Post Fidel y post Raúl, desde luego. Fidel dejó formalmente todos sus cargos -presidente del Consejo de Estado, primer secretario del Partido Comunista Cubano (PCC) y comandante en jefe de las Fuerzas Armadas Revolucionarias- a fines de julio de 2006, debido a una hemorragia gastrointestinal masiva, ocurrida a poco del regreso de su cuarta visita a la Argentina y último viaje suyo al extranjero. Influyó por sola presencia hasta su muerte, pero nunca más gobernó.
El 1 de agosto de ese año asumió el hermano Raúl (n. 1931, cinco años menor), primer vicepresidente del Consejo de Estado, según el mecanismo establecido por el art. 94 de la Constitución cubana. ¿En quién otro habría de confiar?
Con el pasar de los meses, la mala salud del legendario líder y el ajetreo de su intensa vida lo llevaron inexorablemente a la muerte, el 25 de noviembre pasado.
Desde hace una década la isla viene sorteando dos complicados obstáculos, sucesión y economía: la primera relacionada con la legitimidad de la representación política, en crisis en todo el mundo dicho sea de paso; la segunda, punctum dolens del sistema cubano.
Sucesión complicada
Raúl Castro (RC), reformista por obligación, pasó a titular de pleno derecho el 24 de febrero de 2008 ungido por la Asamblea Nacional del Poder Popular, órgano supremo del Estado. Desde ese día, se ha instalado el serio problema de resolver quién sucederá al sucesor. No puede extender su mandato más allá de febrero de 2018, pues la Constitución establece una duración de cinco años para ese máximo cargo, prorrogable una sola vez.
Atendiendo sus 85 años, y si no hay toqueteo constitucional de por medio, la Revolución Cubana habrá llegado a su fin con los dos mandatos de RC. Quizás recién empiece la transición hacia un esquema político y económico superador del actual estado de cosas, cuya extensión y apertura corre por exclusiva cuenta y orden del pueblo cubano, pero nos tendrá a todos en vilo, confrontando mito versus realidad objetiva.
Será difícil una apertura política basada en la Constitución de 1976 y las reformas de 1992; basta con darle un vistazo a sus principios. Por eso, tal transición sería más fácil si, en los meses restantes, este Castro acomoda las cargas internas y abre el juego a una oposición hasta ahora más lobista que con vocación política, lo cual es otro problema.
Les hace falta construir ciudadanía y eso viene demorado porque el sistema la diluyó. En este aspecto la Iglesia Católica está contribuyendo mucho. Eso lo entendieron muy bien los hermanos desde aquel histórico viaje de Juan Pablo II a fines de enero de 1998 y el de Francisco en septiembre de 2015.
Como en todo gobierno autoritario, la obediencia prevaleció sobre la eficacia. Durante medio siglo el régimen castrista –personalista y centralizador- efectuó purgas periódicas, con distintos pretextos y resultados. Hoy en día, prácticamente no queda nadie de la vieja guardia, salvo dos o tres militares que solo conservan prestigio; o sea, no habrá que buscar por allí.
Existe una brecha generacional preocupante por cuanto no se prepararon cuadros suficientes y los que había fueron arrastrados por las depuraciones. Carlos Aldana, Carmen Báez, Hassan Pérez, Otto Rivero, Roberto Robaina o Jorge Sierra, ocuparon importantes cargos de los que fueron marginados intempestivamente. No extrañe que más temprano que tarde algunos de esos apellidos regresen a escena. Cabe señalar que, al comenzar RC su interinato, colocó en puestos estratégicos a personas de su riñonada, entre ellos varios que habían construido sus carreras políticas desde el liderazgo estudiantil.
Los distintos medios del mundo han barajado en estos días nombres de posibles herederos. Uno es el primer vicepresidente Miguel Díaz Canel (56), quien -por su cargo- está a la cabeza de la línea sucesoria institucional.
Otro que suena bastante proviene de la línea “dinástica”, el coronel Alejandro Castro Espín, primogénito de Raúl. Del mismo palo es el general Luis Rodríguez-López Callejas, su yerno y presidente del poderoso Grupo de Administración Empresarial S.A. (GAESA), perteneciente al Ejército.
Economía debilitada
La economía, el mayor obstáculo, se inserta en un marco de incertidumbre global que describe un reciente informe de Naciones Unidas (disponible aquí), el cual pronosticó el crecimiento del producto bruto mundial en un módico 2,9% para este año: incertidumbre macroeconómica, precios bajos para las materias primas, comercio decreciente, volatilidad de tipos de cambio y estancamiento de la inversión, disminución de la productividad, desconexión entre el sector financiero y los sectores reales de la economía, constituyen el marco del cual no escapa Cuba y ningún país del mundo.
Los problemas se agudizaron cuando perdió la “mesada de supervivencia”, alrededor de u$ 5.000 millones anuales aportados por Moscú hasta 1993/1994. El régimen pidió auxilio a Venezuela, cuyo líder circunstancial se autoungió heredero de la revolución cubana… inducido hábilmente por Fidel mismo. El régimen chavista, que aporta 100.000 barriles diarios de petróleo (datos de 2014), también se desmorona. Cuba dependerá en adelante de sí misma.
Cabe reconocer que por estas horas RC logró estabilidad política, controla los resortes de poder y sostiene un plan de “actualización” del modelo económico, aprobado en 2011 -en vida de un poco convencido Fidel- por el VI Congreso del PCC en abril de 2011, con el objetivo proponer una nueva relación entre actividad pública y privada.
Ese debate se relaciona y complementa con otras medidas, destacadas en un ensayo del economista cubano disidente Carmelo Mesa-Lago, titulado “La reforma de la economía cubana: secuencia y ritmo” (disponible aquí): usufructo de las tierras fiscales ociosas, despido de trabajadores estatales excedentes (alrededor de 1.800.000 a 2014), reducción de salarios y beneficios sociales, nuevo estatus al régimen de viviendas (compraventas e hipotecas), inversiones extranjeras y unificación de la doble moneda (peso nacional y peso convertible). Toda esta agenda está plagada de dificultades de implementación práctica, pero es lo más sensato para abordar.
Párrafo especial para el GAESA, considerado el mayor conglomerado de negocios en Cuba, propietario de cadenas de hoteles, restaurantes, confiterías y hasta casas de cambios. A través del grupo ingresan al país inversiones extranjeras regidas por las leyes de oferta y demanda. Se calcula que su participación en el mercado interno orilla el 70%. ¿Cuál será su papel en la transición?; quizás induzca el primer ensayo del modelo económico que sobrevendrá o se reserve un poder de veto.
Luego de la aprobación de la nueva Ley de Inversión Extranjera en abril de 2014, se dio impulso a la Zona Especial de Desarrollo en el puerto de Mariel, a45 km al oeste de La Habana, a la cual se suma la apuesta a las industrias automotriz, farmacéutica e hidrocarburífera.
El frente externo
Si el interno está plagado de dificultades, el frente externo no le va en zaga. En este aspecto, el principal contendiente sigue siendo Estados Unidos, con un impasse abierto por el triunfo de Donald Trump. Es probable que las relaciones diplomáticas reanudadas en diciembre de 2014 se mantengan, pero condicionadas a nuevos requisitos que Obama no planteó. A corto y mediano plazos, es inimaginable que el Congreso derogue la ley Helms-Burton, que endureció el embargo económico y comercial en marzo de 1996 siendo Clinton presidente. Con todo, a estas horas es una incógnita el futuro inmediato de ambos países.
Sin embargo Cuba nunca estará sola. China y Rusia jamás la abandonarán; ambos países realizaron esfuerzos de cooperación para ampliar su presencia en todos los ámbitos posibles. En el caso de Rusia hay medio siglo de intercambios intensos, miles de cubanos entrenados en allí y viceversa.
Si bien la Unión Europea, cediendo a presiones norteamericanas adoptó la Posición Común en 1996 y aplicó nuevas sanciones en 2006, España por caso no puede desentenderse de la isla por la fuerte relación histórica entre ambas.
También hay situaciones atípicas como la de Canadá, que pese a su alineamiento con Washington, es el tercer socio comercial de Cuba y principal proveedor turístico.
Y pese a que varios gobiernos de la región zafaron de la influencia del eje bolivariano (el ALBA es retórica pura), desde que Cuba volvió al redil de la OEA en junio de 2009 tras un ostracismo de 47 años, Iberoamérica no puede despreocuparse de ella ni le conviene. No obstante, en una primera etapa, el relacionamiento será bilateral con cada país, antes que multilateral, pero privilegiando siempre su pertenencia geográfica.
Mito e historia
La revolución cubana fue un subproducto soviético, generado por la Guerra Fría que la explica. Jorge Castañeda, en "La utopía desarmada", señaló el magnetismo que ejerció en las dirigencias latinoamericanas y aun condiciona la política continental por acción o reacción.
Tal vez los cubanos deseen pasar cuanto antes los días de luto y llanto por la muerte del líder. La variopinta izquierda tratará que sean nueve meses o nueve años, para anclarlo en la conciencia política continental como un referente insoslayable. Llegará el tiempo del juicio histórico, que siempre opera sobre los hombres que generaron y condujeron procesos; nunca sobre un mito.
Fidel se anticipó cuando, asumiendo su propia defensa -en octubre de 1953- luego de fracasar el ataque al Cuartel Moncada, proclamó que la historia lo absolvería. Todavía es muy pronto para el veredicto final, pues falta escuchar testimonios, abrir archivos y desclasificar documentos.
De hecho, para el pueblo cubano más importante que absolver o no a los Castro, será encontrar la manera continuar su derrotero histórico de manera lúcida y pacífica en tiempos de definiciones impostergables.
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