22 de julio de 2015

Parlasur, ¿En qué Mercosur?



Diario El Tribuno,  22 de julio de 2015

En agosto de 1969 el presidente Nixon encomendó a su vicepresidente, una "misión presidencial de Estados Unidos a América Latina". A su regreso, Nelson Rockefeller le presentó un completo dossier que no solo describía la situación, a la vez proponía medidas de acción acordes al interés nacional de su país. El "Informe Rockefeller" se debatió muchísimo por aquellos años en altos niveles intelectuales y políticos, pero nunca bajó al llano.


En un apartado titulado "La división del trabajo", el informe contenía una fórmula para ubicar y cubicar nuestras economías en relación con la norteamericana en aquel contexto. Palabras más palabras menos, dice que así como la división del trabajo es la base del progreso de las naciones modernas, los mismos criterios son aplicables a nivel internacional en función de estos parámetros: 1- El más libre intercambio posible de exportaciones e importaciones promueve una adecuada división internacional del trabajo. 2- Cada país debe concentrarse en aquellos rubros que puede producir con mayor eficiencia relativa y menores costos. 3- Intercambiar esos productos por aquellos que otras naciones produzcan con mayor eficacia selectiva.

El resultado no podía ser otro que condenar a los países productores de materias primas a seguir siéndolo: por ejemplo, Argentina granja y Brasil taller; o, en una escala mayor, Argentina-Brasil granja-taller de las economías norteamericana o europea. Casi como en el siglo XIX; del verdadero desarrollo económico, ni hablar.

Cuarenta años después, aquella percepción "visionaria" aún sigue dominando la matriz de economías supuestamente emergentes, pero que en realidad aún exhiben los indicadores del subdesarrollo. Por ende, es difícil consolidar un proceso de integración subregional sin considerar aquella orientación que impuso la escala económica continental. Academias, organismos y bancos internacionales se dedicaron a promover las bondades de la integración sin mayor atención de sus aristas oscuras. El debate integración nacional versus integración regional también se dio incompleto- en Salta hacia los años 70.

La comprobación de que algo no funciona correctamente es la existencia del cuerno de oro sudamericano, que comentamos recurrentemente, una franja semilunar que arranca en Belo Horizonte, pasa por Río de Janeiro, San Pablo, Curitiba, Porto Alegre, Montevideo, Buenos Aires, Rosario, Córdoba, Mendoza, Santiago y Valparaíso. En ese segmento se concentra la mayor población, la mejor infraestructura, las principales industrias, servicios y cultura. En consecuencia, de San José de la Dormida para arriba y desde Realicó para abajo, por citar dos referencias geográficas, estamos afuera de esa cornucopia que no derrama al resto. Y no hay indicios de que la situación varíe a mediano plazo: el Norte Grande es la región más pobre del país y la Patagonia un desierto despoblado.

El Mercosur

El Mercosur tiene por objeto central construir un mercado común en el cual circularán libremente los factores de producción (bienes, servicios, capital y trabajo), pero hasta ahora no ha pasado de unión aduanera imperfecta, lo cual, en la escala de modalidades integrativas, está unos cuantos escalones por debajo del mercado común. Quizá tal demora se deba a que todavía no superamos las tensiones que genera la estructura productiva de nuestros países: ¿seremos todos granja y taller a la vez?; ¿intentaremos algo cualitativamente superior que granja y taller?; las evidentes asimetrías de los cuatro restantes con Brasil, ¿son dirimentes? ¿Brasil será un par leal o jugará finalmente en las ligas mayores, asumiendo un liderazgo subregional que de hecho se le ha regalado?

El Tratado de Asunción previó que a fines de 1994 el Mercosur debía darse una estructura orgánica definitiva. Lo hizo con el Protocolo de Ouro Preto de diciembre de ese año, en el cual se establecieron los órganos principales: el Consejo del Mercado Común, que es el superior; el Grupo Mercado Común, su órgano ejecutivo; la Comisión de Comercio, para diseñar políticas comerciales y arancelarias comunes, un foro consultivo integrado por sectores de la sociedad civil, la secretaría administrativa y la comisión parlamentaria conjunta, representativa por entonces de los poderes legislativos de los países miembros.

Las funciones de la CPC no pasaban de un nivel cuasi administrativo y su misión era acelerar los procedimientos internos para la pronta entrada en vigor de las normas emanadas de los otros órganos, las cuales debían ser receptadas en cada país a través de sus procedimientos constitucionales. Esta es la enorme diferencia con un proceso basado en derecho comunitario, en el cual las resoluciones de sus órganos son de aplicación automática y obligatoria para países y ciudadanos. Así funciona la Unión Europea desde el Tratado de Maastricht hasta la última reforma de Lisboa.

En realidad acá no inventamos nada, antes bien se repite el derrotero del Parlamento Europeo, que empezó teniendo modestas funciones vinculadas al presupuesto general hasta ser lo que hoy es. La existencia del Parlasur cubre lo que se ha denominado el "déficit democrático", ya que los procesos de integración tienden a centralizarse en los respectivos poderes ejecutivos.

En el año 2005 el Consejo del Mercado Común adoptó su decisión Nº 23 que instituye el Protocolo Constitutivo del Parlasur, cuyos representantes deben reunir los mismos requisitos para ser diputado nacional, duran cuatro años en sus funciones, pueden ser reelectos y poseen las inmunidades parlamentarias usuales. No están sujetos a ningún tipo de mandato, actúan con total independencia y se agruparán en función de afinidades políticas, igual que en la UE. Esos diputados trabajarán en comisiones, permanentes, temporarias y especiales, siguiendo las pautas fijadas del reglamento interno.

Los mercodiputados deberán sostener la pluralidad ideológica y política del bloque subregional, la promoción y defensa de la democracia, del desarrollo sustentable y de los valores ciudadanos y comunitarios. Suponer que con estas premisas se cambie la realidad de un país es, cuanto menos, ingenuo. Dicho de otro modo, no será el Parlasur ni ninguno de los órganos del Mercosur los que definan un proyecto nacional con visión de largo plazo. Esa es una tarea inexcusablemente interna y prioritaria. Por caso, ¿en el Parlasur se decidirá el aprovechamiento integral del Bermejo?

Desde cierto punto de vista institucional puede ser un avance, aunque presupone un cambio cultural de la ciudadanía no trabajado adecuadamente. Ojalá los futuros diputados estén conscientes de que el Mercosur no saldrá de su estancamiento con voluntarismos y que la mejor forma de afianzarlo es construyendo economías prósperas, dinámicas y tecnologizadas. Ningún país corregirá los errores de los otros y la suma de pobrezas nunca hizo una riqueza.

No hay comentarios: