24 de octubre de 2015

Algo más sobre el Estado Islámico



Revista Claves nº 244 – octubre 2015

En agosto de 2014 publicamos un comentario sobre “El retorno del Califato” (nº 232), refiriendo al “aún enigmático Estado Islámico en Irak y el Levante” (EIIL, ISIS en su sigla inglesa,  ʕ  en árabe –iniciales de su nombre oficial ad-Dawlah al-Islāmiyah fī 'l-ʿIrāq wa-sh-Shām). Ante el desconcierto, vacilaciones y desatinos de los principales actores internacionales, recién ahora sus cancillerías indagan qué es exactamente el EIIL. Mientras, muchísima gente inocente muere o huye, que es la forma de morir a plazo. 

Umma y califato

Comencemos recordando el vínculo estrecho umma y califato, entendida la primera como comunidad matriz portadora de los valores religiosos que anticipan el reino de Dios sobre la tierra[1], concepto utilizado por el Profeta para construir la unidad árabe. Desde entonces, tribus desperdigas y hostiles entre sí quedaron comprometidas por un pacto religioso. Occidente nunca profundizó el sentido místico y movilizador de la umma[2]. Al igual que para nuestra Iglesia, en la umma no existen límites geográficos y el vínculo universal con los creyentes es la fe, la observancia de la ley coránica (sharia), un conjunto de dogmas y pautas éticas e institucionales.

Decíamos en aquella oportunidad que “[el] califato –jilafa- fue la solución institucional para cubrir un vacío, concentrando el poder temporal para gobernar los dominios con las prescripciones del Corán. La etimología de esa palabra y de califa -jalifa- alude a la idea de ‘sucesión’ y de ‘sucesor o lugarteniente’; de tal manera el cargo señalaba a quien asumía el carácter de ‘sucesor del Enviado de Dios’ ”. El califa debía asumir todos los aspectos atinentes al buen gobierno, priorizando la defensa y expansión de la fe islámica.

Reiteramos que la noción de umma, de hondo arraigo en la conciencia histórica del islamismo, se representa en tres modalidades: como Estado nacional (Egipto, Líbano, Siria, etc.), nación árabe (de raza semita, descendiente de Ismael el otro hijo del patriarca Abraham) y la de comunidad islámica (inclusiva de los musulmanes no semitas: iraníes, turcos, indonesios, nigerianos).

Tan importante concentración de poder requiere del líder dotes especiales, pues se le debe inmediata fidelidad y adhesión general. Al Bagdadi no ha logrado todavía ni una ni otra.

Una base territorial

¿Qué llevó a recrear un califato de la noche a la mañana? El último conocido fue sepultado en marzo de 1924 por Kemal Ataturk, aunque en verdad lo había matado el pacto secreto Sykes-Picot de 1916, cuyas funestas consecuencias -inútilmente camufladas en el Sistema de Mandatos de la Sociedad de las Naciones de 1918- todavía persisten en Oriente Próximo. La abolición por el “padre” de la Turquía moderna fue considerada por amplios sectores musulmanes una claudicación ante Occidente, que desde entonces incorporó a su esfera de influencia a los países diseñados a partir del desguace del califato otomano[3].

¿Es esta una oportunidad histórica, una revancha o ambas cosas? Para los sectores recalcitrantes que usan la religión para obtener objetivos políticos, los sucesivos desaguisados de la coalición “neo colonial” -EE.UU – Unión Europea- y la ineficacia del sistema de seguridad colectiva de la ONU desde la revuelta de Túnez de 2011[4], han marcado una suerte de plenitud de tiempos para intentar otra vez la unidad musulmana.

Para reconstruir la umma era imprescindible establecer una base territorial, que en este caso estaba servida en bandeja: porciones de un Irak imposibilitado de estabilizar un sistema de gobierno propio, eficaz y superador; partes de Siria, donde la dinastía gobernante está jaqueada por rebeldes apoyados por Occidente a diestra y fanáticos muyahidines a siniestra; en el fuego cruzado los kurdos, principal resistencia y víctimas del EIIL.

Los analistas se preguntan igualmente si el EIIL podrá sostener esta dura guerra confusa, cuya meta es la conquista de Roma. La instalación del califato requiere ingentes recursos económicos e infraestructura, lo que implica bastante más que un efectista manejo de los medios de comunicación, útil para reclutar adeptos y recaudar fondos millonarios de familias petroleras, convertidos de inmediato en armas.

Nadie sabe a ciencia cierta si el EIIL logrará sus objetivos o le bastará aguantar hasta que se negocie un nuevo estatus para la conflictiva región. ¿Hasta dónde tensará la cuerda si lo suyo no tiene retorno?, ¿o se concentrará en una resistencia perpetua a Occidente? Por lo demás, en algunos círculos se duda de la capacidad de sus líderes para sostener cualquier alternativa; más aún, parece evidente su inadecuada formación en estrategia militar para una eventual guerra de desgaste de largo alcance.

La “interna” árabe

¿Tiene el yihadismo un líder visible e incuestionable? Ni siquiera Bin Laden lo era. Hay un dato incuestionable: el EIIL es una escisión de Al Qaeda y hoy constituyen fracciones irreconciliables. Pero no son las únicas, hay varias que operan como “franquicias”: Al Qaeda del Magreb, las milicias de Ansar al-Sharia de Túnez y Libia, Ansar al-Dine de Mali y Ansar Bait al-Maqdis de Egipto, o al-Muhajirun (célula radicada en el Reino Unido), por citar las más conocidas. Los servicios secretos, que están trabajando a destajo, detectaron una reunión entre ellas a fines de junio del año pasado para brindar su apoyo al EI y, a su vez, intentar otro Estado Islámico en el Magreb Árabe[5]. No se saben los resultados más allá de lo trascendido. Lo cierto es que son núcleos muy activos con algún grado de intercomunicación, aunque no necesariamente de conducción unificada. El germen de la fragmentación propio de un islam careciente de sínodos o concilios está tanto en su fragmentación teológica como en las rivalidades personales.

Recuérdese también que el origen del EIIL fue el movimiento Yama’at al-Tawhid wal Yihad, otra organización satélite de Al Qaeda, cuyo jefe Abu Musab al Zarqawi -sunita salafista- lo formó para enfrentar la invasión aliada a Irak en 2003. Muerto en 2006 durante un ataque aéreo, la estrategia del grupo fue infiltrarse en las principales ciudades de los debilitados Irak y Siria. Casi una década después, Abu Bakr al Baghdadi, autoproclamado califa con el nombre de Ibrahim Al Husayni al Qurashi en la mezquita Al Nuri de Mosul el 5 de julio de 2014, nunca fue un referente del nivel de al Zarqawi o de Aiman al Zawahiri, médico egipcio actual líder de Al Qaeda, a quien repudió. Así, ¿posee el Califa Ibrahim la autoridad y lucidez suficientes para disputar el liderazgo del mundo musulmán.

Al hacerse fuerte en territorios de Siria e Irak, el EIIL dio un giro de 180º respecto del estilo de lucha celular para producir actos terroristas en cualquier parte del mundo, inspirado por Osama Bin Laden.

Washington nunca terminará de arrepentirse por la torpeza con que manejó el derrocamiento de Sadam Hussein y su efecto dominó en todo Oriente Próximo. El desbarajuste sucesivo de gobiernos sin duda autoritarios y corruptos, legitimados de hecho por las grandes potencias, concentró la disputa geopolítica en dos protagonistas: Arabia Saudita, aliada especial de los Estados Unidos, expresión del intolerante wahabismo salafista, por un lado; por el otro, Irán, bastión del “eje del mal”, de etnia aria y único país de mayoría chiita. Ni Turquía ni Egipto están en condiciones de terciar en el debate por distintos motivos vinculados a su propia estabilidad institucional y al funcionamiento de sus economías. Mientras, Israel vigila con los pelos de punta.

Lo paradójico es que la Casa Blanca logró hace poco un trabajoso acuerdo nuclear con Irán, y está obligada a intentar algún entendimiento con Teherán para enfrentar al común enemigo que pone en riesgo todo lo logrado. 

En este marco, componente fundamental son los kurdos, cuya región en el norte de Siria tiene reconocido un sensato régimen autonómico que le permite ser la contraofensiva contra el EIIL. Pero está demasiado solo y aislado en el fuego cruzado, desconfiado tanto por Turquía como por el gobierno de Bashar al Asad.

El componente religioso

Ignacio Álvarez-Ossorio, reconocido experto español en cuestiones de Oriente Medio, entrevistado dos meses después de la instalación del califato, dijo que el Estado Islámico era un hijo descarriado del salafismo saudí[6]. Parece necesario, por ende, profundizar el análisis qué es el salafismo para enfrentar mejor al EIIL.

De hecho hay intensa actividad intelectual en procura de comprender esa concepción religiosa dentro del mayoritario universo suní (89% del islam). Al salaf al salih –de allí proviene la palabra- representa una devoción especial por los ancestros: el salafismo, entonces, busca  retrotraer  las cosas lo más cerca posible al tiempo del Profeta. Tal interpretación religiosa posee una impronta apocalíptica especial y, por tanto, se considera un instrumento para llegar pronto y bien al juicio final.

Por su parte, el periodista canadiense Graeme Wood, en una nota publicada en The Atlantic reproducida por El País Semanal (nº 2014 - 03/05/2015), destacaba que no es una interpretación liviana del Corán sino una versión erudita, aunque eso no represente garantía contra el fanatismo (los degüellos públicos lo comprueban). Siendo Mahoma y sus sucesores los ancestros venerados, procuran reproducir el comportamiento de aquella época fundacional tanto para reorganizar la umma como guerrear contra el infiel.

Wood comenta además un encendido debate teológico suscitado en el seno de Al Qaeda hace unos años ya, referido a la diferencia entre pecado y apostasía. Los salafistas consideran apóstatas no solo a quienes niegan la santidad del Corán o las profecías de Mahoma, sino también a quienes no lleven barba, vistan a la occidental, usen drogas o alcohol, acepten leyes “estatales”, etc.  De allí que para el EIIL, salvo sus miembros, el resto de los musulmanes son apóstatas, desde los Hermanos Musulmanes a los chiitas, falsos intérpretes del Corán. En esta obnubilación estaría la causa de su desaparición, pues la alternativa de la apostasía no es otra cosa que la muerte. 

Párrafo final para Benedicto XVI, injustamente hostigado por el laicicismo fanático eurooccidental, luego del famoso discurso en la Universidad de Regensburg[7]. El Papa alemán había pedido, con una delicadeza e inteligencia insuperables, que en el Islam se diera también la oportunidad de reconciliar fe y razón, dialogo imprescindible para impedir que se mate en nombre de Dios. Su propuesta no hacía más que ofrecer la fórmula intentada por la propia Iglesia Católica en el Concilio Vaticano II. ¿Se entenderá ahora el mensaje? ¿A quién se le ocurre que otra cruzada sea la solución?



[1] Felipe Maíllo Salgado, Vocabulario de Historia Árabe e Islámica. Ed. Akal, Madrid, 1996.
[2] Equiparable a “Iglesia Católica”, aunque difiera de esta por carecer de una autoridad suprema que aglutina, define y ordena.
[3] A confesión de parte, relevo de prueba: George Curzon, entonces canciller del Reino Unido, pronunció esta sentencia “La situación actual es que Turquía ha muerto y con ello hemos destruido su fuerza moral, el califato y el islam”.
[4] Ver nº 197 – mar. 2011, “Con efecto dominó… (Túnez, Egipto, Libia, etcétera)”.
[5] https://monitorys.wordpress.com/category/al-qaeda-magreb-islamico/. Consultado el 18/10/ 2015.
[6] www.diagonalperiodico.net/global/24019-estado-islamico-es-hijo-descarriado-del-salafismo-saudi.html
[7] “¿Qué seguirá al discurso de Ratisbona?”, nº 153 - sept. 2006.

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