8 de noviembre de 2015

Balotaje: continuidad o cambio, formas y fondo




¿De qué hablan cuando proponen? El único con propuestas concretas –apuntando a las urgencias de la coyuntura, no le quedaba otra- fue Sergio Massa, pero no le alcanzó. No obstante, su 21.34% representa una buena base para la pelea de fondo que empezó a las 18 horas del 25 O, por el reagrupamiento, purga y control nacional del PJ, convidado de piedra de la era kirchnerista. Esa confrontación interna incidirá en la votación del 22 de noviembre.

Para el balotaje quedaron habilitados el modesto ganador Daniel Scioli (36,35%), cuya consigna elemental fue profundizar las cosas que se hicieron bien y cambiar lo necesario, pero preservando el “modelo”. En ningún momento explicitó al electorado qué y cómo profundizará y cambiará. El eufórico Mauricio Macri (34,78%), por su parte, celebró su performance en el mensaje implícito en su apelativo: Cambiemos. En su caso tampoco hubo mayor precisión para definir qué y cómo cambiar, pues para ese conglomerado hay más para cambiar que profundizar. Cabe destacar que en ambas tiendas de campaña los estrategas desplazaron a la Política por las encuestas.  

Los dos han sido hasta ahora campeones en “vagueralidades”, aunque sus principales espadas hayan tirado algunas pistas sobre qué hará cada cual en caso de obtener la presidencia de la Nación. Tal vez el inminente debate solicitado por Scioli luego de negarse al anterior con todos los candidatos, sirva para que él y Macri -con responsabilidad cívica y honestidad intelectual- pongan las cartas sobre la mesa y, así, quienes tengan o no decidido su voto confirmen o modifiquen su preferencia. Ninguno, lo saben bien, tiene la vaca atada; el balotaje es otra elección con final de bandera verde y no sirven las vaguedades y generalidades. El pueblo necesita que le expliquen los rumbos propuestos, el derrotero y la meta.

Ese monstruo de comportamiento impredecible, que es el electorado, posee un olfato acorde a su nivel de cultura cívica; actúa a puro instinto y es raro que lo abatate el miedo. ¿Votará en contra del candidato presidencial porque intuye la fragilidad del relato y el modo con que se impuso, o avalará la continuidad de un modelo del que se siente parte?

En la vereda del oponente celebran el tsunami Vidal, cuyo triunfo bonaerense de hecho condiciona también el balotaje. Errarán si creen que el cambio implica apenas erradicar al cristinismo, para lo cual les bastaría más Pro y menos Cambiemos. Si los radicales y demás socios menores se conforman con el negocio territorial ya obtenido, disminuirán las chances del espacio.

Con todo, la preocupación no es tanto el 22 N sino el 11 de diciembre, cuando el Sr. Scioli, si gana, deba sincerar los números y confesar la verdadera situación del país; por su parte, el Sr. Macri, si gana, defina con sus socios cómo gobernarán un país de ficción: ¿una economía de coalición liberal-Melconian, desarrollista-Frigerio, socialdemócrata-Prat Gay? ¿Es eso posible?

Dato significativo para la segunda vuelta: los cinco principales distritos electorales del país (Buenos Aires, CABA, Córdoba, Mendoza y Santa Fe) serán gobernados por la oposición al kirchnerismo. En ellos centrarán los esfuerzos porque la reforma de 1994 así lo previó; el resto es relleno (sin desmerecer al senador G. Morales, a quien votó el 60% de los afiliados de la Tupac Amaru, todo un símbolo). Frente a esa realidad incontrastable, ni el bonaerense ni el porteño expusieron cómo resolverán los desequilibrios regionales, qué sucederá con la coparticipación impositiva, cómo integrar un país inmenso con desvencijada infraestructura vial, ferroviaria, portuaria y aeroportuaria, atado aun al esquema exportador de materias primas. De San José de la Dormida hacia arriba y de Realicó para abajo, seguiremos fuera del “cuerno de oro” del Mercosur, marginados y postergados, lo cual no releva de responsabilidad a las dirigencias provincianas; al contrario, la acentúa.

En Argentina subyace una disputa cósmica entre las formas y el fondo, insuperada porque la dirigencia no ha demostrado todavía capacidad política e intelectual para combinarlas en justa proporción.

Si se piensa que todo encastrará con profesión de fe republicana, eficacia de los mecanismos de control, erradicación de los mandatos eternos, la corrupción estructural y el clientelismo, que atañe a las formas -y sin duda hace mucha falta-, es solo un tercio de nuestros problemas. Los 2/3 restantes hacen a la justicia social y al desarrollo económico.  

Párrafo final para la cuestión de fondo, usualmente ajena al populismo, cuya visión tiene ADN cortoplacista. Durante toda su gesta, el kirchnerismo fatigó con las presuntas bondades del modelo, tan exitoso que debiera profundizarse. En estos días militancia y dirigencia proclaman su continuidad; a veces aluden al “proyecto” como si fueran sinónimos, siendo conceptos distintos. Eso podría explicar el fracaso final de un kirchnerismo autoreferenciado  como etapa superior del peronismo.

El descuido intelectual de las dirigencias del PJ, ganadas por el pragmatismo más que por la convicción doctrinaria, ha cedido a las izquierdas (en sus distintas variantes), las cuales lograron hacer realidad aquel “entrismo”, que se les había negado en los ’70. Allí están los pibes de La Cámpora y los seniors de Carta Abierta para comprobarlo. Para ellos priva el modelo sobre el proyecto, la primacía de los votos sobre el consenso.

En el plano estratégico, modelo es un modo, una forma o manera de hacer algo, y sus receptores o beneficiarios lo toman o lo aguantan. Cuanto más duro sea ideológicamente el modelo, la lógica amigo-enemigo se encargará de imponerlo. Por el contrario, igual en términos estratégicos, un proyecto político –por definición- es una construcción común, de abajo hacia arriba, e implica alianza de clases -ningún sector debe quedar afuera- y está concebido necesariamente para el largo plazo.

Sería muy bueno para las nuevas generaciones peronistas (y macristas, ¿por qué no?) leer, por ejemplo, el discurso del Gral. Perón al Congreso Nacional aquel 1 de mayo de 1974 en que asumió por tercera vez la presidencia de la Nación. Es la modesta sugerencia de un desarrollista irredento.     




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