Diario El Tribuno, 24/11/2015
Los mozos se parecían bastante, pese
al maquillaje. No provienen de la política y no cabe fustigarlos por eso:
llegaron hasta aquí por la esclerosis de los partidos políticos; ambos con más duranbarba que doctrina; tampoco son
líderes carismáticos (aunque, en Argentina, hoy es un bálsamo); nos han
fatigado con discursos voluntaristas plenos de “vagueralidades”. Uno ganó y debiera
ser magnánimo pues, ante el descalabro que recibirá, necesita también al perdedor.
Lo mejor para el FPV será no echar
culpas o desmerecer el voto popular. Ni los grupos concentrados, ni los medios hegemónicos,
ni los fondos buitres: los abatió el relato mismo… y la periódica necesidad de
alternancia que tienen los pueblos. Guarden fuerzas para sincerar al peronismo
reconciliándolo con la democracia republicana, básicamente.
El nuevo gobierno tiene urgentes cuestiones:
rescate de la República, inseguridad, narcotráfico, inflación, corrupción. Para
el resto, su tarea será titánica y no alcanza con designar un ministro
desarrollista, si ello realmente ocurriera.
Tres son los términos de la
ecuación: justicia social, república y desarrollo económico. Un verdadero
estadista sabrá equilibrarlos. Los años del kirchnerismo se recordarán como distribucionistas,
pero sin la indispensable base productiva. Su matriz populista se malquistó con
las formas republicanas y, no obstante las declamaciones, la economía nunca despegó.
Esto se paga caro.
Para producir un salto cualitativo
es imperioso aplicar también el “método” desarrollista: una correcta lectura de
los tiempos, diagnóstico objetivo económico-social, puesta en marcha del
aparato productivo atendiendo los desequilibrios regionales fijando lúcidamente
las prioridades, y –lo más arduo- tender puentes y evitar enfrentamientos con
una sólida alianza de clases y sectores sociales.
La coalición triunfadora –no solo el Sr.
Macri- tiene en sus manos la oportunidad de intentarlo seriamente. Dios los ayude y no
olviden que Lilita estará vigilando.
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