Revista Claves nº 244 – octubre 2015
En agosto de 2014 publicamos un comentario sobre
“El retorno del Califato” (nº 232), refiriendo al “aún enigmático Estado Islámico
en Irak y el Levante” (EIIL, ISIS en su sigla inglesa, Dāʕiš en árabe –iniciales de
su nombre oficial ad-Dawlah al-Islāmiyah fī 'l-ʿIrāq wa-sh-Shām). Ante el desconcierto,
vacilaciones y desatinos de los principales actores internacionales, recién
ahora sus cancillerías indagan qué es exactamente el EIIL. Mientras, muchísima gente
inocente muere o huye, que es la forma de morir a plazo.
Comencemos recordando el vínculo estrecho umma y califato, entendida la primera como comunidad matriz
portadora de los valores religiosos que anticipan el reino de Dios sobre la
tierra[1],
concepto utilizado por el Profeta para construir la unidad árabe. Desde
entonces, tribus desperdigas y hostiles entre sí quedaron comprometidas por un
pacto religioso. Occidente nunca profundizó el sentido místico y movilizador de
la umma[2].
Al igual que para nuestra Iglesia, en la umma no existen límites geográficos y
el vínculo universal con los creyentes es la fe, la observancia de la ley
coránica (sharia), un conjunto de
dogmas y pautas éticas e institucionales.
Decíamos
en aquella oportunidad que “[el] califato –jilafa-
fue la solución institucional para cubrir un vacío, concentrando el poder
temporal para gobernar los dominios con las prescripciones del Corán. La
etimología de esa palabra y de califa -jalifa-
alude a la idea de ‘sucesión’ y de ‘sucesor o lugarteniente’; de tal manera el
cargo señalaba a quien asumía el carácter de ‘sucesor del Enviado de Dios’ ”. El
califa debía asumir todos los aspectos atinentes al buen gobierno, priorizando
la defensa y expansión de la fe islámica.
Reiteramos
que la noción de umma, de hondo arraigo en la conciencia histórica del
islamismo, se representa en tres modalidades: como Estado nacional (Egipto,
Líbano, Siria, etc.), nación árabe (de raza semita, descendiente de Ismael el
otro hijo del patriarca Abraham) y la de comunidad islámica (inclusiva de los musulmanes
no semitas: iraníes, turcos, indonesios, nigerianos).
Tan
importante concentración de poder requiere del líder dotes especiales, pues se
le debe inmediata fidelidad y adhesión general. Al Bagdadi no ha logrado
todavía ni una ni otra.
Una base territorial
¿Qué
llevó a recrear un califato de la noche a la mañana? El último conocido fue
sepultado en marzo de 1924 por Kemal Ataturk, aunque en verdad lo había matado
el pacto secreto Sykes-Picot de 1916, cuyas funestas consecuencias -inútilmente
camufladas en el Sistema de Mandatos de la Sociedad de las Naciones de 1918-
todavía persisten en Oriente Próximo. La abolición por el “padre” de la Turquía
moderna fue considerada por amplios sectores musulmanes una claudicación ante
Occidente, que desde entonces incorporó a su esfera de influencia a los países diseñados
a partir del desguace del califato otomano[3].
¿Es esta
una oportunidad histórica, una revancha o ambas cosas? Para los sectores recalcitrantes
que usan la religión para obtener objetivos políticos, los sucesivos desaguisados
de la coalición “neo colonial” -EE.UU – Unión Europea- y la ineficacia del
sistema de seguridad colectiva de la ONU desde la revuelta de Túnez de 2011[4],
han marcado una suerte de plenitud de tiempos para intentar otra vez la unidad musulmana.
Para
reconstruir la umma era imprescindible establecer una base territorial, que en
este caso estaba servida en bandeja: porciones de un Irak imposibilitado de
estabilizar un sistema de gobierno propio, eficaz y superador; partes de Siria,
donde la dinastía gobernante está jaqueada por rebeldes apoyados por Occidente
a diestra y fanáticos muyahidines a siniestra; en el fuego cruzado los kurdos, principal
resistencia y víctimas del EIIL.
Los
analistas se preguntan igualmente si el EIIL podrá sostener esta dura guerra confusa,
cuya meta es la conquista de Roma. La instalación del califato requiere ingentes
recursos económicos e infraestructura, lo que implica bastante más que un
efectista manejo de los medios de comunicación, útil para reclutar adeptos y
recaudar fondos millonarios de familias petroleras, convertidos de inmediato en
armas.
Nadie
sabe a ciencia cierta si el EIIL logrará sus objetivos o le bastará aguantar hasta
que se negocie un nuevo estatus para la conflictiva región. ¿Hasta dónde
tensará la cuerda si lo suyo no tiene retorno?, ¿o se concentrará en una
resistencia perpetua a Occidente? Por lo demás, en algunos círculos se duda de
la capacidad de sus líderes para sostener cualquier alternativa; más aún,
parece evidente su inadecuada formación en estrategia militar para una eventual
guerra de desgaste de largo alcance.
La “interna” árabe
¿Tiene el
yihadismo un líder visible e incuestionable? Ni siquiera Bin Laden lo era. Hay un
dato incuestionable: el EIIL es una escisión de Al Qaeda y hoy constituyen
fracciones irreconciliables. Pero no son las únicas, hay varias que operan como
“franquicias”: Al Qaeda del Magreb, las milicias de Ansar al-Sharia de Túnez y
Libia, Ansar al-Dine de Mali y Ansar Bait al-Maqdis de Egipto, o al-Muhajirun
(célula radicada en el Reino Unido), por citar las más conocidas. Los servicios
secretos, que están trabajando a destajo, detectaron una reunión entre ellas a
fines de junio del año pasado para brindar su apoyo al EI y, a su vez, intentar
otro Estado Islámico en el Magreb Árabe[5].
No se saben los resultados más allá de lo trascendido. Lo cierto es que son
núcleos muy activos con algún grado de intercomunicación, aunque no
necesariamente de conducción unificada. El germen de la fragmentación propio de
un islam careciente de sínodos o concilios está tanto en su fragmentación
teológica como en las rivalidades personales.
Recuérdese
también que el origen del EIIL fue el movimiento Yama’at al-Tawhid wal Yihad, otra organización satélite de Al
Qaeda, cuyo jefe Abu Musab al Zarqawi -sunita salafista- lo formó para
enfrentar la invasión aliada a Irak en 2003. Muerto en 2006 durante un ataque
aéreo, la estrategia del grupo fue infiltrarse en las principales ciudades de los
debilitados Irak y Siria. Casi una década después, Abu Bakr al Baghdadi,
autoproclamado califa con el nombre de Ibrahim Al Husayni al Qurashi en la
mezquita Al Nuri de Mosul el 5 de julio de 2014, nunca fue un referente del nivel
de al Zarqawi o de Aiman al Zawahiri, médico egipcio actual líder de Al Qaeda,
a quien repudió. Así, ¿posee el Califa Ibrahim la autoridad y lucidez suficientes
para disputar el liderazgo del mundo musulmán.
Al
hacerse fuerte en territorios de Siria e Irak, el EIIL dio un giro de 180º respecto
del estilo de lucha celular para producir actos terroristas en cualquier parte
del mundo, inspirado por Osama Bin Laden.
Washington
nunca terminará de arrepentirse por la torpeza con que manejó el derrocamiento
de Sadam Hussein y su efecto dominó en todo Oriente Próximo. El desbarajuste
sucesivo de gobiernos sin duda autoritarios y corruptos, legitimados de hecho
por las grandes potencias, concentró la disputa geopolítica en dos
protagonistas: Arabia Saudita, aliada especial de los Estados Unidos, expresión
del intolerante wahabismo salafista, por un lado; por el otro, Irán, bastión
del “eje del mal”, de etnia aria y único país de mayoría chiita. Ni Turquía ni
Egipto están en condiciones de terciar en el debate por distintos motivos
vinculados a su propia estabilidad institucional y al funcionamiento de sus
economías. Mientras, Israel vigila con los pelos de punta.
Lo
paradójico es que la Casa Blanca logró hace poco un trabajoso acuerdo nuclear con
Irán, y está obligada a intentar algún entendimiento con Teherán para enfrentar
al común enemigo que pone en riesgo todo lo logrado.
En este
marco, componente fundamental son los kurdos, cuya región en el norte de Siria tiene
reconocido un sensato régimen autonómico que le permite ser la contraofensiva
contra el EIIL. Pero está demasiado solo y aislado en el fuego cruzado,
desconfiado tanto por Turquía como por el gobierno de Bashar al Asad.
El componente religioso
Ignacio
Álvarez-Ossorio, reconocido experto español en cuestiones de Oriente Medio,
entrevistado dos meses después de la instalación del califato, dijo que el Estado
Islámico era un hijo descarriado del salafismo saudí[6].
Parece necesario, por ende, profundizar el análisis qué es el salafismo para
enfrentar mejor al EIIL.
De hecho
hay intensa actividad intelectual en procura de comprender esa concepción religiosa
dentro del mayoritario universo suní (89% del islam). Al salaf al salih –de allí proviene la palabra- representa una
devoción especial por los ancestros: el salafismo, entonces, busca retrotraer
las cosas lo más cerca posible al tiempo del Profeta. Tal interpretación
religiosa posee una impronta apocalíptica especial y, por tanto, se considera un
instrumento para llegar pronto y bien al juicio final.
Por su
parte, el periodista canadiense Graeme Wood, en una nota publicada en The Atlantic reproducida por El País
Semanal (nº 2014 - 03/05/2015), destacaba que no es una interpretación liviana
del Corán sino una versión erudita, aunque eso no represente garantía contra el
fanatismo (los degüellos públicos lo comprueban). Siendo Mahoma y sus sucesores
los ancestros venerados, procuran reproducir el comportamiento de aquella época
fundacional tanto para reorganizar la umma como guerrear contra el infiel.
Wood comenta
además un encendido debate teológico suscitado en el seno de Al Qaeda hace unos
años ya, referido a la diferencia entre pecado y apostasía. Los salafistas
consideran apóstatas no solo a quienes niegan la santidad del Corán o las
profecías de Mahoma, sino también a quienes no lleven barba, vistan a la
occidental, usen drogas o alcohol, acepten leyes “estatales”, etc. De allí que para el EIIL, salvo sus miembros, el
resto de los musulmanes son apóstatas, desde los Hermanos Musulmanes a los
chiitas, falsos intérpretes del Corán. En esta obnubilación estaría la causa de
su desaparición, pues la alternativa de la apostasía no es otra cosa que la
muerte.
Párrafo
final para Benedicto XVI, injustamente hostigado por el laicicismo fanático
eurooccidental, luego del famoso discurso en la Universidad de Regensburg[7].
El Papa alemán había pedido, con una delicadeza e inteligencia insuperables,
que en el Islam se diera también la oportunidad de reconciliar fe y razón,
dialogo imprescindible para impedir que se mate en nombre de Dios. Su propuesta
no hacía más que ofrecer la fórmula intentada por la propia Iglesia Católica en
el Concilio Vaticano II. ¿Se entenderá ahora el mensaje? ¿A quién se le ocurre
que otra cruzada sea la solución?
[1] Felipe Maíllo Salgado, Vocabulario
de Historia Árabe e Islámica. Ed. Akal, Madrid, 1996.
[2] Equiparable a
“Iglesia Católica”, aunque difiera de esta por carecer de una autoridad
suprema que aglutina, define y ordena.
[3] A confesión de
parte, relevo de prueba: George Curzon, entonces canciller del Reino Unido, pronunció
esta sentencia “La situación actual es que Turquía ha muerto y con ello hemos
destruido su fuerza moral, el califato y el islam”.
[4] Ver nº
197 – mar. 2011, “Con efecto dominó… (Túnez, Egipto, Libia, etcétera)”.
[5] https://monitorys.wordpress.com/category/al-qaeda-magreb-islamico/. Consultado el 18/10/ 2015.
[6]
www.diagonalperiodico.net/global/24019-estado-islamico-es-hijo-descarriado-del-salafismo-saudi.html
[7] “¿Qué seguirá al
discurso de Ratisbona?”, nº 153 - sept. 2006.
No hay comentarios:
Publicar un comentario