ElTribuno, 01 de febrero de 2021
Más bien presentaré otra perspectiva sobre el “potente cambio de paradigma”, según ella. Ciertos argumentos presentados como incontrovertibles, pueden confundir a una ciudadanía muy desconfiada, convocada a las urnas en pocos meses.
La discusión no está saldada y la ajustada votación fue un indicio. Ganaron, sí, esa batalla de una guerra cultural agobiante, cuyos teatros de operaciones son instancias y espacios polifacéticos. Así como para el colectivo verde la cuestión no se clausuró en 2018, la “promesa de campaña” incoada por Alberto Fernández tampoco desactivará a los celestes. Él y su contracara -Mauricio Macri- usaron al debate como maniobra distractiva: “Los argentinos nos debemos este debate”, dijeron en sus momentos y en modo estadista. Sin embargo, nunca quisieron balancear la confrontación con varios proyectos contrarios, deliberadamente cajoneados en el Congreso.
Vuelvo a la nota a través del cual la autora ejerció su derecho de opinar y expresarse en la prensa. En consecuencia, estas consideraciones tendrán también connotación política.
Al inicio, ella reproduce una frase con la cual el senador Leavy ¿justificó? su cambio de posición respecto de 2018: “Si mi voto ayuda a que una mujer no muera, voto a favor”. A pesar de lo endeble, la autora resalta “una de las tensiones de carácter pragmático que atravesaron el largo debate […]”. Y así fue, pragmatismo 1 – ética 0. La sociedad y los votantes que Leavy desilusionó con su defección, querrían saber algo más de su conversación con el presidente, luego de la cual –se dice- salió convencido de lo contrario para justificar su voltereta.
Tal frase implica, indefectiblemente, que –decidido el aborto- “alguien” va a morir. La “cosa” viva, autónoma de su madre y digna como ella, será condenada sin derecho de defensa, con fundamentos pseudo científicos tan manipulados como las estadísticas. Así irrumpe lo ético en toda su dimensión: el valor libertad de disponer del cuerpo por las mujeres, exige –literalmente- la inmolación del valor vida, sin el cual aquella carece de anclaje.
Este galimatías solo se entiende con el escenario filosófico de Occidente, que deconstruye valores inmanentes desde fines del siglo XIX sin medir consecuencias. Importantes filósofos de universidades del primer mundo inciden todavía en la época de posverdad, en que los valores son nada más que una construcción cultural funcional a los poderes. Resulta difícil compatibilizar política con metafísica, cuando la noción del Bien dejó de ser hace tiempo objeto de la reflexión filosófica (Iris Murdoch dixit). En este escenario se desarrolla la guerra ideológica que transitamos.
Otro aspecto en el que la nota comentada se muestra insistidora, es la identificación de la posición anti aborto con un basamento religioso, aunque muchísimas personas así lo asuman. El propio Papa Francisco se cansó de señalar que primero se trata de una cuestión ética. Una aberración de la democracia, sostuvo el filósofo Gustavo Bueno, ateo y promotor del materialismo filosófico, en el debate español.
El entuerto con la religión se revela al final del artículo, asumiendo que aborto, divorcio vincular, matrimonio igualitario, ESI -asuntos inequiparables “ganados” a la religión- son etapas de un derrotero que concluiría con la definitiva laicización del Estado.
El progresismo socialdemócrata, la izquierda radical, la masonería y tantos colectivos (opuestos también a la enseñanza de religión en 2017, recuérdese), se encolumnan en esta vaina. El nuestro no es un país laico sino “secular”, según conceptos del maestro G. Bidart Campos, a los que adhiero. Para ser laico -como México o Francia- habría que extirpar del texto constitucional la invocación de Dios y el sostenimiento del culto católico. Eso no se resuelve con una ley cualquiera.
Al respecto, los pañuelos verdes ya cedieron la posta a los pañuelos naranjas, y ahora a soportar de nuevo los embates para promover apostasías o hacer volar crucifijos de aulas, juzgados, hospitales y oficinas públicas. La muchachada no descansa.
Otro argumento, recurrente, del colectivo abortista es la protección de las mujeres pobres, pese a que se trata del discurso de clases medias urbanas y progres. Quizás por eso omiten a Eva Perón, para quien el aborto es un capricho burgués: “Compañeras, cada aborto que ustedes permiten es un servicio a los poderes coloniales que quieren debilitar la revolución, cada hijo del pueblo que no nace es un hombre menos en las filas de la defensa de la Patria y Perón”. Aparte de argumentos éticos, para Perón y Frondizi las políticas anti-natalidad inciden en nuestra geopolítica. Por ende, basta de ponerlas de excusa, como han reclamado los padres Pepes dispersos por la Argentina.
Citando a Jon Elster, pensador noruego adscripto al marxismo analítico, la nota considera que el debate de diciembre pasado ha sido “epistémicamente virtuoso” en tanto a la hora de tomar decisiones se benefició al conjunto (de las mujeres, supongo). Tal vez así sea cuando el asunto se someta a una consulta popular, nunca habilitada hasta ahora.
¿Cuestión saldada? Los tribunales serán escenarios de batallas jurídicas, debido a la evidente oposición de la ley n° 27.610 con normas de jerarquía constitucional. El juez Bavio rechazó una medida cautelar para suspender la aplicación de la ley; en cambio, una jueza de Chaco le hizo lugar. Ahora deberán expedirse sobre la cuestión de fondo, abriendo camino hacia la Corte Suprema.
Urge reflotar el proyecto de protección integral de la mujer embarazada y controlar la implementación de la IVE en el ámbito provincial, ya que Salta puede definir cómo aplicarla, pues no es facultad delegada a la Nación, Y está la objeción de conciencia, cuyo reclamo puede extenderse a la enseñanza de la ESI, en tanto se opone al derecho de los padres a elegir la educación de sus hijos.
Queda mucho por hacer para evitar que esta grieta cultural, madre de todas las grietas, seccione a la Argentina en tres. Meditaba Alonso Quijano: día del juicio habrá en que todo saldrá en la colada. Es cuestión de esperar sin ceder tranco de pollo.
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