histórico jefe thembu de la región de Transkei. En su homenaje
“madiba” se constituyó en un trato honorífico a las personas que lo merecían.
[2] Amiram Gonen
(director), Diccionario de los pueblos
del mundo. Anaya & Mario Muchnik, Madrid, 1996. Se trata de una vasta
agrupación cultural-lingüística de habla bantú. La constituían cerca de 400
etnias relacionadas sobre todo por el idioma.
[3] Sudáfrica es
el principal productor mundial de cromo, manganeso, oro, platino y vanadio; y
el segundo en antimonio, asbestos, diamantes y flúor; tercero en titanio,
uranio y zirconio.
[4] 4º presidente
desde la conclusión del apartheid, electo en mayo de 2009 en medio de
acusaciones por corrupción en el manejo de fondos del CNA.
[5] La palabra
deriva de voortrekker (“los que van
adelante”) y refiere a los granjeros blancos descendientes de holandeses calvinistas,
los afrikaanders o afrikaaners. - es.wikipedia.org
[6] Ese mismo
año y desde allí se gestó la invasión al Virreinato del Río de la Plata.
[7] Esta acta destinaba el 7% del
territorio a los negros, el 75% de la población del país; el 93% estaba en
manos de los blancos que apenas llegaban al 10%.
[8]
Comité
Especial contra el Apartheid. Naciones Unidas, Buenos Aires, 1976.
[10] Instituto del Tercer Mundo, El Mundo visto desde el Sur. Lumen,
Buenos Aires, 1996.
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