Revista Claves nº 230 – Junio 2014
“Me siento europeo, pero con Europa sucede lo que San Agustín afirmaba sobre el tiempo: ‘Cuando no me pregunto qué es, sé lo que es. Cuando me lo pregunto, no tengo ni idea” (Claudio Magris).
No por remanida deja de ser eficaz la alegoría del iceberg: el resultado de las elecciones del 25 de mayo para el Parlamento Europeo (PEu) es apenas la punta. Los tres cuartos bajo la superficie convocan a profundizar los análisis, cuya certeza y objetividad permitirán vislumbrarlos aportes del más que nunca viejo continente, compatibles con la paz y seguridad internacionales en un contexto de cambio de época.
¿Cómo relacionar el título de esta nota con el de aquella otra alegoría del emblemático filme del neorrealismo italiano (Luchino Visconti, 1948) y los icebergs? Hay dosjustificativos: la primera –respecto del iceberg- refiere a la mirada superficial que dura lo que las noticias, o sea mero corto plazo; el segundo –respecto de la película- por la eterna lucha entre opresores y oprimidos y el miedo a los cambios, pues Europa tienehoy bastante del mísero y confundido porticciolo de Aci Trezza.
Tampoco se trata solo de un problema de la dirigencia europea; hay rasgos que se repiten –mutatis mutandi- en las de todos los países. Incompetencia, corrupción, avaricia y maldad lisa y llana; de hecho, el mundo no aguanta más un esquema de poder en el cual la concentración de riqueza separa -con niveles escandalosos- a los pocos que tienen muchísimo de los muchos que poco tienen o casi nada. Obvio que esta afirmación primaria no significa que todo pase por la redistribución. La cuestión es grave y profunda precisamente porque involucra el plano de los valores humanos.
El Parlamento Europeo
El Parlamento Europeo (PEu) –una Babel en la que se hablan veinticuatro idiomas- es uno de los cuatro órganos principales que asumen las funciones y competencias de la Unión Europea (UE). Sucesor de la Asamblea Parlamentaria instituida para la CECA en 1952 y ampliada luego para la CEE y EURATOM, los diputados eran designados por los parlamentos de aquellos Seis originarios. Hoy mediante elección directa, y según dispuso el Tratado de Lisboa, está integrado por 751 eurodiputados de veintiocho países.
El Tratado constitutivo de Maastricht lo había introducido en la forma actual y, con el paso del tiempo, le fueron añadiendo competencias hasta las importantes reformashabidas en la criticada cumbre lisbonesa. Al ser el órgano “[…] compuesto por representantes de los pueblos de los Estados reunidos en la Comunidad […]”, su función consiste en colegislar con el Consejo y ejercer un control democrático sobre las iniciativas legislativas de la Comisión; de ese modo se produce el equilibrio de poderes interno de la UE. El Tratado de Lisboa modificó el sistema de codecisión por unprocedimiento legislativo ordinario, a efectos de la adopción conjunta entre Parlamento y Consejo, a propuesta de la Comisión, de decisiones de carácter legislativo. Estesignificativo avance suma a competencias propias (incorporación de nuevos miembros a la UE, acuerdos comerciales con otros países o bloques de países, y, sobre todo, elpresupuesto anual), procedimientos legislativos especiales de carácter excepcional -originariamente no vinculantes- en variadas materias importantes.
Trece partidos y alianzas participaron en las elecciones de mayo. Se trata de agrupaciones políticas de escala europea, que poseen una plataforma común producto de la afinidad ideológica; se integran tanto por partidos como por personas de distintos países y por tanto están representados en varios Estados. Están previstos en los Tratadosy en una regulación especial del Parlamento y Consejo, que los consideran un importante factor de integración pues contribuyen a la “[…] formación de la conciencia europea y a expresar la voluntad política de los ciudadanos de la Unión”.
La composición del PEu quedó como sigue: Partido Popular Europeo, 221 diputados; Alianza Progresista de Socialistas y Demócratas, 191; Alianza de Conservadores y Reformistas, 68; Alianza de los Demócratas y Liberales, 67; Alianza Izquierda Unitaria/Izquierda Verde Nórdica, 52; Verdes/Alianza Libre Europea (euroescéptica), 50; Europa de la Libertad y de la Democracia (eurófobos/euroescépticos), 48; NI(diputados que no pertenecen a ningún partido), 41.
Europa raptada
¿La UE ha fracasado y debe empezar de nuevo?; ¿qué es hoy por hoy Europa? Es la que dio al mundo lo mejor y lo peor de la condición humana. Inter alia, elaboró trabajosamente los derechos esenciales de la persona humana en su largo derroterodesde la Patrística a la Revolución Francesa; difundió la civilización grecolatina por todo el mundo e instaló el derecho romano; creó el Estado y las nacionalidades, dividió sus poderes y alumbró al derecho internacional; inventó el maquinismo y con él la industria y el capitalismo; propuso al socialismo para morigerarlo o suplirlo; deslumbró al mundo con sus artes y ciencias. Pero también fue el escenario de las guerras más cruentas, “continuación de la política por otros medios”; expandió el colonialismo y la política imperialista, conquistó y arrasó -en nombre de la civilización- pueblos enteros ylímites geográficos; aplicó la pureza racial. En todo este conjunto de sucesos están las respuestas y las incógnitas. ¿Qué quiere Europa?, la Europa a secas, que es bastante más que la Unión Europea.
Académicos, analistas de toda laya, dirigencia política y social, están obsesionados por la “cuestión” europea. Esa preocupación constante les hizo reflexionar sobre el fracaso de Europa, sobre barajar y dar de nuevo en cuanto a la UE, si se trata de construir una Europa federativa, de ciudadanos, de pueblos o de naciones. Y así siguiendo.
En tales preocupaciones se advierte una constante más o menos explícita: la mayoría de esas mentes destacadas no pueden desapegarse de la misión civilizadora de Europa, cuyas consecuencias precisamente son las que están pagando ahora. En efecto, susrazonamientos tienden a reafirmar su ancestral posición dominante, ineludible para el manejo de los asuntos mundiales. Esta visión etnocéntrica, por lo general de loseuropeístas militantes, supone que mejorando la institucionalidad de la UE se apaciguará el enojo que la ciudadanía continental tiene con la burocracia de Bruselas.Sin embargo, ¿puede seguir ejerciendo el papel auto asignado a través de la historia, en el estado socio-político-económico en que se encuentra?
Con todo, la opción entre el multipolarismo (que se avecina) y el cosmopolitismo (que es la apuesta de los centros financieros) anticipa una colisión cósmica de consecuencias insospechadas. Para el amplio grupo europeísta más o menos convencido, la agenda pasa por sostener una política externa común mejor articulada, abordar temas preocupantes como la calidad educativa, complicados como el de la inmigración, el desempleo o las cuestiones ambientales, antes que revisar los cimientos. Al fin y al cabo, pareciera que ese sector no registró la lección del rechazo francés y holandés a laque hundió la pretendida Constitución Europea en 2005.
Por su lado, los neomarxistas -para llamar así al colectivo que los identifica y agrupa transversalmente- vienen advirtiendo con atención y aprensión el avance de la“ultraderecha”, calificativo utilizado para escamotear la inconsistencia de su módica agenda de libertades civiles. Ya venían preocupados por el avance anti UE anticipado por las encuestas y el efecto contagio del contundente triunfo del Frente Nacional de losLe Pen, que logró 1.600 concejalías en las municipales francesas de marzo pasado.
En estos años esa derecha arrebató banderas del marxismo ante la evidencia de que los partidos clásicos, cuando las papas queman, terminan apoyando las mismas recetas de la ortodoxia liberal-monetarista, claramente expresadas en el “Pacto de estabilidad y coordinación de las políticas económicas” (1997) replanteado por las crisis de 2008 y la de la eurozona de 2010, inundando las plazas de movilizaciones sin conducción identificable, simples indignados. El euroescepticismo y la eurofobia han calado adestra e sinistra, por la fuerza de ajustes insoportables para las clases medias.
¿Revisar cimientos?
Europa está en un tembladeral porque sigue asentada en el basamento de una época sin retorno. Desde varios puntos de vista la suya es una historia de supervivencia; todos los países que en ella conviven estuvieron a punto de destruirse en distintos momentos y por las mismas causas: el poder y su acrecentamiento. Ha llegado la oportunidad de amoldar su misión histórica de otra manera, con protagonismo, sí, pero en pie de igualdad con los demás países. Esto es lo que indica la tendencia: construir un mundo liderado por bloques regionales y países continentes.
Las dos peores guerras de la historia humana han sido las del siglo XX, que no fueron en verdad mundiales aunque se las presentó así para compartir culpas (que la mayoría de los países no tuvimos). La Primera fue una guerra de traspaso de riquezas en el marco de un orden internacional, el del Concierto Europeo, que entró en coma en 1914,recibió la extremaunción en 1929 y fue enterrado en 1945 cuando la bipolaridad militar y política inició una época de transición. A partir de entonces, el uso de la energía nuclear con fines militares empezó otra historia, que tampoco duraría para siempre. Sin embargo, la habilidad europea fue asociarse con los Estados Unidos para compartirlo todo. Con los años la presencia norteamericana sería un reaseguro pero también sumayor condicionamiento. La OTAN en Kosovo fue la demostración; y esa dependenciacondicionó el proyecto continental para después de la Guerra Fría, a causa del nuevo enemigo, el terrorismo islámico.
¿Cuáles cimientos, entonces? La necesidad de reglas de juego más aptas ha ido de a poco consumiendo las bases ideológicas del sistema de Naciones Unidas, que son los ocho principios de la Carta del Atlántico (agosto 1941) y las componendas de Yalta y Potsdam (febrero y julio 1945). Todo eso se derrumbó a la par del muro de Berlín y la implosión soviética.
Hay tres temas ineludibles que los veintiocho miembros de la UE deben encarar cuanto antes: la relación con Rusia (y su gas…), Estados Unidos/OTAN y Turquía. En cuanto a la primera, todos los gestos de Moscú señalan más que una vocación imperial, apremiantes necesidades geopolíticas: con sus más de 17 millones de km2, es un país semivacío casi desguarnecido y tironeado por rebeldías de distintas nacionalidades. El reciente vuelco norteamericano a la cuenca del Pacífico (¿a causa del 40% de su deuda pública controlada por Pekín?) ha prendido las primeras señales de atención en las principales cancillerías europeas. Y Turquía, ¿no entrará nunca a la UE, perdiéndose la ocasión de que esa bisagra geográfica morigere las malas relaciones con los inmigrantes islámicos y su descendencia?
La mayoría de la ciudadanía europea está convencida de que desde hace años no hay una dirigencia que contribuya a definir una meta y sentar sus bases, mientras se agudizan las diferencias entre la Europa nórdica y la templada del Mediterráneo. La corrupción en su caso también pasa por asumir funciones sin la debida competencia.
No obstante los avances –muchísimos- y retrocesos –inquietantes- Europa sigue siendo un laboratorio sociopolítico del cual se puede sacar mucho provecho, cabalgando como está entre bloque multipolar y estado continental. Mientras se acomodan las cargas al nuevo ajedrez geopolítico mundial, la terra trema.
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