El discurso inaugural del
presidente Macri ante la Asamblea Legislativa ha generado razonables
expectativas, sobre todo luego del sainete en que se convirtió el traspaso de
mando y nos tuvo en vilo varios días.
Sin embargo, abruma que Cristina
Fernández haya dejado una última muestra de su percepción política,
confrontativa y engañosa. Ninguna novedad, después de todo, ya que la división se
ha profundizado en los últimos cuatro años.
Al nuevo gobierno le corresponde
asumir tareas muy difíciles en todas las áreas de gobierno, desconociendo cuál
es la herencia recibida sin beneficio de inventario. La alocución -de muy
razonables 45 minutos- tuvo muchos párrafos para desmenuzar, pero referiré solo
tres aspectos que parecen centrales.
El primer gran desafío será
informar al pueblo argentino, con el mayor rigor técnico y objetividad posibles,
dónde estamos parados y si, por ejemplo, es cierto que –más allá del relato- la
deuda pública argentina supera los u$ 200.000 millones y el BCRA está seco.
Esos datos condicionarán todas las políticas que requiere una sociedad con
altos niveles de pobreza y economía estancada. Seguro que la réplica pueda ser
durísima… en la medida que haya explicaciones razonables. En esto no caben
chicanas “a lo jefe de gabinete”: con la verdad no se teme ni ofende y la
Provincia de Buenos Aires hará la punta.
Otra cuestión sensible, con
capacidad de arriesgar la estabilidad institucional, será establecer cuán
dispuesta está la Casa Rosada de llevar a la justicia a los funcionarios
corrompidos y sus socios capitalistas. La sociedad clama por un “nunca más”
contra la corrupción, punta de ovillo de la inseguridad y el narcotráfico, cuya
real penetración imaginamos pero desconocemos. Para ello es indispensable una
justicia absolutamente rápida, eficaz e independiente.
Un último aspecto para remarcar en
esta nota, refiere a la necesidad de reconstituir el debilitado tejido social. [Me
ocupé ya de la concepción agonal de la política kirchnerista y su destructiva lógica
amigo-enemigo en un artículo anterior: “El futuro del kirchnerismo y el PJ”, El Tribuno 03/12/15].
Mauricio Macri ha invocado en
numerosos tramos de su discurso su vocación por la unidad: “Ese objetivo -dijo promediando el discurso- de unir a los
argentinos, de poner nuestros puntos en común sobre nuestras diferencias,
integrándolas y respetándolas, es la clave de la construcción de la Argentina
del Siglo XXI a la que nos encaminamos hoy. Se viene un tiempo nuevo, el tiempo
del diálogo, del respeto y del trabajo en equipo, tiempo de construcción con más
justicia social”. Para lograrlo no son suficientes las buenas
intenciones sino acciones concertadas al efecto.
Le doy crédito por la cita que al
final hizo de Arturo Frondizi ("Por su magnitud el desafío que nos aguarda no es cosa de una
persona ni de un grupo de personas, es tarea de todo el pueblo argentino e
implica también una responsabilidad compartida por todos"); ese
pensamiento estuvo al inicio del legendario discurso de asunción del ex
presidente, 1 de mayo de 1958, cuyos veinte puntos clave circulan profusamente
en las redes sociales.
Resulta inevitable un paralelo entre ambas épocas. Por cierto que el
mundo de entonces y el de ahora son sustancialmente distintos. Sin embargo –y
lamentablemente- las características de la sociedad argentina se parecen
bastante. Frondizi quería cerrar la antinomia peronismo-antiperonismo, tan es
así que accedió a la primera magistratura con los votos del partido proscripto,
venciendo así al candidato de la UCRP (quien recién 16 años después se animó a
despedir como amigo al viejo caudillo), apoyado por la Revolución Libertadora.
PJ y UCRP contribuyeron al paulatino desgaste del gobierno desarrollista hasta
el golpe de marzo de 1962. Ojalá no se repita la historia.
Una Argentina dividida entre kirchnerismo y antikirchnerismo no nos
conduce a nada. En los primeros dos capítulos de aquel discurso (Introducción y
Bases políticas del desarrollo nacional), Frondizi propuso otras consignas para
superar enfrentamientos estériles: gobernar sin enconos ni prejuicios; no usar la Casa Rosada para hacer política de
partido, terminar con el clientelismo, evitar la discrecionalidad, respetar
celosamente la división de poderes, libertad y orden como cara y ceca de la
misma moneda, garantizar la seguridad jurídica, ofrecer estadísticas oficiales
irrefutables, promover el federalismo económico, no redistribuir la pobreza.
Seguí
las dos ceremonias en el Congreso y en la Casa Rosada a través de Telesur, con
invitados y libretos similares a los utilizados por la estructura mediática del
gobierno ido. De terror. Comprendí en toda su dimensión cuánto costará
reconstruir la paz social y no solo en nuestro país.
Aparte de la cita
frondicista, Mauricio Macri sumó otro compromiso más trascendente, que ojalá
haya dimensionado en su magnitud, al haber juramentado por Dios y los Santos
Evangelios. Él y la Patria, así como lo ayudarán, le demandarán.
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