Diario El Tribuno, 24/11/2015
Los mozos se parecían bastante, pese
al maquillaje. No provienen de la política y no cabe fustigarlos por eso:
llegaron hasta aquí por la esclerosis de los partidos políticos; ambos con más duranbarba que doctrina; tampoco son
líderes carismáticos (aunque, en Argentina, hoy es un bálsamo); nos han
fatigado con discursos voluntaristas plenos de “vagueralidades”. Uno ganó y debiera
ser magnánimo pues, ante el descalabro que recibirá, necesita también al perdedor.