¿De qué hablan
cuando proponen? El único con propuestas concretas –apuntando a las urgencias
de la coyuntura, no le quedaba otra- fue Sergio Massa, pero no le alcanzó. No
obstante, su 21.34% representa una buena base para la pelea de fondo que empezó
a las 18 horas del 25 O, por el reagrupamiento, purga y control nacional del
PJ, convidado de piedra de la era kirchnerista. Esa confrontación interna incidirá
en la votación del 22 de noviembre.
Los dos
han sido hasta ahora campeones en “vagueralidades”, aunque sus principales
espadas hayan tirado algunas pistas sobre qué hará cada cual en caso de obtener
la presidencia de la Nación. Tal vez el inminente debate solicitado por Scioli luego
de negarse al anterior con todos los candidatos, sirva para que él y Macri -con
responsabilidad cívica y honestidad intelectual- pongan las cartas sobre la
mesa y, así, quienes tengan o no decidido su voto confirmen o modifiquen su
preferencia. Ninguno, lo saben bien, tiene la vaca atada; el balotaje es otra
elección con final de bandera verde y no sirven las vaguedades y generalidades.
El pueblo necesita que le expliquen los rumbos propuestos, el derrotero y la
meta.
Ese
monstruo de comportamiento impredecible, que es el electorado, posee un olfato acorde
a su nivel de cultura cívica; actúa a puro instinto y es raro que lo abatate el
miedo. ¿Votará en contra del candidato presidencial porque intuye la fragilidad
del relato y el modo con que se impuso, o avalará la continuidad de un modelo del
que se siente parte?
En la
vereda del oponente celebran el tsunami Vidal, cuyo triunfo bonaerense de hecho
condiciona también el balotaje. Errarán si creen que el cambio implica apenas erradicar
al cristinismo, para lo cual les bastaría más Pro y menos Cambiemos. Si los
radicales y demás socios menores se conforman con el negocio territorial ya
obtenido, disminuirán las chances del espacio.
Con todo,
la preocupación no es tanto el 22 N sino el 11 de diciembre, cuando el Sr.
Scioli, si gana, deba sincerar los números y confesar la verdadera situación
del país; por su parte, el Sr. Macri, si gana, defina con sus socios cómo
gobernarán un país de ficción: ¿una economía de coalición liberal-Melconian,
desarrollista-Frigerio, socialdemócrata-Prat Gay? ¿Es eso posible?
Dato
significativo para la segunda vuelta: los cinco principales distritos
electorales del país (Buenos Aires, CABA, Córdoba, Mendoza y Santa Fe) serán
gobernados por la oposición al kirchnerismo. En ellos centrarán los esfuerzos
porque la reforma de 1994 así lo previó; el resto es relleno (sin desmerecer al
senador G. Morales, a quien votó el 60% de los afiliados de la Tupac Amaru,
todo un símbolo). Frente a esa realidad incontrastable, ni el bonaerense ni el
porteño expusieron cómo resolverán los desequilibrios regionales, qué sucederá
con la coparticipación impositiva, cómo integrar un país inmenso con
desvencijada infraestructura vial, ferroviaria, portuaria y aeroportuaria,
atado aun al esquema exportador de materias primas. De San José de la Dormida
hacia arriba y de Realicó para abajo, seguiremos fuera del “cuerno de oro” del
Mercosur, marginados y postergados, lo cual no releva de responsabilidad a las
dirigencias provincianas; al contrario, la acentúa.
En
Argentina subyace una disputa cósmica entre las formas y el fondo, insuperada porque
la dirigencia no ha demostrado todavía capacidad política e intelectual para
combinarlas en justa proporción.
Si se piensa
que todo encastrará con profesión de fe republicana, eficacia de los mecanismos
de control, erradicación de los mandatos eternos, la corrupción estructural y
el clientelismo, que atañe a las formas -y sin duda hace mucha falta-, es solo
un tercio de nuestros problemas. Los 2/3 restantes hacen a la justicia social y
al desarrollo económico.
Párrafo
final para la cuestión de fondo, usualmente ajena al populismo, cuya visión
tiene ADN cortoplacista. Durante toda su gesta, el kirchnerismo fatigó con las presuntas
bondades del modelo, tan exitoso que debiera profundizarse. En estos días
militancia y dirigencia proclaman su continuidad; a veces aluden al “proyecto”
como si fueran sinónimos, siendo conceptos distintos. Eso podría explicar el
fracaso final de un kirchnerismo autoreferenciado como etapa superior del peronismo.
El
descuido intelectual de las dirigencias del PJ, ganadas por el pragmatismo más que
por la convicción doctrinaria, ha cedido a las izquierdas (en sus distintas
variantes), las cuales lograron hacer realidad aquel “entrismo”, que se les
había negado en los ’70. Allí están los pibes de La Cámpora y los seniors de Carta Abierta para
comprobarlo. Para ellos priva el modelo sobre el proyecto, la primacía de los
votos sobre el consenso.
En el
plano estratégico, modelo es un modo,
una forma o manera de hacer algo, y sus receptores o beneficiarios lo toman o
lo aguantan. Cuanto más duro sea ideológicamente el modelo, la lógica
amigo-enemigo se encargará de imponerlo. Por el contrario, igual en términos
estratégicos, un proyecto político –por definición- es una construcción común,
de abajo hacia arriba, e implica alianza de clases -ningún sector debe quedar
afuera- y está concebido necesariamente para el largo plazo.
Sería muy
bueno para las nuevas generaciones peronistas (y macristas, ¿por qué no?) leer,
por ejemplo, el discurso del Gral. Perón al Congreso Nacional aquel 1 de mayo
de 1974 en que asumió por tercera vez la presidencia de la Nación. Es la
modesta sugerencia de un desarrollista irredento.
No hay comentarios:
Publicar un comentario